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De escritura à écriture

De escritura à écriture
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7 septembre 2017

Bonjour, Voici la deuxième partie de mes deux

Bonjour, Voici la deuxième partie de mes deux
Bonjour, Voici la deuxième partie de mes deux romans : La mujer de las Kjas et Clémence. Je vous souhaite une excellente lecture. Aqui teneis la segunda parte de mis dos novelas : La mujer de las Kjas y Clémence. Les deseo un buen momento de lectura....
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8 février 2024

Bonsoir, Voici mes deux chapitres... Aqui pongo

20230512_114205

 

Bonsoir,

Voici mes deux chapitres... Aqui pongo mis dos capítulos... De mis dos, de mes deux libros, livres : El laberinto et Boulanger, pâtissier, sinon rien...Bonne lecture!

 

14.

           El piso de Manuel es algo espartano. No tiene muchos muebles, aunque estos parecen de calidad y caros, reconozco el matiz que dan muebles valiosos. Hay algunas estanterías hechas de buena madera y sólidas, repletas de libros. Contra dos paredes están muchos libros apilados en un orden precario. Algunos cuadros adornan las otras paredes. Dos mesas, una para comer, supongo y la otra muy grande con muchos documentos, mapas, libros, cuadernos y otras cosas que no veo bien. Esta bastante desordenado, aunque supongo que es un desorden significativo para él. Las sillas y otros sillones parecen más cómodos que como adorno de la habitación. El espacio es extraño, no parece tener salas privadas. Es como si todo el piso fuera una sola habitación. Sin embargo hay otro piso o semi piso donde estará el dormitorio, digo yo. Nunca había visto tal cosa. Es una construcción que me parece muy moderna o algo así. Desconozco las nuevas construcciones, conozco sobre todo lo que hay en mi pueblo, casas chapadas a lo antiguo con todos los materiales habituales en estas obras. Todo está muy pulcro y muy limpio. No estoy sorprendido en demasía, es Manuel. Lo escucho buscando algo en la parte cocina que está detrás de un biombo majestuoso con motivos de dragones. Me encanta. Tan estilizados y coloridos, de una finura y una exquisitez que nunca he visto hasta hoy.

 

-          ¡Ja! Sabía que todavía tenía una botella de este excelente milésima. Es un regalo de mi tío abuelo Vicente. Un esteta donde los hay. Tiene noventa y cuatro años y todos sus sentidos.

-          Es mayor.

-          Es viejo aunque es mucho más joven que yo en su mente. Me ha ensenado mucho y lo que me queda por aprender de él. ¡Siéntate!

 

Tomo un asiento que cumple con mi anterior estimación, muy cómodo en verdad. Sabe vivir. Trae dos copas que ha sacado de un armario empotrado. Es un buen trabajo, se nota muy levemente que allí hay un armario. Ingenioso. Pone sobre la mesa dos copas labradas bellamente y un plato con queso, jamón y chorizo con una hogaza de pan. Siempre me ha gustado el pan y este tiene una pinta deliciosa.

 

-          Primero comer y beber. Después me cuentas.

 

Durante una hora comemos, bebemos y hablamos de cosas insustanciales. Me rio con más ganas de algunas anécdotas que son muy impertinentes. Todas son sobre los profesores, algunos que tengo y da un toque de más a mi hilaridad.

 

-          ¡Exageras!

-          De ninguna manera. Créeme ser erudito y sabio no exonera de ser idiota si viene el caso. Son humanos y triviales.

-          Pero son Maestros.

-          ¿Y los “Maestros” no pueden ser idiotas en algunas que otras circunstancias?

-          Sí. Supongo que si.

-          Errare humanum est.

-          El error es humano.

-          Perseverare diabolicum.

-          Pero perseverar es diabólico.

-          Así es.

 

Bebe un trago de ese vino que me parece bueno, no entiendo de vino, así que no puedo decir nada interesante al respeto.

 

-          ¿Qué ha ocurrido?

-          ¿Cómo sabias que estaría allí? ¿Me has seguido? ¿Me tienes vigilado?

 

Me levanto, preso de un nerviosismo que surge a raíz del mal momento pasado en la comisaria, incluso si no ha pasado nada grave, pero tener que ir a la comisaria siempre es una mala noticia.

 

-          ¿Qué te querían?

 

Miro fijamente Manuel que sigue comiendo mirando su plato como si nada. Me dejo caer en la silla.

 

-          Es el sobrino del Padre Cura Marcelino, como llamamos cariñosamente a nuestro cura y quería conocerme…

-          Y advertirte de no meterte en problemas.

-          Eso también.

 

Manuel me mira.

 

-          Raimundo García Gómez, Cabo de la Guardia Civil.

-          No me ha dado su nombre y apellido.

-          Sí. Imagino. Es un buen hombre, pero es guardia civil.

 

Me levanto otra vez y empiezo a andar con nerviosismo.   

 

-          No te tienes que preocupar por esa visita amigable en la comisaria.

-          ¿No?

-          No.

 

Me aproximo de la mesa y me apoyo sobre ella mirándolo fijamente a los ojos. Tanta serenidad, tanta seguridad…

 

-          Si me lo dices.

-          Te lo digo.

 

Me vuelvo a sentar. Tomo mi copa y apuro el vino que tiene sin vacilar. No estoy seguro, pero de Manuel sí.

 

 

 

14a.

 

            He tenido una buena niñez. Mis padres siempre fueron maravillosos, con sus costumbres simples y sus convicciones, sus principios arraigados, pero eran buenos y cariñosos. Cuando quise estudiar, fue una conmoción para ellos. Era evidente, obvio, de costumbre, de raíces que me encargaría de la ferretería como mi padre siguió con el comercio que tenía su padre y su padre antes. No se barajaba la posibilidad que eso cambiará. No sé exactamente cuándo decidí que no quería seguir los pasos de mis padres. Me gustaba ir a las clases que daba la maestra, Doña Emelina, una mujer joven todavía con una dulzura persuasiva que nos tenía a todos embaucados. Cuando empecé EGB tuvimos un profesor y este era aterrador. Nadie se movía. Decían que había sido muy cruel en los tiempos de guerra y que nadie lo quería. Era un hombre solterón, severo, frio, solo regido por la teoría, saber todo de memoria y no aguantaba que no supiésemos lo que dictaminaba como materias de estudio. Nadie se atrevía a burlar esa ley canónica. Pero a veces el miedo se apoderaba de algunos y la memoria parecía desaparecer de sus mentes. El castigo era ejemplar. Diez golpe con una regla de metal sobre los dedos juntados de la mano. El terror nos tenía en vilo y nuestros padres poco podían hacer al respecto, era así y no de otra manera. Menos mal que se tuvo que ir por razones de salud. Por lo visto tenía algún problema respiratorio que no le permitió seguir educando a la juventud del pueblo. Bueno, educar… Tengo un concepto distinto de lo que eso sería. Mi padre intento hacerme cambiar de opinión, pero el primer libro que leí me convenció que no quería hacerme cargo de la ferretería. Los demás ahondaron en ese convencimiento. Mi madre no fue una aliada precisamente, pero cuando comprobó que era un gran deseo y que no iba a ser una espina en su pie guerreando para conseguir esté, empezó a convencer sutilmente a mi padre para que encuentre la manera de conseguir mi objetivo. Consiguió hacerle ver y creer que el también querría esa meta para nuestro hijo y cuando mi padre estaba por la labor, siempre se salía con las suyas. Pude ir a la universidad. Lo que no pensé es que las cosas no siempre salen como uno lo piensa o lo desea.

            El piso de Manuel es algo espartano. No tiene muchos muebles, aunque estos parecen de calidad y caros, reconozco el matiz que dan muebles valiosos. Hay algunas estanterías hechas de buena madera y sólidas, repletas de libros. Contra dos paredes están muchos libros apilados en un orden precario. Algunos cuadros adornan las otras paredes. Dos mesas, una para comer, supongo y la otra muy grande con muchos documentos, mapas, libros, cuadernos y otras cosas que no veo bien. Esta bastante desordenado, aunque supongo que es un desorden significativo para él. Las sillas y otros sillones parecen más cómodos que como adorno de la habitación. El espacio es extraño, no parece tener salas privadas. Es como si todo el piso fuera una sola habitación. Sin embargo hay otro piso o semi piso donde estará el dormitorio, digo yo. Nunca había visto tal cosa. Es una construcción que me parece muy moderna o algo así. Desconozco las nuevas construcciones, conozco sobre todo lo que hay en mi pueblo, casas chapadas a lo antiguo con todos los materiales habituales en estas obras. Todo está muy pulcro y muy limpio. No estoy sorprendido en demasía, es Manuel. Lo escucho buscando algo en la parte cocina que está detrás de un biombo majestuoso con motivos de dragones. Me encanta. Tan estilizados y coloridos, de una finura y una exquisitez que nunca he visto hasta hoy.

 

-          ¡Ja! Sabía que todavía tenía una botella de este excelente milésima. Es un regalo de mi tío abuelo Vicente. Un esteta donde los hay. Tiene noventa y cuatro años y todos sus sentidos.

-          Es mayor.

-          Es viejo aunque es mucho más joven que yo en su mente. Me ha ensenado mucho y lo que me queda por aprender de él. ¡Siéntate!

 

Tomo un asiento que cumple con mi anterior estimación, muy cómodo en verdad. Sabe vivir. Trae dos copas que ha sacado de un armario empotrado. Es un buen trabajo, se nota muy levemente que allí hay un armario. Ingenioso. Pone sobre la mesa dos copas labradas bellamente y un plato con queso, jamón y chorizo con una hogaza de pan. Siempre me ha gustado el pan y este tiene una pinta deliciosa.

 

-          Primero comer y beber. Después me cuentas.

 

Durante una hora comemos, bebemos y hablamos de cosas insustanciales. Me rio con más ganas de algunas anécdotas que son muy impertinentes. Todas son sobre los profesores, algunos que tengo y da un toque de más a mi hilaridad.

 

-          ¡Exageras!

-          De ninguna manera. Créeme ser erudito y sabio no exonera de ser idiota si viene el caso. Son humanos y triviales.

-          Pero son Maestros.

-          ¿Y los “Maestros” no pueden ser idiotas en algunas que otras circunstancias?

-          Sí. Supongo que si.

-          Errare humanum est.

-          El error es humano.

-          Perseverare diabolicum.

-          Pero perseverar es diabólico.

-          Así es.

 

Bebe un trago de ese vino que me parece bueno, no entiendo de vino, así que no puedo decir nada interesante al respeto.

 

-          ¿Qué ha ocurrido?

-          ¿Cómo sabias que estaría allí? ¿Me has seguido? ¿Me tienes vigilado?

 

Me levanto, preso de un nerviosismo que surge a raíz del mal momento pasado en la comisaria, incluso si no ha pasado nada grave, pero tener que ir a la comisaria siempre es una mala noticia.

 

-          ¿Qué te querían?

 

Miro fijamente Manuel que sigue comiendo mirando su plato como si nada. Me dejo caer en la silla.

 

-          Es el sobrino del Padre Cura Marcelino, como llamamos cariñosamente a nuestro cura y quería conocerme…

-          Y advertirte de no meterte en problemas.

-          Eso también.

 

Manuel me mira.

 

-          Raimundo García Gómez, Cabo de la Guardia Civil.

-          No me ha dado su nombre y apellido.

-          Sí. Imagino. Es un buen hombre, pero es guardia civil.

 

Me levanto otra vez y empiezo a andar con nerviosismo.   

 

-          No te tienes que preocupar por esa visita amigable en la comisaria.

-          ¿No?

-          No.

 

Me aproximo de la mesa y me apoyo sobre ella mirándolo fijamente a los ojos. Tanta serenidad, tanta seguridad…

 

-          Si me lo dices.

-          Te lo digo.

 

Me vuelvo a sentar. Tomo mi copa y apuro el vino que tiene sin vacilar. No estoy seguro, pero de Manuel sí.

 

 

 

14a.

 

            He tenido una buena niñez. Mis padres siempre fueron maravillosos, con sus costumbres simples y sus convicciones, sus principios arraigados, pero eran buenos y cariñosos. Cuando quise estudiar, fue una conmoción para ellos. Era evidente, obvio, de costumbre, de raíces que me encargaría de la ferretería como mi padre siguió con el comercio que tenía su padre y su padre antes. No se barajaba la posibilidad que eso cambiará. No sé exactamente cuándo decidí que no quería seguir los pasos de mis padres. Me gustaba ir a las clases que daba la maestra, Doña Emelina, una mujer joven todavía con una dulzura persuasiva que nos tenía a todos embaucados. Cuando empecé EGB tuvimos un profesor y este era aterrador. Nadie se movía. Decían que había sido muy cruel en los tiempos de guerra y que nadie lo quería. Era un hombre solterón, severo, frio, solo regido por la teoría, saber todo de memoria y no aguantaba que no supiésemos lo que dictaminaba como materias de estudio. Nadie se atrevía a burlar esa ley canónica. Pero a veces el miedo se apoderaba de algunos y la memoria parecía desaparecer de sus mentes. El castigo era ejemplar. Diez golpe con una regla de metal sobre los dedos juntados de la mano. El terror nos tenía en vilo y nuestros padres poco podían hacer al respecto, era así y no de otra manera. Menos mal que se tuvo que ir por razones de salud. Por lo visto tenía algún problema respiratorio que no le permitió seguir educando a la juventud del pueblo. Bueno, educar… Tengo un concepto distinto de lo que eso sería. Mi padre intento hacerme cambiar de opinión, pero el primer libro que leí me convenció que no quería hacerme cargo de la ferretería. Los demás ahondaron en ese convencimiento. Mi madre no fue una aliada precisamente, pero cuando comprobó que era un gran deseo y que no iba a ser una espina en su pie guerreando para conseguir esté, empezó a convencer sutilmente a mi padre para que encuentre la manera de conseguir mi objetivo. Consiguió hacerle ver y creer que el también querría esa meta para nuestro hijo y cuando mi padre estaba por la labor, siempre se salía con las suyas. Pude ir a la universidad. Lo que no pensé es que las cosas no siempre salen como uno lo piensa o lo desea.

 

-------------------------Jusqu'au prochain chapitre------------------------------------------------Hasta el proximo capítulo--------------------------------

 

Boulanger, pâtissier, sinon rien

 

 

4.

 

            Nous nous asseyons à la table de la salle à manger et une grande part de dessert sur une assiette. Ma grand-mère a soigné la présentation et je lui souris. Elle me fait une petite grimace suivie d’un clin d’œil. Mon grand-père souffle profondément en levant les yeux au ciel. J’entame ma douceur et je ferme les yeux. C’est divin ! Grégoire devra me monter comment on fait pour préparer une telle merveille. J’ouvre les yeux et vois mes grands-parents me sourire avec un même air de bonheur sur leur visage. Je leur souris et nous passons des minutes de bonheur. Quand nous terminons par un petit thé au jasmin que j’apprécie beaucoup, mes yeux tombent sur l’enveloppe toujours aussi formelle et pas encore ouverte. Trois paires d’yeux la couvent du regard.

 

-          Et si tu l’ouvrais…

 

Je regarde les yeux écarquillés de ma grand-mère et j’ai un petit rire. C’était l’expression qu’elle prenait quand ma mère me jouait la scène de la mère tragique s’arrachant littéralement les larmes. Le côté théâtral dans notre famille est presque génétique. J’ouvre la lettre en veillant à ne pas déchirer l’enveloppe. Je sors le courrier et le parcours rapidement des yeux. C’est bien ce que je pensais.

 

-          YES !

 

Je lève mon poing en l’air avant d’entamer la danse des Sioux autour de la table. Mes grands-parents prennent un air désabusé avant d’éclater de rire. Je me laisse tomber sur la chaise en poussant un profond soupir. J’ai tant attendu.

 

-          Peut-on savoir de quoi il s’agit ou nous devons deviner ?

-          Ou alors je peux te voler la lettre et je saurais de quoi il s’agit !

-          Non !

 

Je cache mon courrier sous ma chemise.

 

-          D’accord, je consens à vous mettre dans la confidence.

-          N’est-ce pas merveilleux, petit potiron, il commence à parler comme sa mère !

 

Mon grand-père grince des dents. Le petit mot doux est une insolence de la part de ma grand-mère. Elle adore taquiner et moi j’adore la voir faire. J’étouffe un petit rire.

 

-          C’est une lettre pour commencer un cursus en pâtisserie et en boulangerie.

 

Ils me regardent en fronçant les sourcils.

 

-          J’aurais dû m’en douter. Tant de temps en cuisine à pulluler autour de Grégoire. Ta mère est-elle au courant ?

-          Non.

-          Quelle joie ! Je trouvais qu’il faisait bien calme dernièrement. Quand penses-tu la mettre au courant ?

-          Dans une heure.

-          Parfait. Ils avaient relâche et ils ont profité pour revoir leur texte. Tu connais leur souci de perfection.

 

Ils sourient de concert. Mes parents sont des hyperactifs, angoissés et perfectionnistes à parts égales. Une fois qu’on passe outre ces aspérités, ils sont géniaux, un peu ouffe, mais super hyper dar ! Ma grand-mère se lève et file en cuisine. La seule chose qu’elle a retenu de ce qui s’est dit, c’est que mes parents vont rentrer ventre à terre à la maison. Une occasion pour elle de préparer un petit repas. Je plains Grégoire, car c’est les seuls moments où ma grand-mère prend d’assaut la cuisine pour préparer un souper et cela débouche toujours sur des braillements dans le lieu. Le dessert sera d’autant plus somptueux, une manière pour lui de se déstresser du passage de ma grand-mère. Je sors mon Smart et appelle mon père. Il faut toujours passer par mon père, surtout quand la situation risque de ne pas leur plaire aux premiers abords.

 

-          Goéland… que me vaut ton plaisant appel ?

-          J’ai quelque chose à vous dire, important pour moi. Vous pouvez venir ?

-          Certes ! Mais tu me connais, fils, ma curiosité risque de me trouer le duodénum et je ne crois pas que cela soit bon pour ma santé. De plus, ta mère risque d’avoir les cordes vocales entravées désagréablement et tragiquement et nous jouons à guichet fermé demain, après-midi et soir. Tu ne voudrais pas que pareil drame succède ?

 

Je lève les yeux au ciel en réprimant un petit rire. Mon père prend toujours une voix de baryton outragé pour donner plus d’emphase à ses propos.

 

-          Je ne veux pas une telle chose, papa ! Quelle horreur ! Bon, d’accord, je vais te dire un peu, mais juste pour que toi et maman ne souffriez pas de telles calamités. Je veux devenir boulanger et pâtissier et j’ai donc choisi des études pour le devenir.

 

Il y a un grand silence à l’autre bout de la ligne. Merde ! J’ai fini par couper la chique à mon père !

 

-          Nous serons là à dix-sept heures. Bizous.

 

Il éteint la communication. Il avait un ton neutre et pas moyen de savoir quoi que ce soit. Mon père sous des dehors des fois frivoles est quelqu’un de très réfléchi.


-------------------------Jusqu'au prochain chapitre------------------------------------------------Hasta el proximo capítulo--------------------------------

6 janvier 2024

Bonsoir, Voici mes deux chapitres... aqui estan

 

 

20230507_123947 (2)

 

Bonsoir,

Voici mes deux chapitres... aqui estan mis dos capítulos : El laberinto - Boulanger/patissier sinon rien.

 

El laberinto

 

 

13.

            Salgo  por la puerta de entrada con el policía que ha venido a buscarme. No es amenazador, pero es policía. Miro alrededor y… a lo lejos veo la silueta desgarbada y serena de Manuel. No hago nada, solo miro con desesperación. Desde aquí no veo si me ves, pero cruzo los dedos. No sé muy bien lo que ocurre, pero no pinta nada bien. Subo en su coche. El hombre fornido que ha venido a buscarme es poco hablador, casi mudo y bastante osco. Cuando abrí la puerta después de un golpe seco sobre el panel, me lo encontré allí, severo, serio. Solo me ha dicho:

 

-          ¿Señor Pedro Ramírez Ducas?

-          Sí.

-          Sígame, por favor.

 

Hubiera podido hacer preguntas, pero ese rostro pétreo, esa actitud de granito clamaban bastante su oficio. Lo seguí sin decir nada. Esperó a que cogiera mi chaqueta y cerrará con llave mi habitación con una paciencia que decía todo lo que es como persona. En las escaleras empecé a sentir una angustia subir por mi cuerpo. Respire hondo como el tío Tobias decía que debía hacer cuando las cosas estaban saliéndose de nuestro control. O sea, en cada momento. Eso ayudo un poco hasta que subí al coche. No pedí donde íbamos. Temí lo peor. Pero… Llegamos a la comisaria. Se aparcó, me hizo señas que saliera y lo siguiera. Entramos en el lugar. El alboroto era importante, pero no vi nada, no oi nada, solo lo seguí. Pego a una puerta. Una voz ronca le dijo que pasara. Abrió la puerta y me dio un pequeño empujoncito para que entrara.

 

-          Jefe… aquí lo tiene.

-          Gracias, Raimundo… ¿Pedro Ramírez Ducas?

-          Sí.

-          ¡Entra! No te quede parrado ahí en el umbral. ¡Cierra la puerta!

 

Hago lo que me dice con el estómago en un puño. El hombre es canoso, cincuentón, seco y de complexión bajita por lo que puedo apreciar. Me quedo de pie. El policía sigue escribiendo. No sé cuánto tiempo estoy así. No me muevo, a la espera de sus órdenes. No se apresura, su rostro no dice nada, pero destila autoridad y seriedad. Termina de escribir cosas en una hoja. Empiezo a sudar. Y si… y ¿si es algo que me concierne? Está escribiendo una orden de… Levanta la cabeza y me considera. Me hace señas que me siente. Lo hago sin mucho afán. Sigue fijamente con la mirada cada uno de mis movimientos. Me siento al borde.

 

-          ¡Bien! Así que eres tú, el muchacho del cual me habla constantemente mi tío Marcelino.

-          ¿El Cura Padre Marcelino? Quiero decir…

-          No te preocupes, sé como lo llaman y con todas las razones. Es una excelente persona.

-          Si lo es.

-          Bueno. Te he pedido que viniera para decirte que aquí me tienes por lo que haga falta. Mi tío está preocupado por ti. Así que me ha pedido que esté presente para ti por lo que haga falta. Ahora que te veo…

 

Se para de hablar y me mira fijamente. Retengo mi respiración.

 

-          Eres una persona seria. Me alivia. Sigue tus estudios y no te pongas en problemas.

-          Sí. Claro.

-          ¡Bien! Ahora que nos entendemos puedes irte.

 

Me levanto. Lo miro con algo de incertidumbre. El hombre sigue con el papeleo, parece haber olvidado mi presencia así que salgo. Recorro el mismo camino que al llegar. Me cruzo con hombres uniformados y otros en ropas más informales. Veo a lo lejos el hombre que ha ido a buscarme. Me apresuro, quiero esta fuera cuanto antes. El miedo me atenaza y la angustia sigue vigente. Estoy en la acera. Ando como si miles de demonios me persiguieran. Llego a una calle que no conozco. Desde luego no conozco ningunas, pero esta menos. Escucho un pitido a mi izquierda. Sigo andando. Otro pitido, luego un tercero, un cuarto y… Me paro. Miro hacia el sonido. Ahí está el coche de Manuel. Voy hacia él. Manuel me abre la puerta pasajero y entro en el coche como un vendaval. Cierro la puerta y Manuel arranca velozmente. Me dan unas arcadas. Me contengo. Manuel me pone la mano sobre la rodilla.

 

-          Respira hondo. Vamos a mi piso. Ya me contaras.

 

13a.

            En mi casa, mi familia, mis padres, todos temíamos la Guardia Civil. Nadie sin embargo comentaba porque y menos si eso tenía como era ciertamente el caso algo que ver con la Guerra Civil y o después con la pos-guerra. Era un tabú y no estoy seguro que no siga así la cosa para las personas mayores, las que han vivido de adulto esos tiempos o lo que lo padecieron siendo muy niño a través los padres. Supongo que todos esos recuerdos “sociales” no tienen los mismos matices según el rango social y la historia de estos. Así como así, el tricornio no era de la confianza de nadie o de casi nadie. Ya por miedo reverencial o justificada por mala experiencia. Me acuerdo de ese día, de ese mal estar, de ese miedo confuso y ese terror que me recorría el cuerpo. Manuel supo apaciguarme, pero creo que nunca lo superé totalmente, como una de estas circunstancias vividas que quedan traumáticas, pase el tiempo que pase.

 

 -------------------------------------------------------Hasta el proximo capítulo -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Jusqu'au prochain chapitre--------------------------------------

 

 

Boulanger/pâtissier sinon rien

 

 

3.

            Je ne suis pas très doué pour les études, mais je suis dans une bonne moyenne et je réussis mes examens de fin d’année. Dans le fond, je fais plus ça pour mes parents et surtout pour mes grands-parents qui trouvent qu’avoir un diplôme scolaire est un atout et que la culture est toujours un plus, pas un moins et pas une charge. Je ne contredis pas, en fait, je n’en sais rien. Ça ne m’intéresse pas plus que ça. La seule chose que je veux…

 

-          Ziegfried, veux-tu descendre manger, ça va refroidir.

 

Je regarde mon carnet avec la recette d’un craquelin que j’ai recopié et essayé de voir ce que je pourrais faire pour améliorer la recette. J’ai hâte de l’essayer, mais je dois avoir un moment tranquille. Le cuisinier de la maison, Grégoire, est aux fourneaux pour notre famille depuis ma naissance.  Mes grands-parents, enfin plus ma grand-mère d’ailleurs, ont un talent horrible dans ce domaine, ils risqueraient de donner pas mal de boulot aux urgences avec des intoxications alimentaires et autres indigestions à la chaîne. Vaut mieux éviter. Grégoire a un talent incroyable pour la pâtisserie et depuis petit je rôde autour de lui, au début pour piquer un truc à becter, puis avec fascination. Il a un tel talent, un doigté incomparable, j’ai pas trop de mots pour dire combien je l’admire. Je veux être comme lui et je ne vais pas attendre des masses pour ça. Je veux devenir boulanger et pâtissier.

 

-          Ziegfried !!!

 

Je laisse mon carnet et dévale les escaliers. Je déboule dans la salle à manger où mon grand-père me regarde en soupirant profondément avant de porter sa fourchette aux lèvres. Ma grand-mère me fait un clin d’œil. Elle a toujours un petit geste comme cela pour moi, surtout quand mon grand-père ne la voit pas.

 

-          Il y a une lettre pour toi.

-          Où ?

-          Non, non ! D’abord, tu finis ton assiette et après seulement tu auras ta lettre. Elle est là depuis ce matin tôt, elle ne risque pas de prendre la poussière si tu ne l’ouvres pas tout de suite !

 

Je souffle. Mon grand-père a un sens de l’humour que j’adore, mais pas toujours. Je mange vite, mais mon grand-père lève la tête et fronce les sourcils comme un vieil ours irrité. Je réduis la cadence, mais je suis plutôt énervé. Je termine mon assiette et je me lève.

 

-          Un petit dessert, chéri ? C’est Grégoire qui l’a fait. Un clafoutis aux fruits rouges.

 

Ma grand-mère me sourit resplendissante, la vive image de la tentation. Elle ne le fait pas express, je crois, mais elle a le chic pour mettre les pieds dans le plat.

 

-          Merci mamina, mais j’ai plus faim.

-          C’est vrai ce gros mensonge ?

-          Vrai de vrai.

-          Alors, ce sera pour ton quatre heures. Il faut toujours goûter, c’est le meilleur coupe-faim pour le grignotage !

 

Je l’embrasse sur la joue qu’elle a toute douce. Je l’adore vraiment. Je sors de la salle à manger et va vers l’entrée et la petite table où il y a le courrier. Je vois la lettre très formelle adressée à mon nom. Si c’est bien ce que je pense, alors il est temps de réaliser mon rêve et mes projets. Mon grand-père est penché sur mon épaule. Il a une étrange capacité à arriver derrière quelqu’un sans qu’on l’entende arriver ou le perçoive. Je sursaute un peu. Il est craignos, des fois !

 

-          Une lettre intéressante ?

 

Je me recule pour mettre de la distance entre lui et moi.

 

-          Quelque chose à nous dire, Ziegfried ?

 

Je regarde son visage qui est aussi neutre qu’une page blanche et je sais qu’il sait quelque chose. Je soupire. Vaut mieux lui dire, après ce s’ra plus facile de le dire à mes paternels.

 

-          Oui. Je crois que je vais prendre le dessert, finalement.

-          Je le savais bien que tu ne pourrais pas résister. J’ai servi de goûteuse, je peux te dire que c’est…

 

Elle donne un baiser sur les bouts de ses doigts réunis pour bien montrer que c’est du pur délice.

 

---------------------------------------Hasta el proximo capítulo -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Jusqu'au prochain chapitre--------------------------------------

 

 

28 décembre 2023

Para todos, pour tous, une Nouvelle Année, un Año

20211123_155447

Playa de la Rada - 2 - Estepona - 8-08

Para todos, pour tous, une Nouvelle Année, un Año Nuevo 2024, en Salud, Santé. A part les salopart et leur famille le pire, para los podedumbres apestosos lo peor, cada dia, chaque jour. Surtout niveau Santé, sobre todo en Salud, lo peor, le pire para ellos y sus familia... 

6 décembre 2023

Bonsoir, Voici, aqui estan mis dos capítuos, mes

 

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Bonsoir,

Voici, aqui estan mis dos capítuos, mes deux chapitres de mes deux livres : El laberrinto et Boulanger/ patissier, sinon rien. Bonne lecture!

 

El laberinto

12.

           

            Recorremos un tramo largo de Madrid. Me va indicando calles, avenidas, callejuelas, cuenta anécdotas, acontecimientos de la Historia, de las historias ciudadanas, a veces deja caer un comentario más personal, de su familia.

 

-          Aquí estuvo mi madre viviendo con su abuelo cuando mi padre no estaba ahí…

 

No pregunto nada de esos comentarios. Manuel es bastante secreto y discreto a la hora de soltar cosas suyas. Lo entiendo.

 

-          Aquí estuve con amigos de mi abuelo paterno. Hay un lugar privado, una especie de circulo privado donde se come de maravilla. Los mejores estofados de venado que he comido fueron allí. Tenía… 7 o 8 años, mi abuelo era una persona maravillosa, pero de su raza…

 

No entiendo lo que quiere decir, pero… no es mi mundo tampoco.

 

-          Aquí, en esa iglesia va mucho mi madre. Pero no te creas… no cree mucho en estas cosas de Dios, Vírgenes, Santos e Iglesias. Pero su cultura y su educación les obligan a ir… Es… una tarea obligatoria para ella como de tener una criada  a su servicio. No lo trata mal, pero está convencida de estar por encima de ella… Eulalia, se llama la mujer. Muy dedicada a mi madre, a la “casa” como dice ella…

 

Sigo sin entender lo que dice ella. Las gentes en mi pueblo van a misa y no se preguntan nada, lo hacen porque los hacían sus padres y sus antepasados y porque… hay que ir a misa…

 

-          El Parque del Retiro…Ha sido parte de mi niñez con mis chachas. Mi madre es un poco delicada de salud y de ánimos.

 

Pasamos de largo y andamos algunos kilómetros más o eso me parece. Cuando no se sabe dónde está uno y adónde va, pasa eso, la sensación que se anda mucho más de lo que realmente hacemos.

 

-          Aquí se casaron mis tíos. Fue, dicen, una boda por todo lo alto. Lo creo. Mi tío mide 1m98.

 

Lo miro con sorpresa, pero su rostro es ilegible como de costumbre. Nos paramos en una zona despejada donde hay construcciones en ruina y parece ser…

 

-          Van a construir algo aquí… probablemente bloque de viviendas. No sé si eso favorecerá a Madrid, pero son ingresos… Ya me enterare.

 

Es cierto. Siempre acaba por enterarse. Su familia es amplia y ocupa muchos puestos importantes, incluso claves en la sociedad. Llevamos casi dos horas caminando o eso creo, no estoy seguro… pero me parece haber pasado dos veces por varios lugares iguales.

 

-          ¿Estamos dando vueltas por los mismos lugares?

-          Probable. Pero es bueno volver a las andanzas de vez en cuando para memorizar su camino y su recorrido.

 

Sus palabras, a veces, son cripticas y les cojo el sentido más tarde o no.

 

-          Ya estamos aquí. Será tu primera reunión para una manifestación. ¿Conoces las consignas?

 

Se las repito fielmente, soy bueno alumno y obediente.

 

-          Tienes que entenderlo. Las manifestaciones siempre son ilegales y nosotros siempre seremos el blanco de las autoridades y de la Sociedad en general. Pero no fácil, nunca fácil.

 

Asiento con la cabeza. Entramos en una especia de casa rural… es inmensa… podría ser un palacete, pero le falta ese toque que tienen. Esta casa ha sido construida para una familia grande, con espacios comunes y privados. Reconozco la estructura general, hecha para durar, para contener familias tras familias, generaciones tras generaciones y perdurar a través del tiempo. Es una estructura sólida, concebida con materiales sólidos y robustos. Las puertas, los muros portentosos, hasta el yeso desconchado de las paredes me dicen que no han escatimado dinero para conseguir el mejor de los resultados. Me duele ver este majestuoso edificio en ese estado.

 

-          Fue una casa de una familia que tenían recursos, luego menos… luego ningunos… Está a la venta, pero mi tío no está por la labor y la deja que se pudra. El terreno tiene o tendrá más valor en el futuro.

 

Esto lo entiendo. Conozco algo del sistema venta/compra, es algo que está arraigado en mí. Somos comerciantes desde tiempos inmemoriales por lo que contaba mi abuelo paterno siendo un chiquito.

 

 

 

 

12a.

           

            En aquellos tiempos se aprendía desde muy pronto el sitio que uno tenía en la sociedad. Nosotros éramos comerciantes, teníamos una ferretería y por ahí una posición social buena. Todo el mundo venía a la tienda para una u otra cosa. Eso nos hacía importantes, aunque no de una posición social de alta alcuña. Por encima estaban toda la burguesía, el clérigo, los mandamás y claro está los Señoritos y las Señoritas a quienes le debíamos el respeto y nuestra más profunda sumisión nacida de ese conocimiento inculcado desde siempre en las familias. Esa sumisión se llamaba “humildad”, yo diría “condicionamiento social”.  Nadie o casi nadie tenía conciencia de ese estado, es lo que hacían nuestros antepasados que comprendían que “uno tenía que ponerse en su sitio y quedarse en él”, por decreto “casi” divino o porque así eran las cosas hasta el final de los tiempos. Cuando me fui a Madrid, para mí eso era obvio. Yo era de una condición social dada y estaba entredicho que hay tenía que estar y quedarme. Poder estudiar en la universidad era un regalo y un favor otorgado por los pudientes de mi pueblo y el agradecimiento que debía era de saberlo y de no pensar y creer que eso me llevaría a una mejor posición social. Con esa mentalidad arraigada en mí, mis padres no se cuestionaron que las cosas podrían ser distintas y hacerme otro que ellos nunca pensaron que podría ser. Los pudientes ni se lo plantearon, viviendo en su propia infraestructura de su propia potencia y grandeza en su ámbito personal y social.

            Me queda dos minutos para salir del edificio. Esta noche llevo a mi mujer a cenar en un restaurante que siempre nos ha gustado y que lleva muchos años ejerciendo en Madrid. Será una cena de lo más agradable y ya festejo en mi cabeza ese momento.

 

-----------------Jusqu'au prochain chapitre---------------------------------------------------------------------------------------------------------Hasra el proximo capítulo------------------------------------------------------------

 

 

 

 Boulanger/Patissier, sinon rien

 

2.

 

Je n’ai pas trop de copains. Un. En fait. Tom. Enfin, c’est plus qu’un copain. Un ami. On s’est connu à la maternelle. On ne parlait pas beaucoup à l‘époque. Comme on se rencontrait chaque année dans la même classe, on a fini par causer. Puis, on est devenu pote. Je me souviens de la première fois où il m’a vraiment vu. Je veux dire, pas comme l’anonyme perdu dans la masse des mômes en service scolaire obligatoire, mais comme un p’tit mec à part.

 

-          On est dans la même classe…

 

J’ai hoché la tête. C’était évident.

 

-          Tom…

-          Ziegfried…

-          Ma mère était bleue de Tom Selleck…

-          Ma mère et mon père adoraient l’opéra…

 

Il a hoché la tête. Il ne m’a jamais posé de questions. Il aurait pu. Mais Tom ne demande jamais. Il dit : « Si quelqu’un veut me dire un truc, il est libre de le faire… et moi de l’écouter… peut-être… » Un drôle de « zig ». On était fait pour s’entendre. C’est devenu clair dès ce jour-là.  Il y a toujours eu des gens pour me poser des questions sur mes paternels. Cela allait du : 

 

-          Quoi ? Ce sont eux tes parents ? ». Et de me regarder avec une évidente consternation, voire déception. Peu osaient vraiment dire ce qu’ils pensaient. 

-          D’autres montraient clairement que cela ne les impressionnait pas plus que ça.

-          On choisit ses amis pas ses parents ! On va pas en faire un plat ! 

-          D’autres essayaient d’avoir un autographe ou même de se faire inviter.

 

Pour l’autographe : J’ai un copain qu’est fan fana de chez fana de tes parents… Tu crois que tu pourrais avoir une photo dédicacée ? 

 

Pour les invitations : Si tu veux, j’t’aide pour les maths. Je peux venir chez toi après le bahut… Tes parents seront là ?  Dans le genre, la plus maligne a été une p’tite môme quand j’avais 7-8 ans.

 

-          Moi, mes parents, ils font toujours une super fête pour mon anniversaire et je peux inviter qui je veux. Et tes parents, ils font aussi une fête d’anniversaire pour toi ?

-          Oui. Toujours.

-          Oh, et tu peux inviter des copains ?

-          Oui. Bien sûr, si j’veux…

-          Oh, ben alors, tu pourrais m’inviter… Et moi, j’t’inviterais à ma fête…

 

J’étais plutôt flatté de son invitation et je devais avoir l’air du paon prêt à faire la roue.

 

-          C’est pas la semaine prochaine, ton anniversaire ? Ma mère me l’a dit … Ça tombe bien non ?

 

Déception. Bien essayé mais l’invitation était commanditée par la mère, friande de ma filiation avec mes illustres parents. Comme j’ai une bonne capacité pour avaler les couleuvres, j’ai gardé pour moi ma déception. Fierté oblige. Il n’y a que Tom qui m’a dit clairement :

 

-            Tu vas pas te laisser faire par cette connasse… En plus, elle est bête comme ses pieds… 

 

Oui, mais elle était aussi la plus belle fille de la classe. On n’est pas victime de ses hormones que lorsqu’on commence à les avoir. Libido oblige ! Je suis donc allé à sa fête d’annif. Un pur moment d’horreur. Tom en a été le témoin volontaire et le soutien un brin sardonique. À chaque fois que nos regards se croisaient, je lisais dans son œil vert : « J’t’l’avais pas dit ? Grosse conne ! L’a d’qui tenir d’ailleurs ! » La mère fut aux petits soins pour moi. Plus elle bavait devant moi, plus je me sentais comme la « crapaude » qui ne veut pas des attentions de son crapaud.

 

            Pour mon annif, mon grand-père m’a aidé. Mes vieux étaient en tournage, chacun de leur côté, du coup, j’étais chez mes grands-parents comme d’hab. J’dois dire, honnêtement, que mes paternels ont toujours été très présents. Mais, bon, métier oblige. Le bon côté du cinéma, les tournages ne durent pas forcément longtemps. Quand ils font du théâtre, c’est plus simple pour tout le monde. Il y a les tournées. Mais bon, ils sont réglo. Et ce n’est que depuis mes 12 ans qu’ils acceptent des projets qui les tiennent plus longtemps éloignés de moi.

            Mon grand-père a tout de suite vu que je n’étais pas super excité par cette fête d’annif. Il a réussi à me faire parler. En douceur. C’est son style. Il a compris à demi-mot. Surtout tout ce que je ne disais pas. Alors, il a proposé de faire un annif spécial. À l’époque, j’étais branché Batman. Les films, la BD, les dessins animés. Bref, annif oui, mais version Batman. La môme allait détester. Elle ne jurait que par Vanessa, une série manga. Jamais pu la voir en entier. Faut sûrement avoir un genre particulier de gènes pour voir cette série et surtout en être fan.

            Mon grand-père avait tout préparé. Un vrai antre pour Batman. J’étais aux anges. Par contre, la môme a détesté. D’abord, elle était obligée de porter un costume de Batman. Au pire, Catwoman. Sa mère ne l’aurait jamais permis. Elle a même pleuré lors de mon annif. Elle se sentait humiliée. Pourtant, je ne voulais pas vraiment l’humilier. Elle était juste attrapée à son propre jeu. Retour du bâton. 1-1. Match nul. Papi est un amateur pro du tennis – dans son jeune temps, il a gagné quelques tournois amicaux – ça doit aider. Un mec génial, y a pas à dire ! Après, elle ne m’a plus invité à une fête d’annif. Elle n’a pas insisté pour venir à l’une des miennes les années suivantes. Ses paternels ont quitté la France. Ils sont partis s’installer en Asie. Ils sont dans la diplomatie. Ou un truc du genre. La môme. Vanessa. Sa mère n’avait pas pensé à cette série manga lorsqu’elle l’a appelée comme cela. Non, elle c’était Vanessa Redgrave.

 

            J’ai un téléphone portable. Soi-disant, cadeau des paternels. En fait, ça les rassure que j’en aie un. Ils ont l’impression qu’ils sont reliés à moi en permanence comme un cordon ombilical, en somme. J’apprécie moins. Je déteste le tapotage hystéro autour de moi, tout le temps, sans parler des conversations, normalement privées, qui surgissent un peu partout comme une irruption d’acné. Dommage qu’y a pas un produit miracle comme celui de la télé pour effacer d’un coup d’ouate ces appels intempestifs. Des fois, je me mets à regarder fixement ceux qui sont la main collée à l’oreille, parlant comme s’ils étaient chez eux. Il m’arrive même de rire lorsque la conversation – enfin, celle que j’entends puisque j’ai pas l’autre partie de la conversation – est amusante ou drôle, genre bizarre. Du coup, y’en a qui se fâchent.

 

-          Dites donc, mêlez-vous de ce qui vous regarde…

-          Vous voyez pas que c’est une conversation privée ?

 

Je ris encore plus et je fais alors un commentaire. Ils n’apprécient pas trop. Ben, ils n’ont qu’à pas prendre les lieux publics pour des lieux privés, alors. Simple, non ? Bref, j’ai le portable. Je le mets sur le mode vibrateur quand je suis avec des gens. Seul, je laisse le son. Le pire, c’est lorsque je suis en pleine intrigue livresque et que le phone sonne. Déjà, essayé de parler lorsque vous êtes en pleine scène de combat sur les champs de bataille au XIIIe siècle, c’est frustrant. Du coup, c’est…

 

-          Dis, tu m’écoutes, Ziegfried ?

-          Oui, oui, bien sûr, m’man…

-          Donc…

 

Comme elle repart dans ses recommandations, les mêmes que comme d’hab, je déconnecte pour me reconnecter dans ma scène de bataille… Tous pour un, un pour tous… Évidemment, ma mère m’engueule et conclut par…

 

-          Mais, enfin, Ziegfried… Nous nous voyons déjà si peu ce mois-ci, tu pourrais faire l’effort de m’écouter lorsque je te parle…

 

Sauf que là, elle me parle pas, elle me donne ses directives, parce que ma mère c’est une vraie mère et qu’elle ne peut pas faire autrement que faire comme une vraie mère. S’inquiéter pour tout et surtout pour rien… C’est le côté que je préfère, même si ça ne se voit pas. J’joue l’jeu, quoi. Ils seraient horrifiés que je ne sois pas un vrai ado avec crise d’ado incorporée. Cela les rassure. Il ne faut pas qu’ils s’inquiètent trop, ce n’est pas bon pour eux. Les paternels ne sont pas toujours aussi forts qu’on dit. Seraient même plus fragiles qu’on croît. Faut voir comment ils crisent dès qu’ils sont largués. J’ai beau leur dire que ce n’est pas grave, que c’est normal, qu’au bahut, c’est tendance- grave, ils crisent à  mort. Quand j’ai voulu me mettre un piercing dans l’oreille, pas dans le lobe, au-dessus, ils m’ont presque fait une jaunisse. Quand je pense qu’ils sont artistes. Je vous l’dis, les artistes, c’est plus c’que c’était. On les appelait des saltimbanques… Des hors-norme, hors conventions, hors-la-loi, quoi. Ben, c’est plus le cas. Ils sont comme tout le monde, tendance vieux normaux, quoi ! D’un autre côté, je serais déçu s’ils n’avaient rien dit. Tom en a fait 3 sur chaque oreille. Il a mis des boules grosses comme des billes. Ses paternels n’ont rien dit jusqu’à ce que la dame qui s’occupe de la maison, Mariella, lui ai dit devant ses vieux :

 

-           Enfin, Tom ! Tu veux quoi ? Qu’on t’ampute les oreilles ? C’est pas sain, ça, pas sain du tout ! 

 

Alors, ses paternels ont enfin vu les oreilles de Tom. Grosse engueulade, grosse crise du père et grosse dispute des parents qui en ont profité pour régler quelques contentieux en suspens depuis au moins 15 berges. Du coup, retour à la case départ. Les piercings n’étaient toujours pas reconnus par les parents de Tom. Moi, je n’ai même pas pu me les faire trouer qu’ils étaient déjà accrochés aux rideaux. De vrais parents, quoi ! Rien à r’dire !

 

 

-------------------------------------------Jusqu'au prochain chapitre---------------------------------------------------------------------------------------------------------Hasra el proximo capítulo---------------------------------------------

 

 

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7 novembre 2023

Voici, aquí estan, mis dos capítulos de mis dos

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Voici, aquí estan, mis  dos capítulos de mis dos libros, mes deux chapitres de mes livres: El laberinto y/et Boulanger / Pâtissier, sinon rien...

El laberinto

 

11.

                Estoy escuchando atentamente la reunión. Hay pocas gentes, supongo que es a propósito. Los debates tornan alrededor de una manifestación que se quiere hacer. Las opiniones son opuestas.

 

-          Si vamos, eso no va a parar la ley que se quiere promulgar.

-          No, pero hay estará nuestra oposición, hacerles saber que todo no vale y que esa ley perjudicara a la Sociedad, es decir a todos los ciudadanos.

-          No. Perjudica a una parte de ciudadanos los demás poco se interesan, están en sus vidas y les importan poco lo que se haga o decida. Son meros corderos para el degüelle.

-          Y es por eso que debemos manifestar para que sepan que se puede opinar y estar en desacuerdo e intentar cambiar las cosas. Ese es un derecho fundamental del libre albedrio y de la vida de los ciudadanos.

 

El muchacho que está en contra, levanta el brazo en el aire meneando la cabeza con irritación.

 

-          ¿Sabes qué? Me voy. Esto es una pérdida de tiempo y ¡esperemos que sea la única pérdida en todo este asunto!

 

Sale hecho una furia y un silencio incomodo se instala por unos segundos.

 

-          Vamos a votar. ¿Quién a favor y quién no? Primero los que no están a favor, luego los que sí y terminando por las abstenciones.

 

Algunos brazos se levantan para el “no”, la mayoría para el “si” y una media decena para la abstención.

 

-          Bien. Los que están al favor quedaros, los demás saliros del edificio según las normas de seguridad.

 

Estas me las sé. Manuel había insistido mucho, muchísimo, que me las sepa de memoria.

 

  1. Nunca fiarse. Observar que no se esté seguido cuando salen de una reunión.
  2. Nunca hablar de estas, incluso a personas que se piensa de confianza.
  3. En las manifestaciones, si alguien cae, no ayudarla, echar a correr sobre todo si la policía está ganando terreno.
  4. Siempre ser precavido y pensar las cosas, observar y reflexionar, dar su sentimiento y su opinión con total libertad y no seguir ciegamente.

 

Me recalco este punto con insistencia y pasión. Pensé que ese era la clave de su acción. No me equivoco, la es, mucho más de lo que pienso. Manuel primero levanta la mano y todos se quedan en el lugar, expectantes.

 

-          Que no os olvidéis de este punto, base de todo, sean cuales sean sus movimientos… ¡SI EL MUNDO NO QUIERE CAMBIAR, NOSOTROS LO CAMBIAREMOS!

 

Después de una fracción de segundo, todos gritan el lema con convicción. Estoy impresionado. Los que no están conformes con hacer esta manifestación salen con algunos saludos a sus otros compañeros. ¡Impresionante!  Manuel se aproxima a mí, saludando aquí y allá e intercambiando palabras con todos.

 

-          ¡Vamos!

-          No vais a preparar la manifestación…

-          No ahora. Lo haremos en otro lugar y otro momento. Tenemos que trabajar tus cursos, ¿no?

 

Salimos por caminos que sería incapaz de recordar. Cada participante hace igual y sale según una nomenclatura particular.

 

 

Manuel da y tiene una palabra y la cumple. Tengo que reconocerlo. Mientras tomo notas de lo que me va diciendo sobre el curso de uno de los profesores más reputado y relevante de la Universidad está acostado sobre la colcha que mi madre me ha obligado a llevarme: “para que sepas de dónde eres y adónde vas y que siempre tengas algo de casa contigo allí.” La ha hecho ella de ganchillo y es bonita, supongo. Eso me lo llevo siempre conmigo valla donde valla.

 

-          ¡Este colchón es horrible!

 

Hago una mueca. Es verdad, pero no tengo dinero para más y mejor.

 

-          Mañana te traigo uno nuevo.

-          No puedo…

-          Si puedes. Regalo. Mi tío Constantino tiene unas tiendas de muebles y de colchones y me dará uno. Es su manera de ser altruista, ya que es un gran rácano en cuestión de negocios. Una manera de desquitarse ya que es ultra devoto y que sigue casi todos los mandamientos de Dios. Una ganga para mí.

 

Pestañeo mirándolo fijamente. Este Manuel sí que no tiene precio.

 

-          Bueno si es para una buena obra…

-          Ya lo estas entendiendo, Pedrito. Acabemos con este asunto. Es tan inocuo.

-          No tanto, tiene su punto.

-          Si, lo tiene. En seguir siendo profesor de Universidad cuando un maestro tiene más valor de enseñanza que él.

-          Eres duro.

-          Con el talento, la valía, la creatividad, el saber, los conocimientos, la libertad de expresión siempre. Si no es así nada tiene sentido.

 

Una media hora de la cama. Hago otra mueca. Es verdad que es malo, malísimo, blando a tal nivel que cuando me acuesto casi roza el suelo. Una penuria.

 

-          Empesamos…

 

Se aproxima a mi mecedora, toma asiento con esa gracia desgarbada que tiene en todo movimiento y me sonríe. Saco los cuadernos, abro uno a la página donde he tomado notas anteriormente, se estira y coge el libro del curso que me tiene en vilo desde varias semanas. Tengo que leerlo, hacer una síntesis, un resumen también y dar una opinión. No tengo ni idea por dónde cogerlo. Miro Manuel pasar páginas tras páginas y suspirar profundamente.

 

-          ¡Ninguna imaginación! Es el mismo libro que da a los alumnos año tras año. No digo que sea malo, pero podría renovar el género, hay otros autores que podría dar a los alumnos lo que pretende enseñar en su curso. Pero así es más fácil…

 

 

 

11a.

 

            En mi casa, mi familia, mis padres, nunca nadie hablaba de la Guerra Civil, por los tiempos, por la costumbre de estar callado, por un miedo residual, por la Sociedad, por la Iglesia toda poderosa, por las víctimas, por el poder. Era así y nadie lo cuestionaba. Cuando salí de España, empecé a escuchar comentarios, explicaciones, historias, testimonios, relatos personales y históricos  y opiniones.  Me quedaba en un segundo plano y escuchaba. No tenía miedo de preguntar, de comentar, de opinar, pero no me salía. El formateo, como dirían ahora y como decían antes en mi juventud el condicionamiento, siempre superó mi libertad de expresión. A veces, sigo así y no sé si eso es bueno o malo. Sé una cosa. Estoy feliz de no haber estado en tiempos de guerra, igual si he sabido entender que era vivir en pos-guerra y en dictadura.

----------------jUSQU'AU PROCHAIN CHAPITRE""""""""""""Hasta el proximo capítulo""""""""""""""""""""

 

Boulanger/Pâtissier, sinon rien

 

1.

 

Je m’appelle Ziegfried. Ma mère jouait dans une pièce de théâtre où le héros s’appelait Ziegfried. Le héros était mon père. De là, la brillante idée de mon prénom. Je vous laisse imaginer les vannes à mon encontre.

 

-          T’es un bon zig, Fried !

-          T’aimes pas les lignes droites, tu préfères les zig zag !

-          T’aimes les Fried’s avec du ketchup, Zig…

 

Il y a eu pire dans le genre, bien sûr. J’encaisse. Dans le fond, j’m’en fous !  Mon nom de famille est… Autant pas en parler. Disons que c’est « secret défense » ! J’ai 17 ans. Enfin, presque ! Je suis plus à quelques semaines près. Mes parents sont les célèbres acteurs, Catrina Lafloris et Rémy Glams. N’étant pas leur clone, personne ne fait le rapprochement entre eux et moi. Ça aide. Je suis en fait un mélange des deux, une sorte de synthèse, voire de parenthèse entre eux et il paraît que je suis plutôt pas mal. Vraiment ? Alors, tant mieux, non ? Je dois dire, sincèrement, que mes parents sont beaux. Réellement. Ils le sont naturellement, aussi. Ils prennent soin d’eux, fond de commerce oblige, mais de manière naturelle et pas à coups de bistouri. J’apprécie. Je n’aimerais pas avoir des parents qui font plus jeunes que moi. J’ai plutôt des goûts simples. Mes parents, moins. Question de standing, glamour et célébrité. Dans le genre « divertissement », je n’aime que les bouquins. C’est pas vraiment un hobby. Peut-on dire que lire est un hobby, genre passe-temps ? Pour moi, c’est plutôt le côté simple du bouquin qui me plaît. On peut le prendre partout, lire partout. On peut rêver, imaginer, penser, sentir, bref, vivre plus avec l’histoire et/ou les personnages. Ou simplement rester le spectateur. Puis, on peut aussi interpréter ce qu’on lit, voire lui donner une suite ou un autre parcours ou aboutissement. Bref, faire une sorte de lecture active voire, interactive dans son imaginaire. En fait… Lire… C’est comme vivre dans des mondes parallèles, mais sans se fouler puisqu’on ne bouge pas de là où on lit. On n’est pas obligé d’avoir un partenaire pour partager ce moment bien que l’on ne soit jamais seul quand on lit. Il faut juste du temps. Quand on veut, on peut. Je veux donc je lis. Simple. Ma mère a dû se battre pour devenir comédienne. Mes grands-parents avaient peur pour elle. Genre : « Que vas-tu, veux-tu faire dans cette galère avec tous ces pirates qui rôdent et qui en veulent à ta vertu ? » Ils ont tout fait pour la dissuader, autoritarisme compris, cela n’a pas marché. Ma mère était convaincue que c’était sa voie, pas une autre et encore moins celle voulue et presqu’imposée par ses vieux. Comme ils n’ont pas pu l’en empêcher, alors, ils l’ont aidé autant qu’ils ont pu. Surtout mon grand-père. Un mec génial ! Pour mon père, ce fut plus simple. Ses parents sont morts lorsqu’il avait 21 ans. Accident de voiture. Il a alors jeté au bac ses études de marketing, ses diplômes et le « cursus scolaire » si apprécié par ses parents, puis direction les planches. Une planche de salut, à mon avis. Ça lui a plutôt bien réussi. Ils ne se sont pas gourés dans leur choix. Chapeau bas, clap clap… J’ai des parents super géniaux ! Je suis heureux pour eux. Vrai de vrai ! Mon père m’a dit un jour :

 

-          Lorsqu’on perd sa famille et qu’on devient orphelin, on cherche instinctivement une autre famille. C’est ce que j’ai fait. Je l’ai trouvée.

 

Parlait-il de ma mère ? Du monde du spectacle ? Des deux ? J’ai pas demandé. S’il l’a trouvée, tant mieux pour lui et pour moi. Mon paternel, c’est un vrai père. Ma mère, une vraie mère. Sauf qu’ils ont plus de strass et de paillettes sur eux que les autres parents. Dans le fond, ça change pas des masses. Ce sont toujours mes vieux ! Depuis tout petit, mes parents m’ont fait entrer dans le monde artistique. Ils ne voulaient pas que je souffre des mêmes inconvénients que ma mère avait soufferts. Cela a commencé par des cours de danse. Au bout de quelques mois, le professeur a déclaré à mes parents que « deux pieds gauches arriveraient à avoir plus de sens du rythme que mon seul pied droit. Alors, le reste… » Tant pis pour Noureev… Mes parents nourrissaient l’espoir que j’en deviendrai un comme lui.

Un peu désappointés, ils m’ont mis à un cours de musique. Enfin, quand je dis musique… Solfège, plutôt. Là, je me suis carrément endormi. Le truc du métronome et des « dooooooo…. rééééééé…. miiiiiiiiiiii…etc… », c’était trop pour moi.  La dame du cours, Madame Rémy, très conventionnelle, un peu coincée mais très gentille était totalement abasourdie. « Jamais, dans mes 35 ans de carrière, je n’ai vu pareille chose ! »  Mes parents ont fait montre de leur meilleure séduction pour essayer d’effacer cet impardonnable impair. Ils y sont arrivés. Pas géniaux pour rien, les vieux ! Madame Rémy a même disculpé mes parents par ces paroles impérissables : « Le talent – et Dieu sait combien vous en avez - ne se transmet pas toujours, hélas ! » Amen. Je ne deviendrai pas un nouveau Stravinsky. Tant mieux.  Ils ont alors essayé la diction. Comme ils me voyaient très intéressé par la lecture, ils se sont dit : « De mot lu à mot déclamé, cela reste des mots. » De plus, il fallait bien que je tienne un peu d’eux, tout de même ! Un tort. La simple idée de lire à voix haute me coupait la voix. Le pire, c’est l’examen de fin d’année. J’avais à réciter un texte court que mon professeur, personne adorable, m’avait fait travailler avec une patience d’ange et une bonne humeur jamais mise en défaut. Au beau milieu du texte, blanc total dans ma tête. Plus un mot. Rien. Le trou noir. J’entendais vaguement la voix de mon prof me souffler depuis les coulisses le début de la phrase à réciter, j’entendais que dalle ! C’est alors que j’ai eu l’inspiration. La mauvaise inspiration… Je me suis mis à improviser. Variations sur un autre thème ! Mon prof tournait et tournait la page pour voir où se trouvaient ces phrases-là, sans les trouver. Le public dont mes parents –invités d’honneur, cela va sans dire– étaient pétrifiés, d’autant que le texte était raisonnablement connu. Quand j’ai fini d’improviser, mon prof était au bord de l’apoplexie et le public ne m’a pas applaudi tant il était stupéfait. Résultat des courses :

 

-          Mon père : Très kitch ! J’avais pas vu ce texte sous cet angle-là…

-          Ma mère : C’est bien d’avoir improvisé, Ziegfried… quoique, il vaut toujours mieux s’en tenir à l’idée générale… pour ne pas déflorer le texte…

-          Ma prof : Inconcevable ! Jamais, je n’ai vu une chose pareille… Inconcevable… Je crois que ce n’est pas son fort… Une autre matière artistique… peut-être…

 

Elle paraissait sens dessus dessous. J’étais un peu triste de la voir comme cela. J’ai pas voulu la mettre mal à l’aise. C’est sorti comme cela. Exit monde du spectacle « verbal » ! Ils ont pensé que j’étais plus manuel. Des cours de dessin. Le prof était assez super, je dois dire. Un vrai anticonformiste qui disait que « l’art devait être l’expression d’un instinct brut ! Après, viendrait l’épure ! » Jamais vraiment entraver l’idée sauf que cela faisait grincer les dents à la direction. J’aimais bien cela. Du coup, il laissait la « créativité » surgir de nos crayons. Pour certains, c’était plutôt bien. Pour moi… Après des gribouillages informes et infects, même lui a dû se rendre à l’évidence. « Un môme de 2 ans ferait plus créatif que toi, Friedzieg. T’es sûrement doué pour quelque chose mais pas pour ça ! » Mes parents ont dû remettre au rencart leurs rêves de Picasso, nouveau millénaire ! Passons à autre chose ! La sculpture. Oui, ils se disaient que sculpter pourrait être un truc pour moi. Un nouveau Rodin, en perspective. Ils ont pas eu tout faux, d’ailleurs. La prof était très douce. Elle nous apprenait théorie et pratique en même temps, tout en douceur. J’ai commencé à sculpter, mais pas vraiment ce qu’elle nous apprenait. Très rapidement, j’ai commencé à créer des pains. Toutes sortes de pains d’argile dans toutes les formes de pains existants. Du carré au rond au rectangle, à la baguette, à l’ovale, oblong. Bref, toujours le même style mais de forme différente. Perplexe, mais pas contraire, elle m’a laissé faire. Un jour, j’ai décidé de faire autre chose. Je suis rentré à la maison avec une chose en forme d’étoile. Mes parents –ainsi que Mlle Firmina– étaient ravis. J’avais enfin compris le côté artistique de la sculpture. En fait, l’étoile n’était pas une étoile. J’avais voulu faire un cake, mais il était tombé comme un soufflé sous la forme d’une étoile. Après cela, j’ai continué les pains. À la fin, on m’a conseillé gentiment de trouver une autre « expression artistique ». J’avais 11 ans. J’ai dit :

 

 « Stop ! Convaincu, non ? Je suis pas fait pour l’art ! »

 

Mes parents ont laissé tomber. Je voyais bien qu’ils ne comprenaient pas comment c’était possible si peu le sens créatif à tant de niveaux différents. C’est simple, la preuve : moi. CQFD. Du coup, ils se sont dit que le sport, cela ne mange pas de pain, c’est bon pour la santé et un sportif de haut niveau, un Platini ou un Noah, père ou fils, c’est très bien aussi. Le basket a sûrement été créé pour plein de gens mais pas pour moi. Dès que le ballon faisait mine d’arriver sur moi, je foutais le camp ailleurs et j’entendais les barrissements furieux de l’entraîneur qui –self control oblige de l’esprit sportif– ne m’a pas écrabouillé du haut de son 1m95. J’apprécie à sa juste valeur. Mais cela ne l’empêchait nullement de me hurler dessus style « adjudant-chef pour recrue lobotomisée ». Donc… Hors-jeu. 

Au tennis, c’était encore pire. Je n’arrivais pas à comprendre les règles. On avait beau me dire : set, match de set… etc… J’étais jamais au courant. De plus je ne sais pas pourquoi, mais la balle n’arrivait jamais à taper ma raquette. Du coup, j’étais soit dans le décor, soit dans le filet mais jamais là où je devais être et la raquette me servait plus comme béquille pour me relever que pour jouer. La honte. Pour la famille. Ils jouent tous au tennis. C’est un peu genre « tradition de famille ». Je suis le mouton à 5 pattes, va falloir s’y faire. Mon grand-père a mieux accepté ce nouvel échec d’autant que ça le fait marrer ! Allez savoir pourquoi… C’est un mec génial !

Après ça, ils n’ont plus récidivé. Ils n’osaient plus, je crois. Ça impose un tel niveau de nullité. J’étais nul en sport. OK ! Ils n’allaient pas en faire une maladie. « Il » finirait par trouver sa voie. En fait, c’est le cas. D’où le drame ! Ce sont mes grands-parents qui ont dégagé le problème de ma « voie ». Après un repas familial, le thème du jour était : « Mais, qu’allons-nous faire avec LUI ! » Mon grand-père a tout de suite dit qu’il n’était pas un « stock échange » et que par conséquence, il fallait respecter qui il était et ce qu’il voulait être. La leçon de son éducation avec ma mère avait porté ses fruits. Je profitais donc de l’usufruit de celle-ci.

Ma grand-mère s’est rangée du côté de son mari. Elle se range toujours du côté de son mari. D’ailleurs, ma grand-mère devrait avoir une particule à son nom : « Mme F., Épouse de Mr R. » C’est la parfaite maîtresse/ femme/ de maison. C’est le Trivial Pursuit fait chair. Elle s’intéresse à tout en général parce que rien ne l’intéresse en particulier. Du coup, elle ressemble à une encyclopédie ambulante et ambivalente. Elle peut communiquer avec tout le monde sur n’importe quel sujet. Elle sait tout sur tout. En surface surtout, mais tout. Du coup, comme je n’ai pas d’intérêt particulier en quelque chose, elle trouvait normal de ne pas s’alarmer, ce qui se traduit chez elle par être d’accord avec son mari pour dire que je n’étais pas un problème. Mon grand-père a conclu la discussion par une positive attitude :

 

-          Laissez-le donc. Il finira bien par trouver sa voie.

 

Je voyais à la tête de mon père que, comme j’étais parti, c’était une voie de garage ! Pas d’doute ! Ma mère n’en menait pas plus large. Mais elle était prête à me laisser du temps. Elle ne voulait surtout pas me mettre la pression. Comme pour elle. Ce qu’il y a de bien avec mes vieux, c’est qu’ils font rêver plein de gens, mais ils vivent pas dans un rêve. Retour à la réalité, ils font comme tous les parents, ils savent pas comment faire. J’ai beaucoup lu. Il paraît que les ados sont difficiles à suivre et à comprendre. Je sais pas. Je peux pas être acteur et spectateur en même temps. D’ailleurs, je préfère être spectateur. Plus cool !

 

 

 

31 octobre 2023

BONSOIR, buenas noches, Un libro escrito sabiendo

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BONSOIR, buenas noches,

Un libro escrito sabiendo lo que cse puede valorar... la familla, asi que... bonne lecture!

 

Album de familia                                                

 

1.

 

            Mi nieta Enia entra en el salón. Me da un beso de refilón.

 

-          ¿Y tu madre?

 

Me hace señas explicitas que me indican que está arriba. ¿En el servicio del cuarto de baños? Seguro. Enia instala su Tablet, su cuaderno de ejercicios escolares, un bolígrafo, sus dos libros alfabéticos y un aparato que parece un teléfono móvil, pero que no es uno.

 

-          ¿Y esto que es?

-          Es para jugar y se puede hacer fotos también. ¡Mira!

 

Me toma una foto.

 

-          ¿Ves?

 

Me la enseña. Estoy horrorosa, esta cogida desde abajo y se ve una papada de órdago y una cara semi demoniaca, semi monstrua.

 

-          Veo.

 

La mira detenidamente.

 

-          No está bien. Te hago otra. Ponte allí, más lejos… ¡Ahí!

 

Me paro. Toma la foto. Se apresura hacia mí para enseñármela.

 

-          Mejor.

-          Está muy bien.

-          Sí.

-          ¿Qué quieres hoy? ¿Crepes?

-          No, abuelita. Unas tostadas con aceite de oliva.

 

Me quedo mirándola fijamente.

 

-          ¿Estás seguras?

-          Sí. No esta tan mal como pensaba.

-          Bueno. Perfecto. Tostadas para las dos.

 

Estoy sorprendida. Siempre me ha negado las tostadas y el aceite de oliva con una mueca de asco muy expresiva. Mi hija Severita entra.

 

-          Me llevo tu suavizante. Queda poco en el bote es para comprar el mismo frasco. Es muy bueno.

-          Si lo es.

 

Ya lo creo y el precio es también muy bueno, carillo, pero lo vale realmente.

 

-          Me voy que llego tarde. Tiene todo con ella. Vengo a buscarla sobre las 8.

-          Vale.

-          Me da un beso rápido antes de hacer lo mismo con Enia. La atrae contra su cuerpo y la estrecha levemente. Se desatan y se echan a volar. Mi hija siempre lleva prisa tanto cuando está en días laborales que en sus días libres. Dice que es su vida y me pregunto si eso es de verdad vida. Enia está liada con su cuaderno. Mi nieta es muy disciplinada y sabe lo que tiene que hacer. Su orden es algo auto maniaco. No me sorprende. Su madre era así y sigue así, pero con el turbó puesto. De tal palo tal astilla. Voy a preparar algo de cena, luego la merienda.

 

 

 

 

2.

 

            Mi nieta Enia mira, trastea, observa todo, se queda con mucho, todo o nada según le ve el interés a la cosa. Me señala una foto. Es una de mi abuelo materno, una en sepia.

 

-           ¿ Quién es ?

-          Es mi abuelo Eulalio.

-          Es feo.

 

Mi rio un poco.

 

-           ¿Era bueno?

-          Sí. Un buen hombre. Era maestro. Muy paciente y tenía una dulzura increíble. Me ayudaba con los deberes y siempre tomaba su tiempo, sin enfadarse, sin presionarme. Me senti protegida y amada por quién era.

 

Enia me mira sin pestañear, como si dudara de lo que le cuento, hasta que asienta con la cabeza y vuelve a su Tablet. Viene a casa a menudo, pero nunca con una agenda prevista. Le hice un día un comentario a mi hija sobre el hecho que siempre me la traía sin prevenir. Mi hija me montó tal pollo que nunca más toque el tema. Por lo visto está muy estresada y agobiada con su trabajo, primero y con su vida en general, en segunda posición. Siempre fue una niña con ideas cerradas, anticipando las cosas, no conseguirlas y cabrearse y vuelta atrás. Su pareja la entiende, ya es más que yo. Nadie nunca dijo que los padres entendían siempre a sus hijos. Siempre estoy esperando a Enia.

            Acabo de preparar la merienda. Me gusta hacer crepes. Es fácil, se puede hacer muchas y nunca es aburrido cocinarlas. Enia le encanta y cuando mi hija está un poco menos histérica degusta algunas. Echo un vistazo a mi nieta, pero está ocupada con algo en su Tablet. Le he preguntado sobre deberes o cosas que hacer. Me ha mirado detenidamente como si era un bicho raro.

 

-          Buela, soy todavía pequeña y todavía no tengo deberes.

-          ¿A sí? ¿Pero qué edad tienes, chipita?

 

Suspira profundamente llevándose las manos a la cabeza y meneándola con pesar.

 

-          Buela, tengo casi seis años. Y en septiembre entraré en primaria.

-          Claro. Lo siento, a veces me parece que tienes más edad. Sabes más de lo que te han enseñado. Me estoy volviendo vieja.

-          Eso es una idea, buela.

-          ¿Lo que?

-          De volverte vieja.

-          ¿Por qué?

-          Las viejas no son como tú.

 

 

Enia vuelve a su tarea. Miro la foto de mi abuelo. No lo conocí mucho, ya era viejo. Me acuerdo de su mano tierna sobre mis cabellos y esas palabras que eran como un leitmotiv.

 

-          Tu vida es también lo que quieras que sea…

 

Miraba a lo lejos, acariciando mis pelos siempre alborotados. Fui una niña revoltosa y muy deportista. Mi abuelo me calmaba. Me explicaba cosas, como si estuviera en un aula. Lo escuchaba embobada. Era muy dulce. Creo que lo amaba, como se ama a los cinco años, totalmente, sin saber lo que amar puede significar. Me dejaba llevar.

 

-          ¡Chipita, la merienda!

 

Entra en la cocina, me lanza una mirada distraída y se sienta. Es tan seria. 

           

 

 

 

3.

 

            Atisbo la mirada de mi nieta. Tiene esa mirada sabía que, a veces, tiene los ancianos. Luego se ponen a los niños entre las manos de los 30,40, 50 o 60 añeros y se les quita esa mirada para cambiarla por los desasosiegos, las frustraciones, las vivencias sin digerir y más cosas demoledoras. Cuesta mucho volver a esta mirada sabia y conciliar con esa fortaleza inocente, esa potencia neutral, expectante, observadora y curiosa de todo que tienen a menudo los críos.

 

-          ¿Y está quién es ?

 

Me da un vistazo de reojo, el semblante serio y algo sospechoso.

 

-          Esa es María Nuria Calvario Sánchez. Mi abuela materna, o sea, tu tatarabuela.

 

Se aproxima y le da una carantona a la cara de su tatarabuela. No la conocí. Murió recién parida su hija, como cual conoció a su nieta, pero por poco tiempo. Supusimos que supó que seguiría su familia viva en el futuro. Si eso le agradó, no lo sé. Antes las personas pensaban quizás mucho, pero se lo quedaba para ellas. La nieta seria yo. Dice que era muy guapa y muy buena. Una persona con gran corazón y mejores intenciones hacia los demás. Luego mi abuelo se casó con otra mujer más joven que he conocido y tratado como mi verdadera abuela, aunque no lo es realmente si se mira desde el lazo sanguíneo. Pero, ¿Qué más da? Lo principal es finalmente los lazos emocionales. Creo yo, tampoco es que sea experta en este tema de las relaciones humanas, salvo por lo que he vivido, presenciado y sacado a relucir de todo esto.

 

-          Y, ¿esta quién es?

 

Mi nieta ya está delante de otra foto. Es de mi abuela paterna. Le doy su nombre, Eulalia, según que otro dato, su edad, cuando la conocí y, por fin, lo más importante quién es refiriéndose a ella. Tiene cinco años y la noción del tiempo es algo borrosa para ella. Ese juego de “pistas familiares” como lo empecé a llamar, un camino del pasado que cruza al momento, el sendero presente me hace recordar y eso es bueno y malo.

 

-          Y ese, ¿quién es?

 

Es mi abuelo paterno, Mateo, no lo conocí, murió cuando era niña. Dicen que… y le cuento algún que otra anécdota que me han relatado de niña para que no olvidare alguien que nunca estuvo presente en mi vida.

 

-          Y, ¿esta quién es?

 

Es la tía Albertina, une tía segunda de mi padre. La queremos mucho. Ya es viejita y su propio presente está sumido en sus vivencias pasadas más que en un cotidiano escurridizo y de poco interés. No le digo eso, ni la enfermedad que padeció, le cuento como le gustaba hacer gachas y unos pastelitos de almendra que quitaba el sentido, como nunca se acordaba de las fechas de cumpleaños ni tampoco de algunas u otras citas. Le costaba tener esos datos en l cabeza. Le cuento como se presentó un día a casa con regalos para mi hermana, la tita Leana, una semana antes de su cumpleaños. Estuvo tan confusa y desolada que festejamos ese día el cumple. Enia, Chipita, mi nieta se entusiasmó por la idea y preguntó si podíamos hacer igual. Le hablé de Alicia del País de las Maravillas, miramos un DVD y decidió convencer a sus padres para hacer una fiesta de cumpleaños a destiempo. No la desilusione, mi hija se encargará de eso.

 

 

 

 

3a.

 

            Chipita coge un marco con una pareja bien vestida. Es el día de su boda, una boda sencilla sin traje especifico. Por lo visto mi tío era algo agarrado. Es un tío abuelo mío, Alonso Chuecas González y Adelina Gonzalez Estrejo. La pone en el fondo del armario detrás de otros cuadros y atrae delante otra con una pareja que no distingo desde el umbral de la puerta de mi salita de estar donde tengo todas las fotos. Entra y me pongo a su lado.

 

-          ¿No te gusta esa foto?

 

Me mira de reojo con esa seriedad que me dice que mi pregunta es idiota o desafortunada por lo menos. La saca de donde la puso y me la planta delante de mis narices, alzándose sobre sus pies descalzos.

 

-          El es malo.

-          ¿Malo?

-          Si. Aquí.

 

Me enseña los ojos y el pecho. No digo nada, hago un movimiento con la cabeza y vuelve a poner el cuadro donde quiere. Mi tío Marcelino y mi tía Adriana. Tenía quince años más que ella y algo manipulador. Nunca le pegó, que sepamos. Pero era una prenda en el momento de rebajar, humillar y destrozar las personas. Le encantaba criticar lo que, hacia ella, sea lo que sea. Lo vi hacer cuando era chiquita y tenía esa morgue particular de las personas que se piensan superiores.  Su voz tenía un tono suave, pero las palabras hirientes como una cuchilla. Me acuerdo de la espalda encorvada de mi tía. Ella era la dulzura, le encantaba los niños y estos le devolvían el cariño. Ninguno de los niños hacían travesura con ella, no les salía. Tuvo tres niños, mis primos, son mayores que yo de siete para el mayor y tres para la más chica. Mi tía nunca dijo nada, pero se sentía que no era feliz con mi tío. Luego mi tío tuvo un ataque cardiaco, murió y a partir de ahí, la vida de mi tía cambio para mejor. A veces algunos le aconsejaban de casarse otra vez. Tenía treinta-y-siete años, lo que no era muy viejo incluso en esa época, pero siempre decía que no, que se había casado hasta que la muerte los separe. Rápidamente las gentes entendieron que era una viuda ejemplar. La familia cercana lo sabíamos mejor. Lo había pasado canuta y ya no quería saber nada de matrimonio, ¿Quién podría reprocharle? Yo no. Acaricio los pelos de Chipita. Tiene razón, no debería estar a la vista. Buscaré una foto de mi tía sola y la pondré en un marco. Ha muerto hace tres años y creo que vivió feliz los años después de la muerte de mi tío. Le ha sobrevivido treinta años, suficiente para educar a sus hijos y ser esa madre maravillosa que siempre fue, ver a sus nietos, disfrutar de ellos. Murió de un ataque también, sin que nada lo delatara. La ironía de las cosas. Pienso en ella a veces. Fue para mí un referente, como se diría hoy en día.

 

-          Vamos a merendar. He hecho lo que te gusta.

-          ¿Siiiii? ¡Eres la mejor buela de todas las buelas, buela!

 

Me abraza con fuerza. Luego levanta su cabeza y frunce un ceño.

 

-          Bueno con buelita de papa… también…

 

Me rio un poco. La abuelita es algo rígida y metomentodo, pero entiendo que Chipita no quiere que piense que la otra abuela no es tan querida o apreciada que ella-misma. La abrazo con más ternura todavía. No debería estar involucrada en estos asuntos de parejas y de adultos, pero los tiempos lo hacen de esa manera.

 

 

 

4.

 

            Mi nieta esta callada desde que llegó o casi. Hace sus deberes, como los llamas, pero a su edad, todavía no son realmente deberes y se aplica. Lo de aplicarse, lo hace siempre, pero de estar tan callada… Aunque no es habladora ni dicharachera, habla bien y bastante cuando algo le interesa.

 

-          Enia, cariño, ¿estás bien?

-          Sí.

-          ¿Seguro? ¿Te pasa algo? ¿Ha ocurrido algo?

 

Deja su lápiz y me mira con esa cara seria que se le pone cuando me evalúa para entender cómo me voy a tomar algo. Supongo. No es siempre muy leíble.

 

-          Buela… ¿Se puede tener dos padres?

 

Me lo temía. Y ha tardado bastante. Mi hija es muy buena madre, buena persona, pero en el ámbito de elegir a una pareja, creo que es nefasta y desafortunada.

 

-          Bueno… normalmente esta tu padre que es el que ha hecho que tu estés aquí…

-          Porque he nacido.

-          Sí, eso. Luego está otro padre que es una persona que va a compartir la vida de tu mama y entonces también se vuelve un padre para ti a cuenta de eso.

 

Se lo piensa detenidamente con esa seriedad que me abruma. Es una niña muy reflexiva y siempre parece pensarse las cosas con mucho esmero.

 

-          Entonces si Javier se queda con mama para vivir, yo puedo decir que es mi papa también.

-          Si él está de acuerdo y tu piensas que es así, entonces yo creo que tienes que ser así.

 

Hace una mueca y asiente con la cabeza varias veces como para que lo que le vengo de decir se quede grabado en ella.

 

-          Buela… si no me gusta Javier como nuevo papa… ¿entonces yo puedo decirlo a mama?

-          ¿No te gusta Javier?

-          Me gusta, es bueno y me ha dado un juego con el espacio que me gusta mucho. Pero yo quiero mejor a papa. Porque papa es mi papa.

-          Normal. Es por eso que tú puedes querer a dos papas, porque ellos son diferentes y tú puedes quererlos diferentemente.

-          Entonces Javier como un papa que es amigo de mama y papa que es mi papa que esta siempre ahí.

-          Si, así es.

 

Sonríe, feliz de haberlo entendido.

 

-          Buela, ¿me haces tortitas

-          ¡Cómo no! Ya tengo la masa preparada. Venga. Pon la mesa y yo empiezo a hacerlas…

 

La abrazo contra mi costado y le doy besos en sus finos y rizados cabellos.

 

 

 

 

5.

 

-          ¿Cómo estas, Severita?

 

Miro a mi hija. Con ella voy con pie de plomo. Mi nieta esta con su padre. Por el momento lo de la custodia compartida va en sentido caótico en lo que concierne los momentos, Chipita que esta con su padre. Sería mejor que fuera una semana cada uno o cada dos semanas o mes. Pero por lo visto no está en el orden del día. ¡Mira qué bien!

 

-          ¿Cómo quieras que este? Como de costumbre, ¡harta y más que harta! El imbécil este me la ha jugado otra vez. Tenía previsto de tener estos tres días con Enia para pasarlo en un lugar donde hay juegos para niños y hasta una especie de guardería donde estaría en los momentos o donde estoy en otro lugar y este malnacido va y me avisa ayer noche que se toma la custodia estos tres días. Claro, como yo me la tomé una vez hace tres semanas, porque no podía en otro momento por eso de las horas extras que tuve que hacer, no me he podido negar. A cancelar todo y he perdido el adelanto que di. ¡Maldita sea el cabronazo!

 

Hago una mueca de apoyo y no comento nada. Lo hacía al empiezo y luego la tomaba conmigo o se desquitaba conmigo. Así me ahorro sus humores cambiantes y enfurecidos. Como cambian las ideas. Me acuerdo de otro discurso donde el “malnacido” era el hombre de su vida, un encantador, un príncipe azul, la mejor persona del mundo. Por lo visto somos todos bipolares, ya que ahora es lo opuesto a todo eso. Para mi queda el padre de mi nieta y la persona que nunca me convenció de ser el adecuado para mi niña. Pero claro, ¿quién era yo para decirle que iba a ser un petardo mojado? Sigue hablando de todo lo que le hace, lo que no le hace, lo que debería hacer, lo que nunca hará y lo que le gustaría que hiciese. Son muchos “querer”, pero creo que no serán nunca los útiles.

 

-          ¿Cómo está Javier?

 

Mi hija me mira. Hace una mueca de desagrado. ¿Pensaba que no me enteraría? Las madres somos viejos pájaros y sabemos más de lo que mostramos.

 

-          Enia, ¿no?

 

Asiento con la cabeza. Mira en el aire y de soslayo.

 

-          Es un buen hombre. Me hace feliz y me serena. Sabe… estar conmigo y con Enia. No pondría en peligro a mi niñita, dame ese crédito.

-          A ti, te lo doy todo … a él me reservo para cuando lo vea. Y, así y todo, será tu elección…

-          Ya lo sé, mama, ya lo sé… si no te tuviera, no sé cómo lo haría…

-          Nos echamos una lagrimita también, ¿no?

-          ¡MAMA!

 

Esa soy yo.

 

 

 

6.

 

-          Buela… ponte allí…

 

Levanta unos de estos teléfonos ultra plano, que son más que teléfono por lo que entiendo, es como un ordenador miniatura y me toma una foto. Tengo un teléfono móvil también, pero de los antiguos que son teléfono u poco más. No quiero más. Ya me aturrullo con el ordenador portátil que me ha comprado mi hija con mi dinero. Menos mal que siempre acude cuando estoy en problemas con él, de lo contrario hubiera tirado este trasto por la ventana desde el minuto uno. Nada me irrita y enfurece más que un objeto me resista.

 

-          ¡Mira!

 

Me ensena unas cuantas fotos de mí y me veo patidifusa en ellas y vieja. Bueno, lo de vieja… eso es lo que pasa cuando se vive muchos años, acaba una por ser mayor. No tanto como lo era mi abuela que a los sesenta parecía ochenta y más. Tengo sesenta y uno, pero parezco cincuenta y poco más.

 

-          ¡Mira!

 

Desliza un dedo ágil y certero sobre la pequeña pantalla y me enseña fotos de niños, sus amigos del cole por lo visto que nombra: Marilu, Severina, Julian, Tuong y Abdulah. Son “buenos y también inteligentes”. Sus criterios son sorprendentes, pero nada mal. Luego me muestra una serie con su madre en momentos pocos agraciados, incluso poco visibles con una mano tapando la visión de obturador, otras son con la boca abierta, los ojos cerrados o expresiones que van de la irritación al agobio. Luego aparece un rostro varonil.

 

-          Este es mi nuevo papa…

-          ¿Javier?

-          Si… es bueno e inteligente.

 

Está en sus criterios de selección, lo que me indica más que otras palabras que él cuenta para ella. La abrazo.

 

-          Buela… ¿puedo tener crepes hoy?

-          Vaya es justamente lo que ibas a tener… Estamos en la misma onda.

-          Estamos conectadas, buela…

-          Eso también. Vamos…

 

 

 

 

7.

 

            Esta noche, Chipita se queda dormir conmigo. Su madre tiene una boda y como está lejos de nuestro pueblo se quedará a dormir en un hostal. Me alegro que empiece a vivir su vida. Bastante ha tenido que aguantar con el siniestro individuo, padre del sol de mis días que es Chipita. Mi hija fue mi estrella fugaz. Fue siempre algo arisca, aunque después era tierna y cariñosa, solo que lo era cuando y como lo quería. Nunca me ha desagradado eso. Demostraba que su cariño no era fácil de obtener. Le he arreglado la cama para que esté cómoda y calentita, que las noches ya son frías, aunque no estamos todavía en invierno y casi en otoño, pero el clima esta cambiante. La bordo con cuidado y se arrebuja, su carita de duendecillo sobresaliendo apenas de la sabana con encaje, legado de mi abuela y todavía en muy buen estado. Los tejidos de antes estaban hechos para durar, lo de hoy para que se siga comprando cada dos por tres. Los objetivos eran distintos.

 

-          Buela…

-          Sí, mi sol…

-          ¿Puedes quedarte conmigo hasta que me duerma?

 

Siempre estoy sorprendido de su excelente dicción y de las palabras que dice. Es muy lista e inteligente.

 

-          Claro. Échate a un ladito, cerca de la pared, para que pueda después salir de la cama sin molestarte.

 

Se desliza con agilidad y me incorporo a su lado con menos soltura. La edad no perdona los años que pasan. Se abraza a mi costado con un suspiro de bienestar. Nos quedamos quietas y dejando que la media oscuridad y el silencio de la noche nos envuelvan como una mantita calentita. Se mueve un poco hasta que siento su aliento en mi oído.

 

-          Buela, te quiero mucho, mucho.

 

Se recuesta y se acurruca de lado. Al rato se queda plácidamente dormida. Me quedo unos minutos escuchando su dulce soplo y me siento pequeña, muy pequeña, muy pequeña.

 

 

 

 

 

8.

 

            Pegan à la puerta. Es la hora en la cual vienen a buscar mi Chipita. Le grito que recoja sus cosas, que se tiene que ir. Sé que siempre le cuesta horrores de recoger todas sus cosas, es su manera de decir que no se quiere ir, pero lo acaba haciendo. Mientras abro la puerta, preparo algo de tomar, mi sol tiene tiempo de hacerlo. Hay un hombre delante de mí. Es Javier, lo reconozco por las fotos que me enseno Chipita.

 

-          Hola… Soy Javier y vengo buscar Chipita.

-          Ah…

-          Si…Severita no tenía tiempo de venir, le han llamado del trabajo para que vaya más pronto. Le ha dejado un mensaje en su teléfono, no pudo llamarle.

 

Cojo mi teléfono y veo que hay un mensaje. Lo abro.

 

-          “Mama, vendrá Javier a por Chipita. Tengo que ir antes al curro… Besos, ya te llamo cuando pueda.”

 

Levanto la cabeza.

 

-          Si, ya lo he visto… Pase, no se quede ahí… Chipita está recogiendo sus cosas.

 

Javier me sonríe levemente y entra. Lo hago pasar a la cocina.

 

-          ¿Un café?

-          No quiero molestarle.

-          No es molestia. Es lo normal…

-          Entonces se lo agradezco.

 

Javier se sienta en la mesa de la cocina, esta donde todos acaban por sentarse. La cocina es un poco mi oficina. Le pongo el café delante de él y me siento en frente con mi proprio tazón. Solo me gustan las tasas XL.  Se toma un sorbito, lo siento un poco incómodo.

 

-          Chipita le aprecia mucho.

-          ¡Oh! ¿Se lo ha dicho?

-          Digamos que a su manera sí. Me fio mucho en lo que me dice y lo que no me dice.          

-          Ah, bien entonces.

-          Sí.

 

No digo más. Es suficiente. Mi hija y mi nieta son todo para mí. El, depende de lo que será y hará en el futuro. Hay sitio en esta mesa de cocina. Y puede que una parte de ella puede ser para él. Chipita entra como lo hace siempre, con sosiego hasta que ve Javier y se abalanza hacia él. Tengo mi respuesta a la pregunta que no he hecho.

 

 

 

 

9.

 

            El miércoles por la tarde es un momento particular. Chipita llega a mi casa, la trae un autobús escolar que pasa cerca de aquí, unos cien metros, y nunca se cómo estará. Depende de la mañana que ha tenido. Cuando la veo resoplar con esa cara de niña agobiada que pone, sonrió con deleite. A veces me da la sensación de ser aquí la chiquita. La dejo en el salón donde le gusta estar cuando llega, mientras termino el almuerzo. Pongo la mesa y aparto las ollas de los fogones. Voy hacia el salón secándome las manos en el delantal que me gusta poner. Esta delante de un cuadro. Lo reconozco. Es una foto sepia de mi bisabuela María de los Ángeles. No la conocí, pero era muy presente en mi casa. Mi madre la adoraba. La conoció un poco. Murió cuando tenía ocho años. La foto es como todas o como todas que se hacían en aquel entonces. La postura rígida y severa, sentado de costado en una silla de madera labrada. Ninguna sonrisa, los pelos perfectamente peinados, la vestimenta la mejor que tenía en su ropero y los ojos con una mirada aguda que delata más el aburrimiento que el interés. Viendo esa foto nadie le gustaría encontrarse con esta señora. Chipita está mirándola como lo hace siempre, con fuerza y una atención muy aguda. Reposa sus tacones sobre el suelo. Siempre se alza para mejor ver, supongo, aunque los cuadros están a la altura de su vista, pero es algo que suela hacer. Tendrá sus razones.

 

-          Me gusta.

-          Ah…

-          Si… Mira ahí…

 

Miro la foto, pero no le veo nada nuevo ni particular. Resopla haciendo ojitos de infinita paciencia. Coge el marco. Me lo pone delante. Miro frunciendo un poco los ceños.

 

-          Buela… aquí…

 

Me enseña los ojos y miro más de cerca una foto que llevo décadas viendo y no le veo nada de más que los años anteriores.

 

-          Buela. Los ojos de ella son buenos. Ella tiene los ojos de como tu cuando me miras.

-          ¿De verdad?

-          Sí. Ella quiere ser dura, pero no es dura, es buena.

 

Miro con extrañeza y admiración a esa niñita tan lista y tan observadora. Tiene una agudeza de observaciones que me deja espantada. De otra manera, los niños son así. Siempre. Ven cosas que a nosotros los adultos nos parecen invisibles o de poco intéres.

 

-          Tienes razón Era una buena mujer. Era mi bisabuela por parte de mi madre. Una mujer que era muy cariñosa con todo el mundo, con su familia más. A veces las personas la pensaban muy severa y muy hosca…

-          Hosca…

-          Eso quiere decir…  

-          Austero… es más que severo…

-          ¿Más que serio?

-          Si…

-          Pero no es verdad con ella…

-          No… era la impresión que daba…

-          Como si era una actriz…

-          No exactamente, pero algo así…

 

Asiente con la cabeza. Siempre entiende las cosas a su manera y esta es bastante acertada.

 

-          Tengo hambre, buela…

-          Eso está muy bien, porque tengo algo de comida en la cocina.

 

Asiente con la cabeza otra vez y vamos a la cocina. Se sienta delante de su plato favorito, uno con dibujos de la Bella durmiente. Le pongo un vaso con otro dibujo, un personaje que desconozco, pero que es su favorito. Mientras me agacho un poco, Chipita me da un beso en la mejilla, luego pone sur pequeños brazos alrededor de mi cuello. La abrazo, luego nos deprendemos. Ya podemos almorzar.

 

 

 

10.

 

            Termino de lavar los platos y las ollas que dejo escurrir. Miro de lado y veo a mi Chipita parrada con un marco de foto en sus regordetas manitas.

 

-          Buela… ¿Quién es?

 

Me enseña la foto y veo que es mi bisabuela Virginia.

 

-          Mi bisabuela Virginia.

-          Es muy guapa, buela.

-          Sí. Lo era.

-          ¿Me puedes contar su historia?

-          Claro. Termino aquí y voy para allá.

 

Me sonríe y sale saltando. Veo su falda bailar alrededor de sus piernecitas y sonrío ampliamente. Me encanta tanto. Me seco las manos en el delantal y me lo quito. Aliso mi falda y voy hacia el saloncito donde está sentada mirando fijamente la foto. La levanto, La pongo en mi regazo y nos mecemos en la que fue la silla de mi madre, mi abuela y hasta de mi bisabuela, la de esta foto.

 

-          Se llamaba Virginia… es la foto de su noviazgo con un notable de la ciudad. En aquellos tiempos no era muy común que una niña de un comerciante se casará con un notable, perteneciente a una familia importante y adinerada de la ciudad. Pero Virginia era tan guapa y buena mujer también que mi bisabuelo Isidoro se enamoró plenamente de ella. No era muy común tampoco hacer casamientos de amor. El patrimonio se quedaba entre personas de esa categoría social y poco se mezclaban con el resto de las otras categorías sociales.

-          ¿Cómo los ricos que no quieren a los pobres?

-          No sé. Las cosas no son iguales hoy en día, creo.  Ella no se preocupaba del dinero. Sus padres tenían un poco con sus dos negocios, uno de mercería y el otro de una lechería. Estaban cómodos al nivel de bienes, pero claro no competían con la fortuna de mi bisabuelo. La boda fue suntuosa. Estaba tan bella que todos pensaban que era normal que se casara con Isidoro. Él era muy apuesto, tímido, algo retraído y no muy hablador, pero tenía buen corazón y las gentes lo apreciaban. Decidió ser notario lo que lo ponía en una buena situación en el pueblo ya que siempre se necesitan notarios. La boda conto con casi todo el pueblo ya que por parte igual cada uno tenía mucha familia. Fue tan famosa que décadas más tarde todavía se hablaba de ella.

-          ¿Tuvo bebe?

 

Chipita está fascinada por los bebes, ya que su mejor amiga tiene una hermanita de meses y ella le gustaría tener una, pero con su madre y su situación es lo que faltaba, aunque no daría mi brazo a torcer.

 

-          Si, tres. Fue una madre excelente y supo darle estudio a cada uno, comprendido a su hija que fue maestra en aquellos tiempos, lo que no era tan común tampoco. Mi bisabuela era muy dulce y muy didáctica. No la conocí mucho tiempo, era ya muy viejita cuando era niña. Estuvieron casado casi cuarenta años, algo increíble y se quisieron hasta el final. Creo que mi bisabuelo estuvo enamorado de ella hasta el final. Mi abuela hablaba maravillas de los dos. Ella me decía cuando lo veía: “Si la hubiera visto… hasta el final fue guapa y con esa dulzura y bondad… y mi padre… era igual que ella… he tenido los mejores padres del mundo y el mundo han tenido a dos personas excelentes que han sabido dar felicidad y belleza a su alrededor.”

 

Me quedo sonriendo, pensando en la cara de felicidad que tenía mi abuela cuando lo decía. Mis padres fueron muy buenos también, pero no desato nunca ese rostro ensimismado y feliz. 

 

-          ¿Puedo tener la foto en mi habitación?

-          ¿La quieres allí?

-          Si, buela. Es muy guapa y yo quiero ser como ella.

-          Tú ya eres muy guapa, Chipita…

 

Se cobija en mi regazo y nos mecemos lentamente. En unos minutos la siento más lacia y sigo meciéndonos hasta que la levante y la llevé al sofá donde dormirá unas dos horas. Nunca, es más. La merienda ya estará preparada para entonces o casi.

 

 

 

 

11.

 

            Mi hija se toma la torrija con ese aprecio que pone en las cosas que ama. En estos gestos veo la niña tan encantadora que fue. No es que ahora no sea encantadora, pero es adulta, con problemas y con toda esa tensión que generan estos tiempos modernos. Se toma sorbitos de su café hirviendo con gusto y un suspiro que me dice que se está relajando.

 

-          Trabajas demasiado.

-          Ya lo sé, pero no es el momento de cambiar mi vida laboral con lo que está cayendo.

-          Siempre habrá algo cayendo.

-          Sí. Supongo.

 

Termina su tasa y la deposita con esmero. Me tiene que pedir algo y está molesta por eso. La conozco tan bien.

 

-          Te quiero pedir algo, pero me dices…

-          Venga, cariño, suéltalo. No puede ser tan malo.

-          No, no…

 

Se ríe un poco y es la misma risa, esos hoyuelos en sus mejillas. Fue une niña risueña y guapa y sigue siéndolo, aunque demasiada delgada a veces y no sonríe mucho desde hace unos años. Claro que su ex padre de mi nieta no ha ayudado mucho a que se sienta feliz. Menos mal, ya está fuera el energúmeno ese.  Claro todavía estará algo en nuestras vidas, siendo el padre de mi amorcito, pero lo menos posible. No tiene la fibra paterna. Bien para nosotras, menos para mí Chipita que se merece un padre, pero no cualquiera y este lo es.

 

-          Queremos Javier y yo tener un finde largo, tres días que empezará el viernes. Queremos estar los dos en un pisito alquilado no muy lejos de aquí, pero vista a un lago. Y nos gustaría, si quieres, que…

-          Pues claro. Javier me parece un buen chaval y tú te mereces un momento fuera de todo.

 

Severita me toma la mano y me sonríe, aliviada y contenta. Le sacudo la mano, acariciándole la mejilla con dulzura.

 

-          Mi niñita…  me preocupas a menudo y ahora veo que vas por buen camino y me alegro. Chipita y yo estaremos bien. Me conocen en su escuela, así que podré ir a buscarla. Tú le dices a Chipita que va a venir a la casa conmigo. Ella le gusta venir aquí y dormir en su segunda habitación.

-          Sí. Siempre nos habla de la casa, de las fotos…

 

Mira los marcos, las multitudes de fotos antiguas que tengo por todos los lados. Me da la sensación de estar rodeada de todos los míos, los vivos, los muertos, todos juntos como lo están en mi memoria. Tengo la sensación siempre de estar cobijada en estas presencias que se irán al olvido si nos las tuviera en estos marcos. Sonrió a ellos todos.

 

-          ¿Cuándo os vais?

-          Nos gustaría este finde, pero si no puedes hay otra posibilidad…

-          No, perfecto. Me alegro, siempre es de muy buena compañía.

 

Nos miramos con cariño. Ella suelta mi mano y se vierte otro café que ya estará frio o tibio. Pero le gusta tanto el café que da igual como esté. Sonrió alegremente viendo en mi mente la carita tan seria y tan preciosa de mi Chipita. Son tiempos difíciles para los jóvenes, quizás porque todo parece sin dificultad ni mayor problema como lo podía ser antes cuando sabíamos que si no teníamos algo en un primer momento en un segundo tampoco. Hoy en día… es distinto, pero complejo y tener cosas no trae siempre satisfacciones.

 

 

 

 

12.

 

-          ¡Buela!

 

Estoy delante de las puertas del colegio donde va Chipita. Esta con una de sus tres amiguitas, Laura, una chiquilla con una gafa que se le cae siempre sobre su pequeña naricita respingona. Se las sube con un dedo siempre coloreado con lápiz. Es de esas niñas que siempre parecen desaliñadas y en desorden, algo confundidas con los ojos parpadeantes como un búho. Es tan dulce. Chipita que es un manojillo de energía y de chispas la maneja con algo de prepotencia. Pero la quiere mucho. Me habla de ella con mucho afecto y dice que es su hermana del corazón y que el corazón es muy importante. Por lo visto mira cosas en la tele que dice ese tipo de cosas. Se abalanza contra mí y me rodea la cintura con fuerza y suspirando fuertemente.

 

-          ¡Buela! Stas ahí. No ves, te lo dije…

Laura asiente con la cabeza, los ojos bien abiertos y las gafas cayéndose lentamente.

 

-          Buela… ¿Laura puede venir con nosotros?

-          No puede. Sus padres no lo sabrían y…

 

Ella mira detrás de mi cintura.

 

-          Entonces puedes pedirles… están aquí…

 

Me vuelvo y los veo venir hacia Laura y yo. Laura sonríe con las gafas caídas. Se abalanza contra el padre y la madre que se junta a ese abrazo.

 

-          Buela… pregunta ahora.

 

Chipita me mira con esa mirada brillante y astuta, anhelante también como si fuera una especia de Diosa. Su confianza en mí me hace siempre cosquillitas de regocijo.

 

-          Hola…

-          Hola… Mirad… Chipita le gustaría que viniese a casa Laura… puede quedarse a dormir. Tengo mi niñita este fin de semana. Si no queréis todo el fin de semana, por lo menos hasta mañana sábado…

-          Oh sí. Hasta cuando mama vuelva…

-          Chipita… no se puede tener todo…

 

Mira a los padres de Laura con esa misma mirada de mártir y de anhelos. Los padres se miran y miran a Laura que mira Chipita con el mismo anhelo. Son realmente muy buenas amigas como lo somos a esas edades.

 

-          Bueno… pero no queremos molestarle, los niños pueden ser muy moviditos…

-          Sí, pero eso es bueno y vida, no… Si queréis…

 

Laura tira sobre el brazo de su padre con una mirada de esperanza, las gafas al borde de la nariz casi cayéndose. El padre le pone estas delicadamente sobre el puente de esa naricita, sonriéndole con un cariño y una alegría afectuosa en la mirada.

 

-          ¿Te gustaría?

-          ¡Osipapa! ¿Puedo?

-          Sí. Pero tienes que ser buena.

-          ¡Laura siempre es buena!

 

Chipita está cerca de su amiga defendiéndola, aunque no esté atacada. Me río dulcemente. Es tan valiente, mi niñita.

 

-          Sí, claro.

 

El padre sonríe con un atisbo de alegría en el ojo. Me mira.

 

-          Si le parece vamos a nuestra casa, le preparamos una bolsa con sus cosas y la traemos a su casa. Conocemos las señas.

-          Si, perfecto, veníd cuando queráis. Voy a preparar algo de cenar, no se preocupe con eso.

-          Vendremos a buscarla mañana por la tarde… no, Laura, no puedes quedarte más porque tenemos que ir a ver a la yaya domingo…

-          O si…

 

Laura suspira y alza sus delgados hombros en señal de tristeza. Chipita la abraza como si fuera el fin del mundo.

 

-          Bueno… puedes ya venir hoy y mañana, Buela va hacer mucho bueno desayuno.

 

Laura parpadea y sonríe dándole otro abrazo. Los padres ríen y nos lanzamos unas miradas cómplices. Me encanta esta teatralidad. Son tan dulces.

 

 

 

 

 

13.

 

            Estamos cenando con las niñas que no paran de cuchichear entre ellas. De vez en cuando salen algunos nombres de niños y niñas, como cual el mundo de los adultos y de los niños pasa por los chismorreos. No sé si alegrarme o desolarme de tal cosa. Les pongo un plato de macarrones con queso y jamón que es lo que más les gustan y comen con deleite siguiendo la cháchara. De vez en cuando les interrumpo.

 

-          ¿Queréis más queso, más jamón con las pastas?

-          No, buela.

-          ¿Queréis zumo de naranja o de manzana?

-          Manzana.

-          ¿Y tú, Laura?

-          También, manzana, gracias, Señora.

-          No Señora, Laura. ¡Es buela!

-          Gracias, buela.

-          ¿Queréis más macarrones?

-          No, buela.

-          ¿Qué vais a querer como postre, mus de chocolate o arroz con leche?

-          Mus de chocolate, claro, buela.

-          ¿Y tú, Laura?

-          Mus también, buela. Gracias.

 

Como con ellas, pero atenta a sus deseos. Los niños son absorbentes y a veces dictadura pura, pero es un encanto estar con ellos. Terminamos de cenar. Les digo que vayan a asearse, lavarse los dientes y ponerse los pijamas. No les propongo ayuda. Chipita me regano hace un mes diciendo que ya era grande y que podía hacerlo solita, no necesitaba mi ayuda y que si la necesitaba ya me lo diría. Me quede a cuadro, pero me hizo reír también. El tiempo pasa tan rápido. Un día son niños y nos damos la vuelta y ya son adultos. Me gusta aprovechar estos años donde son tan extraordinarios. A menudo me sorprenden. No van por los senderos ya aprendidos y usados que tenemos los adultos. Van por senderos espontáneos y sorprendentes, inusuales y creativos. Tiene siempre una forma muy particular de expresarse, hablando o por gestos significativos. Esos golpes que tienen me encantan. Son también tan dulces cuando menos nos lo esperamos y esa confianza que depositan en nosotros cuando niña les defraudamos. Decir que se quiere un niño es estúpido. Se quiere un ser humano que es un niño y luego estará en otro estado de vida y se seguirá queriendo, pero eso sí, la ternura y la debilidad que se tienen por un niño y como es entonces es algo que no se seguirá sintiendo después cuando lleguen a adultos. A parte, à veces donde detrás de todas estas actitudes adultas se vislumbra el niño o el niño que fue en su día. Las niñas bajan como una tropa de elefantes huyendo del peligro. Me gusta este alboroto. Dan vidas a las sombras del pasado y de la nostalgia que están por los resquicios de mi casa o mejor dicho la casa familiar. Era de mis abuelos y la hemos heredado.

 

-          Buela… ¿podemos mirar la tele?

-          ¿Tu programa favorito?

-          A mí y a Laura, buela.

-          Claro. Sentaros. Os traigo después un vasito de leche caliente.

-          ¿Con un poco de cola-cao?

-          Con un poco de cola-cao y después a la cama.

-          Claro, buela.

 

Las niñas asientan con la cabeza y se enfrascan en uno de esos programas para niños.  Une hora más tarde después de arroparlas en la cama clic-clac que he abierto para ellas. Dejo algunas luces halógenas en forma de hada para que se sientan seguras y sin miedo. Los niños suelan tener muy rápidamente miedos e inquietudes. Bajo al saloncito y sala de estar; Me paro delante del armario con todos los cuadros de fotos de mi familia, mis antepasados. Miro estas personas que he visto tantas veces. Recuerdo sus historias, las que se han trasmitido de madre a hija y a veces incluso otras personas de mi familia. Pero me doy cuenta que algunas de las historias de estos ya no son tan claras en mi memoria. Nítidas y con grandes espacios vacíos de hechos. Supongo que es eso lo que se llama muerte en vida, cuando una persona ya no es recordada por nadie. Voy a ver si las niñas están bien, luego veré mi serie policiaca preferida en Netflix. Me encanta Netflix.

 

 

 

 

14.

 

            Severita está apurando su café. Me tiene que decir algo importante, pero no sabe cómo tocar el tema. Parece relajada y muy feliz. Le echo un cable.

 

-          ¿Tuviste un buen fin de semana?

 

Deposito su tasa en la mesa y me sonríe ampliamente.

 

-          Ha sido uno de los mejores de los últimos años… bueno, no con ustedes y mi niñita…  Claro que los findes y otros momentos con ustedes son geniales, pero con Javier es diferente…

-          Es tu pareja…

-          Sí. Sabes… cuando conocí el padre de Chipita… me enamoré, luego formamos una pareja, pero muy rápido las cosas fueron al desagüe. Chipita llegó y las cosas fueron a peor hasta que todo acabo. Ahora… es como una nueva esperanza, es como si ahora puedo creer que pueda tener una pareja para vivirla y estar feliz… no sé si estoy en lo cierto, ya me equivoqué con el padre de chipita.

-          No hay certeza, pero si eres feliz ahora es lo principal. Creo que estas consciente de las cosas y eso es bueno. Estarás atenta y disfrutaras mejor sin dejarte embaucar por tu historia. Disfruta simplemente.

 

Mi hija me mira. Le alzo la mano y me la coge.

 

-          Sí. Estas siempre ahí… ¿cómo lo haces?

-          Estando ahí. Y escuchando, intentando entender. Estar ahí…

 

Me sonríe y me presiona la mano con cariño. Cuando es así, me recuerda a la niña que fue y a chipita también, aunque Chipita tiene una seriedad y una vivacidad de espíritu que la hace más mayor que lo que es. Me encanta su mirada y sus palabras tan precisas. Severita era más inmadura, más niña y eso puede que haya influido en su vida sentimental. Aunque… ¿quién puede decidir lo que hace que las cosas no vayan bien?

 

-          ¿Qué me tienes que pedir?

 

Severita se ríe y hace una mueca.

-          Javier tiene dos reuniones previstas con posibles clientes. Son dos cenas y quiere que vaya con él. Su empresa valora las parejas y Javier ha sido algo menos valorado porque era soltero. Es estúpido, pero por lo visto el gran jefe es muy tradicional. Javier es un buen trabajador y quiere subir en la empresa. Es un trabajo que le gusta. La primera cena es este jueves y la otra es el martes que sigue. ¿Podría chipita dormir aquí esos días?

-          Claro que sí. Me gusta mucho que te involucres en tu pareja. Claro que sí. Iré a buscarla a la escuela así podrás prepararte tranquilamente después de tu día laboral.

 

Severita se levanta y me abraza. No es muy expresiva, pero cuando abraza lo hace con toda su alma. Me encanta esa manera de ser de ella. Es muy sincera, siempre lo fue. Poco después de va y yo sonrió con la felicidad de saber que voy a tener mi angelito conmigo esos dos días.

           

 

 

 

15.

 

            Me queda una hora antes para ir a buscar las niñas al cole. Los padres de Laura están de acuerdo que se quede también este fin de semana. Vendrán a traérmela al final de la tarde. Tenían que ir no sé dónde. Lo entiendo. Cuando se tiene niños y chicos nunca se para. Y en estos tiempos parece que veinte y cuatro horas no son suficientes para todo lo que se requiere por hacer. He limpiado el polvo del salón. No lo hago muy a menudo, vivo en una calleja donde no pasa mucho tráfico. Lo que significa que no hay mucho polvo que entra en casa. Pero al tener tantos cuadros de fotos hace que a menudo les quito el polvo. O… ¿Necesito ver todas estas personas retratadas que hacen parte de mi familia más cercana y más lejana? Quizás… conozco muchas historias de todos ellos, tristes, risueñas, dramáticas, escalofriantes, desesperantes, normales… todas ellas han constituido lo que eran, lo que hicieron, independientemente de las épocas que vivieron y que los condicionaban. Mis historias son familiares y así escapan un poco a los criterios encorsetados de aquellos tiempos. Cojo un cuadro.

María Marcelina Hurtado Salamanca. La pose rígida, la mirada clara casi traslucida y fijadamente clavada en la nada, las manos cruzadas sobre la falda negra y un discreto crucifijo al cuello. Murió bastan mayor para la época. Setenta y nueve años. Un milagro. Tuvo siete hijos que llegaron a adultos y tuvieron hijos. Soy una descendiente de una de sus hijas. Fue, lo que se dominaría hoy en día, políticamente correcta. Los hijos la adoraban de manera discreta. Todos en esta familia eran recatados y muy… convencionales, aparte mi ancestro. Era mi tatarabuela. No soy muy eficaz con las fechas, pero este era del empiezo del siglo diez y nuevo. Tuvo siete hijos, dos muertos en la niñez a cuenta de esas enfermedades tan habituales en aquellos años. Pero lo que es curioso y, quizás, ahí está que mi ancestro fuera tan poco convencional. María Marcelina quería ser maestra. Lo sé porque tengo su diario. Curiosamente ha sido heredado, sin querer de generación en generación. De hecho, en un baúl que la familia se traspasa continuamente y que abandona en el sótano o la buhardilla. Aquí mi madre lo tenía en un armario de estos pesados, amplios y de madera gruesa que se hereda también. Un día de limpieza general, la que hace que se saca todo de los armarios y cajones, lo encontré. Bastante chico para ser un baúl, más buen como una caja donde se pone las cosas más preciadas. La caja en si no tiene nada de particular. Es valiosa por la edad que tiene y por ser labrada con profesionalidad. Un buen trabajo. Y ahí estaba. Encuadernado en cuero, intacto, las hojas blancas todavía y la tinta negra como si se hubiera escrito en este hace poco. Se veía que nadie lo había abierto. Estuve un mes leyéndolo. Una escritura clara, una oración precisa, concisa y muy atractiva. Me gusto. De hecho, el cuaderno es bastante grueso, como unas quinientas páginas. Las primeras páginas son de su cotidiano. Familia, hijos, marido, pero de manera muy discreta y púdica. Tenía mucho vocabulario. La explicación vino de lo que leía mucho y de manera secreta. Decidió también aprender las cosas que debería instruir a los niños. Creo que fue ella que primero escolarizó a sus hijos. Lo dice de manera velada en su diario. Supongo que no tenía mucha opción y que el secretismo debía ser su pauta. Sus hijos lo entendieron, supongo, ya que por ellos nunca lo supe. Ha sido el secreto mejor guardado de la familia. Me alegro. Nunca fue maestra, claro está, pero lo estudio y lo fue virtualmente, como se diría hoy en día.

            Me tengo que ir. Va a ser la hora de recoger mi chipita.

16.

 

            Quedan varios minutos antes de que salgan los niños y que se arme la de Dios. Los padres solos o acompañados, abuelos también están expectantes y deseosos de recoger a sus hijos o nietos. Lo que me asombra es que algunos de estos progenitores o abuelos llegan con mucho tiempo de adelante, como si el punto álgido de su jornada era ir a buscar sus descendencias. Las conversaciones son leves e intranscendentes, tornando muchas veces alrededor de sus retoños. Es como si sus existencias tuvieran un solo enfoque, sus niños. Me parece bien, en el sentido que es natural y siguiendo el curso esencial de la vida. Las puertas metálica           s se abren y llegan corriendo los niños. Un mismo movimiento unido lleva a los padres y abuelos a aproximarse de esa avalancha parlanchina, ruidosa y alegre. Los abrazos y los besos se acumulan y el atasco de coches empieza. Los padres se aparcan donde sea sin miramientos ni contemplaciones. Es irritante.

 

-          ¡Buela!

 

Chipita llega lentamente con pasos contados, como si fuera una emperatriz. Con los otros cachorros correteando y holgazaneando es sorprendente.  La abrazo y me lo devuelve pulcramente.

 

-          Vamos.

-          Si, buela. ¿Quedan cuantas horas antes la llegada de Laura? 

-          Tres horas. ¿Tienes deberes?

-          Si, un poco. Pero lo he hecho cuando la señorita Manuela ha tenido que irse de la clase, entonces teníamos un tiempo libre y he aprovechado para hacerlos. No eran muchos. Debo solamente leer diez líneas y he terminado. Era mejor adelantarme para estar con Laura que es una invitada y los invitados hay que cuidarlos y atenderlos.

-          Creo que tienes razón y es muy considerado por tu parte.

-          Lo intento, buela.

 

Me impido reírme, es tan seria y pomposa a veces. Pero es tan dulce. Me abraza otra vez con ímpetu. Y hago igual. No vivo muy lejos de la escuela, lo que hace que en poco tiempo llegamos a casa. Cuantito que llegamos, Chipita entra en la cocina y espera que le dé su merienda. Tenemos esto muy concertado. Cómenos sin decir mucho. De vez en cuando Chipita me habla de una o de otro de sus compañeros de clase y siempre con palabras y adjetivos muy precisos y concisos como si hubiera hecho un estudio psicológico de todos ellos. Lo extraño es que veo muy bien como son esos peques. Laura es la única que escapa a su escrutinio. Es muy selectiva. No sé si es bueno o malo, pero es tan ella.

 

-          Buela, voy a terminar mi tarea escolar. Luego preparo todo para la llegada de Laura. Crees que… ¿podemos jugar al parchís, después, antes de ir a la cama?

-          Si, excelente idea. Tú, ve a lo tuyo, yo preparo todo. Cuando llegue Laura, cenaremos, luego jugamos y después podréis ver un poco Netflix, una película, la que queráis, para niños.

 

Chipita se levanta de la mesa y me abraza con todo su amor.

 

-          Buela, ¡eres la mejor!

 

 

 

 

17.

 

            Jugamos al parchís y el alboroto es importante. Desde que sabe contar hasta cien, le gusta este juego y cuantito que puede se pone a contar. Hace igual con la lectura, lee en voz alta y cuando alguien la escucha y la piropea, se hace toda la humilde niñita. Mi chipita es un verdadero diablillo. Estamos en la segunda ronda, la primera la ganó chipita y tuvo el éxito modesto. Esta ganando Laura y Chipita la felicita cada vez que ganas buenos puntos. Es tan dulce. Cuando solo tiro el dado y si el número uno sale, lo que no me hace avanzar muy rápido, toma su mejor cara de decepción y me dice con esa vocecita tan seria.

 

-          No te preocupes, buela, ya tendrá mejores números después.

 

Asiento con la cabeza con una mueca de desilusión y un fuerte y largo suspiro. Cuando acaba por ganar Laura y que se abrazan vitoreando y haciendo una coreografía loca, es tiempo de irse a la cama.

 

-          Bueno, iros a poneros el pijama. Les hago un vasito de cola cao caliente y podéis ver un rato la tele mientras acabáis las bebidas.

 

Las oigo subir corriendo y charlando animadamente de la partida y de otras cosas. Diez minutos más tarde subo dos bandejitas con un tazón y unas galletas María. Es más, un ritual que algo necesario y mi hija no lo aprobaría. Esto de la dietética, lo que es bueno, malo y en el medio posible se vuelve penoso. Antes la mayoría de las gentes se preocupaban de tener algo de comer el día mismo y el siguiente sin proyectarse más allá, ahora estamos preocupados de lo que comemos y si comemos. Otros tiempos, lo entiendo, gajes del progreso, del desarrollo de una sociedad donde la mayoría viven bastante bien. Claro no estamos todos salvados de la miseria y de la hambruna… y quizás nunca lo estaremos… mi padre decía que siempre que se podía se tenía que tener un terreno suyo, porque la tierra siempre da de comer en los peores momentos. Entiendo esa manera de pensar. Por eso siempre he cuidado de esta casa que está en la familia, me pertenece, porque siempre tendré algo con que sacar algo de dinero si un día estoy necesitada. Las niñas están acurrucadas bajo el edredón, mirándose mientras están teniendo una conversación muy seria. Por lo visto tienen que estatuar sobre algunos que otros de sus camaradas u por lo visto no están de acuerdo. Laura es de la opinión de darle a esa niña una segunda oportunidad y Chipita no lo quiere, arguyendo que no es alguien con el cual se puede tener confianza. Laura argumenta que ha ayudado en algunas ocasiones y que ha probado que es digna de confianza. Pero Chipita refuta eso porque ha demostrado ser débil y ha hablado con su archí enemiga cuando había dicho que no lo haría. Me quedo en el pasillo escuchando un minuto más esa discusión. Me rio por lo bajini. Decido de poner un punto y coma a la discusión.

 

-          Ah, muy bien, ya estáis en la ca         ma. Sentaros y tomaros la bebida.

 

Se incorporan y le pongos las bandejitas en sus piernas. Pongo la tele y busco el programa que hemos elegido en Netflix. Las dejo viendo ese programa de dibujos animados y las dejó. Vendré en unos cuarenta y cinco minutos. Después se quedarán dormidas. Las veo ya un poco adormecidas. Cuando subo otra vez, están acurrucadas, tan dulces, tan chiquitillas todavía. Así las veo como las bebes que fueron no hace tanto.

 

 

 

 

18.

 

            Adormilada escucho unas risitas abajo. No sé exactamente dónde. ¿Qué hora es? Vaya las ocho y treinta y nueve minutos. No soy madrugadora. De hecho, no tengo nada que ver con esas abuelas que se levanta a las seis para hacer un desayuno perfecto y encima algo de dulce también. Hago dulces y un desayuno, pero para más tarde. Me pongo un salto de cama y bajo lentamente. Por la mañana no soy muy boyante que digamos. Mientras bajo escucho las risitas y la voz de Chipita hablar continuamente. Contando una historia supongo. Están en el “saloncito de las fotos” como lo ha denominado un día. Me gustó y lo he adoptado. Laura hace pregunta y Chipita le contesta con mucho afán y detalles. Me paro en el umbral y las veo con sus pijamas en forma de mono y un dibujo de hadas en el pecho. Chipita tiene uno rojo y Paula un azul claro.

 

-          … si, pero no era buena. Buela dice que tenía… cosas atenuantes… pero mira esa cara… y esa mirada… tiene la mirada negra como una bruja…  yo sé que era una mala mujer… mismo si se llamaba María de las Luces. Ella brilla negro.

 

Laura deja escapar un bufido de incredulidad y de asombro. Chipita se traslada delante de otro marco de foto.

 

-          Él es muy bueno. Es el abuelo de buela y era muy bueno. No ves sus ojos… son ojos de dar felicidad… era uno del correo…  tú sabes cómo los que ponen cartas en las cajas de cartas… el hacía algo, pero adentro en el sitio donde se hace cosas dentro con las cartas… pero no ves… es un bueno y siempre tenía un caramelo para los niños… buela me lo ha dicho y eso es muy bueno…

 

Sonrió con los detalles que dan. En mayoría son ciertos, pero contados a su manera y mezclando algunos detalles viniendo de otras historias de nuestros antepasados. Me rio despacito. Hora de desayunar.

 

-          Ah, aquí estáis… No os veía en vuestra habitación y pensé que os habías colados con las hadas.

-          Buela, tú sabes que nosotros no nos iríamos con ellas sin primero decirte que nos vamos con ellas.

-          Oh, sí, no he pensado con claridad.

-          Si lo veo.

 

Salgo al pasillo y los niños me siguen cuchicheando. Por lo visto Laura está muy intrigada y no es la primera vez. Chipita sabe cómo tener la atención de un público, aunque restringido.

 

-          ¿Os apetece tortitas?

-          O si, buela…

-          Si, gracias, se…

-          Es buela, Laura.

-          Si, buela, gracias.

 

 

 

 

19.

 

            El teléfono suena mientras las niñas se visten. La madre de Laura. Quinta llamada desde ayer. La anterior fue antes que se acostará. Fueron tres para preguntar todo tipo de cosas a Laura. Pretextos nacidos de su angustia y de su estrés. Mejor que la penúltima vez que Laura estuvo aquí. En dos días escarzos, llamó once veces. Al final decidimos mandar un mensaje todas las horas para calmarla.  Ella es de estas madres superprotectoras, dos pasos por delante para que su retoño no tropezará y, claro, lo hace. Su médico de cabecera que tiene una licencia en psicología le aconsejo de dejar Laura irse de vez en cuando con una amiga de confianza. Esa es Chipita. El segundo paso era que aprovechara esos momentos sin su hijita para hacer cosas personales o nada, pero personal. Fracaso hasta el momento. No consigue relajarse y eso que tiene confianza en mí, en mi hija y en Chipita. Son de estas madres que no consiguen vivir y existir sin su hija. Es como si estuviera al servicio de su descendencia, pero estilo esclavo, entregada hasta lo insoportable. Laura es una niñita equilibrada y a veces creo que sabe cómo manejar la situación como si ella fuera la adulta y no su madre. Es extraño.

 

-          Buela, estamos listas. He dado mi nudo rosa a Laura, el suyo es un poco… no nuevo.

-          ¿Gastado?

-          Sí, eso. Y ella me ha dejado su pinza con su oso maravillo.

-          Perfecto. ¿Nos vamos?

-          Sí. Ya verás Laura te va a gustar el parque. ¿eh, buela?

-          Sí. Tomaremos una merienda allí.

-          ¿Helado?

-          Helado si queréis.

 

Las niñas se ponen a bailotear con alegría y me rio un poco. Acabo de poner mi chaqueta y mi chal y nos vamos. Lo agradable de este lugar es que no está muy lejos y el camino que lleva hasta allí es muy bueno, con senderos con árboles y matorrales. El peligro son los ciclistas que no siempre van como deberían que ir y más de uno ha sido atropellados. Deberían hacer un carril bici, creo que los peatones lo agradecerían y quizás también los ciclistas. Las niñas se han dado la mano y van dando saltitos. De vez en cuando Chipita se para y enseña algo a Laura. Empieza –una pequeña discusión que terminan siguiendo por otros saltitos. Llegamos a una de las entradas del vasto parque. Me esperan delante de la entrada, prosiguiendo otra discusión sobre un dibujo animado por lo que entiendo. Por lo visto dos de sus “enemigas” les gustan este, pero ellas dos no.

 

-          ¿Estáis listas?

-          Siiiii…

-          Pero… ya sabéis, no podéis iros demasiado lejos, tenéis que estar siempre a la vista.

-          Si, buela, la mama de Laura nos ha explicado y mama también. Pero si vamos a los columpios estaremos todos a la vista, ¿sí?

-          Así es. Entonces vamos allí. ¿Me sigues?

 

Chipita y Laura me dan la mano cada una y les sonrió. Son tan dulces. 

 

 

 

 

20.

 

            Hemos vuelto del parque y se lo han pasado bomba. Han estado en todos los cachorros puestos a la disposición de los niños y sus risas y grititos de alegría me daban ganas de reír. Cuando decidí que nos íbamos no rechistaron, por una razón muy simple estaban exhaustas.  El camino de vuelta se hizo lentamente y en silencio. Cogidas de la mano solo podían balancearlas sin emitir ningún sonido. Un cansancio vital y agradable. Dormirán divinamente esta noche. Las he mandado a lavarse las manos y ponerse cómoda con sus pijamas. Se lo que ocurrirá cuando estén relajadas después de la merienda cena que les voy a dar. Se acostarán en el sofá para mirar una serie, Laura tendrá una o dos llamadas y luego se quedarán dormidas. Sé que no cenaran ya que la jornada ha sido cansina. Los niños de hoy en día tienen de todo, la mayoría de ellos, pero el coste es estrés, emociones exacerbadas, sentimientos encontrados y desconcierto ligado a la incertidumbre. Supongo que los adultos que somos nunca hemos querido eso. Hemos apostado por una vida material la más completa y satisfactoria posible. Hemos logrado eso. Pero no hemos contado que eso sería al detrimento de cosas más esenciales y más vitales. Nos hemos convencido que si lo material estada a tope entonces todo estaba bien. De hecho, los que no hemos tenido muchos bienes materiales en nuestra niñez, lo justo, nos hemos involucrado en dar mucho y más a nuestros niños. Eso nos ha dado una certidumbre para que no les falte de nada. Ese alivio a dado paso a una cierta dejadez hacia otros elementos más importante en una relación filial. No es que no les hemos dado amor y cariño, pero era como una tela de fondo. Cuando no hemos pensado que eso era suficiente obvio para no destacarlos con palabras o gestos. Los sentimientos son muy fuertes y nos ponen en vulnerabilidad, lo que nos da ese reparo que hace que nuestros niños estén desamparados e inquietos en el menor de los casos. Las niñas corretean en las escaleras y llegan como balas en la cocina donde les tengo ya puesto la comida y sus bebidas preferidas.

 

-          ¡Buela! Estamos aquí.

-          Ya veo. Venga sentaros, vais a comer y luego podréis ver vuestros dibujos animados.

-          Preferimos ver la película con Mulán.

-          ¿Mulán?

-          Sí. Ella es muy fuerte y tenemos que ver como hace eso para que pongamos hacer algo en la escuela/

-          ¿En la escuela?

-          Sí. Ya te he dicho, buela. Es Marco y Anabelita… son malos, malos como los malos muy mucho malos y tenemos que hacer algo para que sea menos malos. Y Mulán es una guerrera.

-          Ya veo.

 

No muy bien, pero no puede hacer daño que vean un dibujo animado para que pueda hacer algo para rebajar la maldad, sea cual sea esta. Los niños viven en un campo de batalla muchas veces y tiene que poder hacer algo al respeto sin que interfieran los adultos. Sus historias con más complejas que lo que pensamos.

 

-          Si pensáis que puede esa Mulán ayudaros entonces lo tenéis que mirar. Pero si es muy difícil que haya menos maldad tenéis que avisar vuestra maestra.

 

Chipita me mira fijamente, luego asiente con la cabeza, fervorosamente. Empiezan a comer y nos reímos mucho.

 

 

 

 

21.

 

-          Estas pensativa, niña…

 

Severita está aquí desde una media hora y no ha dicho gran cosa. Vamos a buscar Chipita dentro de cuarenta minutos. Ha vuelto de su fin de semana y no es que quiera saber lo que ha pasado en detalles, pero si quiero saber si está bien y si ha estado a la altura de sus expectativas. Severita me mira. Chipita tiene los mismos ojos que ella. Mi hija tiene los ojos azul oscuro, como un cielo de tormenta en verano. Los míos son dorados oscuros, como oro bruñido o coñac ligero. Mi padre los tenías así y yo los tengo igual que él. Mi madre los tenías marrón oscuro, muy brillante y muy pequeños.  Su mirada era aguda y a veces me daba escalofríos. Pero nunca eran miradas severas o malvadas, siempre tenía un toque de afecto en ellos, por muy petardos que hubiéramos sido mis hermanos y yo.

 

-          Si… lo siento…

 

Parece salir de un trance.

 

-          ¿Estás bien?

-          Sí, sí. Solo que… no me lo puedo creer…

-          ¿Lo qué?

-          Lo bien que hemos estado y pasado… La última vez también, pero ahora… ha sido…

-          Felicidad.

-          Sí.

-          Y no pensabas que podrías ser feliz.

-          Sí. No… a lo mejor… Pero…

-          ¿Confianza?

 

Severita me mira fijamente, pero como si no me viera.

 

-          Sí, creo que es eso. Siento que puedo confiar en él. Lo veo actuar con Enia y siento que le puedo tener confianza. Pero…

-          No estas totalmente segura.

-          No. Bueno estoy en el camino, pero no del todo todavía. Javier es tan maravilloso, puedo ser yo misma con él, hablar de todo tipo de cosas, nos gusta mogollón de otras cosas y … cuando me mira es como si viera algo muy valioso, muy preciado, me siento querida y considerada y… tengo miedo de creer que es real, que puedo vivirlo y pensar en un futuro con él y con Enia desde luego.

-          ¿Es por Enia?

-          No. Sé que Enia le gusta él y sé que puedo pensar en una vida con él independientemente de ella.

 

Le tomo la mano con cariño.

 

-          Mi niña, sabes que nada es seguro y que la certidumbre es una ilusión, pero hasta ahora has vivido momentos excepcionales con él, entonces, inténtalo. Ya verás lo que ocurre. Creo que no está mal que tengas dudas… Eso te hará más sabia…

-          Ya. No creo que lo sea ni que lo haya sido jamás…

-          Equivocarse teniendo sentimientos no es equivocarse es arriesgarse a encontrar algo valioso.

-          Si… supongo…

 

La miro con cariño.

 

-          Nos vamos ya, ¿no?

-          Sí.

 

 

 

 

22.

 

            Chipita está delante de una foto. No es cualquier foto, es la de mi padre. Fue tomada cuando tenía veinte años. Lo reconozco muy poco. Los recuerdos que tengo de él son muy distintos, pasado por la vista de una niña con todo lo que requiere de amor y de devoción al ser que más se quiere. Mi adolescencia está llena de momentos maravillosos donde sabia cuando ayudarme y cuando decirme lo justo para que espabile. Era secreto y muy abierto y siempre me sorprendía. Cuando pensaba que sabía cómo era él, me demostraba que de hecho no lo conocía tanto. Es posible que sea igual para todos nosotros. A veces ni nos conocemos nosotros mismos y eso que estamos viviendo todo el rato con nosotros mismos. Valga la redundancia.

 

-          Es mi… ¿tataratatabuelo?

-          No. Es tu bisabuelo. Era mi padre.

-          ¿Tu padre?

-          Sí.

-          Me gusta. Pero… un bisabuelo… es como dos veces abuelo… entonces, ¿Por qué no se parece a un abuelo?

-          ¿A qué se parece un abuelo?

 

Chipita mira fijamente la foto y frunce sus labios en una mueca reflexiva. Lanza un “mm” y me mira.

 

-          No se parece a un abuelo… porque los abuelos son viejos.

 

Me rio un poco. Evidentemente. Los abuelos somos viejos.

 

-          Es una foto cuando era joven. Veinte años.

-          Es guapo.

-          Lo era.

-          Y tiene una buena cara y buenos ojos. Tiene sonrisas adentro.

-          Sí.  Era un hombre bueno, muy dedicado a la familia y muy cariñoso. Su risa daba ganas de reír.

 

Coge el marco y lo mira más de cerca.

 

-          Vamos a reír mucho, buela.

-          Sí. Mucho.

 

No resisto y la tomo en mis brazos para besarla y abrazarla con ímpetu. Se remueve un poco.

 

-          Buela… he dicho reír, no dar besos.

 

La deposito al suelo y se aleja como una reina ofendida. Me encanta tanto.

 

 

 

 

23.

 

            Estoy en la casita que ha comprado mi hija.  Le he ayudado para la hipoteca y con su salario puede vivir con más o menos soltura. El punto es que su ex y padre de Chipita no tenga nada que ver con esta inversión. Para mí es importante que mi hija y, por consecuencia mi nieta, pueda llevar su vida como quiera y considere. Nunca es bueno que los cotidianos de cada cual tengan el mínimo en común. Chipita es suficiente en este caso. Y siempre estaré en lo que cabe para que todo vaya bien para mi niña y mi Chipita.

 

-          ¿Mama?

-          ¿Sí?

 

Estoy en la cocina cocinando un almuerzo. Severita está en su dormitorio y está que trina.

 

-          ¿No sabes dónde está mi chaquetón de primavera?

 

Cuando esta así, sus preguntas y demandas son siempre absurdas. La escucho bajar. Chipita está con unos deberes por lo visto. Lápices de colores, dos páginas para colorear y también algunas cosas de cálculo y de escritura. Los adelantos de esta sociedad occidental van mucho más rápidos que lo que pienso. Se les piden ya tanto a tan pequeña edad. Supongo que los de la instrucción saben lo que hacen. De lo contrario… la vida se encarga de que estemos al tanto de aprender o no cosas. Severita entra en la cocina como un vendaval.

 

-          No sé dónde lo he puesto…

-          ¿Has mirado en el trastero?

-          No pongo ropas allí, por la humedad y todo eso. No… ¡Ah! ¡Ya se!

 

Sale de igual manera que ha entrado y Chipita alza sus delgados hombros.

 

-          Mama está contenta…

-          Si…

 

Oigo a mi hija ir aquí y allí y soltar un gruñido de alivio. Sube las escaleras. Creo que tendrá la maleta hecha para cuando acabe de cocinar.

 

-          Buela…

-          ¿Sí?

-          Es triste que no puedes venir con nosotros.

 

Pongo la olla en la mesa ya puesta y me siento al lado de Chipita. Dejo vagar mis ojos sobre su tarea. Están lejos mis años de escuelas.

 

-          Vas a estar muy bien con mama y Javier.

 

Se lo piensa y asiente con la cabeza.

 

-          Sí. Javier es bueno.

 

Sigue coloreando. Unos pasos nerviosos bajan las escaleras. Severita esta lista para almorzar y para relajarse algo. Severita sabe cómo nadie ponerse de los nervios.

 

 

 

 

24.

 

-          No les eche agua a las plantas antes una semana. Si puedes abrir las ventanas un poco todos los días para airear la casa. ¡Ah! Tiene que venir un paquete por correo. Por las estimaciones que me han dado la empresa, debería llegar dentro de tres días…

 

Desconecto. Me ha puesto una lista en el frigo, así que no hay necesidad de escuchar lo que es la retahíla de su angustia. Menos mal que son doce días de vacaciones para relajarse, conocerse mejor y estar en familia, incluso si es una recompuesta o como lo llamen ahora.

 

-          … y te llamare de vez en cuando para que te hable Chipita.

 

Me rio un poco. Es la excusa más pésima que me puede dar para asegurarse que todo está como ella quiere que esté. Chipita coge el teléfono de su madre y me llama cuando quiere. Pero, bueno, voy a dejarle que haga su show paranoico como siempre. Con un poco de suerte, Javier sabrá distraerla de esas angustias que tiene continuamente. Severita es la persona más inquieta que conozco. Siempre lo fue. Se preocupaba de cosas que para muchos eran intranscendentes y poca cosa, pero no para ella. Nunca devalúe o menosprecie lo que sentía con esto y eso le baja la angustia. Poco a poco se daba cuenta que no era importante tal o tal cosa y ya dejaba de interesarse por estas. Pero siempre había otra cosa y empezaba el mismo patrón. Con la llegada de Chipita se calmó bastante, en contra de todo pronóstico. Era como si de pronto la toma de responsabilidades, lo de ocuparse de su hija, de tomar decisiones, de cuidar y protegerla, todo lo que hace una madre y que a veces da miedo, le daba esa seguridad que tanto siempre le faltó. Me alegré mucho, aunque no dije nada. Fue un gran alivio. Luego el divorcio con el indeseable de su ex fue como un rebote de esas inseguridades. Se fue apaciguando mientras progresaba en su vida. Luego apareció Javier que es una magnifica persona, un padre de sustitución por el momento, pero que podría ser el verdadero padre de Chipita. No sería difícil, puesto que el legítimo es un fantasma imbécil y repugnante. Dicen que es un hombre. Tengo otro concepto de la hombría y de lo que es un hombre de verdad. El no cumple con esos requisitos.

 

-          Bueno… eso es todo. Nos vamos ya. Javier nos espera en su piso y nos vamos directamente. Tiene los números de…

-          Lo tengo todo en el teléfono y en una carpeta. Soy más de carpeta.

-          Si… bueno…

 

Chipita me pone sus bracitos alrededor de la cintura y la abrazo, luego la beso y me devuelve el beso. Mi hija me abraza. Tiene miedo y esperanza. Una mezcla detonante. Pero toda ira bien. En mi abrazo le doy esa convicción mía, sin palabras, solo con mi gesto. Salen de la casa, saludo desde el portal el coche que maniobra con lentitud y precaución. Entro en la casa y hago un turno de inspección, luego cierro todo y vuelta a mi casita.

 

25.

 

            Estoy buscando un taburete para poder subir y quitar las cortinas para lavarlas. Antes le doy un repasito a las ventanas que no lo necesita porque Severita ya las limpio, pero nunca está de más. Mientras que estén afuera es un buen momento para hacer esas limpiezas excepcionales que se hace una o dos veces por años habitualmente, si una o uno no es del algodón. Severita es muy pulcra en lo que concierne la limpieza. Es una de sus maneras de quitarse del medio el estrés y la angustia. Funciona bien. Es lo bueno que tiene la limpieza. Es frustrante porque nunca se acaba de tener las cosas completamente limpias, de hecho, cuantito que se termina de limpiar algo ya está ensuciándose o empolvorándose. Pero cuando se está haciendo desaparecer el polvo y la suciedad, el sentimiento de satisfacción que se tiene, esa sensación de que todo está perfecto y limpio, puro de una cierta manera, es algo maravilloso. Es como el placer que se tiene inmediatamente después comerse algo o dulce o salado o picante que se aprecia particularmente. ¡Ah! Aquí esta. Severita y el orden son como los dedos de una mano, imprescindibles. Empecemos. 

            He terminado. Estoy contenta. Los visillos y las cortinas están perfectos. Claro que cuando ponga persianas, el lavar estos ya no será necesario y me gusta esa idea también. Bueno… y a dar una vuelta, ver cómo están las plantas y después me voy para tomar algo en un nuevo restaurante que he encontrado en uno de estos paseos que hago tomando nuevas calles y caminos. Una manera de conocer un poco mi entorno. Se tiende a hacer siempre los mismos recorridos sin sorpresa, ver las mismas cosas, para no despistarnos o porque la zona de confort, como dicen ahora, nos impulsa a no tomar senderos desconocidos y aventureros. O gajes de la edad, también. No me hago ilusión que la edad no pasa en vano con nadie. O también la falta de curiosidad, la fuerza de las costumbres, la escasez de tiempo y todo de la misma índole. Cierro la puerta de la casa de mi hija. Mañana o pasado mañana vendré para limpiar las ventanas por fuera. 

 

 

 

 

 

26.

 

 

            Finalmente han pasado cuatro días y aquí estoy. Severita me ha mandado cinco mensajes por wasap, dos llamadas y una de Chipita para decirme que su madre estaba complicada. Esa palabra le gusta mucho y cuando no sabe muy bien explicar algo lo dice con ese aire compenetrado y serio que pone. “Es complicado”. Y yo me tengo que aguantar las risas para que no se sienta humillada. Pero sí la tomo en brazos y la estrecho con todo mi amor y mi cariño. Es tan dulce. Y… Severita está que trina. No sé muy bien cuál es su preocupación ni su temor. Javier es un tipo bueno y responsable, consciente de lo que pasa y de Chipita y sobre todo de Severita. Cuando le hice el tercer grado y lo acepto vi en su mirada lo enamorado y lo atento que estaba de ella, de su vida. Creo que Severita tiene miedo de involucrarse más y la puedo entender, es su vida y la de Chapita y no es para menos, pero cuando se piensa demasiado no se actúa, decía mi padre. Está actuando, pero con tantos salvavidas que así nunca podrá nadar. Que las aguas sean turbias, huracanadas, movedizas, peligrosas o llena de templanza, da igual, lo principal lanzarse y nadar lo mejor que se pueda. Y Severita sabe nadar, pero el sufrimiento, los momentos duros, despiadados y lleno de despojo de lo que es y lo que hacía, la han puesto en esta tesitura. Necesita recobrar confianza en sí misma, su valía y el provenir siempre incierto, pero que merece la pena de emprenderlo con todo lo que se pueda. Mi niña es tan inquieta y a la vez tan fuerte, tan vulnerable y a la vez tan patente. Tengo fe y confianza en ella, lo logrará y Chipita será un firme apoyo, lo sé.

            Limpiar ventanas es todo lo que odio. Por mucho que sea una apertura hacia una vista interior o exterior, sigue sin gustarme. Luego el producto que tomo, el mejor para que más ventanas estén totalmente limpias y relucientes es el amoniaco. Solo el olor me da pavor, pero es el mejor. Bueno dicen que no, pero yo siempre he comprobado que era el mejor producto. Y el papel de periódico es el mejor para que se quede el vidrio pulcro y transparente, sin huellas. Empiezo y al momento me ensimismo. Es una buena manera de concentrarse y dejar vagar la mente sin obsesionarse con ideas fijas. Me paso una hora larga para acabar con todas las ventanas. Tengo que decir que esta casa es muy luminosa y eso se lo debe en los ventanales. Cuando me dejo caer en el sillón, me siento exhausta. Miro a mi alrededor. Este salón es una ricura. Desde luego, Severita tiene mucho gusto. Todo es simple, perfecto y lleno de clase. La conozco, ha tenido que medir cada espacio para saber lo que poner o no allí. Tiene esa medida que no tengo. Siempre me extralimito, quizás porque quiero poner o hacer mucho. Me preparo un café con ese café que viene de no sé dónde. Deliciosos y sabroso. Luego me iré para mi casita. Por mucho que me guste ir afuera para ver otras cosas, como mi casita, ningún otro lado.

 

 

 

 

 

27.

 

            Dentro de tres días vuelven mi Chipita y mi niñita. Javier también, pero no lo conozco aun suficientemente para ya considerarlo como mi hijo. Va por buen camino. Las llamadas de mi niña han bajado mucho y solo me ha llamado cada dos días. Me ha aliviado que sea así. Por fin se ha relajado o eso pienso. He limpiado su casa completamente. No me ha llevado mucho tiempo, ya que la limpio antes de irse y como nadie vive allí en estos días… También he limpiado mi casa. Curiosamente me he sentido obligada de hacer igual en mi casa. Mi vecina me ha visitado tres días seguido para hablarme de su hija y nieto. Está muy preocupada y no para de pensar en ellos. Le he aconsejado de hablar con su hija y de decirle cuanto está preocupada, pero por lo visto su hija no es una persona con quien puede hablar de estas cosas, entonces viene a hablar conmigo. No estoy segura de ser la más adecuada, pero creo que necesita hablar con alguien de sus cosas y de que alguien pueda entenderla. En esto último, puedo, pero no puedo ir más allá. Tendrá que hacer algo al respeto, pero me parece que es de siempre lamentarse y nunca actuar para no seguir estándolo. El teléfono suena. Chipita.

 

-          ¿Buela?

-          ¿Si, mi amor?

-          Hemos ido a un sitio con muchos cacharros como en una feria y ¡era genial!

-          Me alegro tanto, mi amor.

-          Y mama ha ido en uno y ha gritado mucho, mucho.

 

Se ríe y la entiendo. Su madre nunca ha aguantar los cacharros y supongo que era uno de estos que dan volteretas en el aire y que si no te relaja te pone fatal.

 

-          Y su cara estaba rara, buela, pero luego Javier la ha calmado y le ha dado muchos besitos y luego mama me ha dada muchos besitos y le ha calmado como hace mamá cuando tengo miedo la noche.

-          Si, ya veo. ¿Te lo estás pasando bien, mi amor?

-          Si, buela. Javier es muy bueno con mama y yo y dice cosas bonitas.

-          ¿Cosas bonitas?

-          Sí. Cuando no entiendo cosas, me explica o me muestra y siempre me dice que está bien, que lo entiendo bien, que soy muy buena para entender. Cosas bonitas.

-          Oh, ya veo. Me alegro mucho de que sea así.

-          Te dejo, buela, vamos a comer un helado. Son muy buenos. He dicho a mamá que tenía que llevarte une, pero mama ha dicho que no llegaría enteros hasta tu casa.

-          Tiene razón, creo.

-          Pero Javier ha dicho que podíamos llevarte algo que no se dé…

-          … derrita…

-          Sí, es lo que ha dicho… entonces vamos a encontrar algo, buela.

-          Eso sería maravilloso, estoy muy contenta.

-          Buela… te dejo, mama ha gritado.

-          Muchos…

 

Ha colgado y acabo la frase. Cuando mi hija grita es que no quiere que se enfríe la comida o que se demore para irse. Algo por el estilo. Mi Chipita, tan dulce y tan redicha. Me encanta. Me rio yendo hacia la cocina, hoy me doy un lote de tortilla al bacalao, una delicia.

 

 

 

 

 

 

 

28.

 

            Chipita está pegada a mi cintura con fuerza y la abrazo igualmente. De vez en cuando le doy un beso en esa maraña de pelos semi secos después del baño que tomó antes de venir aquí y que rizan caóticamente alrededor de su carita de angelillo demonio.

 

-          Buela…

-          Si…

-          Estoy contenta de estar contigo…

-          Yo también, mi amor… tanto…

 

En realidad, ha sido dos semanas, pero Chipita ha sentido esto como si fuera años y eso es extraño. ¿Algo inseguro? ¿Ha sentido cosas que no le ha dada serenidad y sentirse bien? Por lo tanto, viendo la cara de Severita y de Javier, creo que han hecho buenas migas y que ahora son una pareja oficial. Pero Chipita no lo siente así. O, ¿es que los niños tienen otra manera de ver las cosas? Quizás… ¿piensa que ya que su madre tiene pareja, no será atendida y sobre todo querida por ese nuevo “papa” que tiene de hecho? ¿Quizás, tiene miedo de no ser tan importante, vital en la vida de su madre? ¿Qué no estará en primera línea de la vida de su madre porque Javier lo estará?

 

-          ¿Estás bien?

-          Sí. Ahora, si, buela.

-          ¿Quieres decirme algo?

-          Quiero tortitas…

-          Las tengo que hacer. ¿Me vas a ayudar?

-          ¡Buela! Claro.

 

Se desprende un poco de mí, con el ceño fruncido y una mueca de desagrado en su boquita con algunos dientes mellados. Entierra su cabecita en mi barriga de nuevo y suspira, sus bracitos cerniendo más mi cintura algo espesa.  Se desprende de mí.

 

-          Buela…

-          Si…

-          Tengo hambre.

-          Entonces vamos.

 

Va dando saltitos hacia la cocina y sonrió con felicidad. Es tan dulce.

 

 

 

29.

 

            Chipita come con apetito las tortitas. Adora estas y las devora. Me encanta verla engullirlas y siempre hago bastante. Es un placer compartido. Como una con lentitud, porque me interesa más verla disfrutar. Acaba su tortita y me mira.

 

-          Buela…

-          Si…

-          Javier es mi nuevo papa.

-          Sí.

-          ¿No puedo querer a mi papa si quiero a mi nuevo papa?

 

Chipita me mira fijamente y veo que es algo importante para ella. La lealtad de los niños es increíble a veces.

 

-          Puedes querer a tu papa y también a Javier.

-          ¿Por qué?

-          Porque tu papa siempre será tu papa, porque te ha dado la vida y Javier es el nuevo papa con quién tu mama y tu vais a vivir, entonces es lógico que los quieras los dos.

 

Chipita piensa en lo que le he dicho. Me mira fijamente con una mueca.

 

-          Puedo querer a papa y a nuevo papa.

-          Sí. Totalmente.

 

Chipita asiente con la cabeza y coge otra tortita. La termina en pocos bocados y como si su pregunta y mi respuesta le había dada confianza y seguridad, empieza a explicarme todo lo que ha hecho con Javier y su mama. No cuento las veces que nombra a Javier y asumo que es alguien que va a contar en la vida de Chipita. Siento detrás de sus palabras inciertas explicándome lo que han hecho que le tiene mucho aprecio y que cuenta con lo que dice y con sus consejos. Me dio buena espina cuando lo vi, la mirada de Severita, sus dudas y al mismo tiempo sus anhelos que sea una persona importante y fija en su vida y ahora las palabras de Chipita y todo lo que deja entrever detrás de sus palabras. Creo que esto va viento en popa, aunque en el universo de las emociones y de los sentimientos la incertidumbre es rey y lo imprevisible emperador. Chipita bebe hasta la última gota de su Cola cao y sonrió ampliamente viendo su bigote de chocolate. Coge su servilleta y se limpia la boca con mucha seriedad. A veces dudo quien es el adulto en esta casa.

 

 

 

 

 

30.

 

-          ¿Quién es?

 

La foto es de mi tío abuelo político Celestino.

 

-          Mi tío abuelo Celestino Sánchez Prieto.

-          Es bueno.

-          ¿Sí?

-          Sí. Tiene ojos de risa.

-          ¿Ojos de risa?

 

Coge el cuadro y me lo enseña, su dedito apuntando la cara de Celestino.

 

-          ¡Aquí! 

 

Me señala las comisuras de los ojos que están algo arrugadas. Tenía problemas de miopía y quiso hacerse la foto sin sus gafas con lentes de culo de botella de vino. Un atisbo de coquetería. Celestino… Todo un personaje. Celestino le gustaba ser celestina porque creía en el amor. Un romántico, salvo que en esos tiempos los casamientos tenían muy poco que ver con el amor, pero con alianza o cosas de la misma índole. No lo hizo del todo mal y algunas parejas fueron felices en lo que se me han contado. Pero una vez… Un amigo de un amigo, digamos familiar de la familia se enamoró de una de sus numerosas sobrinas de segundo grado. Ella ere muy guapa, tengo una foto en un grupo y aunque no es muy claro, se puedo vislumbrar que era muy guapa. Eso y lo que me han contado. Ella tenía diez y ocho años y el veinte y cuatro. Era apuesto, venia de una familia acomodada sin llegar a ser de alta alcuña. De pequeña burguesía. Hacían una pareja increíble. Vi la foto de la boda. Una pareja de modelos. Todo parecía ir muy bien. Al año se quedó embarazada y todo era idílico desde fuera. Pero Celestino supo de buena mano que él era un maltratador. No solo en palabras por lo visto, pero también en palizas. Se guardaba de hacerlo en la cara o en sitios visibles. Pero el daño era hecho. Celestino se sentía mal. Pidió a una mujer bastante grande y fuertota de entrar al servicio de su sobrina. El gasto lo asumió él. Su sobrina bastante alicaída acepto y por lo visto el monstruo de su marido también. No sé qué pretexto se usó, pero fue efectivo. La mujer se ocupaba también del bebe y gracias a lo que ella le decía de la situación, el marido tuvo que conformarse con la situación, lo que disminuyo drásticamente el maltrato. A veces hay que creer en los ángeles guardianes, porque tuvo un accidente en pleno Madrid con un coche de caballos que se descarrilo. En esos tiempos pasaba regularmente ese tipo de accidente en las grandes ciudades. No ha cambiado mucho las cosas desde esos tiempos. Después de un duelo que le sirvió a recomponerse de lo que llaman ahora una depresión posparto, ella recobró su vida, educó su hija y a los siete años de la muerte de su marido encontró a un buen hombre que la hizo feliz después de sesenta años de matrimonio. Eran los dos de genes longevos por lo visto; Ella murió a los noventa y tres años. Un año canónico para la época. Celestino no fue de celestina con este nuevo marido, pero se alegró muchísimos. Celestino…

 

-          Buela…

-          ¿Sí?

-          Me gusta Celestino.

-          A mí también

-          ¿Hay tortitas?

-          Sí.

 

Se va dando saltitos hasta la cocina. Es una historia familiar que me gusta recordar. Se la contaré un día a Chipita cuando tenga edad de escucharla.

 

 

 

 

31.

 

            El café de Severita tiene que estar más que mareado. No sé cuántas vueltas de cucharas le ha dado a este último y lo más gracioso no pone azúcar en él. Eso significa solamente que está preocupada. No me asombra, Severita siempre está preocupada y eso incluso ya en mi vientre, probablemente.

 

-          El café se está poniendo enfermo.

-          ¿Cómo?

 

Le señalo la tasa. La mira y quita la cucharilla y la pone en el platito. Ella no lo pondría en la mesa, eso no le parece higiénico. Mi hija es de las que hace feng-shui, come bio, hace dietas tibetanas o de por allí y piensa que las energías del universo son de tener en cuenta en su cotidiano para que el punto de equilibrio terrenal pueda estar en adecuación con cada elemento vital. Me lo sé de memoria, Severita nunca duda en repetir lo que le parece esencial.

 

-          Es casi… perfecto…

-          ¿Quién?

-          Javier…

-          ¿Ese es el problema?

-          Sí. No. No sé.

-          ¿Por qué?

-          Por qué… no lo sé…

-          Si lo sabes, mi niña. El problema es de dar tu confianza. ¿No me dices siempre que lo importante es el punto de equilibrio en todo, para que las cosas puedan funcionar, ser y seguir adelante?

-          Si…

-          Pero…

-          No… es que me cuesta… tengo tantas ganas de creer, de pensar que él va a ser mi compañero de vida, un padre para Enia y una existencia digna y con futuro.

-          Y, ¿Por qué no podrías creerlo?

-          Por qué…

 

Mira su tasa media vacía con el café frio seguramente.

 

-          Podría intentarlo…

-          Ya lo estas hacienda, mi niña…  un poquito más de confianza en ti y tendrás confianza en tu vida. Chipita lo quiere ya…

-          ¿Te lo ha dicho?

-          Me ha preguntado si podía amar su nuevo papa, aunque ama ya su papa.

-          Si… lo he visto…

 

Se levanta, tira el café en el fregadero y se pone otra capsula de estos nuevos cafés y se sienta otra vez frente a mí. Me sonríe levemente.

 

-          Entonces ya tienes un nuevo yerno.

-          Eso parece.

 

Tomamos nuestra merienda, luego irá a buscar Chipita a la escuela y seguirá con su vida. No creo haberla convencido, en el universo de los sentimientos y de las dudas, solo uno está a mando.

 

 

 

 

 

32.

 

            Chipita se va en una excursión que su maestra, Srta. Lucia, una muchacha excelente que tiene un verdadero don con los niños y que ama su oficio como deberían hacerlo todos los maestros y profesores ha preparado. Ella es el ejemplo de Chipita y me ha hablado y mentado tanto esta que es como si la conociera de verdad.  Me he topado unas pocas veces con ellas, algunas palabras intercambiadas, algunas evaluaciones dando al tuntún, estilo: “Enia es muy atenta, responde muy bien cuando se le interroga, es muy disciplinada, es buena compañera, participa mucho en las tareas escolares… “y otras cosas de la misma índole. A cada vez que me he encontrado con estas últimas, Chipita tenía esa mirada de adoración e imbuida en lo que su maestra decía que ninguna duda me ha quedado que es una persona importante para chipita. Lo entiendo; En nuestra vida tenemos algunas personas que son referentes, de las que aprendemos y de cuales recordamos muchas cosas que luego tomamos como hilo conductor y como ejemplo. Personas que se vuelven míticas y eternas, el recordatorio que un día hemos necesitado un guía, un maestro, alguien que nos ha dado algo valioso que en momentos peculiares e importantes han sido valiosos, incluso salvavidas. He tenido algunos de estos y Chipita ya tiene una con esta maestra. Me gustaría ser una de estas guías, pero con que me ame y que esté presente en su vida me basta. Lo otro es una punzada de arrogancia y de creer que una es indispensable, cuando realmente una debería ser necesaria sin más en momentos precisos.

 

-          Buela… ¿Tengo que coger conmigo Buzo?

 

La miro, echada en el sofá de esa manera relajada y desordenada que toma a veces cuando está pensando en cosas relevantes para ella.  Buzo es un peluche en forma de oca que le gusta mucho y que posee desde que nació. Hemos tenido tantas desavenencias con este último… no cuento las veces que hemos tenido que correr para buscar el sitio donde Chipita había dejado caer el peluche. Chipita formaba la de Dios y nos desvanecíamos los sesos para recorrer el camino andado para encontrar este. Menos mal siempre lo conseguíamos, no quiero pensar la tragedia que hubiera sido si no lo hubiéramos encontrado. Para ella es un fiel compañero, un confidente seguramente también y, claro, un consuelo y un alivio, algo al que aferrarse cuando todo se volvía incierto, angustioso, terrorífico o incierto. Un apoyo esencial y determinante para ella. La pregunta parece casual, pero no lo es para ella, es primordial. Y entiendo su dilema. Si lo lleva, los otros niños pueden pensar que es un bebé, todavía y mofarse de ella, lo que haría de su cotidiano un infierno. Los niños pueden vivir las cosas como si estuviesen en un campo de batallas. Y si no se lo lleva cuando estará fuera de su casa, al amparo, cuidado y protección de su familia, será un infierno de semana pudiendo estar sumergida en la angustia, el miedo y el caos emocional.

 

-          Si te lo llevas, puede dejarlo en tu maletita y cuando siente que necesitas que este con él, entonces lo puedes coger contigo. Por ejemplo, cuando duermas...

 

Chipita se endereza y me mira fijamente. Luego se recuesta y cruza sus manos sobre su vientre.

 

-          Buela… tienes razón. Buzo tiene que conocer cosas nuevas.

 

Asiento con la cabeza, solemne u muy seria, pero por dentro me rio un poco.

 

-          Buela…

-          ¿Sí?

-          ¿Hay tortitas?

-          ¡Claro! Siempre cuando vienes a casa.

 

Da un brinco y se adelanta hacia la cocina. Es tan dulce.

 

 

 

 

33.

 

            Miro la foto de mi tía Veritas, que conocí hasta mis nueve años, luego pereció a los 44 años de un ataque al corazón. Por lo visto algo andaba mal. La quería mucho, era fascinante, una voz dulce, una sonrisa de angel y unas manos tan cariñosas. Me contaba historias y me quedaba embobada. Mimaba los gestos de sus protagonistas y cambiaba de voz. Lo que más me hacía reír es cuando tomaba acentos diferentes. Con ella, todo parecía simple, agradable, un mundo de amor y ternura, un universo donde todo fluía con harmonía. Me gustaba estar con ella. Cuantito podía ir con ella dejaba cualquier otro compromiso o tarea para estar con ella. Era casi mejor que mi madre, aunque no la consideraba mi madre, sabía que no lo era. Era diferente y esa diferencia lo hacía todo. Tenía mucho empaque, no es que fuera muy guapa, del montón, como solían decir antes, Pero sus ojos relucían a menudo con una alegría que desataba la de los demás. Un carisma que hacía que todos se sentían atraído por ella. Tuvo dos hijos, mis primos y hubiera querido tener más, pero su salud parecía ser bastante mala. No tengo un recuerdo preciso de ella. Pero lo que si me acuerdo vívidamente es la calidez de su sonrisa. Era como estar bañada por una luz maravillosa. No era muy alta, un poco rolliza, me apretujaba contra ella, me abrazaba y olía tan bien… una pradera de flores multicolores y con un toque azucarado que no empalagaba. Miro la foto que tengo de ella. El día de su boda. Normalmente las personas siempre tienen posas muy hieráticas, compuestas, algo pomposas a veces, pero ella tiene esa sonrisa leve en la boca y en las comisuras de los ojos. Creo que tenía que tener una actitud severa, digna, todo lo que no era. La compostura no era lo suyo. Era digna, pero no siendo políticamente correcta, por corazón, por su manera empática y benevolente de ver y tratar a los demás. Su entierro fue increíble. No pude ir, mi madre que estaba destrozada, como la mayoría de su familia, familiares, allegados y amigos, no quería que asistiera a tanto dolor. Llore tanto… estaba desconsolada, aunque no entendía realmente lo que pasaba, pero comprendí que nunca volvería a verla. Eso me decía todo y no me decía nada. Salvo que el dolor agudo que sentía en mi cuerpo era lo que entendía. El tiempo pasó, pasa y pasara y el dolor no se ira, porque esa pena nunca podría consolarse, ya que mi tía está muerta. No lo entendí tan bien en ese momento, ahora sí, al amparo de una vida pasada o casi. Miro esa cara en forma de corazón y esos ojos. No se ve tan bien, las fotos color sepia no dan todos los matices de una cara. Acaricio el cristal y la cara. Sonrió con nostalgia y alegría. Deposito en cuadro en la estantería. Está al lado del de mi padre. Nunca se acaba de querer a alguien, que se muera o desaparezca de nuestra existencia y vida.

 

 

 

 

34.

 

            Hoy es el día de la muerte de mi padre. Siempre festeamos los cumpleaños el día que nacemos, lo que es lógicos. Y también el día de la muerte de la persona. Pero… ¿no deberíamos festejar todos los días de estar vivo? ¿Cada día no es un día nuevo de existencia?  Pero lo enfocamos y lo confinamos en dos días, uno que festejamos por estar vivo y el otro son los demás que lo harán. O, no. He puesto su retrato en la mesa del salón, en el centro y le pongo una vela. No sé si habrá o no algo después de la muerte y, la verdad sea dicha, poco me importa, estoy demasiada ocupada en vivir y vivir necesita tiempo y no tengo tiempo que perder. No rezo. Mi padre no creía en Dios y en la religión. No era contrario a esos dogmas ni en los santos, pero no era devoto y no creía en la existencia de estos. Fue respetuoso de todos los rituales cristianos e hizo su parte. Pero la creencia es como los sentimientos, no están sumisos a la razón. Tampoco decía en voz alta que no creía en la religión. En tiempo de dictadura, los delatores son reyes y el peligro muy real. Pero lo sabía. Cuando empezaban las épocas de Semana Santa, Navidades y las otras fiestas cristianas, la cara de mi padre era todo un poema y a veces mascullaba entre los labios: “Como nos gusta ser esclavos de las autoridades.”  En si no eran palabras ignominiosas o insultantes, pero con el paso de los anos, fui entendiendo que mi padre no abogaba, apreciaba o creía en los dogmas. Debo decir que esa convicción peso algo en mi propia creencia. Somos también depositarios y sumisos a lo que nos enseñen, que sean enseñanzas necesarias o no. Eso es a cada cual de medir lo que quiere creer y saber. Mi padre nunca dijo nada contra mi madre que era muy devota, limite extremista. Siempre mentaba a Dios o a la Virgen María, se persignaba a cada momento y no pensaba que se podía vivir sin que estos dos estén presentes continuamente. Mi padre que tenía mucho humor y era sarcástico a veces, evitaba hacer un comentario que mi madre no entendería de todos modos. Yo sí. Me pasaba mucho tiempo recordando sus frases para poder entenderlas más tarde. Entendía confusamente que las palabras y el tono que cogía tenía más enfoque que lo que decía. Miro el cuadro, la vela y… Aunque siempre le hablo en mi mente, porque nunca ha sido ausente de mi cotidiano, en un día de conmemoración como este, le dedico algunas palabras más adecuadas.  Miro la cara astuta y sonriente de mi padre y sonrió. Estaba tan joven en esta foto.

 

-          Papa… ya sabes, te hablo siempre… pero un día como esté moriste y… siempre te echo de menos… y cuando moriste… se me fue una parte de mi contigo, pero… te hice esa promesa, cuando estuve en el tanatorio que viviría y seguiría haciendo todo para que mi vida sea completa y llena de todo lo que quisiese que sea. Me he esforzado y realmente creo que cumplo todos los días con mi promesa. Hoy reitero lo que te prometí con más ahínco y sobre todo espero que estés bien donde estés… te amo, papa, te amo…

 

Llevo mis manos juntas a mi pecho, hago un saludo con el torso ligeramente doblado, luego a mi frente y por fin a mi corazón, cierro los ojos y sonrió. Papa…

 

35.

 

-          Buela… no sabes cómo era allí…

 

Levanta los ojos al techo mientras suspira profundamente.

 

-          Laura tenía miedo, pero yo no. Porque era muy bonito, había árboles y flores, luego la Señorita Alba ha ido con nosotros en un gran parque… y hemos jugado mucho y luego también había cosas como en clase y me ha gustado mucho y…

 

Chipita lleva diez minutos contándome como fue ese viaje escolar y todo lo que hizo y vio y disfruto. Las tortitas se están enfriando, pero esta tan entusiasmada narrando esos días allí que le hare nuevas y calentitas. Pero a estas alturas de su relato que estén frías o calientes no le preocupa lo más mínimo. Baja los ojos a su plato y empieza a engullirla con apetito. Me da un poco de grima viendo la altura de nocilla que tiene untada en cada una de las tres que están en su plato.

 

-          ¿Quieres que te las caliente?

-          No, buela, frías están buena.

 

Levanta otra vez sus ojos al techo y hace una mueca, la mano que sostiene el dulce empapándose de chocolate untado.

 

-          Todo estaba muy bien, buela, pero no había tus tortitas.

 

Me rio con ganas antes de abrazarla contra mi vientre ceñido por mi delantal especial visitas de Chipita. Vuelvo a la cocinera. Sé que se comerá otras tres o cuatro más. Es muy golosa y me gusta dar de comer a las personas que tiene buen apetito.

 

-          Laura ha dormido conmigo. La primera noche la Señorita Adela no quería, pero luego quería cuando vio que Laura estaba muy triste y con miedo. Entonces hemos dormido muy bien.  

 

Lo dice con un verdadero deleite, orgullosa de haber conseguido lo que pensaba que era lo justo.

 

-          Buela…

-          ¿Sí?

-          Creo que mama está feliz.

-          ¿Sí?

-          Sí. He visto sus ojos. Son ojos de feliz.

 

Asiento con la cabeza.

 

-          Te lo has pasado muy bien, entonces.

-          Si, buela y Señorita Lucia ha dicho que vamos a ir otra vez allí.

-          Ya lo creo. ¿Quieres más tortitas?

-          Si, buela.

-          Gracias.

-          Gracias, buela.

 

La aprieto contra mi regazo y preparo otras de estas.

 

 

 

36.

-          Buela…

 

Estoy planchando en la salita mientras Chipita intenta concentrarse en un deber de lectura, pero le está costando. Algo le preocupa, pero no me lo dirá hasta que se sienta lista para hacerlo. Se pone delante de mí y me ensena un cuadro. Lo miro. Se me seca la boca. Leandro.

 

-          ¿Quién es?

 

Dejo la plancha sobre el soporte, teniendo cuidado que esta no dañe por casualidad a mi niñita. Le cojo el cuadro de la mano. Leandro, mi hermano mayor de ocho años que recuerdo a penas, tenía unos cuatro años cuando murió. Venía de cumplir los doce y era bastante enclenque, aunque comía como una lima. Supongo que la enfermedad que se lo llevo pedía toda esa comida. Creo que la enfermedad estuvo allí años antes que muriera. Pero no supimos verla y tampoco no teníamos dinero y recursos para curarlo o por lo menos darle tratamientos para intentarlo. No era cáncer y el único médico que pudimos costearnos antes que fallecerá lo miro, lo ausculto y meneo la cabeza con un semblante lleno de derrota y de disculpa. Era muy pequeña, pero me acuerdo de ese rostro, de ese semblante porque mi madre se puso a llorar estrepitosamente mientras mi padre se la llevaba. Me quede allí parada con mi hermano acostado, los ojos cerrados, una fina capa de sudor en el rostro, su mueca de dolor y luego abrió los ojos enfebrecidos y adoloridos, el cuerpo en tensión. El medico saco una jeringa y la ensarto en la muñeca. Mi hermano se dejó caer sobre el colchón. Murmuro algo entre los dientes.

 

-          Por lo menos tendrá unas horas sin sentir nada.

 

Se levantó de la silla, me vio y saco un pirulí de su bolsillo. Me lo dio.

 

-          Quédate con él. Va a dormir. Va a estar bien.

 

Me acaricio la mejilla y la cabeza con suavidad. Luego me levanto y me puso en la silla cerca de la cabecera. No sé cuánto tiempo estuve allí hasta que mi padre entro, me levanto, me puso en sus rodillas y nos quedamos allí no sé cuánto tiempo, muchos, supongo, no me acuerdo, solo que me desperté y vi mi padre sollozar sin hacer ruido, besar la mejilla y la frente de mi hermano, pasar su mano por su rostro y quedarse así varios minutos. Se enderezo, me vio despierta.

 

-          Ven, bonita, ven… vamos a buscar tu madre.

 

Lo siguiente que me acuerdo es un sinfín de mujeres, sobre todo, vecinas la mayoría entrando y saliendo de la casa, los lamentos, los llantos, algunos gritos de mi madre y por fin una tía mía que me cogió en sus brazos y me llevo a su casa donde me quede tres días. Cuando volví a casa, todo estaba como antes. Casi. Casi.

 

-          Es mi hermano Leandro.

-          No lo conozco, buela.

-          No. Se fue cuando yo era pequeña.

-          ¿Adónde se fue, buela?

-          Muy lejos de aquí ya nunca volvió.

-          ¿Cómo el buelo de Marta que se ha ido lejos y que ya nunca ha vuelto?

-          Sí.

 

Asiente con la cabeza muy compenetrada. Me toma el cuadro de la mano y mira fijamente la foto.

 

-          Es guapo y se parece a ti, buela.

 

Sonrió ampliamente, las lágrimas al borde de los ojos. La apretujo con cariño contra mi delantal. Es tan dulce.

 

 

 

 

37.

 

            Algo está pasando. Hace dos semanas que Chipita no viene porque mi niña necesitaba que este con ella para hacer un montón de cosas. La principal comprarle nuevas ropas porque ha dado un estirón. De todas las tareas por hacer la de ir de compras es la peor. Solo voy cuando las ropas están tan raídas y antiguas que, incluso, como trapo de limpiar no serían ya útiles. Mi hija es un poco menos que adicta a las ropas y cuando tiene la mosca detrás la oreja, se pone a revisar mi ropero y la conclusión es que vamos de comprar. Mi humor es un deshecho de mala leche. Y mi hija… ¡venga mandándome al probador! A cada prenda probada, tengo que hacer un pase de modelo para que dé su opinión y a cada vez se incrementa mi enojo. Cuando al cabo de dos horas de tiendas en tiendas y de probadores a probadores estoy que fumo en pipa. Para que me quite la carreta de rabia que fijan mis rasgos en un mascara me invita a un bar que es increíble. Sus helados son para estar viviendo en el frigo de bueno que están. Cuando se me quita la frustración, considero las ropas que hemos comprado y debo confesar, ya que nunca se lo diré, que tiene un gusto exquisito y que, si voy bien vestida, se lo debo a ella. Ya que no ha venido Chipita he aprovechado para hacer algunas que otras tareas en casas de las que solo se hacen cuando esta una a punto de mudarse o todos los diez años o todas las primaveras, incluso si estamos ya casi en verano y el calor ya se está poniendo que trina. He decidido también de hacer algo que nunca hago. Me he inscrito en un club de lecturas. Nunca hablo mucho de eso, pero soy una lectora adicta. De hecho, lo soy tanto como mi niña lo es con las ropas. Tengo ganas de compartir mis lecturas con otros aficionados. Busque sobre internet, no soy muy buena con los ordenadores, pero se lo básico y lo básico es Google. Para mí es un pozo de conocimientos y debo decir que nunca me aburre. Claro que tampoco no hablo mucho de eso. Por lo visto mi edad, 72 años, no me hace con el perfil adecuado para usar ordenadores. No veo por qué. Mientras que tenga un cerebro en uso y que sepa utilizarlo, nada está fuera de entenderlo y manejarlo. Claro tengo mis límites, pero ¿ser joven no las tienen? Y, ¿todos los jóvenes saben usar los ordenadores? Supongo que todo es una cuestión de ponerse y de desear lograrlo. Encontré este club que está en mi barrio, lo que me encanta. Estoy deseosa de empezar. El teléfono suena. Empujo la tecla.

 

-          ¿Mama?

-          Si…

-          ¿Puedo traer Enia a tu casa para que se quede este finde?

-          ¿Chipita? Sí, claro. ¿Todo está bien?

-          Sí, sí. No te preocupes. Pero no ha parado de quejarse que no podía verte y…

 

Mi niña se ríe con ganas.

 

-          Finalmente ha cogido ese tono lastimero y serio que coge y me dice: mama, no sabes cómo buela esta. Cuando le pregunto que como estabas, me contesta: ella esta tan triste que ya no puede andar y hacer cosas. Y si no puede hacer cosas, ya no habrá tortitas porque no sabrá hacerla.

 

Se ríe otra vez y yo también. Chipita es tan deliciosamente manipuladora cuando se lo propone.

 

-          Tráela. La he echado de menos también.

-          Lo sé. Pero… teníamos que cambiar cosas en la casa con su habitación y las ropas, ya sabes… con mi trabajo, mi horario y el suyo… bueno, hemos conseguido hacerlo todo. Me siento aliviada.

 

Charlamos un poco más. Colgamos y preparo unas tortitas para que sepa que puedo seguir haciéndolas. Su habitación ya está lista, pero creo que vendrá a dormir en mi cama esta noche. Guillermo, mi difunto marido era muy grande, alto, rozaba los ’90 y bastante fornido, sin estar gordo. Pero son de esas complexiones físicas que dan esa sensación que son macizo. Compramos una cama muy grande que tuvimos que pedirla en una tienda especial. Tuvimos que esperar tres meses para que llegara. Por lo visto tenían clientes. Eran quince años antes de su muerte. Tenía diez años de más que yo y siempre tuvo buena salud Fue un accidente de coche que se lo llevo. Una furgoneta perdió el control y embistió su coche. Murió en el momento. No sé si fue un regalo o una maldición. No sufrió, me quedo con eso. Desde entonces, vivo todo lo bien que puedo porque es lo que hubiera querido. A veces me lo decía. “Si muero antes que tú, vives todo lo que puedas, no sea mi viuda y te sepultes conmigo. “Así lo hago, pero… siempre está conmigo en mi mente, en mis sentimientos, en mi vida. Es una presencia constante a mi lado y le estoy agradecida de la vida que hemos tenido juntos. Nunca se lo dije realmente, no vengo de una época donde se decía las cosas con solturas. Si se amaba, lo teníamos callado. Pero quiero creer que lo sabía. He intentado que este feliz conmigo como yo lo he sido con él. El mejor obsequio y el mejor agradecimiento por haber sido el conmigo siempre es de seguir viviendo. Pegan a la puerta. Tiene las llaves de la casa. Pero apago el fuego eléctrico y quito la sartén. La mesa esta lista. Sera una merienda/cena.

 

 

 

 

38.

 

-          Buela… ¿Quién es?

 

Me trae un cuadro con una pareja en sus mejores galas posando para esa foto que eran las únicas que tendría en sus vidas. Como ha cambiado todo. Ahora hacemos videos, audios, fotos continuamente. Cada momento de la vida puede ser guardado en un formato u otro, ya no como algo particular o especial, un evento como una boda o una fiesta realmente extraordinario.  Ahora todo vale, como si la foto era algo habitual, algo de lo cotidiano. Y quizás es la realidad y no es algo malo, pero… ¿banalizar todo no se vuelve así al fin y al cabo?  Miro la mujer y el hombre.

 

-          ¿Quién dices?

-          Buela… los dos, ¡están juntos, se ve!

-          Claro, lo siento… como dices, se ve.

 

¡Y tanto! Son los padres de mi marido, Guillermo, mis suegros. No llegue a conocerlos, murieron cuando empezó la democracia en España. Poco después nos casamos y entre los preparativos. Murieron en un accidente de caballos. Es una historia algo inosita. Estaban en una feria como las que ahí siempre por toda España. Estaban en el pueblo de mi suegro como casi todos los años. Tenía que ir mi marido, pero no pudo ir, tenía que trabajar. Por aquel entonces los trabajadores no tenían mucha protección en sus derechos sociales. Así que, si el jefe decía que se trabajaba, se trabajaba y ya estaba. Uno se conformaba, no quedaba otra. Por lo visto hubo, en la cabalgada en el centro del pueblo, unos petardos echados por niños y dos caballos de los cuatro carros adornados se encabritaron, se cayeron los unos encima de los otros, algunas personas estuvieron heridas y sus padres no tuvieron suerte ya que el carro y los caballos los aplastaron. No pudieron escapar, todo se volvió caótico por lo visto y se quedaron atrapados. Murieron casi instantáneamente, sin sufrir si quiera, creo que no se dieron cuenta. Decía Guillermo que estaban muy unidos y que se querrían mucho de una manera muy púdica. Entonces su hijo se parecía a sus padres en ese aspecto. Aunque siempre estuvo cerca de mí, me protegió y cuido cuando era necesario. Era tan amable, tan atento cuando se lo proponía, pero era también muy taciturno. Una mezcla extraña. Lo echo de menos, como podría ser diferente. He sido muy feliz con él y por nada del mundo voy a dejarme llevar por la desesperación porque sería como anular todos esos años de felicidades.

 

-          Era Cristina y Paco. Son tus bisabuelos, ya que eran los padres de tu abuelo Guillermo, el papa de tu mama.

 

Chipita frunce la boca y la nariz pensando en lo que vengo de explicarle.

 

-          Sí. Papa de mama. Si…

-          Eran muy buena gente y es la foto de su boda.

-          Están felices.

-          Sí. Lo estaban. Se casaron eligiéndose, lo que no era siempre posible en aquel entonces, pero lo lograron. Vivieron felices y luego tuvieron un accidente y se fueron.

-          ¿Los dos?

-          Sí.

 

Hace otra mueca.

 

-          Entonces eran juntos cuando se han ido al cielo.

-          Sí.

-          Eran felices entonces juntos.

-          Sí.

 

Asiente con la cabeza como si entendiera cosas que yo quizás no veo. Los niños tienen un entendimiento de las cosas que son particulares.

 

-          Buela… y las tortitas…

-          Sí. Las tortitas…

 

 

 

 

39.

 

            Miro mi Severita darle vueltas, vueltas y revueltas con la cucharilla en su gran tasa para remover algo, pero no azúcar ya que no toma su café con ello. Tiene algo que decirme, pero duda y va a dudar mucho, incluso puede volver a su casa sin decirme lo que le preocupa o lo que desea de mí. Sabe que estoy aquí por ella y que sea lo que sea hare lo que puedo para ayudarla.

 

-          ¿Quiere que te caliente el café o uno nuevo? Estará frio ya, ¿no?

 

Levanta la cabeza y se llame las comisuras de los labios, gestos que le veo hacer cuando no sabe cómo decirme algo. Es un manojo de ansiedad.

 

-          ¿Todo bien?

 

Me mira y me sonríe.

 

-          Sí. Muy bien, incluso.

-          ¿Y eso es un problema?

-          ¿Lo que?

-          De que todo vaya muy bien.

-          ¡No! Lo siento, pero ya sabes como soy…  Me preocupo mucho por todo y a veces para nada.

-          Si…

 

Toma un gran sorbo de café y deja la tasa entre sus manos.

 

-          Javier y yo queremos vivir juntos. Por el momento será en mi casa, porque bastante me ha costado tenerla con el otro idiota… y luego quizás nos mudemos en la casa de Javier que es más grande. Pero…

-          No estas preparada y quieres tener más seguridad… Haces bien.

-          Creo también… Enia tiene que entender la situación y quiero también que se sienta bien con nuestra pareja… le gusta mucho y los veo muy cómplices juntos. Es un hombre muy dulce, pero…

-          Ya has tenido a su padre y no quieres repetir. Es lo correcto.

-          ¿Lo crees?

-          Sí. Nunca es bastante seguridad, aunque ten en cuenta que Chipita es lista y tiene buen olfato. Pero es chiquita y se tiene que proteger siempre y tú también. Me gustaría que te quedara la semana que viene con ella aquí, mientras Javier se muda. No es que tenga muchas cosas que mudar, pero será también la ocasión de ver cómo nos va de vivir juntos los dos sin Enia.

-          Me parece una buena idea y claro que sí, será como siempre una felicidad. ¿Dos semanas?

-          Sí, pero si Enia quiere estar conmigo me lo dice y vuelva a casa,

-          Como siempre, ya sabes que lo principal es que este bien;

-          Si

 

Me sonríe y me coge la mano para apretarla.

 

-          Gracias por siempre estar aquí para nosotras…

-          Ya sabes como soy…

 

Nos reímos, es un placer y un sentimiento de orgullo de tener esta relación sana y de amor y cariño entre las dos.

 

 

 

 

40.

 

-          Buela…

 

Chipita está contra el marco de la puerta de la cocina mientras cocino tortitas para la merienda. Le miro con ese vestidito muy elegante que se ha puesto, de los que llamábamos “vestido del domingo” o sea, la ropa que se pone en ocasiones particulares.

 

-          ¿Sí?

-          Mañana voy con mama y Javier.

-          Sí.

 

Se balancea un poco de una pierna sobre la otra.

 

-          Me gusta estar aquí contigo, buela…

-          Mi angelilla…

 

Quito la sartén y apago el fuego. Me aproximo a ella y la tomo contra mí. La acuno lentamente con cariño y nos mecemos un poco. Me siento en la silla y la siento en mi regazo, arropándola. Se arrebuja y la siento tan chiquita, un bebe todavía. Cuando la tengo así, la veo como cuando la tome en brazos la primera vez. Era tan dulce, un concentrado caluroso de felicidad que palpitaba contra mí. Caí rendida con ella, tan perfecta. Cuando abrió sus ojitos y que poso su mirada algo distraída sobre mí, mi amor hacia ella aumento con creces. Y la tengo aquí en mis brazos.

 

-          ¿Qué te pasa mi chipitilla?

-          Me gusta estar aquí.

-          ¿No quieres volver con mama?

-          Si… pero me gusta aquí contigo.

-          ¿Quiere quedarte más tiempo conmigo?

-          Mama se va enfadar…

-          ¿Por qué?

-          Porque quiere que vaya con ella y Javier.

-          Si, le gustaría, pero si tú quieres estar aquí…

-          Sí.

-          Podemos hacer un trato. Mañana es sábado y solo tienes que volver en la escuela martes. Te quedas estos tres días y luego vuelve con mama que estará muy feliz que vuelva con ella y Javier. ¿Qué te parece?

 

 

Me mira con esos ojazos azules tan grandes y tan angelicales y sonríe.

 

-          Sí. Buela, eres la mejor.

-          Lo creo también.

 

Me rio un poco mientras me abraza con fuerza, su carita pegada a mi torso y los ojos cerrados. Lo beso en los pelos con amor y cariño. Levanta la cabeza.

 

-          Buela… ¿Y las tortitas?

-          Uy, las tortitas…

 

Me levanto y la siento en la silla mientras sigo con la preparación culinaria.

 

 

 

 

 

41.  

             

-          Buela… ¿Quién es?

 

Miro la foto que me ha traído Chipita en el comedor donde estoy poniendo orden en el armario. Tantos tiestos y cosas heredadas de mi familia, no solo de mis padres. ¿Como le explico quién era Francisco Peña Lotero? Su historia es la más tremenda que escuche en mi niñez. Era un ahijado de mis abuelos, no llegue a conocerlo. Murió a los treinta y siete años. Cuando mis abuelos paternos lo cogieron en la familia, era casi un adulto. Quince años. Los tiempos eran lo que eran. Trabajó con mi abuelo medio en el campo y medio vendiendo las cosechas, lo que daba el campo por esos lares. Iba aquí y allí. Se hizo amigo de un pescador. Este era algo más mayor que él, por lo que entendí. Había revuelos sociales en las grandes ciudades y penurias, pero mis abuelos como muchos no se metían en nada, trabajaban de sol a sol, criaban a sus hijos, tenían sus felicidades familiares, bodas, bautismos y cosas así, todo muy normal. Si no estaban felices, estaban bien en lo que cabe. El pueblo contaba unos centenares de habitantes y todos o casi todos eran familia y se conocían todos. Si surgía un drama, todos se solidarizaban y hacían que se llevara mejor tales desgracias. Por lo menos es lo que me contaban. No tengo constancia directa de eso. Francisco empezó a salir con ese nuevo amigo que era de los que le gustaba ir de taberna, pasárselo bien y disfrutar de todo. Hasta ahí se puede entender. Jóvenes y ganas de disfrutar de todo, nada que decir contra. Pero era también un “viva la vida” que no le faltaba tiempo para meterse en reyerta y en problema. Peleas de gallos y demás. Pero la cosa no quedo ahí. Por lo visto le propusieron unos negocios turbios en el mar. Unos paquetes de contrabando supongo. No es que me han dado muchos detalles sobre este asunto. Es algo un poco tabú. Pronto Francisco llego con trajes nuevos, algunos regalos bonitos y caros para mi abuela y cuando se le preguntaba de donde venia ese dinero, no se explayaba en comentar, solo decía que tenía un nuevo trabajo y que pagaba muy bien. Un día vino la Guardia Civil a buscarlo. Intento escapar. Pero lo cogieron. Mis abuelos no supieron gran cosa de él ni de lo que ocurría, me imagino la angustia de estos, pero el cura de la parroquia pudo informarse y supieron que le iban a dar el garrote vil, porque en uno de esos negocios este amigo suyo había matado a uno de los traficantes y cargo el muerto a Francisco. Como estaba presente y por lo visto el otro tenía algo de apoyo por algún pudiente, fue Francisco que castigaron de muerte. Por lo que he deducido eso enfermo a mi abuela y pocos años después moría. Nunca pudo reponerse de lo que ocurrió. No se habló más del tema en los círculos familiares, pero como siempre algo siempre acaba por saberse. Los secretos son más a voces de lo que parece.

-          Era un tío mío por parte de mi padre. Francisco se llamaba. Era buena gente.

 

Chipita me mira fijamente, esperando que le explique más cosas. Mira la foto y sigue con el dedito el contorno del traje de domingo que lleva para que lo retraten.

 

-          ¿No se puede hablar de él?

-          No mucho.

 

Chipita asiente con la cabecita.

 

-          Es como con papa Uno, mama ha dicho que no tenía que decir mucho de Javier. Es como un secreto.

 

Asiento con la cabeza. Chipita sabe más que lo que le han enseñado. La abrazo con sumo cariño y ternura.

 

-          ¿Tortitas?

-          Si, buela. Te quiero mucho.

-          Y yo…

 

Me abraza la cintura y la estrujo contra mí. Es mi cielo.

 

 

 

 

42.

 

            Leo con Chipita un cuento que le han asignado en su escuela. Sabe deletrear las palabras, pero no las une. Estoy ayudándola y estoy impresionada. Tiene seis años y lo está haciendo muy bien. Severita me ha comentado que su maestra dice que es inteligente, pero que está en la media. No sé lo que significa estar en la media. ¿La media de qué? Según lo que sugiere el tono de Severita eso no es malo. No sé exactamente como están las puntuaciones de ahora ni tampoco lo que pretendes la enseñanza. Por lo visto quieren que los niños ya sepan leer correctamente y saber un montón de cosas. El listón y el nivel me parecen muy altos, pero lo justifican con la sociedad y sus adelantos. No puedo opinar objetivamente, no soy nadie, una del montón que ha vivido con lo que sabía de la educación social, escolar y familiar, lo demás lo da la vida. Estoy en la recta final de mi vida y si algo tengo que aprender será en detalles y en nimiedades. Tengo esa sensación que, al final, lo que se aprende no es tan importante que lo que se vive. Buena o mala vida, es vida y eso es algo que me parece valioso y básico. Esencial y siempre he apostado por esta. Después se puede opinar sobre que la vida te aprende algo, que nada viene por nada, que todo tiene un sentido y que de lo malo algo bueno va a surgir. Frases, palabrerías que solo vale para ocupar la mente, pero prefiero actos y… vivir, simplemente vivir.

 

-          Buela…

-          ¿Sí?

-          ¿Qué quiere decir esto?

 

Miro la palabra que me muestra con ese dedito tan perfecto.  Intento explicarle esta con sinónimos, antónimos y ejemplos. No parece entender hasta que me da otro ejemplo que me demuestra que lo ha entendido. Sigue leyendo y me gusta la atención y la concentración que pone en su empeño de leer. No lo está haciendo mal, lo contrario. Creo que en breve sabrá leer con soltura. Chipita hace un pequeño ruido con los labios y cierra el libro con un movimiento tajante y seco.

 

-          Buela…

-          ¿Sí?

-          Tengo hambre.

-          Ya lo creo después de este esfuerzo. ¡Hasta yo tengo hambre! ¿Tortitas? 

-          Claro. No los merecemos.

 

Los minutos que siguen mientras preparo estas, Chipita me comenta las dificultades que tiene Merche con una chica de su clase que quiere ser amiga de ella, pero ella no la aguanta. Chipita es contundente. Merche no tiene que ser amiga con alguien que no le gusta. Pero Merche, por lo visto, vacila más en su decisión. Es un quebradero de cabeza. Lo entiendo. Por muy chiquitas que sean, la amistad puede incordia y mucho.

 

 

 

 

43.

 

            Chipita no viene la semana que viene. Ha dado un estirón y su madre que es una exagerada ha decidido que tenía que comprarle mogollón de ropas. A esta le gusta comprar ropa como un oso la miel. Creo que es un pretexto para ir de compras y pasar un rato entre chicas. Chipita detesta ir de tiendas en tiendas y de probadores en probadores. Dice que apestan y que lo de ser modelo no le mola nada. La entiendo era así de niña. Esto de ponerse y quitarse ropas me abrumaba. Nunca me han preocupado mucho las ropas. ¿Mientras voy decentemente vestida qué más da?  He decidido de poner orden en los documentos administrativos que tengo. Creo que tengo como cuarenta años de papeles oficiales y Severita me ha dicho que no los tengo que tener todos, eso abulta, muchos han prescritos y de todas formas de forma digital estos existen en mi dosier en los ordenadores de la Administración, o sea del Estado. Vaya que estamos fichados. Menos mal que no somos definidos por nuestros perfiles oficiales, unos algoritmos personales en una máquina. Quiero creer que somos la suma de nuestros sentimientos y emociones, de nuestros pensamientos, de nuestras vivencias íntimas. De ahí que me siento libre, independientemente de lo que pueda decir los políticos y de todas las trabas que nos pongas. Interiormente, en mi mente, en mis sueños, en lo que hago día a día, ahí es donde siento esa libertad. Y esa felicidad. Creo que la felicidad es fruto o hijo de esa libertad. No es material, no es visible o, por el medio de una sonrisa o una risa de la que nace de una alegría o de algo que nos hace bien, es un impulso, como una llama que se enciende y sea cual sea el entorno, la situación o la circunstancia, nos da vida. Difícil de explicarlo, es algo que se siente en su fuero interno y por mucho que se intente explicar, no lo entiende. Los peores son los que me hablan de dinero o de cosas materiales para definir la felicidad. Sin ser un buda o un bonzo, puedo entender lo que dicen sobre los despejos de los bienes materiales. Mis límites serían las necesidades materiales que tenemos para vivir en este espacio físico. No ser materialistas, pero respetar y actuar con estas necesidades como parte de la vida terrestre. No creo ser materialista, que para mí es querer tener los objetos como un poder, una apropiación sin considerarlos ni pretender hacerlo. No creo que lo haga. Es quizás una de las razones por las cuales voy a empezar a quitar del medio todo lo que no me es esencial. ¿Para liberarme? No lo creo. Ya siento esta liberación. ¿Cómo no pensar en mi muerte?

 

 

 

 

44.

 

            Chipita está parada delante de mí. Me ha abrazado fuertemente, luego se ha quedado delante de mí, dándole la espalda a su madre que le daba besos en las mejillas y enlazaba de lado. Cuando Severita entendió que Chipita no se iba a mover ni a decirle nada se ha ido dándome una mirada perpleja con ceños alzados. La miro con una mueca. No entiendo muy bien cuál es el problema. Suspira profundamente y se gira sobre si misma lentamente. Hago otra mueca desconcertada y suspira más fuerte mirándome. Da otra vuelta más rápida y cuando se para resopla.

 

-          Buela… aquí…

 

Me muestra su cuerpo parándose a su falda y a su jersey.

 

-          Mm… muy bonito.

-          ¡No, buela!

-          ¿No?

-          ¡No!

-          ¿Por qué?

 

Resopla otra vez con esa cara de hastió que pone a menudo cuando algo le parece inconcebible et irritante.

 

-          ¡Porque no me gusta!

-          ¡Ah! Claro.

 

Deja caer sus hombres con un fuerte suspiro y la mirada triste. Se vuelve y va hacia la cocina. Se sienta en la silla delante de la mesa.  Me siento a su lado.

 

-          Mama quería muchas ropas. Tenía que ponerlas y ella me decía si estaban bien. No me gustaba muchas. Mama no las compraba. Había muchas ropas. No quería más, pero mama decía que no había bastante.

 

Suspira profundamente. Intento no sonreír o reír, pero es difícil. Chipita puede ser tan dramática.

 

-          Entiendo… ha tenido que ser muy difícil.

-          Si, buela, muy difícil.

-          Lo bueno es que tienes bastantes ropas ahora y que no tendrás que ir más de compras con mama.

-          ¿Crees?

-          Sí.

 

Se lo piensa durante unos minutos con una cara muy seria, compungida y concentrada. Lo hace de maravilla. Asiente con la cabeza y me da una pequeña y dolorosa sonrisa. Le doy un beso en la mejilla y le aprieto los hombros contra mí. Se arrebuja un poco rodeándome la cintura con sus bracitos. Se desprende y me mira sonriéndome dulcemente.

 

-          Buela… creo que necesito tortitas. Ha sido tan difícil…

-          Lo creo también. ¿Tienes deberes?

-          Sí. Pero no son muchos.

-          Hazlo y me pongo a cocinar las tortitas.

 

Corre hasta su mochila que ha dejado en la entrada y pongo en la encimera todo lo que necesito para prepararle estas tortitas que le gusta tanto.  Cuando vuelve se instala en la mesa y me pongo manos a la obra.

 

 

 

 

45.

 

            Mientras comemos las tortitas, Chipita me habla de Laura y de sus problemas con un chiquillo que no para de buscarla. Ella dice: siempre esta con Laura y Laura no quiere. O sea, que es un enmarado que no puede quedar lejos de la que quiere. Ese tal Manolito es un niño muy lelo, que se enamora de una chiquilla, luego se pone como un perro faldero. Chipita suspira profundamente, haciendo una mueca desolada.

-          Sabes, buela…

-          ¿Sí?

-          Paulita es demasiado buena;

 

Alza sus hombres de manera fatalista. Reconozco lo que dice muchas veces mi hija de una tía suya que siempre esta liada con los problemas de los demás. Y por muncho que le haya explicado que su tía le gusta estar liada, que eso da un sentido a su vida, Severita se enfurece y dice que “es demasiado buena y eso es su problema”. Lo que pasa es lo que Severita considera un problema no es así que su tía lo ves y no hay manera de que entienda. Para ella si una persona siempre acude a otra persona por esto o lo otro, es que es demasiado buena y eso quiere decir que está siendo maltratada. Conozco su tía. La conocí cuando era niña y ya era así. Cuantito había alguien que tenía una dificultad, haya iba ella y le ayudaba o solucionaba la molestia. De hecho, estudió después para ser asistente social. Cuando a uno le sale algo así de adentro…

 

-          Buela…

-          ¿Sí?

-          Manolito no es buena para Paulita.

-          ¿Por qué lo dices?

-          Porque antes quería Andreita.

 

Hace una mueca de asco. Por lo visto es una chiquita que todo el mundo detesta porque es sabionda, creída y muy dictadora. Es también la que se va de la lengua con los maestros cuando hay un problema con un niño. La traición a la edad que sea nunca cae bien.

 

-          Paulita tiene que decir a Manolito que no es bueno.

 

Hay sí que no me mojo. Chipita es muy protectora con sus amigos y los seres que quiere. Bueno, supongo, como todo el mundo. Quitamos la mesa. Chipita borda sobre el mismo tema: Paulita y su falta de voluntad a la hora de afrentarse a insufribles. No me pronuncio. Chipita sabe lo que dice por ella y por los demás. No digo que no tiene razón en muchas cosas, pero desde mi edad de vieja, sé que los demás acaban siempre haciendo lo que quieren sin importar lo que es justo o no. Si la palabra “razonable” fuera una virtud se sabría. Nos vamos al salón donde Chipita se tira en la mecedora que perteneció a mi abuela. Se balancea lentamente.  Me siento en mi sofá tan cómodo que a menudo me quedo dormida en él. Después de unos minutos veo Chipita durmiendo mientras la mecedora para de moverse. Me levanto, tomando una mantita y con cuidado de no despertarla la arropo. Siempre tengo el impulso de arropar a los niños para que no tengan frio. Pero en mi vida tiendo a arropar a los que amo, como si así pudiera impedir que sufran o que lo pasen mal. Es poco eficiente, pero lo hago de todos modos. Es mi manera de estar presente con ellos.  Severita ni chista, La miro. Es tan preciosa. Siempre le pasa lo mismo después del maratón al cual la madre la somete cuando va de compras. Espero que Chipita no quiera ser modelo. Si después de un desfile, una pasarela, un pase o simplemente haciendo fotos de modelos se queda dormida, sería realmente extraño. No sé lo que quiere hacer de mayor y no le voy a hacer esa pregunta estúpida que los adultos suelan hacer por no saber cómo dirigirse a los niños, o sea, ¿qué quieres hacer cuando seas grande? Sera lo que quiera o pueda hacer, mientras que deseas vivir y luchar para esta, a mí me vale. La miro con todo mi amor y mi cariño. Es tan dulce.

 

 

 

 

 

46.

 

            Miro los cuadros de fotos que están expuestos en los armarios. Son muchos. No sé muy bien cuando empecé a poner cuadros así por todos los sitios, a rescatar fotos de la familia que estaba en álbumes o en la familia. Pronto corrió la voz que quería fotos antiguas de miembros de la familia. Debo decir que se esmeraron y muy pronto me encontré con un fajo bastante grande de fotos en blanco y negro, en color sepia incluso. No me di cuenta de la cantidad y también del hecho que mi familia le gustaba sacarse fotos y eso desde que empezaron con ese medio. La más antigua data de 1888. Es la de un tío abuelo Alfonsito el Garabato, de su nombre y apellido de pila Alfonso López Neverete. Es un tío abuelo político. Tenía la fama de gustarle garabatear frases y notas cuando podía. Le pena es que solo ha sobrevivido el apodo y no esos documentos. Hubiera sido interesante. Empecé a ponerlo en distinto cuadro, intentando recabar datos e historias de cada cual. Mi madre me contó muchas cosas, tenía buena memoria y se interesó siempre sobre los chimes y otras historias de los unos y de los otros con unos comentarios jocosos y a veces recelosos. Me reía mucho con ella, sabia sacar el lado truculento de cada cual. Cuando se murió mi marido, cuando me encontré sola y también confundida, de repente me entro ganas de rodearme de mi familia, toda ella, la de sangre, la política, los que he conocido, los otros, los que me gustaban, los que despreciaba por lo que hicieron u/y eran. Era como reunirme de una familia virtual como dicen ahora. Me ayudo algo, quizás para distraer mi mente de la perdida, esa soledad difícil de explicar porque no tiene palabras bastante justas o significativas de como vivía esta situación. Fue como una terapia un poco especial.  Suena el teléfono. Severita.

 

-          ¿Mama?

-          Si…

-          Necesito que te quedes esta noche con Enia. Me han pedido trabajar más tarde y no hay nadie más disponible. ¿Puedes?

-          Chipita… claro… ¿no hubo la misma situación la semana pasada?

-          Si, pero por mucho que hayan empleado suplementos, no hacen nada.

-          Ya, hay cosas que no cambian. Que Chipita venga y déjala dormir conmigo, la llevaré mañana a la escuela.

-          Gracias, te lo agradezco.

 

Nos saludamos cariñosamente y repito en la cabeza la única pregunta que me hago: ¿Por qué Javier no puede guardarla?

 

 

 

 

47.

 

-          ¿Mama?

-          Si…

-          ¿Puedo pasar un rato para verte?

-          Hija, mi casa es tu casa, aquí vienes cuando quieres.

-          Bueno, lo sé, pero tampoco quiero dar por sentado que estás disponible todo el rato para mí.

-          No todo el rato, pero muchos si…

-          ¡Mama!

-          Pásate cuando quieras, aquí estoy.

-          Gracias, llego en veinte minutos.

-          ¡Perfecto!

 

La conozco, esto tiene que ver con su pareja. Ya decía yo… la conozco como si la hubiera parido, que también. Preparo algunas cosas, seguro que no ha almorzado. Es su día de descanso, tiene uno por mes. Es un obsequio de su oficio. Pegan y escucho el puerto de la entrada abrirse. Ya esa aquí. Termino de poner la mesa.

 

-          Estoy en la cocina…

 

Aparece en el umbral y nos abrazamos.

 

-          He preparado algo de comer. Seguro que no has comido nada.

-          No tenía hambre.

-          Como siempre.

-          ¡Mama!

 

Le muestro la silla con la mano para que se sienta. La veo mirar con interés todo lo que he puesto en la mesa y me sonríe.

 

-          Gracias.

-          Comemos…

-          Si…

 

Se sirve y empieza a degustar con apetito. Parece que este último ha resucitado. Terminamos de comer y siento que mi niña se relaja. Prefiero eso. Termina su bebida, un agua con gas. Me mira y frunce los labios con incertidumbre.

 

- ¿Cómo esta Chipita?

- Se queda esta noche en casa de Paulita. Te imaginas como esta…

- Ya…

 

Nos reímos. La veo, pletórica, pero intentando parecer desinteresada.

 

-           Sabes que Javier se instala conmigo. Vamos intentarlo y es bueno para mí y para Enia.

-          Sí.

-          Y… de repente he tenido dudas. Estaba en desplazamiento el otro día. De vez en cuando tiene que ir en otro país para temas de trabajo. Por eso te pedí quedarte con Chipita. Pero… de repente…

-          ¿Qué temes?

-          ¿Y si ocurre lo mismo que con el padre de Enia?

-          Con todo respeto, nadie puede ser igual que el padre de Chipita.

 

Hace una mueca suspirando.

 

-          Sabes que nada es cierto, que todo es posible y que la vida no tiene un modo de empleo. Y las relaciones de amor menos que todo lo demás.

-          ¡No me estas ayudando, mama!

-          ¿Prefieres que te mientas?

Sacude la cabeza.

 

-          Chispa… tus dudas son normales, sin ánimo de querer rebajarlas, solo hacerte entender que no dudar sería sorprendente. Eso quiere decir que estas preocupada por tu relación para que vaya lo mejor posible y eso es de agradecer. Es sensato y necesario. Lo que puedo decir es que eres una persona maravillosa y que sabrás como vivir esta historia. Estarás atenta y eso es lo principal.

 

Asiente con la cabeza y traigo un postre que le encanta. Natilla de chocolate casero. Siempre tengo algunas por si viene mi niña. Chipita son las tortitas.

 

 

 

 

 

48.

 

-          ¿Te sirvo un poco más de verduras, mama?

 

Severita me ha invitado en su casa para una cena leve. Es buena cocinera cuando decide ponerse a la obra. El pretexto es de conmemorar el hecho que ya oficialmente Javier vive con ellas. No sé muy bien lo que podré aportar de seguridad mental a mi niña. Su decisión está tomada y sé que ha considerado lo que sentía y quería Chipita. Mi niña es muy considerada. ¿Quiere mi aval? ¿Quiere que le dé mi sentir mientras que estoy en su casa y en esa cena? ¿Mi vista buena? A vece su manera de pensar y de contemplar lo que está por venir me abruma. No la entiendo siempre. Pero si esa emoción de angustio, de inquietud, de miedo que tiene siempre me confunde. Sobre todo, que es una persona de atar cabos y de pensárselo mil y una vez. Y cuando por fin una piensa que ya está todo arreglado y que va a empezar a vivir feliz lo que sea que haya elegido, todavía no está segura. A mí me cansa. A ella también. Chipita se lo pasa por alto y a veces consigue parar la avalancha de sentimientos negativos de su madre. No va a cambiar. No quiero que cambie, ella es así y la amo por quien es.

 

-          Si, por favor.

-          ¿Chipita?

-          He comido bastante, mami.

 

Miro su rostro serio, pura estrategia. La he visto esconder una parte de las verduras en una servilleta. No le gusta estas últimas, pero sabe manejar el asunto a su beneficio. No diré nada y no estoy por la labor de obligar a los niños a comer cosas que no les gusta. Eso no asegura que obligándole le darán el gusto de estos últimos. Incluso puede que de mayor nunca coman nada parecido a esos alimentos si los padres se vuelven demasiados insistentes. Eso no significa que se tiene que aplicar esta teoría a todo. Claro que algunas cosas son obligatorias como ir a la escuela, los modales que consisten a tener un mínimo de educación, de respeto y de consideración hacia los demás etc.

 

-          Traigo el postre…

 

Severita se levanta tomando los platos y se va hacia la cocina. Sonrió a Javier que se ve algo incómodo. No hemos hablado mucho.

 

-          ¿Te gusta la casa?

-          Sí. Es muy cómoda. Severita tiene mucho gusto y me encanta la luz que hay aquí… y tengo un jardín en el cual trabajar.

-          ¿Te gusta jardinear?

-          Mucho. Me calma. Cuando estoy plantando o limpiando me siento mejor, como si estuviera conectado a algo más importante y todo lo que me parece malo, insuperable pierde de su fuerza y de su importancia.

-          Lo entiendo. Cocinar me da esa misma sensación.

 

Nos sonreímos. Severita llega con una bandeja rellena con postres.

 

-          OHHHHHH…

 

Chipita aplaude. Severita nos ha hecho su delicioso mus de tres chocolates. Una maravilla. Chipita le encanta y a mí también. Empezamos a hablar de nimiedades y de repente sé que Javier es el que faltaba en nuestra familia. Le sonrió cálidamente.

 

 

 

 

49.

 

            Severita termina su segunda taza de té. No quiere tomar café hoy. Le pasa a veces, se auto censura o castiga o simplemente elige cosas distintas, sea como sea, hace lo que le da la gana, evidentemente. Empieza a dar vuelta con la taza entre sus manos. Podría pensar que es para calentarse estas, pero se mejor que eso. Son los nervios, la inquietud, el no saber cómo tocar un tema. La conozco tan bien, como si la hubiera parido, que también.

 

-          Fue una cena muy agradable y el menú, ¡chapo!

 

Me mira y ríe un poco.

 

-          Mama… ¿Cómo lo ves?

-          ¿Lo que?

-          Javier en mi casa.

-          Niña… ¿Qué quieres saber?

-          No lo sé… si piensas que en una cena puedo decirte que encaja en tu casa, tu vida, tu existencia y en la vida de Chipita, me das un valor y un potencial que no tengo. ¿Qué temes?

-          De equivocarme como con el padre de Enia.

-          Cuando lo conociste y que decidís tener un niño, casaros, ¿pensabas que te estabas equivocando?

-          No.

-          ¿Cuándo has empezado a pensar que esas decisiones que tomaste entonces son equivocaciones?

 

Severita me mira fijamente. Deposita su taza en la mesa con sumo cuidado.

 

-          No sé.  Pero no entiendo…

-          Cuando empezaste con el padre de Chipita no te plantearte que podía equivocarte. Tomaste decisiones, decidiste arriesgarte a hacer cosas para ti, el, tu pareja, tu vida… luego las cosas se trasquilaron, se distorsionaron y se fracasaron. ¿Lamentas haber tenido Chipita?

-          ¡No!

-          Si no hubieras tenido esa relación con su padre, ella no estaría aquí…

-          Si… pero su padre es un idiota…

-          Lo es, eso es indudable. Pero hace parte de lo que eres ahora, de lo que es Chipita.

-          De acuerdo. Y… ¿qué tiene eso que ver con Javier?

-          Lo que tiene que ver el padre de Chipita cuando lo conociste, os casasteis y tuvisteis a Chipita.

 

Severita se pierde en unas reflexiones internas que le da un aire pensativo, ensoñador y ahí es donde veo a Chipita.

 

-          Quieres decir que tengo que darle la misma oportunidad y suerte a Javier que cuando empecé con el padre de Chipita.

 

No digo nada. Procesa cosas en su cabeza y pronto asienta como si las piezas del rompecabezas se ordenaran. Me sonríe cálidamente y me aprieta la mano. Es tan guapa.

 

-          Pero a ti, ¿qué te parece Javier?

-          Es uno más en la familia.

 

Me mira intensamente.

 

-          ¿Lo piensas de verdad?

-          No suelo pensar de mentira. Mi niña… sabes que la familia cuenta mucho para mí, pero que soy algo selectiva…

 

Severita asiente con la cabeza. Cuando el padre de Chipita se puso como se puso, lo expulse” virtualmente” de la familia, hasta que medidas más concretas fueron tomadas y ejecutadas. Sigue siendo el padre de Chipita, pero nada más. Nunca me gustó, lo acepté mientras Severita lo aceptaba, pero cuantito fue efectivo, adiós muy buenas. Tengo muy pocos contactos con él y deseo que siga las cosas así.

 

-          Vaya… me tengo que ir. Chipita está al salir de la escuela.

 

Cinco minutos más tarde ha salido de casa después de un abrazo muy cálido y muy aliviado. La amo.

 

 

 

 

 

50.

 

            Estoy limpiando la cocina. Me gusta tenerla muy limpia por lo menos una vez por mes. Me esmero y la dejo reluciente. Miro lo que me queda por hacer. Voy a darle un toquecito de brillo al armario que es de caoba, una antigüedad que me viene de mi abuela. Ella pensaba que la cocina tenía que tener buenos muebles y aparatos de cocina de buena calidad. Decía que la cocina era el corazón de una casa, la mejor parte, lo que unía la familia, los amigos, todo lo que es importante en una vida como familiares, allegados, amistades.  Es por eso que la habitación la más grande de su casa era la cocina. Me encantaba estar allí, en esa cocina, donde me contaba cosas. A veces su mirada se perdía en el vacío, viendo o recordando cosas que no la hacía feliz. Pero nunca pregunté, sabía que era cosas muy íntimas, muy privadas, muy dolorosas. Con el tiempo, varios de mi entorno familiar contaron hechos y entendí entonces lo que la carcomía, la destrozaba por dentro. Nunca se lamentó, guardaba todo adentro con un pudor y una simpleza de las que tenían esa generación. Era extraño de ver como sonreía, reía, contaba chistes o cantaba algunas coplas de su tiempo mientras que por dentro estaba destrozada. Una postura de dignidad y de serenidad que me imponían, aunque no entendía lo que eran. Lo sentía. A veces la abrazaba, esa barriga redonda y esa cintura dilatada bajo ese vestido delantal con el cual hacia todo en casa. Era cariñosa y cuando me miraba lo hacía con tanta admiración y afecto. Me hacía sentir como si fuera un ser particular, maravilloso, el centro de un mundo. De su mundo, quizás. Murió cuando tenía diez años. Fue de repente. Un día estuve con ella y el siguiente mi padre me explicaba con mucha ternura y cuidado que se había ido y que ya no volvería, o sea, que no la vería más. No entendí mucho, salvo que nunca la iba a ver más. No fui al entierro, pero entendí que estaba muerta. No lo entendí más, salvo… entendí que no la vería más y eso es lo que me angustió y lo que me alivió. Era una mezcla particular. Lloré mucho y mi sufrimiento estuvo allí mucho tiempo. Luego mi padre, cuando pasaron casi un año, me llevo al cementerio. Me explicó que, si mi abuela estaba en otro lugar, siempre podríamos sentirla con nosotros en nuestra vida, en nuestra mente, en nuestros sentimientos, en nuestros recuerdos y que podríamos siempre ir al cementerio donde estaba enterrada para rezarle y darle una muestra de nuestro amor hacia ella. Una especie de ritual. No entendí gran cosa, eran palabras de adultos, ideas de ellos y yo era una niña. Cuando llegamos en el cementerio mi padre estuvo atento a lo que sentía, preocupado de que no tuviera miedo o me sintiera mal. Pero no fue el caso. Cuando pasé por esos senderos con las tumbas, me sentí serena y curiosa. No lo correlacioné con la perdida de mi abuela, ni de mi propia muerte un día. No lo vi todo a través la curiosidad de una niña que va a un sitio nuevo y extraño. Luego llegamos a la tumba de mi abuela. Me acuerdo que la encontré bonita con todas esas flores y también el cameo con su foto donde sonreía. La lapida era negra brillante, de mármol y con letras doradas y estilizadas. Leí todo con lentitud y esmero.  Mi padre seguía atento a mí. Luego me aproximé a su nombre que leí deletreando cuidadosamente. Luego puse mi mano sobre su cara y me acorde de su calidez, su sonrisa, sus palabras, cuando me estrechaba contra ella en un abrazo lleno de dulzura y de fuerza. Casi pude sentir su olor a talco y a esa colonia que era la que todas las mujeres de esa época se ponían. Sonreía y eso relajó a mi padre. Me cogió mis hombros y me estrecho levemente. Creo que había algunas lágrimas al borde de sus ojos. Me sentía feliz y tranquila, como si estar allí era lo correcto. No tenía miedo, estaba bien.  Al cabo de unos minutos más así en el abrazo lleno de amor de mi padre, no fuimos. Desde ese día, voy al cementerio cuando quiero. Me da la misma sensación que entonces.

 

-          Buela…

-          Sí, mi amor…

-          ¿Quién es?

 

Me muestra un cuadro con una foto. Ya. Ella.

 

 

 

 

 

51.

 

            Chipita se aproxima a mí con el cuadro. Un vistazo solo. No sé cómo ha descubierto este retrato. Lo puse detrás de otros. Tendría que haberlo quitado, pero… no es tan fácil. Es mi madre. La que me pario, la que no me acuerdo sin un escalofrío. Murió cuando me iba a casar. Siempre le tuve miedo, siempre le tuvo desconfianza, siempre me inquieto, me dio angustia. No me quería como creo que debe querer una madre. De manera desinteresada y sin ningún reparo. Puede estar o no de acuerdo con su hijo o hija, puede que este enfurecida, recelosa, en cólera, en contra de algo que haga o no, pero incondicionalmente lo quiere. Y ella solo quería con condiciones, según sus propios criterios, su dominio, su juicio, su condena, si una no quería hacer o ser lo que dictaminaba. Siempre hubo condicionamientos, condiciones, leyes. Nunca me sentí querida por lo que era, pero solo cuando lo que hacía le complacía. Pensé que la quería, quizás lo hice, la defendí como todo rehén emocional defiende su maltratador, fui indulgente, justifique lo indefendible a veces, solo por lealtad y porque era mi madre y eso tenía un valor añadido a su persona. Pero nunca daba la pauta, siempre fui una decepción para ella. Pero así y todo fui legal y leal con ella. Luego cuando empecé a tener amigas adultas empezaron a abrirme los ojos sobre cosas que no deberían ser licita viniendo de una madre. Luego mi marido supo entender lo que yo no veía, no comprendía. Me apoyo. Luego murió y algo se rompió en mí. Me sentí aliviada de que desapareciera de mi vida. Era un sentimiento extraño y me costó mucho tiempo entender lo que había pasado desde mi nacimiento. El hecho de haber tenido una mala vida, un pasado doloroso y cruel no justificaba que me destrozara como persona, mi ego, mi personalidad, mi naturaleza. Me paso factura en capas internas muy profundas, pero me aferre al día a día, a mi presente, a lo que mi vida me daba, los demás, la sociedad, el mundo, tal vez el universo, pero hasta allí no llegó.  Me ayudaron mucho, mi padre a su manera discreta y como que no quiere la cosa. Luego mi niña, Chipita, pero también mi abuela. Y tantos otros, amigos, familiares. Sí, he tenido mucha suerte, la verdad.

 

-          Buela… ¿Quién es?

 

Se sienta en su silla y pone el cuadro delante de su carita, escrudiñando detenidamente el rostro de mi madre. Es una foto de su cara cuando tuvo veinte años. Era agraciada como se decía entonces. No realmente guapo, pero tenía un cierto encanto y su juventud. Me siento de lado enfrente de ella.

 

-          Era mi madre.

 

Me mira y luego la foto. No me parezco a ella, a mi abuela sí. Un alivio de más.

 

-          ¿Cómo mama?

 

La miro y se me desgarra el corazón. Quiero gritarle que no, de ninguna manera, pero tiene siete años o casi. No lo entendería.

 

-          Es como una madre.

 

Asiente con la cabeza como si algo entendiera.

 

-          No eres como ella. Tu eres más guapa.

 

Me rio levemente. Es tan dulce. Me mira muy seria.

 

-          No me gusta.

-          ¿Por qué?

-          No tiene ojos buenos.

-          ¿Cómo es eso?

-          Ahí.

 

Me muestra los ojos de mi madre. Veo lo que siempre he visto. Unos ojos con una mirada fija, sin ninguna emoción, la boca sonríe levemente, pero esa mirada… No sonríe, es ausente. Es lo que era mi madre. Es la viva imagen de lo que era mi madre. Estigmatiza lo que era.

 

-          Es... feo, frio… No me gusta. No es como tú o mama…

 

Le sonrió. Me levanto y la apretó contra mi torso. Me rodea la cintura con sus bracitos. La foto esta delante de nuestro abrazo. La miro detenidamente, mientras tengo a mi amor en mis brazos, contra mi cuerpo, protegida, envuelta en mi cariño y mi amor. Veo esos rasgos, esa cara que ya es solo un recuerdo, algo que ya no puede tener ninguna relevancia en mi presente y sonrió. Si le sonrió a esa cara y de pronto sé que ella esta, estaba ya, y estará fuera de mi álbum de familia.

 

 

 

9 octobre 2023

Bonjour, Sans que cela ne devienne une habitude,

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Bonjour, 

Sans que cela ne devienne une habitude, je mets en même temps mes deux chapitres de Alba bis et de El laberinto.

Sin que sirva de precedente, pongo mis dos capítulos de mis dos novelas Alba bis y de El laberinto. Bonne lecture!

 

El laberinto.

 

10.

            Llevo siete días sin ver a Manuel y estoy enfrascado de lleno en mis libros y otros deberes. Trabajo sin cesar, quiero estar al día y la suma de materias que debo aprender, las búsqueda, el entendimiento me lleva mucho tiempo, más que a los demás. Supongo que no haber estado en contacto con libros o conocimientos generales es un impedimento a la hora de ser un estudiante como mis condiscípulos de aulas. Una sombra se ciñe sobre mi libro. Manuel, seguro que es él.

 

-          ¿Tienes fuego?

 

Saco un mechero de mi bolsillo y lo dejo encima de la mesa de madera que hay en uno de los jardines de la Universidad y puesta a nuestra entera disposición. Se sienta en el banco y me mira fijamente.

 

-          Curso de etimología…

-          Si…

 

Caí en la trampa. Si le hablo, me habla y pronto haré lo que quiere.

 

-          Curso interesante… merece la pena de estudiarlo a fondo, es la base del vocabulario.

 

Lo miro extrañado. La mayoría de las veces destila desdén con los cursos y los que lo dan.

 

-          ¿Qué?

-          ¿Qué quieres?

-          Cambiar nuestro mundo en general, pero en particular un cambio en nuestra sociedad y país me satisfacería muchísimo…

 

Suspiro profundamente y cierro un puño. Puede ser tan carca cuando se lo propone.

 

-          Me gustaría que me acompañaras…

-          ¡No!

 

Me mira sin perder la compostura, esperando mis explicaciones. Se le puede reprochar cualquier cosa, pero es una persona que siempre escucha atentamente y con respeto lo que una persona quiere decir e exprimir lo que quiere, incluso si no le beneficia ni le agrada.

 

-          Mira, Manuel…

 

Suspiro profundamente. Soy una persona pacífica y que no le gustan los conflictos, me desestabiliza mucho.

 

-          He venido a Madrid y aquí en esta Universidad para estudiar y labrarme una carrera con una enseñanza de calidad y si estoy contigo aquí y allá, nunca voy a poder tener ni una cosa ni la otra.

-          Puedes tener las tres cosas, yendo aquí y allá conmigo.

-          No puedo. ¿No entiendes el sacrificio que han hecho mis padres para mandarme aquí y que pueda tener un futuro con oficio y beneficios?

-          Lo entiendo tan bien que quiero esto para ti, pero para todos los que son como tú, yo y los demás y eso pasa con venir conmigo aquí y allá.

 

Cierro el otro puño. Es tan… Se levanta y se sienta en el banco al otro lado. Se estira hasta quedar a dos palmos de mi cara. El movimiento es curioso y tan de él.

 

-          No lo entiendes, ¿verdad? Pero si no vienes conmigo aquí y allá, nunca lo entenderás. Quiero que estudie y te he propuesto ayudarte. Lo hago y seguiré haciéndolo y vigilaré que te acerques a tu propósito, a tu objetivo y más después haber visto a tus padres. Pero si no hago lo que hago, lo que hacemos aquí y allá, ni tu ni nadie podrá nunca conseguir su meta, su objetivo, su propósito.

 

Lo miro fijamente. Lo piensa, lo cree realmente, es una persona dedicada en sus creencias, leal, legal y que no parara hasta llegar a su propósito. Suspiro profundamente y cierro los ojos, relajo las manos. Siento confusamente que lleva la razón en lo que dice. Reúno mis cuadernos, libros y otras cosas en mi maletín. No hace nada, me mira. Cuando he terminado, me da una leve sonrisa y despliega su alto cuerpo.

 

-          Vamos y después, te ayudo con tu programa.

 

Hago una mueca.

 

 

 

10a.

            No lo entendía y yo no sabía explicarle la importancia, lo esencial, lo extraordinario que era que fuese a una universidad. Era algo nuevo, una oportunidad única que no se repetiría nunca más. Mi padre y mi madre contaban con que les sucediera en la ferretería, que de hecho era prospera en lo que cabe, ya sea por ser la única en el pueblo y por qué nos daba de comer y vivir decentemente y holgadamente.

            No lo entendía por quién era, una persona con una capacidad de memoria, de sintetizar y sacar conclusiones de provecho teóricamente primero y después prácticamente. Una persona visionaria con el talento, la creatividad, la generosidad, la empatía, el coraje, la voluntad, la potencia, la sabiduría cercana, el entendimiento veloz de las cosas, de los hechos, circunstancias y sobre todo de las personas, la simpatía, la soltura y el empaque, el liderazgo y el carisma necesario para que los demás lo siga, pero nunca ciegamente, eso si. Es una de las personas más emblemática con quién me he codeado y que nunca entendí realmente.

             No lo entendía por ser hijo de gentes pudientes, familia poderosa de dinero e influencia, por ser de una “casta” superior y entonces eso tenía su peso.

            No lo entendía porque no era yo y nunca lo fue ni tampoco se lo propuso. Fue él con sus contradicciones, pero con una cordura, una sinceridad y una honestidad letales.

            Ahora entiendo que no lo entendiera, ahora entiendo lo que quiso hacer. Y estoy orgulloso de haber ido aquí y allá con él.

 

--------------------------------jusqu'au prochain chapitre+++++++++++++++++++++++++------------hasta el próximo capítulo++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++------------

 

 

Alba bis

13.

            Alba lui résiste, elle ne veut pas entendre raison. Gabriel est également furieux et campe sur ses positions. Elle n’ira pas « koter » avec son copain âgé de dix-neuf ans et se croyant déjà un homme, alors qu’il n’est même pas encore sorti de l’adolescence. Alba va avoir dix-huit ans bientôt, elle s’apprête à entrer à l’unif et ce n’est pas ce petit merdeux qui va lui casser ses perspectives d’avenir. Aujourd’hui plus que hier et avant-hier un diplôme et d’autres connaissances est indispensable. Il n’en démordra pas !

 

-          T’es conscient que d’ici deux mois, je suis majeure et donc libre de faire ce que je veux, où, quand, comment et avec qui ou quoi je veux !

 

Alba a la voix froidement plate, le regard vieilli et fixé sur son père. Elle a le même air que lui, têtu, obstiné, prêt à y laisser sa vie si c’est nécessaire ! Gabriel écarquille les yeux. Damien fronce les sourcils. Clémence est au spa pour la journée, disposée à passer et à jouir d’une vraie journée de détente. Heureusement. Elle serait malheureuse en voyant ce qui se passe ici.

 

-          Ça, c’est de la manipulation, Alba !

 

Damien grimace intérieurement. Gabriel a dit son prénom. ¡Mal asunto ! (mauvaise affaire !) Alba a le regard qui vacille et ses épaules tombent un peu, déraidissant sa pose défiante et insolente. Elle inspire violemment.

 

-          Je… je… je suis désolée, je ne voulais pas dire ça… C’est juste que…

 

Gabriel ne la lache pas du regard. Il soupire profondément.

 

-          Non ! Tu le pensais et tu as raison. Tu as l’âge de prendre tes propres décisions bonnes ou mauvaises. Oui.

 

Ils se regardent fixement. Ils ont toujours été très proche, aussi opiniâtre l’un que l’autre et aussi angoissé aussi.

 

-          Je… comprends ce que tu dis, poup’s, mais je te jure que j’y ai bien réfléchi. Je ne suis pas boloss non plus ! Je vais essayer, mais si ça ne va pas, je ne reste pas, je me taille fissa.

 

Damien voit les failles dans ce plan apparemment bien conçu et raisonnable. Gabriel aussi, mais il ne dit rien. Il soupire encore.

 

-          Tu pars quand ?

-          D’ici deux semaines à peu près. Il doit encore arranger le flat.

-          Bon. Nous t’aiderons à t’installer et lui…

-          Yanis.

-          Oui. Yanis. Pour l’installation aussi. Vous avez besoin de quoi ? Peut-être qu’ici, dans la maison, vous pourriez…

-          Non, non ! On préfère acheter du neuf !

 

Gabriel ne dit rien. Il semble que l’ère de la récupération des objets, des objets de seconde main n’est pas encore une notion qu’Alba pratique couramment. Encore. Ça ne viendra peut-être pas ou si, l’avenir le dira. Le neuf a encore trop d’attrait pour elle. Il va le concevoir, l’accepter. Pour l’instant. Alba l’enlace avec une pointe de doute et Gabriel la serre contre lui. Damien regarde le couple… Leur cher ange veut déjà voler de ses propres ailes… ¿Ley de vida ? Loi de vie ? Oui. Mais… Déjà ? Elle n’était qu’un bébé hier encore et là ! Il vient enlacer le couple. Il repose son menton sur le haut du crâne. Si petite, si grande déjà. Alba. Leur Aube.

            La semaine qui suit, ils en reparlent encore et encore de ce premier départ, de cette prochaine absence, sauf qu’ils décident aussi d’agir, de prévoir, d’établir des plans, des projets à mettre sur pied pour que tu ailles bien, au mieux, pas trop mal. Gabriel ne sait plus où donner de la tête en s’investissant pour ne pas avoir à considérer l’état de son cœur. Il agit, agit et agit… Damien le freine habilement et diplomatiquement. Il a aussi quelque chose qui se casse en lui, qui s’effrite un peu, pas trop. Elle ne part pas au bout du monde, elle est proche et puis… si elle est heureuse. Les trois parents, Clémence étant la plus sensée des trois, essaient de rester raisonnables, de ne pas dramatiser, de se dire que si elle est heureuse. Et Alba l’est. Elle le vit, le voit comme sa première grande aventure et c’est pas rien. Tout est bon pour la faire agir, réagir pour que tout se passe comme elle pense que cela doit se passer. Le chaos semble régner durant un certain temps, mais dans le fond, tout est organisé pour qu’ils puissent retrouver leurs marques intactes les uns avec les autres.

            Le grand jour arrive. Ils ont convenus verbalement et entre eux que ce Yanis n’était pas si mal. Intérieurement chacun des parents lui ferait bien la peau, histoire de se défouler et aussi de donner un avertissement haut et clair, qu’à Alba on la traite comme la huitième merveille du monde, pas moins. Cela ne se fera pas, ère du politiquement correct oblige, mais le sentiment y est. Yanis se montre des plus conciliants, mais il sent un souffle dangereux émaner de chacun des parents. Il n’est pas bête et surtout, lui aussi veut que cela marche, que l’aventure à deux soit une merveilleuse aventure. Il ne le dit pas, mais il en fait la promesse intérieure à lui-même et aussi à ces parents qu’il comprend confusément. Les siens étaient plus de le perdre de vue que de se préoccuper de ce qu’il advenait de lui. Aussi…

 

 14.

            Gabriel se réveille en sursaut. Il se redresse, le cœur au bord des lèvres, le torse baigné de sueur, le regard halluciné. Il essaie de savoir qui il est, ce qu’il est, où il est et de…

 

-          Gugugugugugug…

 

Il plisse les yeux et voit Alba crapahutant sur le matelas comme n petit chaton. Elle s’arrête et s’assoit lourdement en le regardant sérieusement. Gabriel ne veut même pas savoir la tête qu’il doit avoir. Alba attend. Damien apparait au pied du lit et d’un regard comprend la situation. Il a un faible sourire à son amante, puis un plus doux et plus ample à son ange, sa merveilleuse petite. Alba pousse une sorte de petit cri riant et se remet à crapahuter jusqu’à lui. Elle adore le grand lit parental, c’est une piste idéale pour se promener et si en plus elle peut avoir des câlins, mieux que bien. Gabriel la réceptionne en riant des petites grimaces du petit ange. Il la fait sauter, la chatouille, l’embrasse sous les cris et les rires enjoués d’Alba. Damien vient les rejoindre ce qui accroit le plaisir du bébé et le leur. Alba se pelotonne entre ses deux pères. Bientôt ses yeux papillonnent et elle tombe entre les bras de Morphée, ressemblant plus que jamais à un petit ange. Elle reste immobile, petit corps doux et chaud. Damien et Gabriel la regardent, se demandant encore par quel miracle ils ont avec eux cette divine enfant. Damien pose sa grande paume sur le visage de Gabriel qui le regarde en faisant une grimace désolée.

 

-          Cauchemar ?

-          Oui.

-          Encore à anticiper… Combien ?

-          Je… jusqu’à son départ avec un p’tit con nommé Yanis qui… mais bon… tu sais comme je susi, j’ai monté toutes des histoires et c’était… terrifiant.

-          J’imagine bien. Tu anticipes quoi…

-          Dix-huit ans…

-          Dix-huit ans ! Compadre… faut arrêter la machine à se lancer dans un futur improbable, d’autant que tu ne peux rien contrôler… hic et nunc comme disait un prof qu’on avait en secondaire.

-          Oui, je sais, mais…

-          Tu ne vas pas y survivre. Laisse courir, amor moi… on est là, on sera là sans doute et on verra… tu dois avoir confiance…

-          Confiance… c’est drôle, tu me disais ça aussi dans mon cauchemar…

-          Ah bien ! Il y avait au moins une once de rêve dans ton cauchemar, merci, querido !

 

Gabriel a un petit rire. Ils chuchotent pour ne pas réveiller Alba, bien que son sommeil soit des plus profonds. Elle dort bien, ce qui est, aux dires de pas mal de parents, une vraie bénédiction.

 

-          Tu as raison, listillo.

-          Je veux bien te croire, Gab. Tu sais quoi ? Si t’essaie de voir ça au jour le jour. Le temps file vraiment vite, tu le sais et… t’as pas envie de voir venir, de profiter de chaque instant… cada edad tiene su encanto… chaque âge a son charme, répétait Alonso… il avait raison, il a raison…

 

Gabriel soupire en se frottant le visage d’une main un peu tremblante. Il va essayer, il se le doit à lui-même et à ses trois amours. Après tout… il peut toujours faire le nécessaire le moment venu, non ? Damien le voit réfléchir et il sait par où passe cet esprit inquiet et trop aimant par instant. Alba pousse un petit soupir d’aise en se calant plus commodément dans cette chaude étreinte paternelle. Ils lui sourient avec tout l’amour qu’ils ressentent pour elle. Tout va bien. Tout ira bien, si ?

 

 

--------------------------------jusqu'au prochain chapitre+++++++++++++++++++++++++------------------------hasta el próximo capítulo++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++------------

 

 

 

 

 

 

9 octobre 2023

Bonjour, Voilà quelques temps, j'ai écrit un

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Bonjour, 

Voilà quelques temps, j'ai écrit un livre dont je n,ai plus aucune idée. Par le titre "Un de plus dans le monde littéraire normal", j'imagine qu'il s'agit d'une histoire tournant autour du monde littéraire ou des livres... enfin, lisez, si vous vouloez ou pouvez et... bonne lecture!

 

Un de plus dans le monde littérraire normal

 

« Les gens qui n’ont pas peur de mourir, n’ont pas peur de vieillir. Ce qui est essentiel, c’est de vivre, alors la vieillesse, ça n’a pas d’importance. » Jeanne Moreau

 

La escritura es mi única razón de ser uniéndose a mis miles de razones de vivir. Cuando acabe de ser, acabare de escribir. Y, ¡que conste!, un ser humano termina de ser, a veces, mucho antes de su muerte física. Si no, váyase a dar una vuelta por las residencias de ancianos. ¡Quizá, lo entenderéis!  Virginia López Peñalver.

 

1.

Je vais écrire un livre intelligent. Cela ne doit pas être bien difficile à produire. Il suffit de regarder autour de soi et de transcrire ce que je vois. Pour les personnages, c’est encore plus simple. Je fais un copier/coller avec ceux qui m’entourent, surtout de ceux que je connais le moins. Ceux que je connais, pas la peine, c’est déjà assez de les côtoyer en vrai sans rajouter à la torture. Je n’ai pas vocation de masochiste achevée, j’en suis certaine !

D’ailleurs, en guise d’exemple, je peux prendre mon voisin de gauche, Mr. J., (j’ai dû déposer dans sa boîte aux lettres du courrier mis par erreur dans la mienne, de là que je connaisse son nom sinon, pensez bien que je…). Je le vois sortir tous les matins de chez lui, à la même heure, à la minute près, prendre sa bagnole, un break d’origine européenne et démarrer à du 25-30 kms/h dans la rue semi silencieuse. Un prudent. Il a l’air marié. La tête de l’emploi et la femme qui habite dans la maison l’attestent. J’ai l’œil pour cela. Il y aurait même un gosse en route que ça ne m’étonnerait pas. Je sens des choses comme celles-là…

L’emploi ? Sûrement dans un bureau, un truc avec des paperasseries, un ordinateur devant le faciès toute la journée, ou presque, entre 2/3 poses cafés/thés/pipi/caca voire cigarette, il n’y a pas de raison à mon sens. Le costume qu’il porte 5 jours sur  7 doit être le clone de plusieurs autres parce que c’est, à la nuance près, le même. Le w-e, il tond le gazon s’il fait bon et il nettoie la voiture. Une sorte de rite. Gazon/voiture. Jamais voiture sans gazon ou alors gazon sans voiture, c’est un pack, à prendre ou à laisser. Notez, ces jours-là lorsqu’il fait beau, ce ne sont plus des trottoirs, ce sont des cars-wash perso… Et discipliné avec ça… on ne dirait pas qu’ils sont en congé, mais en break laborieux…  Parlez-moi d’une fin de semaine de repos !

S’il fait mauvais ? Je n’en sais rien. Je ne suis pas du genre à zieuter indiscrètement chez les autres. J’ai autre chose à faire de ma vie et nettement plus intéressant que ça. Ce qui est sûr, c’est un méthodique. C’est pourquoi, s’il est en retard, le matin, je commence à m’inquiéter gravos. Du coup, je m’imagine pleins de choses affreuses. Il a succombé durant la nuit à une attaque fulgurante du cœur… Il a eu un anévrisme soudain… Ou alors la fièvre aviaire ou jaune ou aphteuse… une grippe foudroyante genre grippe espagnole… Tout ça, c’est avant de le voir sortir précipitamment de la maison et passer devant chez moi à du 40/45 km/h. Je suis rassurée. Bien sûr, il s’agissait ce matin-là d’un bête retard dû à une panne de réveil, parce qu’il n’a pas la tête à faire autre chose qu’avoir une panne de réveil. J’ai l’œil pour ces choses –là.

Par contre, le soir, il n’arrive pas toujours à la même heure chez lui. C’est curieux cela… Enfin, je ne le connais pas plus que cela alors je ne peux rien dire, mais d’après ce que j’ai lu dans des magasines sérieux, arriver à des heures différentes, ce n’est vraiment pas bon signe. Mais, je dis ça, hein… Sa femme a l’air d’être une gentille femme, c’est déjà ça.

Bon, comme protagoniste d’un roman intelligent, il y a mieux, mais c’est à voir. D’autant qu’il n'est pas tout à fait moche. Pas de bedaine, ni de dos arrondi, il se maintient en forme, j’en ai l’impression. Taille un peu au-dessus de la moyenne et il a l’air gentil. Enfin, pour ce que je peux voir de loin et avec ma myopie galopante, hein…

2.

 

Si ce n’est pas malheureux ? Elle va de nouveau mettre les voiles ? D’après Mme. B. que je vois de temps en temps chez le coiffeur – une chieuse, mais je ne la fréquente pas trop, alors ça va- elle serait hôtesse de l’air. D’où elle tient ça ? Je n’en sais rien, mais elle a ses sources et je n’ai aucune raison de la traiter de menteuse. Quoique…

Notez, Mlle. G. (un courrier mis par erreur dans ma boîte aux lettres, aussi…)  pourrait l’être, vu son gabarit, mince de chez mince. Elle m’ferait une petite anémie que ça ne m’étonnerait pas ! Quand à son frigo et son garde-manger, ils doivent carrément être anorexique vu cette minceur. Pas étonnant qu’elle a cette mine d’enterrement, moi aussi je la ferais si je devais faire ceinture. Bien sûr, ce n’est pas dit, mais j’ai l’œil et une taille pareille, cela se soigne pas aux petits oignons, non, mais au  régime à la tue-calories, oui ! Je connais cela ! Que se passe-t-il ? Les rondeurs ne sont plus appréciées ? C’est mieux de tomber sur un tas d’os? Le genre momie sans bandelettes va être mis à la mode ? Moi, je le dis comme je le pense, ôter les rondeurs aux femmes, c’est ôter 85% de leurs charmes. Non, moi, par exemple, je me sens très épanouie, pas comme cette voisine-là. Jamais un sourire, une traîne misère et compagnie! Et pas de compagnon ou de compagne. Je suis large d’esprit, faut qu’il y en ait pour les deux goûts, hein… Mais, c’est triste, si jeune et déjà solitaire comme cela. Je suis sûre qu’elle engrosserait de quelques kilos que ce serait banco, baccara, gros lot, bref, le «ils furent heureux,  se marièrent et…) vous connaissez la suite…  D’autant qu’elle a un blond de cheveux qui a l’air naturel, ça aide toujours, paraît-il. Je ne vois pas en quoi mais bon, admettons…

Notez… Si ce ne sont pas ces régimes à la tue-moi les calories, ce sont les ingrédients des produits qu’on achète qui le feront. Je ne dis pas que tous les produits sont mauvais, non, ce serait exagéré et je dirais même qu’ils sont, sans doute, tous bons. Mais à moins de trimballer une loupe, il n’y a pas moyen de lire les ingrédients inscrits sur les emballages. C’est bien de les mettre en plusieurs langues, mais est-ce nécessaire de les écrire seulement pour de bons voyants ? Pas que j’ai des problèmes de vue pour mon âge, mais tout de même, on a plus vingt ans ! Et tous ces E suivis de chiffres… c’est expert en biochimie qu’il faut être pour comprendre ! Je pourrais aussi me balader avec l’étui du parfait petit chimiste pour savoir de quoi il retourne ! Je n’ai pas que cela à faire, moi ! Notez, je dis ça, je dis rien ! Ce sont sûrement d’excellents ingrédients, mais j’aime la clarté sinon, je deviens comme qui dirait, soupçonneuse…

Parce que moi, je fais dans le naturel au maximum. Quand je fais des cakes ou des biscuits, je sais ce que je mets dedans. Pas comme sur ces produits, mais… je ne vais pas revenir là-dessus !

Mlle.G., héroïne de mon roman intelligent ? Pas sûre, mais qui sait… Cela dépendra du genre… De roman, veux-je dire…

 

 

 

 

3.

 

Le petit J. … C’est un garçon de 12 ans qui vient à la maison depuis qu’il a 9 ans, à peu près… Normalement, je ne laisse personne entrer chez moi… Vous savez ce que c’est et avec ce qui court aujourd’hui, il faut se méfier encore plus mais bon… Ce jour-là, en plein hiver, février - je crois que c’était ce mois-là-  le petit J. était dehors. Pauvre petite chose dégoulinante d’eau…  Il avait oublié ses clefs et ses parents… Ils travaillent tous les deux, je comprends cela, il faut beaucoup d’argent aujourd’hui pour maintenir un semblant de foyer décent mais… tout de même… Enfin…

 

Donc, il était là et ça m’a fait quelque chose. Comme il a l’air d’être un gentil garçon, je l’ai fait entrer à la maison jusqu’au retour de ses parents. Il a mis un mot sur la porte… On ne sait jamais !  Et c’est vraiment un gentil p’tit gars !

J. vient à la maison après l’école et il ne s’en plaint pas de mes gâteaux et de mes cakes… Même qu’il en redemande…et pour cause. En même temps, on en profite pour faire ses devoirs et ses leçons. C’est qu’il en a dans le ciboulot, ce petit. Intelligent, curieux et il aime étudier ce qui, d’après ce que j’ai compris, n’est pas le cas de tout le monde… Je les vois traîner dans la rue comme la misère… Des  classes touristes que je les appelle ces jeunes ! Un troupeau d’ânes bâtés, harnachés avec leur sac à dos comme des baudets. Des crétinisés du bulbe, une jeunesse pourrie, oui ! L’école les emmerde, TOUT les emmerde… et mon pied au cul, ça les emmerderait aussi ! Ils n’ont rien d’autre à faire ? Et à pas d’heure, encore bien, qu’ils traînent. C’est à se demander à quoi pensent leurs parents ? S’ils pensent, pensez ! Avec leurs horaires et leurs activités « extra-boulot », c’est à se demander quand ils trouvent le temps de s’occuper des choses essentielles de la vie… Comme leurs mômes… enfin, je dis ça, je dis rien !

Heureusement, le petit J. n’est pas comme cela. C’est précieux un môme comme ça. Mais, les

parents… notez, je ne les connais pas plus que cela…  ils n’ont jamais le temps… Ils galopent partout… Ca doit les maintenir en forme de courir partout comme cela… J’espère seulement que ses parents n’attendent pas qu’il grandisse pour le fourrer dans la vie active, histoire qu’il ramène des tunes à la maison. Ils m’ont l’air d’être de ce genre-là. J’ai l’œil et le bon. Ou alors, ils vont attendre qu’il soit majeur et hop, coup de pied aux fesses et dehors, vas donc crever ailleurs ! Le mieux si j’avais mon mot à dire -  mais je suis très respectueuse de la vie privée des autres pour m’en mêler-  je leur conseillerais de lui donner la possibilité des études. J’ai quelques idées sur la question et si je suis en vie… on ne sait jamais, hein, on est comme les conserves avec une date de péremption, mais illisible, hein… j’aviserai…

Il est bien, ce petit !   J. pourrait faire un bon sujet de roman mais il est si jeune… A voir…                             

 

 

 

 

            4.

                                                                                                 

Pas comme le cul-terreux de Mr. K. Ah, en voilà un qui est vraiment horrible ! Trois chiens qu’il a. Les seuls, à mon avis, qui peuvent le supporter. Jamais un bonjour, jamais un sourire, toujours hargneux, une vraie porte de prison.

Au début, quand je suis venue vivre ici il y a… surtout prescription, depuis le temps… j’avais la faiblesse de le saluer poliment. Question de bon voisinage ! Il m’aurait répondu le sagouin ! Que nenni ! Mais je lui ai retourné la politesse, hein… Le facteur – il doit avoir des problèmes de vue ou alors trop de courriers en même temps –  a mis plusieurs fois du courrier qui lui était destiné dans ma boîte aux lettres. Ni une ni deux, j’ai remis le tout à la poste. Retour à l’envoyeur. Dans le lot, certaines factures… J’espère que cela n’aura pas de mauvaises incidences… mais, connaissant les administrations…

Lui, pas d’inquiétude à avoir, il ne sera jamais protagoniste d’un roman ou alors comme victime si je choisis le genre horreur catégorie gore.

 

 

 

 

 

5.

 

J’ai longuement réfléchi. Au livre. Je ne lis plus. A quoi bon ? D’ailleurs y-a-t-il un livre aujourd’hui qui en vaille vraiment la peine ? Bien sûr, j’ai lu les classiques habituels dans mon jeune temps. « Autant en emporte le vent «  « Anna Karenine » « les Hauts de Hurlevent », «  Jane Eire », « Orgueil et Préjugés », «  le Blé en herbe », «  Notre-Dame de Paris », « Cyrano de Bergerac », «  Le Grand Meaulnes », «  le Rouge et le Noir », «  Rebecca », «  La Symphonie Pastorale », «  Love Story » (ce dernier, plus tard à cause du battage de pub !!!) et j’en passe et des meilleurs !

A l’école, on nous a fait lire ces soi-disant chef-d’œuvres et d’autres dont j’ai oublié les titres et les histoires, si géniaux tous que je n’ai aucun souvenir d’eux, c’est dire. Quoique, il y en a un qui m’a plu :

«  Pour qui sonne le glas ». Celui-là, je m’en souviens à cause du film. Très bons acteurs ! Gary Cooper… Ce qu’il en jetait, celui-là… Et Ingrid Bergman… Ca c’était de la femme, pas comme toutes ces mijaurées, ces gourdes à l’écran qui voudraient se rendre glamour qu’elles n’arriveraient même pas à l’imiter. C’est dire ! Il faudrait déjà qu’elle rembourre un peu le sac de tissu qui leur sert de peau et, ensuite, qu’elles deviennent de vraies femmes ! Y’a du boulot !

Les histoires de ces bouquins… D’amour. Et pas d’amour qui rime avec joie. Que des malheurs ! De quoi vous rendre nonne ! Enfin, quoi ! Aimer c’est si dramatique que cela et il faut toujours que cela se passe aussi mal tout le long de l’histoire voire jusqu’à la fin ? Je n’avais pas lu le quart du bouquin que déjà j’en avais marre. Tragédie, souffrances, malaises… C’est plus une histoire d’amour, c’est un dossier médical ! Et tout cela pour dire quoi ? Que les histoires heureuses n’ont pas d’histoire, SEULES, les histoires torturées. Dès que j’ai pu, j’ai arrêté de lire. De toute façon, la littérature, ce n’était déjà pas ça à mon époque, alors maintenant, je ne suis pas sûre que cela ait évolué dans le bon sens. Enfin, je dis ça, je dis rien. Je ne suis pas critique littéraire. Eux doivent savoir, moi je sais ce que je sais.

 

Notez dans la même veine des torturés… J’ai quelques doutes pour Mlle. F. (le courrier mis par erreur… etc…). Apparemment, elle a l’air d’avoir une vie plutôt agitée. Oh, je ne veux pas dire que c’est une «  Marie-couche-toi-là », juste que la fréquence des visites masculine est vraiment très élevée. Ou alors elle a une grande famille, rien que des mâles… je ne dis pas, cela arrive aussi. Elle a un métier, pourtant. Fonctionnaire dans un Ministère. Je le sais, j’ai dû y aller un jour et je l’ai vue de mes yeux vus.

Je ne vais pas dire que c’est normal avec l’époque dissolue qu’on vit puisque, après tout, l’expression «  Marie-couche-toi-là » n’existe pas depuis demain la veille.  Il y a toujours eu des gourgandines et des malappris au diapason des premières. Allez, je ne suis pas bégueule ni même née de la dernière pluie pour le savoir. Le seul avantage d’accumuler les ans, c’est qu’on en voit des choses ! Ah, pour ça oui ! Et pas toujours n’importe lesquelles. Comme disait ma grand-mère : turpitudes un jour, turpitudes toujours !

 Non, mon doute et mon inquiétude seraient sur la possibilité, avec tout ça, d’attraper le sida ou une autre chaude-pisse. Ce serait vraiment affreux. J’espère qu’elle prend ses précautions. Le plaisir, c’est bien mais pas à n’importe quel prix. Je dis ça, je dis rien. Un beau brin de fille, ceci dit. J’étais un peu comme elle étant jeunette.

 

 

 

 

6.

 

Je n’ai pas d’ordinateur. Quel rapport avec mon livre intelligent ? Aucun, de mon point de vue, tout, du point de vue de mon neveu. J’en ai 5. Des neveux. Deux nièces très niaises, cela ne mérite pas même une mention. Gentilles, oui, assurément mais tellement… niaises. Je me demande de qui elles tiennent… Je ne peux pas dire qu’elles ne tiennent pas de ma famille sanguine… il y en a que j’aurais aimé ne pas avoir comme parent proche mais comme disait l’autre : on ne choisit pas sa famille. C’est bien dommage ! J’ai limité les dégâts, je ne les vois jamais. Du coup, ma réputation s’est assise, Greta est une originale. Les « politiquement correct » - comme on dit maintenant mais que j’appelle hypocrites, cela me semble plus clair - m’affuble de ce doux adjectif, les autres, plus francs du collier, m’appellent la salope. Pas très joli mais je préfère, tant qu’à faire.

Donc, mon neveu N. a eu vent de mon projet (Comment ? Mystère !) et est venu me débusquer dans ma tanière.

 

-        Tat’ (prononcez à l’américain, «teit »), t’as pas du coca ?

 

Cela, ce sont les tendres salutations.

 

-        Non, N., je n’ai que du jus d’orange pressé frais de ce matin…

-        Ouais… faudra qu’tu kif’ un truc plus soft, Tate parce que le jus, c’est bien mais plutôt au p’tit déj…

 

Je lui ai servi le verre. Ce petit morveux adore se la péter comme il dit. Il paraît que je dois revoir mon vocabulaire. Je n’ai rien contre, d’autant que les airs de matamore du lascar me plaisent trop. Il est beau dans ses 15 ans plein de morgue et d’arrogance. Le temps lui rabattra le caquet ou pas. Ce ne sera pas moi.

 

-        Tiens… et si tu en veux encore, n’hésite pas à en reprendre…

 

Il en a repris. Je garde le front plissé, les lèvres serrées, l’œil noir, le masque parfait de la désapprobation. Il n’en attend pas moins de moi.

 

-        Paraît qu’t’as dans l’idée de scribouiller un bouquin… c’est une idée comme ça ou c’est pour de vrai ?

-        Je ne suis on ne peut plus sérieuse par rapport à ce projet.

-        Mais… T’as pas d’ordi ?

 

Non, je n’ai pas d’ordinateur. A quoi bon ? J’ai la télé, c’est bien assez pour les heures que je passe devant, effondrée par les inepties cacochymes en sons et images qu’ils diffusent à longueur de journée, nuits comprises, maintenant et même, souvent, en rediffusion au cas où un plus malin que les autres auraient échappé à l’idiotie en question.

 

-        Non. Pourquoi faire ?

-        Mais, enfin, Tat’, on peut pas vivre sans ordi…

-        Ah bon ? C’est curieux, j’ai vécu pourtant plusieurs décennies et… tu vois, j’ai survécu…

-        Ouais, bon, OK, mais pas pour longtemps ! Aujourd’hui, sans ordi, t’es rien de chez rien !

 

Le petit morveux ! Je vois tout de suite ce que l’éducation de sa mère, ma soeur – une grande tarée amante des livres « mode d’emploi » qui l’a eu sur le tard… CQFD – peut donner.

 

-        Non, parce que là, Tat’… tu dois entraver le concept… Avec l’ordi, t’écris mais lui il fait tout le boulot et toit’asplusqu’àt’lacoulerdouce.

 

Il est totalement satisfait de son explication.

 

-        Bon… c’est pas tout ça, y’a la vieille qu’a les boules d’puis une semaine, faut qu’j’parque solide dans la crèche, fissa, avant qu’elle pousse la gueulante…

 

Je me suis toujours demandé si sa mère n’avait pas acheté un dico nouvelle tendance-nouveau idiome pour décérébrer avec mode d’emploi inclus.

 

-        Oui, il vaut mieux que tu y ailles… Tu as des sous pour rentrer ? D’ailleurs, comment es-tu venu jusqu’ici ?

-        Ben, avec la trottinette de DJem… Tu sais mon copain afro belgo ? Ben, il s’est acheté une mob super cool… Il m’a j’té ici et maintenant il revient me chercher, j’lui ai filé un texto…

 

Il dégaine un GSM de sa poche et me le montre pour appuyer ses dires. Je n’ai pas de GSM, non plus. A quoi bon ? Un autre cordon ombilical moderne qui devrait nous rendre plus libre, encore ?

 

-        Tiens, j’t’ai apporté des docs pour que tu zieutes pour les ordis… j’t’ai mis des croix pour ceuses les plus meilleurs… tu m’dis quoi, hein ? J’y vais…

 

 

Il m’embrasse sur les deux joues, un vrai baiser puis il sort en coup de vent. J’ai juste pu voir la mobylette et un grand escogriffe coiffé d’un casque qui a freiné violemment devant ma portion de trottoir. Il est bien ce petit. Avec un peu de chances, il deviendra autre chose que ma sœur, cette grande idiote qui a même peur de son ombre.  C’est dire !

 

 

 

 

 

7.

 

L’autre jour, j’ai rencontré une vieille connaissance d’il y a 20 ans. J’ai compris, après, pourquoi je n’étais pas restée en contact avec elle. Lorsqu’il m’a vue, il s’est écrié :

 

-        C’est fou, ça ! Tu n’as pas du tout changé !

 

Lui, oui et en pire. J’ai senti une vraie haine monter en moi. Il y a 20 ans, je me sentais comme une vieille daube hyper conne et voilà que ce sagouin vient me dire que, en plus d’avoir vieilli, je suis toujours une vieille daube conne. Déprimant ! Maintenant que je me sens enfin bien dans ma peau et dans ma tête, ce crétinisé du bulbe vient me faire de l’ombre, impensable !

C’est décidé ! Il ne sera pas dans mon bouquin. D’ailleurs, j’oblitère totalement son initiale, à la trappe et fissa ! Fasse Mercure, le bien ailé, dévier mes pas des pas de ce tas d’immondices aussi déplaisant que malvenu, à l’avenir !

 

           

           

 

            8.

 

Comme c’est parti… J’ai du mal à trouver un thème, quelque chose pour écrire mon livre intelligent. Il faudrait déjà trouver des protagonistes intelligents ou du moins intéressants. Ou les deux, pourquoi pas. Je ne parle même pas des héroïnes ou de héros. Autour de moi, j’ai bien quelqu’un qui pourrait faire figure de héros, notez bien. Il a sauvé un passant qui faisait un malaise cardiaque en pleine rue. Si, ça peut arriver, personne n’est à l’abri. Il a appelé les secours et pendant qu’ils arrivaient, il a fait le nécessaire pour qu’il ne meure pas. Il avait fait du secourisme étant jeune, d’après ce que j’ai entendu dire. Il est maintenant patron d’une petite PMS, une agence de pub, je crois ou quelque chose d’approchant. Malgré cela, il est loin d’être un héros pour moi.

Il a rendu E., sa femme, chèvre et malheureuse comme les pierres. D’abord, en la trompant avec sa meilleure amie, le con ! Avec toutes les femmes qu’il y a autour de lui, il va choisir celle la moins évidente. Bien sûr, cela s’est su et sa femme a été deux fois humiliée, spoliée et détruite. Amitié et amour. Parlez-moi d’un héros ! Ensuite, comme tous les grands salopards et salopardes – dans le genre, les deux sexes sont capables de faire autant de dégâts dans ce domaine, c’est certain – il s’est amendé, enfin faussement, puisqu’il est tombé entre les jambes d’une petite putasse de bas étage. Là, il se l’est faite discrétos mais pas assez… Les femmes, surtout les légitimes, sentent ces choses-là, tôt ou tard et même si elles sont miros, ça n’empêche pas…  La preuve… E. avait le radar GPS (Grande Présomption de Suspicion) sur grande écoute. Résultat, elle a voulu divorcer et c’est là qu’il a commencé le harcèlement moral. Voyant qu’il n’obtiendrait pas gain de cause, il a tout fait pour que le divorce se fasse au pire, à tel point qu’elle en est devenue malade. Dépression nerveuse, la bête noire destructrice entre toutes.

Alors, parlez-moi d’un héros et d’une histoire intelligente. Qu’y-a-t-il d’intelligent à détruire l’existence de quelqu’un, bonnes raisons ou pas ? Je dis ça, je dis rien. Mr. P. comme dans « putassier » ne sera jamais protagoniste d’un livre intelligent. Manquerait plus que cela, tiens !

 

 

 

 

 

9.

 

Hum… L’autre jour, dimanche pour être précise, je suis tombée en zappant sur la messe. Je ne sais plus sur quelle chaîne et peu emporte… Le prêtre en était au sermon et j’entends : «  Heureux les simples d’esprits parce que le royaume des cieux leur appartient »

« Le royaume des cieux », je ne sais pas, j’ai toujours été nulle en géographie par contre les            « simples d’esprit », heureux ou pas, ça je connais !

M., mon cousin, sera sûrement le premier à entrer là-bas. J’ai rarement vu quelqu’un d’aussi bêtement con. Gentil mais si con. Il a juste fait une chose intelligente dans sa vie, il n’a pas procréé, du coup, il n’y aura pas de descendance aussi conne que lui. Je ne sais pas s’il faut s’en réjouir. A la réflexion, la connerie se duplique peut-être pas et même, un môme aurait pu le rendre plus intelligent. Tout ceci ne lui enlèvera pas ce côté con de chez con, je le crains mais… S’il est heureux comme cela, je ne peux que m’en réjouir ou… non ?

J’aimerais bien être vraiment bête, sotte, rien qu’un instant pour sentir ce bonheur plein que l’on ressent à l’être. Sotte comme cela, pour rien, devenir une bulle aérienne, sans consistance comme une bouffée d’oxygène, comme le poème de Prévert «  Dans ma maison ». Etre comme un frisson d’anticipation, comme un battement de cœur en défaut, comme un frôlement d’aile d’un ange qui passe, facétieux. Etre bêtement heureuse.

L’ai-je jamais été ? Et, quand ? Si je l’ai été, pourquoi ai-je laissé les autres et les choses détruire ces moments d’éternité ? Me poser la question prouve bien que je suis au fond d’un trou, noir ou pas, claquemurée dans une impasse. Dormir. Demain, le soleil se lèvera. Moi aussi. Mais, trouverais-je une figure humaine qui ne soit pas purement rhétorique, un modèle auquel m’identifier, peut-être, ou, au moins, admirer ? J’ai l’impression de tomber en cynisme comme on tombe par vertige et c’est intolérable. Depuis quand n’ai-je pas d’émerveillement inscrit dans les prunelles ? Depuis quand un rêve ne me tient pas éveillée, en arrêt, en suspens, en haleine ? Depuis quand n’ai-je pas le désir bête, tout simple, de me sentir simplement heureuse, la face figée dans un sourire béat ?

 

Dans le temps, l’aventure, c’était clair ! Je ne parle même pas de la mienne, si telle chose a eu réellement lieu un jour dans mon existence. Non. Je parle plutôt de… Tiens ! Marlon Brandon. Oui ! Il apparaissait et on était déjà transporté dans l’aventure, l’héroïsme, le rêve. L’aventure, quoi ! Et il y en avait d’autres comme lui. Kirk douglas, Yves Montand, Robert Redford, Paul Newman, même Mitchum avec sa tête d’ahuri quelquefois. Belmondo, Humphrey Bogart, Gérard Philipe, Mastroianni, Burt Lancaster… Enfin, je ne vais pas tous vous les citer, allez à la médiathèque !

Ils apparaissaient et c’était l’aventure. De vrais héros. Aujourd’hui, citez-moi un seul acteur qui donne envie « d’aventure » ? Aucun ! Rien qu’à les voir, on se dit qu’un souffle d’air pourrait les décimer complètement et sans effort. D’ailleurs, il me ferait de l’anémie que cela ne m’étonnerait pas. Ou alors, la faute à toutes ces substances illicites qu’ils prennent. Ce n’est pas sain. Ce n’est pas comme si on les obligeait à prendre des choses. Etant petite, on me donnait des choses au printemps pour nettoyer l’organisme. J’y étais obligée, pas le choix mais eux… Vous me direz, « faut pas généraliser ». Que vous dîtes ! Moi, à les voir dans des navets, plus navets les uns que les autres comme des rangs d’oignons, j’en doute.

Enfin, au moins, je ne suis pas obligée de les prendre comme personnage rhétorique ou pas de mon roman intelligent. Les autres acteurs, oui, ceux-là, sont de vrais héros mais… sont-ils encore vivants ?

 

 

 

 

10.

 

Mon neveu N. est revenu. Après 3 jours. Je me demande s’il ne couve pas quelque chose. Je ne le vois jamais y compris aux inévitables fêtes de famille et là, deux fois en moins de sept jours. Inquiétant.  Il est installé dans le salon, pieds sur le napperon immaculé de ma petite table, un biscuit partiellement dévoré, des miettes saupoudrant le fauteuil et la télé hurlant des chansons débiles sur une de ces chaînes dites de jeunes. Bien sûr, il ne m’a pas entendu venir. J’en ai profité pour l’observer. Le petit sagouin n’a pas bonne mine et malgré son attitude vautrée de chez vautrée, il m’a l’air inquiet. Je suis sans doute moitié sénile en regard à son jeune âge, mais l’autre moitié est encore d’attaque pour voir les choses.

Il vient de tourner un visage d’une mine profondément ennuyée, comme il se doit à tout ado qui se respecte, et il s’est partiellement redressé. C’est dur la vie d’ado !

 

-        T’es là, Tat’ ?

-        Il me semble…

-        Sorry pour les shoes, j’ai pas fait gaffe… j’te les  enlèv' s’tu veux…

-        Non, la machine à laver pourra s’en sortir si je lui donne les bonnes programmations…

-        Wep… T’as lu le matos ?

-        Le matos ?

-        Wep… Les docus qu’j’t’ai laissé l’autre jour cf. les ordis…

-        Ah, oui, les brochures…

 

On devrait faire des dicos pour une meilleure compréhension inter générations…

 

-        Wep, j’pige… T’as pas tout entravé… Note, j’te comprends, c’est pas qu’t’es vieille mais bon, les ordis, c’est pas vraiment d’ton époque…

 

Il paraît que la politesse est une clef qui ouvre toutes les portes… Pourquoi ne jetterais-je pas les clefs aux orties de temps en temps ?

 

-        Ca doit être ça…

-        Allez, je suis là, je vais t’explicationner tout, après t’auras tout entravé…

 

Durant trois quart d’heure, il m’explique des tas de choses avec un touchant soucis de me voir comprendre l’incompréhensible. Ce ne sont que des : «  ordinateur avec un modem… » « écran plat 17  pouces ou 15 », « Disque dur 160 GO » « 128 MO, 500 RAM MO » «  Graveur CD clavier… », «  DVD+/-RW » etc…

    Il me précise à quoi cela sert et… je ne comprends rien, nada, nothing, nooit ! Est-il permis de se demander si l’ordinateur est vraiment fait pour faciliter la vie des gens ? Je ne pose pas la question. N. risque de ne pas comprendre. Pourquoi tient-il tant à ce que j’achète un PC ?

 

-        Pourquoi ?

 

N. arrête net ses explications.

 

-        Mais parce que plus tu as de mémoire, mieux c’est pour les…

-        Non. Je te demande pourquoi tu tiens tant à ce que j’achète un PC ? Après l’inventaire précis des biens acquis étalé par ta mère lors de ma dernière visite, vous avez déjà quatre PC dans la maison, soit un PC trois quart pour chacun des membres habitant sous le même toit. Alors, pourquoi ?

 

N. baisse la tête. Je vais enfin y comprendre quelque chose, je finissais par me sentir devenir totalement idiote. Il se laisse aller contre le dossier du fauteuil. Il y a quelques larmes sous ses paupières baissées.

 

-        Maria est morte l’autre jour… et le jour où elle est morte, j’ai passé ma journée au bahut. Toute ma journée.

 

Maria est une amie très chère de mon beau-frère. Celle-ci l’a en partie élevé depuis sa naissance. Les parents de N. ayant qui une carrière à poursuivre, qui, un mode de vivre à suivre, il restait peu de temps pour ce travail obligé qu’est l’éducation d’un enfant. Sans parler des soins et autres devoirs.

 N. a toujours eu un amour spécial pour elle. Il y a 3 ans, elle était repartie vivre au Portugal, chez elle. Il la voyait aux vacances et je sais qu’ils se tenaient en contact avec un nouveau système de communication via le PC. Une de ces choses mystérieuses qui me dépassent.

 

-        J’avais jamais pensé qu’elle pouvait mourir… je sais pas c’qu’ça veut dire… Tout c’qu’j’sais, ça fait vachement mal… Tu comprends, j’étais sûr qu’elle s’rait là toujours pour moi… Même qu’on s’voyait pas très souvent… enfin, plus avec la web et Skype maintenant mais là… j’ la verrais plus ni avec la web ni en été…  Elle s’ra plus là…

 

On dit que les vieux, les vieilles ici en l’occurrence, ont des choses à transmettre, à apprendre aux plus jeunes. Je suis vieille, du moins au regard des jeunes et je n’ai rien à transmettre ni à apprendre ni aux jeunes ni aux autres, ni à personne, même plus à moi-même. J’ai vécu, passer des années à vivre et la vie a passé comme un courant d’air. Je l’ai vu passé, spectatrice, actrice quelquefois et je ne sais pas si je suis arrivée à la tenir quelque temps avec moi, en moi. C’est comme un prêté pour un rendu. Bientôt, je ne sais pas si je voudrais me passer d’elle. J’ai peur de ne pas vouloir mourir alors que je n’aurais même plus la force de continuer à vivre. L’énergie vitale est comme une batterie, elle finit par être à plat… Mais, jamais pour l’essentiel, le désir de vie… Hum, ce n’est pas le moment de discourir mais… que lui dire ? Que pourrais-je lui offrir pour l’aider à vivre ce décès, cette déception, cette incompréhension ? Les absents ont toujours torts. Je ne le sais que trop et plus si l’amour était au rendez-vous. Que pourrais-je lui dire pour consoler cette irrémédiable peine d’amour ? Rien… C’est cela la vraie impuissance… Rien. Encore, faudrait-il que j’ai eu, un jour une quelconque puissance dans les mains ? Que lui dire ? Que faire ? Il est si jeune… 15 ans, l’âge de l’éternité. Quinze ans, l’âge de l’extrême jeunesse, de l’éternelle vieillesse ?

 

Il est toujours prostré contre le dossier alors je vais faire la seule chose que je peux faire… que lui dire ? Je le prends entre mes bras, contre moi. Il s’y engouffre comme un enfant apeuré. Je le serre, l’enserre, le berce aussi et je me tais. Je trouverais bien quelques mots. Où sont ses parents dans des moments comme celui-ci ?

Un temps a passé, je ne sais combien, beaucoup, un peu, nous sommes toujours unis dans une embrassade, l’étreinte de l’affection. Il bouge un peu et je le laisse aller. Il s’essuie les yeux malhabilement comme un môme qu’il n’est quasiment plus. J’espère qu’il n’a pas honte. C’est bon de pleurer.

 

-        Je savais pas…

-        On ne sait jamais…

-        Pas même toi… avec ton âge…

-        Pas même moi ni même les plus vieux… On fait comme on peut… On ne sait jamais…

-        Quelqu’un sait ?

-        Je ne sais pas… peut-être…

-        Où ?

-        Quelque part… peut-être… On passe sa vie à faire comme si…

 

Il se jette sur une chaise et se met à se balancer d’un air désinvolte. Je le laisse faire. Je vais même parachever son attitude de crâneur, vulnérable bien à son insu.

 

-       Dis, pour cette affaire… Tu pourrais revenir et m’expliquer pour l’ordinateur… J’ai besoin de comprendre mieux avant d’acheter…

-        OK… No problemo ! Bon, Tat’, faut qu’j’m’taille… DJem vient m’prendr’… J’dois y’aller d’tout… Mais, j’pourrais v’nir ici d’main si tu veux…

-        Ce s’rait bien…

-        OK, j’trace now… DJem est hyper accro d’exactitude… Il est branché nanoseconde… A +…

-        Alors, ne le fais pas attendre…

 

Il jette son sac sur son épaule où il vient s’avachir. Il relève ses yeux un peu trop brillants. Il a versé des larmes silencieuses lors de notre embrassade. J’ai fait comme si je ne sentais rien.

 

-        Tat’, t’es la meilleure pour une vieille…

-        Merci… cela me touche beaucoup… Vous serez prudents ?

-        Wep… Toujours… On n’est pas frappa dingue total !

-        Alors…

 

Il sort en claquant la porte violemment. Je n’ai jamais pu faire une chose pareille. Le respect des objets se perd. Tant mieux, peut-être… Il viendra m’expliquer mais… Comprendre le fonctionnement d’un PC pour la compréhension du mystère vie/mort ? Un curieux amalgame mais…  Pourquoi pas ?

 

 

 

 

1.

 

Je suis sortie l’autre jour. Besoin de dégourdir cette satanée carcasse vieillissante. Même les bagnoles aussi vieilles que Mathusalem sont remisées et jetées en pâture dans le flot continu du trafic routier.

Je suis arrivée jusqu’au petit square près de chez moi qui donne l’illusion d’un espace ouvert et salutaire entre des maisons de quartier intoxiquées par la vie urbaine.

Une petite vieille, je veux dire plus vieille que moi, prend le frais et la pollution ambiante. Quand elle me voit près du banc, elle semble heureuse de me voir. Ses rides se plissent un peu plus. Une vieille pomme ridée. Elle est sans doute réellement heureuse de me voir, cela la détourne de son ordinaire grisâtre. On meurt tous. Le truisme des millénaires mais combien sommes-nous à mourir quotidiennement d’ennui, une et une autre fois encore ?

Elle se garde de me tirer par la main pour me faire asseoir à son côté, nous n’avons pas de cette sorte d’intimité mais, le mouvement mental est si puissant que c’est tout comme. Elle se met à me parler de choses et d’autres, sans virgules ni points, mêlant passé à ce présent quasi fantomatique qui passe sans elle ou à peine. J’ai du mal à suivre ce qu’elle me raconte. Est-ce bien le passé qu’elle narre au présent ou le présent qui devient le passé ? Je prends une distance auditive pour regarder le panorama qui nous entoure. Sinistre et pathétique. Le bon écrin pour deux décrépites comme nous ?

Les cinq minutes que j’allais lui accorder se rallonge en trente voire quarante. Pourquoi pas… Entre petites vieilles…

 

 

 

 

2.

 

Ce qu’il ne faut pas voir, ma doué ! Je branche le petit écran, histoire de me tenir compagnie dans la maison en ce dimanche soir de pluie, triste et désolé. Je zappe, un exercice qui demande un doigté certain. Une chaîne efface une autre et puis, je tombe en arrêt sur un programme.

Je m’attendais, vu l’heure - prime time comme ils disent maintenant – à voir, soit un feuilleton made in Germany, UK ou USA ou soit, une émission de variétés qui n’a que de nom la variété des artistes qui le composent ou soit, encore et dans le meilleur des cas, un téléfilm prétendant à l’envergure d’un film. Je ne m’attendais certes pas à voir une émission retransmettant une opération à cœur ouvert. J’ai d’abord crû que c’était une de ces séries médicales qui passent partout sur les chaînes. Mais non. C’était bien une vraie opération sur un vrai malade avec de vrais soignants et de vrais chirurgiens. C’était… sûrement très intéressant et instructif, plus si affinités si on fait partie du corps médical, mais je me suis demandée durant quelques minutes d’une vision limite insoutenable :

 

« Qui peut bien voir pareille émission ? Oui, il doit bien y avoir un certain public -voire un public certain - pour de telles diffusions et qui ne seraient pas tous de futurs soignants. Oui et ce qui est sûr, je ne fais pas partie des spectateurs amateurs de chairs fraîches ! »

 

 Après cela, je me disais :

 

«  OK ! J’avoue ! Je suis très attachée aux apparences, beaucoup plus que je ne suis prête à l’admettre ! Même si les apparences sont toujours trompeuses, de par leur nature, je la préfère à la beauté intérieure. Ca doit être une des raisons qui font que je ne sois pas devenue chirurgienne. L’autre étant que le sang me répugne assez. Je suis une petite nature et pas qu’apparemment. »

 

  Bon, ceci dit, voilà une bonne chose de faite. Mon héros ne sera pas dans le médical. Dommage, j’aurais eu la moitié du travail achevé en reprenant tous les clichés rattachés à la profession. Blouse blanche, infirmière pâmée d’amour pour le grand médecin etc… J’en passe et des meilleures… dans le genre, on en a écrit et fait des tonnes… Sans parler du cliché majeur : le gentil médecin qui sauve à tour de bras, mieux qu’un prestidigitateur, ses patients d’une mort certaine. C’est bien sûr nettement moins évident dans la réalité et la vie courante. Quel est le médecin qui prétendrait sérieusement dire qu’il sauve des vies ? S’il le fait, je ne pourrais que m’inquiéter et chercher un autre soignant. Pour l’heure, je ne connais qu’un être qui peut prétendre sauver des vies, toujours : Dieu lui-même, quelque soit son patronyme humain donné selon les époques et les cultures. Dommage ! Un super héros même en blouse blanche, c’est du pain béni pour le clavier d’un plumitif. C’est même idéal. Mais… Non ! Trop cliché, décidément…

 

Finalement, j’ai trouvé une chaîne où il passait un vieux polar des ’50. Il n’y a pas de doute, je suis très loin de trouver un héros aussi charismatique que ceux-là. On n’a que le talent qu’on peut. Moi, je n’en ai aucun. C’est reposant. 

 

3.

 

-          Tu peux mêm’ download des photos sur le PC, plus de pellicules et tu sélectionnes les photos que tu veux…

 

Download ? Pourquoi ai-je toujours la désagréable impression d’être une espèce en voie de disparition ?

 

-          Ah oui… Et c’est bien ça ?  

-          Ben, c’est le top du top ! Avec l’appareil numérique qu’on t’a offert à Noël, c’est impec…

 

Mon neveu N. est assis à la grande table de la cuisine où il vient de se goinfrer de plusieurs gaufrettes faîtes maison. Il a encore du sucre autour de ses lèvres pleines au dessin encore enfantin. Ne lui en déplaise ! 

Il a sorti un appareil qu’il appelle « portable » -voilà une dizaine de minutes - comme on sort un lapin d’un chapeau. Il m’a soufflé tout excité qu’il l’avait chouravé à son grand frère qu’il nomme, pas affectueusement du tout, « le trouduc vérolé ». « Cf. à sa tronche pleine de pustules », a-t-il ajouté pour me donner une explication au cas où je n’aurais pas  entravé ce dont il parle. Il est vrai que vu mon grand âge, c’était nécessaire.

Il a tout de suite attaqué l’explication des photos. Je n’ai pas osé lui dire que ledit appareil  est désormais relégué au fin fond d’un tiroir appelé « oubliettes ». Les quelques clichés que j’avais pris étaient si flous que j’ai crû être atteinte du parkinson. Une des raisons qui me font continuer avec mon vieux Nikon à obturateur 500…

 

-          Tu vois là… Le trouduc vérolé s’est payé une vraie tranche de photos… Bon, c’est pas du génial… On peut pas lui demander plus avec la tronche qu’il a, hein… Mais bon, là, tu vois… Un PC c’est vraiment super important… Pour tout… Tu peux plus vivre sans…  

-          Ah oui… Bien sûr…

-          Tu vois, on peut tout faire avec un PC… Faut juste en avoir un…

-          Je vois ça…

 

Si j’avais encore des doutes sur le vide de mon existence, N. vient de les éventer ! Puis, il en est arrivé au vrai motif de cette visite inusitée. Il ne m’avait pas habitué à cela, le bougre ! Et je dois dire que j’apprécie plus que ce que je suis décidée à admettre.

Maria. Son décès, son manque, son incompréhension. J’aimerais lui inventer des mots pour qu’il comprenne ce que « mort » signifie, ce que « manque » veut dire, ce que « temps » peut faire, ce que « souvenirs » prend comme place en soi.

Comme je n’ai pas cette imagination-là, je fais au mieux. C'est-à-dire au plus, à l’écoute, à mon silence attentif, à celui qui lui donne un espace pour y loger ses propres mots, ses propres émotions dont il ne sait que faire. Qui sait d’ailleurs quoi en faire ? Lorsqu’un temps raisonnable d’épanchement arrive pour lui, lorsqu’un temps trop proche de lui l’enserre de trop prêt, il remballe fébrilement ses affaires, me donne un furtif baiser sur la joue comme on plante un couteau dans le beurre.

 

-          DJem doit m’attendre, je lui ai envoyé un SMS… Tu d’vrais m’refiler ton numéro de mobile…

 

Mobile ? Késako encore ?

 

-          Attends,  tat’,  me dis pas qu’t’as pas de mobile ? Et c’est gravos, ça… C’est hyper important d’avoir un mobile… tu peux pas continuer à vivre sans…

 

Il me regarde comme si j’étais un vilain garnement déraisonnable. Il secoue la tête en psalmodiant d’un air effaré : « Wep, pas vrai ça, pas vrai de chez vrai, ça… C’est hyper gravos, ça… »

 

-          Bon, ben, un autre truc que j’dois m’occuper pour toi… Tat’, t’as d’la chance que j’connais tout sur le sujet sinon…Bon, a+

 

Le mobile… de quel crime ? De celui du crime de lèse-majesté moderniste ? Et, de combien de crimes de lèse-majestés vais-je encore être responsable ? Il semblerait qu’aujourd’hui il soit positivement impossible de vivre normalement sans une série impressionnante d’appareils, tous, bien évidement, indispensables à la vie actuelle comme on l’entend aujourd’hui.

Il paraît que l’on doit être de son temps. Oui, mais lequel ? C’est bien de cela qu’il s’agit. Je n’y comprends goutte et encore! Qui me disait que cette époque avait enfin intégré la liberté ? Je ne dois pas avoir la même définition du mot qu’elle ni la même conception. Qu’importe, après tout ! Si les outils que mon neveu N. veut me voir acquérir – pour mon supposé meilleur et futur bien-être- rejoignent le mobile réel qui le meut, alors je me sens prête à intégrer le monde moderne, outils et appareillages compris. Pourquoi ?

 

 

 

 

4.

 

« Le temps passe et trépasse ». Cela pourrait faire un bon titre de roman. Un peu long, sans doute. Mais Proust avec son « A la Recherche du temps perdu » n’a pas choisi la facilité. On pourrait faire des variantes. « Le temps passe et se lasse ». « Le temps passe et fracasse » « Le temps passe et casse » ou alors, «  Tout passe, lasse, fracasse, casse et trépasse ». Cela a le mérite de synthétiser absolument tout. Bien que « Tout coule et rien ne reste » de Héraclite - si mes souvenirs sont bons, ce dont je doute- est une formule qui m’a toujours interpellée. C’est si… juste…

Au fond, je pourrais très bien me passer d’écrire un livre. A quoi bon ? Il y en a déjà tellement. Je ne lis plus depuis bien longtemps. Tout lasse. Mais, j’ai été une lectrice assidue, consciencieuse durant pas mal d’années. Convaincue, aussi. J’ai même fréquenté une bibliothèque de mon quartier d’alors où je créchais presque tous les jours ouvrables. C’était ma période « d’évasions » en quelque sorte. J’y croyais à ce truc de la « Culture » et comme l’emblème toute catégorie de cette dernière était la biblio, j’ai donc squatter les travées longilignes de ces espaces de connaissances et de mémoires vives.

Je me souviens d’être arrivée dans une grande pièce avec des rangées d’armoires métalliques où des livres étaient alignés comme des briques. Cela faisait d’étranges murs, un peu comme une muraille de Chine infranchissable mais que l’on pouvait atteindre, jamais absorber totalement.

Ce premier jour, j’ai carré les épaules de manière martiale et je me suis lancée à l’assaut des parois murales… enfin des étagères. Je suis une si mauvaise grimpeuse. Une petite côte et je crache presque mes poumons. C’est dire… Alors, ces murs aux briques disjointes…

J’ai pris un volume au hasard. La couverture m’a plu. Ce livre ? Je ne me souviens plus lequel c’était. Il y en a eu tant après celui-ci comme une logorrhée caractérielle. Les caractères des livres… En l’espace de 18 mois, j’ai dû ingurgiter quelques 400 romans et autres récits. Tous les genres  y sont passés. Tant que j’y étais… Et tous me disaient quelque chose que je n’avais pas envie de déchiffrer. J’étais dans ma phase gloutonne, enfin, boulimique, « bouquinphage », quoi. L’avantage, je n’ai pris aucun gramme superflu. Peut-être la grosse tête… et encore…

Finalement, je ne suis pas convaincue qu’aller déposer une brique livresque de plus dans les murs verbaux des bibliothèques soit vraiment judicieux. Le monde peut s’en passer. Moi, de même. Mais, je me connais et on ne se refait pas… Heureusement, vu le travail de replâtrage que ce serait… Je vais tout de même essayer de l’écrire. Pourquoi pas ? Au fond…

 

 

 

 

5.

 

Le petit J. vient de partir. Nous continuons nos classes de devoirs comme j’aime les appeler. L’entente est toujours aussi parfaite. Il a vraiment de la volonté, ce petit. Et du courage. La situation chez lui va en se dégradant. Il ne m’en dit rien mais je le vois bien, à de petites choses comme ses vêtements. Ils ont un air d’abandon qui ne trompe pas. Aussi, pour une fois, je vais devoir user de subterfuges.

La venue répétée de mon neveu N. va me servir pour autre chose que ce à quoi elle sert réellement, pour le moment. Lui remettre les sentiments en repos vital.

 J’ai acheté quelques tenues qui conviendraient bien à J. Je les ai fait vieillir en les lavant plusieurs fois en machine à des températures pas vraiment adéquates. Qu’importe ! Les tissus de belle qualité dont ils sont faits ont résisté à ces chocs répétés. Je ne voyais pas comment faire autrement pour leur donner un air d’avoir déjà été porté. J’ai pris des tailles un peu plus petites que celle de mon neveu N. Par chance, leur différence d’âge n’est pas comparable à leur similarité de morphologie. Ils sont tous deux longilignes, minces, en pleine croissance.

Le sac était prêt lorsque J. est arrivé. Qui veut la fin veut les moyens… J’ai pris le ton de celle qui demande une faveur. Cela a marché. J. m’a remerciée simplement, moi, plus vivement, histoire d’enfoncer le clou. Le tour était joué. A-t-il été dupe ? Peut-être… Pas sûr… L’honneur était sauf. C’est déjà ça de gagner.

J’aimerais faire plus pour lui mais il y a une limite à l’aide que l’on veut apporter aux autres, celle de la dignité. Je ne ferai pas injure à l’intelligence de J. Je ne lui ferai pas non plus l’aumône ni la charité.

J’ai bien d’autres idées pour lui venir en aide ponctuellement. D’ailleurs, N. sans le vouloir, va considérablement m’aider dans ma tâche. Je ne suis pas de la génération de l’ordinateur ni d’autres merveilles technologiques (hum, si on peut dire ou alors les merveilles ont bien changées depuis mon jeune temps). J. est bien de cette génération et il sera ravi de venir en aide à la petite vieille que je suis, si malhabile avec ces choses modernes. J’essaierai de bien tenir mon rôle.

Et… Qui sait ! Je finirai peut-être par apprendre quelque chose de nouveau, en passant. Quelqu’un a dit qu’il ne fallait pas finir le jour s’en avoir appris quelque chose de nouveau. J’aimerais bien tester ce dicton.

 

 

 

 

6.

 

Le jeune J. est venu comme à l’accoutumée. Il semblait distrait. Je n’ai pas voulu être indiscrète. Dieu sait que je ne le suis jamais mais là… N’y tenant plus, je lui ai posé la question.

 

-          Tu n’as pas l’air dans ton assiette, aujourd’hui… Quelque chose ne va pas ?

-          Oh, désolé… C’est que… J’ai eu une bonne nouvelle en rentrant à la maison…

 

Je n’ai rien dit. Lorsque le poisson est ferré, il ne faut pas tirer trop fort sur la ligne. J. regarde dans le vague en souriant puis il semble rappeler à son bon souvenir ma présence à ses côtés.

 

-          Oui… Mon paternel s’est taillé… Il reviendra pas…

 

Je n’ai pas besoin de demander ce que cela lui fait, c’est gravé dans les plis souriants de son jeune visage. Si je pouvais le dire, je dirais : « Bon débarras ! Et surtout, mauvais vent, force majeure pour qu’il aille se faire voir sur les côtés du Styx ! » Comme je ne peux pas le dire, je me borne à un neutre mot.

 

-          Ah !

-          Maman va pouvoir souffler et on va pouvoir vivre un peu heureux maintenant… C’s’ra pas encore ça, mais ça va l’devenir… D’ailleurs, elle va avoir une promo et il y aura plus de tunes pour la maison quoique… maintenant qu’le paternel crèche plus à la maison, on aura moins d’ frais…

 

Je me réjouis et mon plan de bataille n’en devient que plus utile. Il faudrait que je le peaufine mais… N., mon neveu, va m’être d’un grand secours.

Durant l’heure qui suit, je l’aide à faire ses devoirs mais mes idées bâtent la campagne. Je ne suis pas la seule mais je doute que mes pensées aient eu les mêmes paysages que ceux de mon jeune ami. Je me dis que l’expression : « vaut mieux être seul que mal accompagné » a toujours été une de mes préférées parce qu’elle est toujours juste. Pour moi, en particulier.

 

7.

 

Seule… Vouloir l’être, c’est toujours suspect. Afficher le désir de vivre seule, c’est encore plus éminemment suspect. Et si, en plus, on est une femme en âge d’être accouplée, encore beaucoup plus. Et pourtant j’ai compris que c’est ce que je voulais.

J’avais 32 ans, alors et j’ai décidé un beau jour que je voulais être seule, vivre seule, passer le temps seule selon l’adage déjà cité. C’était pour le moins très romanesque comme idée. En apparence. Dans le fond, j’étais très certaine de mon fait et de mon désir. Je savais la partie difficile à jouer, à gérer mais j’étais totalement convaincue que c’était désormais la voie que je voulais suivre, celle de la solitude.

Ma décision s’est faite comme cela, un beau jour. Le fait d’être mariée à un homme bon, un mari, un vrai conjoint n’a pas été déterminant dans ma décision. Je me sentais attirée dans quelque chose de plus intérieur, une impulsion irrépressible qui me commandait de vivre autrement.

Pourtant, j’étais heureuse. F. et moi, nous nous étions mariés pour les raisons habituelles. Pression familiale, sociale, amicale, atavique et sentimentale comme dans «  nous nous aimons et vivrons unis jusqu’à ce que la mort nous sépare ». C’était à ce moment-là, vrai, sincère, juste. Cela le resta toujours les années suivantes même si les choses ont changé pour moi et par conséquent pour lui, un jour.

A 30 ans, j’ai su que j’étais stérile, d’une stérilité particulière dont le nom barbare m’échappe. Peu importe ! Je ne pouvais pas procréer. F. m’a tout de suite déclaré :

 

« Ce n’est pas grave… Le principal, c’est d’être ensemble. »

 

 Il a ajouté une litanie de truismes tout plus sincères les uns des autres tournant autour de son :

 

« absolue manque de désir d’avoir des enfants personnels. D’ailleurs, il y avait tant d’autres moyens aujourd’hui d’être père… enfin, parent»

 

Tant et tant de poncifs et autres raisons raisonnables ! Il a tenu ces discours, quatre ans et demi, un vrai challenge émotionnel. C’est vraiment quelqu’un de très bien, F. Seulement, il voulait trop me ménager, se ménager, nous ménager. Ménager tout et n’importe quoi. Il a tenu bon à toutes les pressions habituelles dans les situations comme la nôtre. On veut tellement bien faire dans de telles circonstances alors qu’elles nous dépassent forcément toujours. L’enfer est pavé de bonnes intentions, dit-on. Pourquoi allez si loin ? Dans notre propre salon, on pouvait en trouver des mètres carrés entiers.

Il fallait arrêter les frais. Je savais très bien que F. mentait. Pas à moi mais surtout à lui-même et cela, c’est un mensonge idiot et mortel. J’ai donc décidé qu’il fallait donner un petit coup de pouce à F. sans en arriver, je l’espérais, au vrai coup de pied aux fesses ou ailleurs.

J’ai donc pris le taureau par les cornes et j’ai été positivement odieuse pendant un laps de temps appréciable. J’ai tout fait pour le virer littéralement de ce nid infécond qu’était notre foyer. Je n’avais pas le cœur pour le laisser passer outre son désir de paternité biologique. Je voyais bien qu’il en crevait d’avoir un môme à lui. Il fallait le voir avec les enfants de la famille, des amis, voire des voisins. Cela me montrait clairement le chemin à suivre pour le déloger de notre couple en déliquescence. Après, il fallait passer à l’acte, ce que j’ai fait.

Deux mois plus tard, il me quittait enfin. Soulagement de part et d’autre, quoique de nature fort différente. Je savais qu’un jour, quelque part, il deviendrait père, heureux père et heureux mari. Je ne me suis pas trompée, il est père de 3 gosses. J’en suis heureuse pour lui, sincèrement. J’ai décliné plus tard son invitation à devenir marraine d’un de ses mômes. Il ne faut pas pousser bobonne dans les orties, non plus. Je sais que F. l’a fait dans la meilleure des volontés. L’enfer est aussi pavé de ces dernières. Je ne sais pas si j’ai envie de marteler un tel dallage, désormais.

J’ai fait, dans les premiers temps de la séparation, un peu grise mine pour contenter la galerie des portraits familiaux.

D’un côté, ceux qui étaient positivement indignés de ce divorce arguant que ma « stérilité » n’était pas un argument valable ni même suffisant pour un tel acte de « lâcheté ».

De l’autre côté, ceux qui trouvaient que le désir de paternité de P. était des plus légitimes et qu’il devait donc aller dans son sens à lui.

Inutile de dire que les deux bandes n’ont jamais pu se mettre d’accord. Moi, au centre, comme arbitre, je déclarais que ce match était nul et non avenu d’autant que peu m’importait, alors, ce qu’ils pouvaient bien penser tout autant qu’ils étaient.

 Quelques années plus tard, je campe toujours dans ce même état d’esprit, preuve s’il en est que l’on ne change pas d’avis lorsque l’avis est vrai, sincère et juste pour soi-même voire pour les autres.

Donc, conclusion, dès mes 32 printemps, après 5 ans de mariage - dont je ne renie rien-  j’ai su, sans coup férir que je voulais vivre seule. Je ne l’ai jamais regretté. Je ne le regrette pas. Cela me rappelle cette chanson de Piaf et ces mots : « non, rien de rien… non, je ne regrette rien… « On croirait qu’elle a été écrite pour moi. C’est rassurant, je fais partie d’un nombre incalculable de gens qui s’identifie à ces paroles. Comment croire que l’on est vraiment seule, après cela ?

 

 

 

 

            8.

 

Il paraît que la beauté est dans les yeux de celui qui regarde. Pour ceux qui sont myopes, astigmates hypermétropes ou alors non-voyant, je me demande quelle vision ils peuvent avoir.

Quand je vois ma cousine R., je me dis que son mari - qui est littéralement fou d’elle- doit avoir une très mauvaise vue parce que, du contraire, les critères et les canons de beautés sont à revoir à la hausse et très vite.

Elle est positivement horrible. Non seulement elle a un corps qui ferait paraître celui de Quasimodo une vraie gravure de mode, mais en plus, elle est malfaisante. Je ne peux pas choisir un autre mot. Dans le règne animal, on lui tirerait carrément une balle dans le crâne pour cause de « nuisance ». Dans le règne bipède, elle a su trouver sa place avec le concept «  tous les coups sont permis ».

Il faut de tout pour faire un monde ? Je veux bien le croire et d’autres le croient aussi puisqu’elle a des amis et des gens qui l’aiment vraiment ou du moins, qui l’apprécient. Sont-ils sincères ? Sans doute. Mais, je ne vais pas me mettre à les psychanalyser, non plus !

Notez, il y a des mochetés qui sont avenantes, subtilement. J’en ai connu des femmes et des hommes peu favoriser par la nature mais ils avaient tous un petit quelque chose qui les rendaient sympathiques, extraordinaires. Des personnes que j’apprécie énormément. Il y en a… Si si, je vous rassure…

De fait, l’apparence physique m’importe bien peu. Elle ne reflète pas souvent ce qu’est réellement une personne. Et puis, le temps passant, comme les façades des demeures, elles commencent à s’effriter, prenant une patine qui est la marque de la vie même, du temps inexorable qui passe. Je n’ai rien contre. Cela prouve qu’on a vécu, tout simplement.

Mais, R… Elle, c’est l’exception qui confirme la règle. Sa façade est exactement conforme à son intérieur et aucune entreprise de démolition ou de réfection ne pourrait en venir à bout. Elle est totalement blindée. Même un char d’assaut a l’air amical à côté d’elle. Si, au moins, je pouvais trouver une anecdote, un fait, un détail pour lui trouver figure humaine, mais, rien de chez rien. Ou alors, dans ces genres-là, P-S, l’époux, pourrait l’être. Lui serait le seul qui pourrait sauver pareille monstruosité ambulante. Il en est tellement épris que cela en devient touchant. Du coup, on se dit que pareil amour doit avoir pour objet quelqu’un de valeur. Les autres se disent cela, sans doute. Moi, l’ayant pratiquée une partie de ma jeunesse, je sais qu’il n’en est rien. Elle est absolument moche de chez horrible. Une gargouille ne pourrait même pas entrer en compétition avec elle, elle est hors concours.

Oui, la beauté est dans les yeux de celui ou de celle qui regarde… Lorsqu’elle est au niveau de ce couple, peut-on penser qu’elle est si bien cachée qu’un seul peut la voir ?  

 

Notez… Je pourrais la prendre comme personnage de mon roman mais… peut-on infliger réellement cela à la Littérature ? De plus, ce ne sont pas les monstres qui manquent dans le panorama littéraire. Et ces monstres-là avaient des côtés monstrueusement intéressants, ce qui n’est pas le cas de R.

De plus… suis-je donc devenue sénile ? Il ne me suffit donc pas de l’avoir en chair, en os et en boursouflures « célulitinée » et striées de vergetures dans la vie qu’il faudrait en plus la subir sur papier ?

Scriba manent, verba volant…  Moi, je prétends que « acta manent et mens manent » encore plus. Non. Non ! C’est décidé, elle ne figurera jamais dans le lot des personnages romanesques premiers, secondaires ou même, comme  simple ombre évanescente de mon bouquin ! CQFD !

D’ailleurs, c’est décidé, je vais tout faire pour ne plus la voir. Facile, elle est passée en ère glaciaire voire polaire dans ses rapports avec toute la famille. J’ai horreur du froid surtout polaire. Cela tombe bien.

 

 

 

 

9.

 

Mon neveu N. est revenu. Il a emprunté l’ordinateur portable (ou portable mais je m’embrouille un peu dans les termes puisqu’on semble utiliser le terme « portable » pour le téléphone mobile, aussi) de son père. Mon beau-frère va en être ravi lorsque, fatalement, il l’apprendra. Comme il est un virtuose de cet artefact (N. pas l’idiot achevé de mon beau-frère) qu’il soit mobile ou « fixe », il a réussi à s’introduire partout dans l’engin. Parlez-moi d’un secret bien gardé, technologie ou pas !

Outre une série de choses personnelles sur son père, il a aussi pris connaissance de la liaison que ce dernier entretient. La chose ne date pas d’hier. Est-ce la même ? Je n’en jurerais pas, R. (mon beau-frère) est du genre à changer très souvent dans le domaine. Il a des goûts et des dégoûts faciles. Il prend, il jette.  Il prend, il jette. Pire que s’il avait un rhume et l’utilisation fréquente de mouchoirs en papiers. En fait, ce sont des relations « klinex », une expression con-sacré qui lui va comme un gant ou, en l’occurrence, comme un préservatif. Et je n’irai pas jusqu’à l’appeler « tête de nœuds » mais la pensée y est !

N. n’était pas choqué. Il m’a dit en rigolant :

 

-          Si j’avais une meuf comme ma mère, sûr qu’j’irais trouver mieux ailleurs…

 

Je n’ai pas « trouvé » le courage de lui rétorquer quelque chose de senti, mine de circonstances à l’appui, du genre:

 

« N ! C’est de ta mère et de ton père qu’il s’agit… Un peu de respect, je te prie ! De plus… ce ne sont pas tes affaires ! »

 

Dans le fond, je l’admire, N. Il sait dire en quelques mots ce qu’il en est sans faire dans la politesse hypocrite ou dans le « politiquement correct », expression con-sacrée de cette époque, s’il en est. Si, en plus,  j’ajoute à cela que je suis d’accord avec lui…

 En fait de parents, il aurait pu mieux tomber. Ou pire. « On ne choisit pas ses parents. On ne choisit pas sa famille. » Ce sont des mots de Maxime Le Forestier qui pourraient, à la lettre, s’appliquer à ma famille et concrètement à N.

Je vais finir par comprendre pourquoi il débarque si souvent chez moi. Avec des parents pareils, moi aussi, je me fréquenterais à défaut d’autre chose.

Ils ont fait un mariage logique avec des projets logiques et des conséquences logiques. Fatalement, les émotions, les sentiments et autres choses imprécises n’étaient pas logiquement prévues au programme.

N., même s’il ne l’avouera pas, sous torture ou pas, aurait aimé des parents traditionnels, entendez par là, des parents qui jouent leur rôle de parents et pas ces pseudos adultes qui traitent leurs mômes comme, au mieux, des faire-valoir, au pire, des copains.

N. désire tant de vrais parents. Il va devoir rester sur sa faim. Ma sœur et son mari ne vont pas s’arranger en vieillissant, séparément ou ensemble.

Le pire ou le meilleur, ils  ne sont nullement contraires ou méchants, juste absents, indifférents, narcissiques, infantiles. L’inconscience de ces gens qui sont ma famille – eux en particulier- me dégoûte profondément, après mon profond mépris et dédain que je leur réserve sans réserves. Je comprends si bien N. !

Il m’a reparlé longuement de Maria dans son style cryptique que je commence à décoder. Par contre la leçon préalable au vrai but de sa visite (Maria, pour toujours) et ses explications de moins en moins claires sur les bienfaits d’un ordi portable m’ont laissées perplexe et désorientée. J’ai tout gobé néanmoins, le front strié de profonds sillons comme les vieux disques qu’avait ma grand-mère. J’ai juste compris, en conclusion, que le portable était «  le max du top ».

Comment pourrais-je lui dire que je suis imperméable à toute technologie, nouvelle ou ancienne ? Cependant, je n’oublie pas mon petit élève J. et mon projet.  N., sans le savoir, va m’être d’un grand secours. Il va me permettre d’offrir à mon jeune ami un ordinateur. Car, bien évidemment, au bout d’un certain temps, j’aurais du mal à l’utiliser et… Pourquoi garder chez soi un appareil dont on n’a pas l’usage ?

 

 

 

 

 

10.

 

Je pourrais écrire mes mémoires. Il semble qu’il n’y ait plus un âge certain requis pour le faire. Entendez par là, les écrire après avoir vécu et passer toute une vie.

 « L’expérience n’attend pas le nombre des années ». Ma grand-mère disait cela en pensant à elle et à sa vie, les péripéties de son existence qui commencèrent décidemment trop tôt. Mentalement, on est toujours plus vieux que ce que l’on dit pour le corps, « l’âge de ses artères ». C’est dire si les affaires du cœur sont lourdes à vivre, toujours !    

L’âge requis. Mon âge requis ? A quoi bon ! Qu’ai-je été ? Qu’ai-je fait à part passer le temps à le vivre ? Trois fois rien que j’ai la faiblesse de considérer comme important. Normal. C’est mon temps, mon vécu. Pour le reste…

Dans le fond, on ne vit que dans le présent, le passé étant dépassé, le futur à venir. Une succession hallucinante de présents renouvelés. Bref. Les mémoires sont intéressantes mais les miennes… Pour qui le seraient-elles ?

Cette idée d’écrire commence à me courir le paletot et à tourner au vinaigre. Et pourtant… Quoique… Et si…

 

 

 

 

 

1.

 

J’ai rencontré quelqu’un. Une femme que je n’avais pas vue depuis pas mal de temps. On peut dire que c’est une connaissance. Sans plus. D’ailleurs, je ne me souviens même plus de son patronyme, c’est dire quelle place elle occupe dans mon espace-temps. Très en périphérie, aux confins de ma vie, en somme.

Elle a semblé heureuse de me voir. Cela fait toujours plaisir, n’est-il pas ?

 

-          Comment allez-vous ? Il y a SI longtemps qu’on ne s’est vu… J’ai été si occupée… si vous saviez… Mais, bon… tout est bien fini maintenant… Dîtes-moi, vous avez beaucoup grossi depuis la dernière fois, non ?

-          Oui… J’ai aussi beaucoup plus vieilli, mes petits soucis de santé sont devenus de grands soucis de santé… Mais bon, il ne me reste plus très longtemps à vivre… L’avantage de mourir, c’est qu’on ne doit plus s’inquiéter de rien, non ?

 

Il y a eu une armée affolée d’anges déchus qui sont passés. Elle est restée figée quelques fractions de secondes, la bouche ouverte, puis l’a refermée et un sourire incertain a dansé aux coins des commissures de ses lèvres.

 

-          HAHA… Vous avez toujours un de ces humours… je vous reconnais bien là…

 

Peu de temps après quelques palabres insignifiantes sur le temps et les problèmes irréversibles et catastrophiques «  de la vie et du monde », nous nous sommes quittées apparemment enchantées de notre rencontre fortuite.

Elle a tort. Je n’ai aucun humour mais j’ai une très franche tendance à vouloir qu’on me fiche la paix. Ceci explique cela. Peu importe. Le hasard fera bien les choses. Il me « la » tiendra à l’écart.

 

2.

 

Je pourrais écrire un roman sur une bonne fée. Une sorte de Deus Ex Machina bienveillant qui viendrait à la rescousse des uns et des autres. J’en ferais une femme. Pourquoi devrait-il toujours y avoir comme référence un chevalier sur « son blanc destrier secourant veuve et orphelins » ? Que je sache les guerres sont toujours déclanchées par des hommes… alors pourquoi toujours croire que ce sont eux qui sauvent ? Et qui sauvent qui ou quoi ? Cela me dépasse…

Non, finalement, je n’y crois même pas. Homme ou femme,  secouriste tous azimuts ? J’ai toujours la sensation que, dans la réalité, c’est selon l’adage :

 

 «  aide-toi, le ciel t’aidera »

 

Donc, si cela se passe ainsi, ce n’est plus vraiment le style « sauveur en armure éclatante «. Je crois même que le preux chevalier peut très bien être un butor de première et d’une lâcheté affligeante… et cela vaut idem pour les belles secouristes. Bien sûr, c’est un peu trop exhaustif même à mon goût… Si les choses, les gens et les circonstances étaient simples voire simplistes, cela se saurait, depuis le temps ! Et, pourtant…

Non, décidément, l’idée de cette sorte d’héroïne me fout le bourdon ! Sauf si je peux légèrement déjanter le propos et faire que ni les sauvés ni les sauveurs ne soient réellement si merveilleux que cela… Sinon, je ne vois pas trop l’intérêt de faire un énième conte de fée qui va encore plus perturber le bon sens chez le quidam. J’en ai tellement voulu à Cendrillon et à La Belle au Bois Dormant ! Foutaises que tout cela !  Si on n’est pas capable de trouver son bonheur dans ce que l’on a entre les mains, on risque de ne jamais étreindre que du vent !

Bon, encore un roman que je n’écrirai pas. Un de plus.

 

 

 

 

 

3.

 

Quand j’étais enfant, je voyais les vieux autour de moi. Je n’imaginais pas qu’ils avaient pu être jeunes. Ils étaient nés vieux, c’était une évidence pour moi. Puis, lorsqu’ils mouraient, je me sentais assez soulagées. Je me disais que vu leur état de décrépitude, la seule chose de sensé à faire était de disparaître, d’en finir une bonne fois pour toutes. Cela me soulageait et je pensais que ce devait être la même chose pour eux.

Evidemment, les vieux de mon enfance avaient l’air de vieux, c’est-à-dire des ruines maladives, poussives, vraiment plus bonnes qu’à être enterrées. Aujourd’hui, les vieux sont des personnes âgées ou encore des « personnes d’un certain âge », ce qui est certain ou encore, du « 3ième âge », le 4ième étant vraiment le plus inquiétant de nos jours. Et comme statistiquement, nous avons gagné 10 ans d’âge voire plus, mon âge réel aujourd’hui n’est pas encore arrivé au 3ième âge mais ne fait plus vraiment partie du 2ième. Je dois être dans une sorte d’âge intermédiaire.

Tous ces calculs me donnent le tournis ! De toute façon dans le climat de « jeunisme » qui sévit partout, je suis définitivement trop vieille. Cela me va ! Pourquoi devrais-je faire moins que mon âge quand je n’y ai jamais attaché d’importance ?  J’ai toujours été brouillé avec les chiffres et si cela peut consoler quelqu’un, je me sens l’âge de 2  Mathusalem, ascendants et descendants compris et confondus. Pour l’heure, je ne crains que les problèmes de santé. Le reste, ce n’est qu’affaire d’idées reçues, d’état d’esprit, d’angoisses confuses et diffuses, d’amalgames socioculturels et de terreurs plus ou moins avoués de n’être plus d’actualité, entendez, en vie. Je conçois tout cela. Heureusement, il reste l’humour. Heureusement, je suis trop préoccupée de vivre au jour le jour pour me soucier de cela. C’est bien assez.

Il m’arrive dans la même veine de penser à ma mort. Le sujet paraît morbide mais il ne l’est pas. Ce n’est pas comme si on avait le choix. On va tous y passer tôt ou tard. Si c’est tard, c’est plutôt de bon augure, non ? Sincèrement, y penser me permet de mieux me situer dans mon espace-temps. De toute façon, je ne sais pas pour les autres, mais je n’aimerais pas vivre trop longtemps. D’ailleurs, combien de temps pouvons-nous nous souffrir sans tomber dans sa propre et intime excrétion ? Pas indéfiniment. Par respect pour moi, par respect pour les autres. Par respect pour ma vie. Passé le temps sans pouvoir le vivre pleinement vaut-il réellement la peine  de le vivre?

Il est des questions qui restent collées au palais comme des chewing-gums aux semelles. Lorsque la gomme se détache enfin de la semelle, on la jette. Il en va de même pour certaines questions, elles se détachent mais pour être jetées dans une réponse qui ne vient jamais.

 

 

 

 

 

4.

 

Je suis allée visiter ma sœur, la mère de mon neveu N. Je sacrifie quelquefois aux obligations familiales.

J’ai subi comme d’habitude, durant ces trois heures, une pleine platée de sornettes plus indigestes les unes que les autres. Des platitudes écoeurantes, des banalités à faire pleurer. Vaut-il la peine de les retranscrire ? Non. Pourquoi se faire souffrir inutilement lorsqu’on n’est pas maso ?

A un certain moment, au bord d’une nausée mentale, j’ai aperçu le regard comminatoire de N. posé sur sa mère qui continuait sa jactance volubile et faussement enjouée. Il avait une moue vaguement sarcastique et dégoûtée au coin de la lèvre, genre :

 

«  Et dire que je vais avoir, un jour, le même âge que ma mère et je risque de ressembler à çà ! A chier ! »

 

Cela m’a fait rire. Intérieurement. On prodiguait encore des cours d’éducation civique à mon époque, de quoi pouvoir frayer avec le vaste monde. Cela m’aide dans des circonstances pareilles. Peut-on dire que le « politiquement correct » d’aujourd’hui est ce qui a remplacé l’éducation civique ? Qui sait.

Tout cela m’a rappelé un vieux souvenir.

 

Quand j’étais petite, j’observais attentivement les adultes. C’était un spectacle à nul autre pareil. Je les voyais mentir, manipuler, se tromper eux-mêmes ou les autres, dissimuler, manier cynismes et ironies avec complaisance, bref faire toutes sortes de pantomimes exécrables… A la vérité, un triste spectacle ! On ne se méfie jamais assez des moins d’un mètre cinquante. On les croît peu observateurs et, même s’ils le sont, les adultes du haut de leur grande arrogance et bêtise, pensent qu’ils ne comprennent pas ce qu’ils viennent d’appréhender. Grossière erreur ! On dit que la vérité sort de la bouche des enfants ! Ce n’est pas pour rien. Et ce n’est pas vrai toujours quoique cela soit toujours sincère même dans l’erreur. Preuve s’il en est que malgré toutes les complexités d’une situation, ils ont compris l’essentiel.

Je me disais alors :

 

« Je ne vais pas devenir comme eux tout de même ? »

 

L’idée m’horrifiait. Je n’avais pas saisi que les « adultes «  ne formait pas une catégorie uniforme mais plutôt un ensemble d’individus autonomes.

Grâce au ciel, ou à je ne sais qui ou à quoi,  je n’ai rien d’une misogyne. Je n’ai pas eu l’impulsion de me fermer aux autres ni de laisser l’amertume, issue de déceptions répétées alliées à des frustrations indélébiles (qui m’eussent desservie voire détruite) s’installer en moi. Rien de tout cela ne m’est arrivé. Cela aurait pu. Le mépris et la condescendance vis-à-vis de cette faune étrange et mensongère battaient fortement dans mes veines. Etaient-ils toujours ainsi ?

Je n’étais pas assez négative pour le penser tout le temps et pour tout le monde. Même si je n’avais pas encore la notion de « mobilité » dans ce que l’on est et de ce que l’on fait, je sentais confusément que tout n’était pas si évident ni si linéaire. Il ne fallait trop point m’en demander, aussi. De plus, bon nombre d’adultes déjà constituèrent des exceptions à cette règle que j’avais établie. Ils furent, sans le savoir, les rencontres primordiales que l’on fait et qui cimentent notre vie dans la société. Heureusement.

 

5.

 

La vie est un constant défi lancé à la mort et vice et versa. Mais, quel magnifique défi ! Pour lui, j’accepte bien volontiers leurs choix des armes dans ce duel subtil.

Pour l’heure, il va me falloir jouer serrer vis-à-vis de mon jeune élève et néanmoins ami. Mon neveu N. m’a apporté un ordinateur avec l’un de ses amis  « hyper pro dans les ordis, t’inquiètes, tat’, tout va être réglo… ». Ils ont passé deux heures à tout installer puis son copain Djem est venu le chercher.

L’ami extrêmement taiseux m’a surpris avant de partir en même temps que N. en m’adressant quelques mots tout en me tendant quelques feuillets dactylographiés :

 

-          J’ai fait le nécessaire pour que l’ordinateur soit tout de suite opérationnel, Madame. J’ai laissé ceci à votre intention, en ayant soin de vous donner des instructions simples et précises. Si ce n’est pas le cas, je reste à votre disposition aux numéros de contacts inscrits sur les feuillets.

Je suis restée muette de saisissement. La jeunesse de l’ami de N. châtiait son langage ? J’en étais ébahie et heureusement surprise. Il m’a courtoisement serré la main avec un sourire sincère et honnête. N. m’a embrassé avec une effusion fébrile et emportée avant de sortir précipitamment de la pièce suivi par l’ami, plus serein et mâture.

Les jeunes ne sont pas, manifestement, une catégorie uniforme. Il paraît qu’il faut apprendre quelque chose chaque jour. C’est chose faîte.

 

 

 

 

 

6.

 

Ce qui me fond un plomb comme dirait une de mes nièces, c’est l’habitude de certains, voire de beaucoup, de dire à la fin d’une rencontre :

 

-          C’était génial ! Il faut remettre ça !

 

Ou alors :

 

-          On va se revoir. Je te tiens au courant !

 

Ou encore :

 

-          Je ne suis pas libre cette semaine mais dès la semaine prochaine, je te téléphone et je te dis quoi !

 

 Ces derniers n’ont même pas mon n° de téléphone, ne se préoccupe pas de le connaître et, bien sûr, ne savent pas utiliser le bottin téléphonique. Sans aller jusqu’à le :

 

 «  Sœur Anne, Sœur Anne, ne vois-tu rien venir ? », le résultat est le même. Je n’ai rien entendu venir.

Ces sortes de formulations toutes faites me hérissent littéralement. Je les ai entendue jusqu’à m’en rendre malade. A la longue, je n’ai plus rien attendu d’elles, voire entendu. C’est bien mieux ainsi.

Quelquefois, j’ai coupé dans le vif afin d’économiser à l’un ou à l’autre la formulation si politiquement correcte. Je n’ai que faire d’elle, de fait.

 

J’avais une copine, B., spécialiste es-R.V. virtuel de ces formulations. Elle avait l’habitude de me fixer des rendez-vous virtuels sur un agenda tout aussi virtuel avec une dextérité hallucinante.

 

-          C’est fait ! C’est noté ! On se voit donc mardi en huit !

 

J’en prenais bonne note aussi mais pour mieux l’oublier puisqu’elle ne me donnait jamais de précisions ni pour l’heure ni pour le lieu. Dans le meilleur des cas, elle me disait avec forces mimiques convaincues qu’elle me téléphonerait pour me préciser les détails.

La méthode s’est répétée à satiété. Puis, un jour, j’en ai eu soupé. Lors d’un rendez-vous échappé à sa méthode préférée et avérée, elle a pris la mine de circonstance pour me fixer le prochain rendez-vous fantomatique sur son agenda tout aussi fantomatique Je l’ai laissé dévider son petit laïus puis sans lui laisser le temps de reprendre son souffle, j’ai rétorqué :

 

-          Oh, ben, cela tombe mal. Je ne suis pas libre « jeudi en huit » et je ne sais pas quand je vais l’être. J’ai pris des activités extra laborieuses et je serai à l’avenir assez indisponible, de fait.

 

Elle a hoché la tête en faisant mine de comprendre. « Hasta el día de hoy », comme on dit en castillan et qui signifierait : “jusqu’au jour d’aujourd’hui ». Jamais si bien formulé !

Finalement, je suis très conventionnelle. J’aime que les personnes qui me disent qu’elles vont faire quelque chose pour moi, le fasse vraiment, sinon qu’elles s’abstiennent de me le dire. J’ai tendance à prendre au mot, voire au pied de la lettre. Et cela m’évite de creuser encore plus l’image désabusée que j’ai du genre humain.

           

 

 

 

 

7.

 

Quand j’ai dit avoir lu tous les genres littéraires… Je m’avance un peu. Pas mal de genres sont restés lettres mortes pour moi sinon totalement inconnus.

Un des genres non lus est le genre porno. Cela ne m’a jamais tenté. Vous me direz que dans une bibliothèque municipale… Et bien… Je n’en dirai pas plus… Que chacun aille vérifier la chose, in situ et par lui-même.

Pour ma part, je ne sais pas… La seule fois où j’ai vu un film porno, il était crypté. J’avais zappé sur les chaînes de télé et je suis tombée sur celle-ci. Les images étaient syncopées linéairement, on entendait une sorte de bruit métallique comme si un filin était filé sur un autre filin. Un bruit aigrelet. Malgré cela, et après m’être juché les lampions sur le nez et m’être rapprochée de l’écran, j’ai fini par distinguer ce qui se passait. Je suis restée là quelque chose comme un quart d’heure, non académique. J’ai fini par avoir un début de migraine pas engageant du tout. Si c’était supposé être excitant, j’avais eu raison de ne pas voir lesdits films avant.

Beaucoup de choses me choquent si on fait un inventaire de tout ce qui se dit, se fait, se vit de par le monde. Le porno ne fait pas partie de la liste surtout si cela concerne des adultes consentants. En fait, le genre m’indiffère profondément, voire me procure un ennui limite bâillement. Cela n’est pas la raison d’avoir passer outre cette littérature-là. Non. Cela ne m’a jamais attiré, sans plus.

Pourtant, l’idée d’en écrire un est une idée que j’aimerais creuser. L’argumentaire du roman peut être des plus simples, réduit à sa portion congrue, même. Pas beaucoup de personnages, histoire de ne pas perdre le fil des ébats. Pas beaucoup de dialogues pour ne pas brouiller l’intrigue. Pas trop de personnages pour que cela ne tourne pas en mayonnaise incompréhensible.

La seule difficulté serait de me munir d’un vocabulaire ad hoc puisque à ce niveau-là, je ne suis nulle part, par ailleurs. Quant aux situations elles-mêmes, au plus simple, au mieux. En outre, pas besoin de jets inspirés.  

Oui. Au plus j’y pense, au plus je trouve l’idée intéressante… hum… à creuser, tout cela, à creuser…

 

 

 

 

 

 

8.

 

Qu’est un écrivain ou, dans mon cas, une écrivaine ? Je n’en sais fichtrement rien ! De toute façon, les catégories de ceci ou de cela m’ont toujours pompé l’air. Idem, dans ce cas-ci !

J’ai regardé quelques émissions littéraires pour me faire une idée du panorama. Ils invitent souvent des écrivains débutants et/ou confirmés. Dans le cas des confirmés, on leur pose quelquefois une question qui tue – je trouve-  entre des questions sur leur dernière création. Marketing oblige, n’est-t-il pas !

           

-          L’écriture est-elle une forme de thérapie pour vous ?

 

Je me dis alors en secouant la tête :

 

«  Ben voyons ! Voilà, aut’ chose, maintenant ! » 

 

Pour moi, c’est clair. Si l’écriture est un moyen médical pour me soigner quelques maux, alors, j’abandonne le projet.

Non ! L’écriture pour moi doit être jouissive ou pas ! Si je ne peux pas prendre mon pied en écrivant, je ne vois pas l’intérêt.

Non ! Au plus j’y pense, au plus je suis en accord avec moi-même. Tant que cela sera un plaisir, je m’y attellerai, sinon, à quoi bon ! Il y a tant et tant de choses à vivre encore jusqu’à ce que ma mort s’ensuive, non ?

De là, l’intérêt d’écrire un livre porno. On doit pouvoir en retirer une certaine jouissance, non ?

 

 

 

 

 

            9.

 

Je ne sais pas si c’est l’idée d’écrire un roman porno ou les émissions littéraires vues mais j’ai fait cette nuit un rêve horrible. Même pas un cauchemar. Un rêve, mais horrible.

C’était si épouvantable que je me suis réveillée d’un coup pour échapper à ma frayeur et au rêve. Enfin aux deux gaillards qui me courraient après, plutôt.

Ils étaient très grands, musclés, des gravures de mode bodybuildées mais sans vêtements. Nus. Et ils courraient tous les deux, une érection monumentale en avant. On aurait dit qu’ils tenaient au milieu de leur corps une énorme épée courbe et qui ballottaient en plus comme un mât.

J’étais épouvantée, alors je courrais et eux à ma suite, me criaient :

 

-          Reviens, ma jolie… Reviens… Tu vas voir… On t’promet qu’on s’ra jamais à couteaux tirés toi et nous… Reviens…

 

Et je courrais de plus belle. Quelle horreur ! Je n’ai jamais eu aussi peur de ma vie et je n’ai jamais couru aussi vite, même enfant. Horrible, vraiment. Du coup, j’hésite, maintenant. Serait-ce un signe ? Un rêve prémonitoire ?

 

 

 

 

10.      

 

N., mon neveu, est revenu. Je commence à croire que je compte vraiment pour lui. Il est entré dans la maison comme en territoire conquis. Rien de surprenant à cela.

 

-          ‘jour, tat’! J’passais… Djem m’a j’té… Reviens dans une heure plus ou moins… M’f’ras un texto pour prévenir… Y’a NoBug qui m’a d’mandé si tout allait bien… J’ai dit qu’impec ! Il t’a à la bonne, tat’ !!

 

Qui est NoBug ?

 

-          T’as compris c’qu’il t’a laissé comme instrucs ?

 

Ah oui ! NoBug, bien sûr. Le charmant jeune homme qui a eu la délicatesse de me laisser les instructions. Vraiment charmant.

 

-          Oui, oui, bien sûr !

 

J’aurais pu devenir arracheuse de dents sans problèmes.

 

-          Ca ne m’étonne pas ! NoBug, c’est vraiment The best of THE Bests… Même toi t’arrives à comprendre ce qu’il explique, vraiment The best of THE Bests !

 

J’apprécie toujours d’être évaluée à ma juste valeur.

 

-          Bien… J’vais voir le baby… T’aurais pas un truc à bafrer ? J’ai la dalle…

-          Bien sûr… Gaufres ?

-          Ye ho… t’es the best des bests, Tat’!

J’aime remonter dans l’estime surtout à travers le côté « famille d’estomac ».

 

Trente-cinq minutes plus tard, trois gaufres en voie de digestion et un soupir de contentement adossent N. à sa chaise. Ses yeux me sourient avec tendresse. Un reste du petit garçon délicieux qu’il fut transparaît comme une réminiscence sur ses joues ombrées d’un poil juvénile et mal réparti.

 

-          Je peux te poser une question ?

 

Je suis surprise. Il ne m’a pas habituée à tant de cérémonies.

 

-          Oui, bien sûr…

-          Tu as peur de mourir ? Parce que maintenant que t’es plus si jeune… enfin, je veux dire que t’es plus vieille que maman (de fait, 12 années nous séparent… le temps pour notre mère de se rendre compte, à 41 ans, qu’elle ne pourrait plus pouliner…) alors… normalement, t’es plus proche de la mort qu’elle…

 

Quand il s’en donne la peine, il manie à ravir et le verbe et la litote !

 

-          Non… Je ne crois pas avoir peur de mourir…

-          Maria, non plus… Elle m’avait dit qu’elle n’avait pas peur de mourir, elle avait juste peur de pas vivre assez de choses… elle disait que c’était mieux de vivre les choses même pas biens plutôt qu’après regretter de pas avoir vécu ces choses…

 

Je connais. Plutôt des remords que des regrets ! Je ne réponds rien. Je vois à son visage, à ces yeux rêveurs qu’il suit une ombre, celle qui courre à travers les sentiers des souvenirs.

 

-          On peut s’préparer à mourir ?

-          Je ne crois pas…

-          Il y a des samouraïs qui le font…

-          Sans doute mais… j’ai un doute… Je ne crois pas que l’on soit jamais prêt ou préparé à mourir…

-          Tu crois que Maria a eu peur ?

-          C’est difficile à dire… Peut-être… On ne sait jamais comment on va se sentir à ce moment-là ni où on se trouvera quand cela arrivera…

-          Je n’étais pas préparé à sa mort… Je pensais… je ne sais pas si je pensais… J’ai tellement crû qu’elle serait là, toujours… Pour moi… Pourtant si ma mère mourait demain ou mon père… je crois pas que cela me ferait la même chose…

 

Je reste quelques secondes soufflée comme si on m’avait coupé la respiration. Je ne m’attendais pas à cela. Le pire, je le crois sincère. Durant d’infimes secondes, j’en veux à mort à ces parents irresponsables pour laisser un garçon si jeune éprouver cela. Mais, qu’est-ce que cela changerait ? J’ai une montée de tendresse profonde pour lui qui se débat dans des sentiments étranges que je ne crois pas accessible à mes faibles lumières en la matière. D’avoir vécu plus longtemps ne me libèrent d’aucunes attaches, entraves ou autres frayeurs. Je reste vulnérable et perméable à tout. C’est cela vivre, non ?

 

-          Tu crois qu’on peut apprendre à accepter la mort de l’autre ? Des fois, j’me réveille la nuit… Des fois, c’est à cause d’un cauchemar, d’autres, c’est… je sais pas… c’est comme si quelque chose cogite sous ma caf’tière et j’ai pas accès… Comme une sorte de bug mis en quarantaine… on dirait que tout’ ma têt’ peut plus rien faire ni penser… je sais que c’est à cause de Maria… J’aurais tellement voulu lui dire qu’elle comptait vraiment pour moi… Que c’était elle qu’était plus ma mère que ma mère…  Que j’l’aime, moi… vraiment… Selina m’a téléphoné… Elle dit que je peux venir à la maison quand je veux comme avant… mais, justement, c’sera plus comme avant… Ce s’ra plus jamais comme avant…

 

Sélina est la fille aînée de Maria, si mes souvenirs sont bons. Elle est très semblable à sa mère, plus jeune, plus moderne, mais les mêmes qualités de cœur, la même chaleur, la même sollicitude bienveillante.

Je regarde N. Il est en train de fragmenter un morceau de pain comme s’il voulait en découdre. Je m’approche de la chaise et je luis pose la main sur sa main dure et rageuse. Il ne bouge plus. Puis, je sens sa main se détendre sous la mienne et ses doigts s’enlacer aux miens, fortement, désespérément. Je ne peux pas l’approcher de plus près. C’est bien assez…

 

-          Tu crois que je devrais y aller ?

 

Je me garde d’y répondre à cette question qui n’en est pas une !

 

-          J’ai acheté le billet avec la visa de papa… Quand il se rendra compte, j’serais là-bas… Pourras s’foutr’ en rogne tant qu’il veut… too late…

 

Je me garde de sourire à cette petite vengeance toute filiale. Il ne l’a pas volé d’avoir un fils comme N. Avec le temps, j’espère qu’il l’appréciera vraiment à sa juste valeur. Un petit vrombissement discret se fait entendre venant de quelque part sous la table. De fait, du pantalon taille basse et archi large de N.

 

-          C’est Djem… Faut qu’on s’magn’… On est hyper à la bourre… Gigabit nous attend…

 

Il se lève d’un bond après avoir tapoter à toute vitesse sur le téléphone extra plat. Il me plaque un baiser volatil sur la joue avant de sortir en trombe de la cuisine. Il s’arrête pourtant au chambranle de la porte une fraction de secondes et, sans me regarder, me lance…

 

-          J’aime bien Messenger avec toi, tate… tu comprends tout…

 

Il quitte le chambranle et deux secondes plus tard j’entends la porte claquer à faire trembler les fondations. Je ne sais pas si la maison va survivre longtemps à ce régime. Quant à moi, me voilà promue grande « compréhensive » en tout… Ne me manquait plus que cela !

 

 

 

 

                  1.

 

J’ai toujours crû que j’avais une intelligence moyennement intelligente. Faux, j’ai une moyenne d’intelligence qui frise la stupidité.

            J’ai lu ce que ce NoBug m’a laissé (je n’ai pas pu soutirer le prénom d’acte de naissance de ce charmant jeune homme) et voilà le résultat. La machine a émis une série de grognements assourdis suivis de gargouillements métalliques, de souffleries asthmatiques et le tout est resté figé sur une image.

Mon neveu N. avait décidé de me laisser un écran « de veille » avec des papillons voletants partout pour faire « joli ». Les papillons sont bien sur l’écran mais parfaitement immobiles. Moi qui ai toujours détesté la chasse aux papillons, voilà que je les ai épinglés à mort sur un écran d’ordinateur. J’ai poussé du bout des doigts quelques touches mais automatiquement il y a eu des bruits bizarres comme s’il avait du mal à digérer et j’ai tout laissé tomber. Y a-t-il déjà eu des cas d’ordinateur qui explose entre des mains aussi malhabiles que les miennes ? Dans le doute, je m’abstiens. De plus, je ne tiens pas à provoquer un précédent.

            Je reste là devant l’écran. Je déteste les papillons, virtuels ou non. De plus, maintenant, j’ai aussi des papillons qui volètent dans mon estomac. Les nerfs ! Je me demande comment je vais faire… Au moins, à la télé, il y a la télécommande et je peux fermer l’écran de loin… Là, je n’ose même pas m’éloigner de l’écran… On ne sait jamais avec ces bêtes-là… Si je lui donnais un petit nom ? Un nom gentil, mignon, peut-être qu’il accepterait de se fermer… Il ne peut pas rester ouvert toute la nuit, tout de même ! A force, il va finir par se faire du tort… Pourquoi doivent-ils construire de tels appareils aussi sophistiqués ? Et d’après mon neveu N., il m’a choisi une « bécane hyper easy… facile de chez facile que même un con pourrait comprendre »… J’ai une bonne et une mauvaise nouvelle pour lui. Il a raison et moi je suis encore plus bête qu’un con.

           

 

 

 

 

2.

 

Sur ces entrefaites, le petit J. est arrivé. Moi qui voulais lui faire la surprise d’un ordinateur en état de marche, c’est gagné ! Notez, tout n’est pas perdu. A ce niveau-là, c’est simple, il va tout de suite comprendre mon incapacité à gérer pareille difficulté et je n’aurais plus alors qu’à pousser l’artefact là où je désire qu’il soit, avec lui, chez lui. C’est sans compter sur ce garçon merveilleux.

 

-          Oh ! C’est pas grave… Cela arrive. C’est un bug… autrement dit une sorte d’arrêt du système qui fait que tout se bloque… je ne vais pas entrer dans les détails techniques, juste vous montrer comment faire si cela vous arrive… En fait, voilà…

 

Et de m’expliquer, gestes à l’appui comment faire en de pareilles circonstances. Il semble que je doive pousser sur une touche marqué « ESC » pour « Escape » et si cela ne fonctionne pas, pousser sur le bouton d’ouverture et de fermeture de la « tour » et normalement comme il m’a montré, cela doit fermer l’ordinateur. Si cela ne va pas, je retire la prise et le tour est joué.

 

-          C’est simple, vous voyez… Un ordinateur, ce n’est qu’une machine et comme toutes les machines, il faut apprendre à la manier…

 

CQFD ! Cela ne m’arrange nullement ! Si je commence à savoir manier la chose, tout est perdu.

 

-          Ah oui… Tu en sais des choses…

-          Bof, pas trop… J’ai un copain, Pro, qui est un vrai as du computer. Avec lui, rien n’est impossible sur un ordinateur… Si jamais cela devient trop difficile, il peut vous aider…

-          Ah, c’est gentil… Mais, tu sais, je ne crois pas que je vais arriver à l’utiliser… Ce n’est plus de mon âge…

-          Oh, dites pas ça ! Vous êtes la femme la plus intelligente que je connaisse… Et je suis certain que vous allez devenir une vraie spécialiste de l’ordinateur… Il faut juste se mettre en phase et ça devient clair comme de l’eau…

 

En phase ? Voilà autre chose ! De plus, je ne veux me mettre d’aucune manière et je ne vais pas devenir spécialiste d’une machine, tout de même ! D’une manière ou d’une autre, le miroir aux papillons qui trône dans mon salon va aller papillonner ailleurs, de préférence dans la maison du petit J. Qu’on se le dise bien clairement !

 

 

 

 

 

 

            3.

 

J’ai beaucoup réfléchi à la question. Puis, je me suis mise mains à la pâte. Et bien, je démissionne ! J’ai passé tant de temps plongé dans le dictionnaire pour essayer de comprendre le vocabulaire du genre porno que j’en venais à douter de mon intelligence.

De plus, les cours de biologie que j’ai eue dans ma jeunesse sont très loin derrière moi, d’autant que je n’étais pas vraiment passionnée par l’anatomie. C’est déjà suffisamment difficile de composer avec sa carcasse sans qu’on ne doive, en plus, savoir de quoi elle est composée ! Sans parler que je n’ai aucun souvenir d’avoir étudié, dans le détail, les parties génitales tant féminines que masculines.

D’ailleurs, lorsque je me suis rendu compte que je devrais me pencher sur ces parties-là de l’anatomie, j’ai été très surprise. Je n’avais pas remarqué que c’était si compliqué ces choses-là, ni que de tels organes avaient de telles capacités. Une vraie révélation ! L’autre étant que, décidément, je n’allais jamais m’en sortir. De plus, avec mon talent inné qui veut que j’aie une mémoire très peu précise, je suis bien fichue de décrire des situations et des particularités anatomiques qui ne peuvent exister.

Pire, je pourrais carrément mettre ensemble des parties d’anatomies qui seraient totalement incompatibles les unes avec les autres, sans parler de les faire coexister dans certains cas de figures improbables. D’ici à ce que ce roman porno se convertisse en une histoire de vagues aliens à apparence humaine, il n’y a que mes doigts crispés autour de mon stylo.

Si on m’avait dit que c’était si compliqué le porno, je ne l’aurais pas crû. Notez, à l’image, c’est peut-être nettement moins compliqué mais passer au crible du vocabulaire, cela devient galère !

Dans le fond, c’est mieux ainsi… Pour écrire un tel roman, il vaut mieux être totalement pénétré par son sujet, chose qui me paraît insurmontable dans mon cas.

Exit le roman porno ! Il n’y en aura pas un de plus dans ce genre-là. « Exit »… voilà que je commence à parler comme mon neveu N. C’est inquiétant !

 

 

 

 

 

4.

 

Catastrophe ! Bien sûr, j’aurais pu le prévoir. C’était dans l’ordre des désordres des choses. Mon neveu N. a eu une dispute monumentale avec ses parents. Il m’a confessé qu’il avait songé à fuguer mais que, finalement, il ne savait pas si cela méritait la peine. (Pour qui ?) Aussi, il a décidé qu’il viendrait s’installer chez moi, au moins, jusqu’à son départ au Portugal, dans trois semaines.

J’ai eu ma sœur en ligne qui fustigeait tout et n’importe quoi dans des envolées hystéros incohérentes et en brodant sur le même thème : l’ingratitude du rejeton.

Je n’ai pas surenchéri en brodant  sur le thème des « simagrées et autres grimaces simiesques » qui finissent par rendre le dialogue inexistant, mais le cœur y était. Quand on paie avec de la monnaie de singe, rien d’étonnant à se trouver dans ce genre de situation. Je n’ai pas non plus souligné l’hypocrisie de son propos, ni le fait que si quelque chose est blessé en elle, c’est l’apparence de façade de famille unie qu’elle a bâtie extra-muros face à son entourage. A quoi bon ! C’est une perte de temps et d’énergie.

Me voilà lotie d’un ordinateur inutilisable pour moi et d’un neveu en débâcle émotionnelle. Vogue la galère ! Je me demande si c’est vraiment nécessaire d’écrire un roman, ma vie semble se convertir de jour en jour en une mauvaise tragi-comédie de boulevard. J’en perds le peu de latin qu’il me restait ainsi que mon humour.

N. est ravi de sa décision. Je n’ai pas demandé à la porte d’entrée, elle pourrait bien vouloir me claquer son battant au nez, vert de rage, sa couleur habituelle.

 

 

 

 

 

5.

 

Ma sœur est… Je ne trouve pas de mots mais je me souviens d’une de ses réflexions… Même si je ne l’admettrai jamais devant lui, je suis d’accord avec N., sa mère est vraiment en dessous de tout… sans faire de mauvais jeux de mots…

Je suis allée lui rendre visite un jour, sur ses instances survoltées via un coup de téléphone… mortel pour moi.

 

-          Faut ABSOLUMENT QUE TU VIENNES KIFER À LA MAISON… J’AI FAIT UN TRAVAIL HYPER GENIAL !!!!!

 

Après un lavage auditif vu les hurlements enthousiasmes de la bête, je me suis rendue, plus morte que vive, chez elle. Elle était… au mieux de sa forme… survoltée, dans les superlatifs jusqu’au cou et les yeux qui lui sortaient de la tête tant elle voulait être convaincante. Comment se fait-il que nous soyons sœurs ? Un mystère de la nature… A moins que l’un de nos géniteurs n’ait fauté ? C’est le genre de chose que je ne veux pas savoir, jamais !

Elle m’a agrippé la main… Aurait-elle eu la sensation furtive que je n’avais aucune envie d’être là ? Le fait est que je me suis retrouvée au milieu de son salon-living-séjour, pièces agencées les unes aux autres de manière tarabiscotée ou personnelle… allez savoir… Elle ma fait tourner sur moi-même afin que j’admire les pièces.

 

-          J’AI TOUT FAIT REFAIRE…

 

Ensuite sans me laisser le temps de me reprendre, elle s’est lancée dans une explication dithyrambique où il apert que c’était de la « new » je-ne-sais-quoi déco, exemples d’objets et de meubles à l’appui, très « new » tendance je-ne-sais-quoi, bref, « du design » je-ne-sais-quoi, enfin le genre de décoration que l’on voit chez son dentiste, dans la salle d’attente, à prendre son futur mal en patience et en feuilletant sans trop d’espoir des pages glacées d’une revue spécialisée dans le genre « design intérieur et extérieur ».

Puis elle a stoppé net sa harangue hallucinante avec la mine de quelqu’un qui s’attend aux félicitations du jury.

Je n’ai pas eu le cœur ni le reste pour la remettre à sa place, si tant est que je sache où celle-ci est, exactement. Le sait-elle d’ailleurs elle-même ? Pour gagner du temps, j’ai refait un tour d’horizon prudent avec une mine de circonstances et je lui ai souri le plus gentiment possible (le genre que l’on réserve aux dingues pas violents…) en disant sur le ton le plus convainquant possible :

 

-          C’est incroyable ! Tu as fait un travail admirable…

 

Elle ne se tenait plus de joie. Je me demande toujours comment elle fait pour ne pas se rendre compte que les autres ne sont pas en accord avec elle ? Inné, sans doute sinon…

Après cela, nous nous sommes sustentées. Enfin, moi, parce qu’elle a un « agenda de diètes très serré » qu’elle doit suivre à l’aliment près. Je mange pour elle, alors, pas de problème. Solidarité familiale oblige !

Dans le cours de la conversation fluide, mais peu compréhensible pour qui ne connaît pas le langage pseudo-jeune de ma sœur, elle me lance en regardant alentour avec un amour fanatique :

 

-          Tu vois… Chez moi, jamais, je ne vais laisser entrer de vieilles choses ! Que du new !

 

J’ai failli m’étouffer sur la madeleine. J’ai failli défaillir mais plus encore lui dire que je lui souhaitais une mort précoce car, du contraire… Mais comment dire cela à quelqu’un qui n’a même pas l’air de se rendre compte des inepties qu’elle émet ?

Je ne sais pas si c’est l’époque qui veut cela, mais je trouve pathétique ce désir effréné qu’ont ma sœur et son mari de vouloir « rester » jeune à tous prix… N. a bien raison. Un jour, il risque d’avoir des parents qui auront l’air plus jeunes que lui. Cela ajouté à leur pseudo « esprit « jeune me fait redouter le pire, pour eux-mêmes, mais aussi pour leurs enfants. Et si je lui flanquais une claque, se réveillerait-elle ? Pas sûr. La main me démange. Et pourtant…

 

 

 

 

 

6.

 

Trois jours que nous cohabitons, N., l’ordinateur et moi. Cela se passe. C’est le mieux que je puisse dire. Je suis une célibataire endurcie pour ne pas dire une vieille fille, tout aussi endurcie, ce qui serait l’expression de la réalité, mais nettement moins gentil vis-à-vis de moi.

J. a rencontré N. C’était inévitable. Ils se sont salués dans une attitude toute en décontraction. Relax, Max !

 

-          Yo…

-          Yo…

 

Ils parlent le même langage cryptique où je ne comprends que quelques mots sur l’ensemble. Disons 1,5/5. Enfin, je suis grosso modo l’échange verbal, c’est déjà ça ! Si j’avais eu quelques inquiétudes sur le fait que cet ordinateur arrivera enfin là où je désire qu’il arrive, maintenant c’est confirmé. Il semble qu’il n’est pas prêt de décoller de chez moi.

J., qui est un jeune homme admirable comme je l’ai déjà dit et répété, a réussi à convaincre mon neveu que j’avais l’étoffe d’une future utilisatrice d’ordinateur. J’ai eu beau dénié cette inestimable confiance qu’il dépose en moi, ils l’ont pris comme une coquetterie de ma part. Pour quelqu’un comme moi, c’est le summum de l’humiliation.

Résultat, chacun s’y est mis dans l’élaboration de mon éducation cybernétique. On a beau savoir qu’on est un vieux singe qui n’a plus trop de grimaces à apprendre - d’autant qu’il a créé lui-même de nouvelles grimaces- force m’est de voir que j’ai encore des choses à apprendre dans le domaine.

 

-          Yep, Tat’… L’as raison J… T’as p’t’êtr. pas easy pour la manip. d’ordi mais t’en as dans l’crâne… Ca aide… T’as juste qu’à practice un max et t’arrives… Y’a pas d’raison qu’un corbac crétin comme Pêt+ y arrive et pas toi…

 

J’ai pas tout compris. Sauf que, après explications de N., Pêt+ est une sorte de « sous lobotomisé qui s’l’a pêt mais qu’a rien dans l’crâne ». Vous imaginez comme cela me rassure.

Enfin, il paraît qu’il ne faut pas amoindrir les bonnes volontés. Je suis d’accord sur le principe, en concret, nettement moins et dans la pratique, beaucoup, beaucoup moins.

 

 

 

 

 

7.

 

Je ne sais pas ce qui m’a réveillée. Je suis tellement habituée aux bruits de la maison que si quelque déplacement d’air, autre que les habituels, se fait, je le sens tout de suite. Je regarde l’heure à ma montre réveil. Les chiffres rouges indiquent deux heures trente-six du matin et des secondes filantes.

Je prends mon peignoir et je descends. Si c’est un voleur ce n’est pas bien malin, mais je prends le risque. Après tout, on ne meurt qu’une fois, à ce que l’on dit.

En fait de voleur c’est N. Je n’y avais pas pensé. Le peu de pratique d’avoir des invités chez moi. Je n’y vois goutte. La seule lumière est celle de l’écran de l’ordinateur dans le séjour et maintenant la lumière du corridor à l’étage.

Je m’approche de lui. Arrivée à moins d’un mètre, il se tourne vers moi. Il a une mine fantasmatique. Les yeux cernés, tristes. Je me fais du souci pour lui.

Il décroche quelque chose de ses oreilles. J’entends un faible vrombissement qui est, paraît-il, de la musique. Je sais que c’est un MP3. Il a voulu m’en offrir un, le sien en fait. J’ai pu habilement l’en dissuader. J’estime que je suis assez nantie d’appareils sophistiqués comme cela. Bien sûr, son geste altruiste était également conditionné par une « nouvelle génération » de MP3 qui d’ailleurs ne s’appelle plus comme cela mais j’ai décroché après la quatrième phrase d’explications.

           

-          Sorry, Tat’… J’t’ai réveillé ?

-          Non… Pas vraiment… Je n’ai plus l’habitude d’avoir quelqu’un à la maison, c’est tout…

-          J’comprends… Mais… Tu sais, c’est SurfW… Mon meilleur cop… Son père a eu une promo et ils sont partis à Montréal… Avec son père, on a décidé de s’connecté via l’chat 3 fois par semaine. Mercredi et w-e… Tu comprends, il a des cours, des entraînements sportifs… c’est une bête, SurfW… Arrête jamais… Super crevant mais c’est mon frère, my brother, tu comprends… Il vient en décembre voir sa grand-mère… Il me manque… Tu comprends… Il sait tout de moi et moi tout de lui… On est comme ça…

 

Il me montre deux doigts de sa main qu’il joint… Je lui souris… Il se lève d’un bond et prends une chaise qu’il tire jusqu’à moi.

 

-          Reste pas d’bout, Tat’… A ton âge, ce n’est pas bon…

 

Je n’aime pas tellement les rebonds de ping-pong genre « sauter d’une idée à l’autre », sauf ceux de N.  L’ordinateur a quelques soubresauts en forme de cliquettements discrets et de rectangles lumineux qui clignotent furieusement. Il semble qu’il soit en communication avec plusieurs personnes en même temps. Autre temps, autre mœurs. Je me sens plus que jamais dépassée. N. pivote sur le siège ergonomique qu’il m’a fait acheté ainsi qu’un bureau spécial ordinateur (« pour plus easy, tat’ ! ») et tape avec célérité sur quelques touches. Je vois passer certains carrés avec d’étranges caractères entourant des mots concassés. Je n’y comprends goutte. Cela ressemble à d’étranges codes.

 

-          Ca ne te dérange pas, tat’ ?

 

C’est gentil de me le demander. Mais non, il faut bien que jeunesse se passe et je ne vais pas ajouter à ses difficultés.

 

-          Non…

-          Tu peux rester si tu veux… j’vais pas continuer longtemps à poster… J’suis pas trop accro au chat… Y’en a qui sont vraiment nazes… BiChat… Tu devrais voir ça… Dès qu’il a trois secondes, il chat… Un vrai tordu…

 

Tout en me parlant, il écrit certains mots, place certains caractères et abréviations à une vitesse hallucinante. Un vrai prestidigitateur du clavier.

 

-          Tu sais, Tat’… J’ai parlé à SurfW de toi…

 

Je ne réponds rien, mais je me sens flattée. J’ai encore une certaine cote malgré mon grand âge ?

 

-          Il est impressionné… Il veut t’connaître… J’te le présent’rais quand il vient… Tu sais, Tat’… J’suis content d’t’avoir…

 

Il me tourne le dos en « chatant ». Il va me falloir apprendre un nouveau vocabulaire. Je suis aussi contente de l’avoir. Je me lève lentement et pose une main sur son épaule ferme.

 

-          Ne reste pas trop longtemps… demain, il y a école…

-          Oui, t’inquiètes… c’est on the cool…

 

Il pose sa main sur la mienne, puis se relève à moitié et me pose un baiser sur la joue.

 

 

 

 

 

8.

 

J’ai appris qu’un de mes oncles (un homme adorable et mon préféré dans l’arbre généalogique familial) entre dans un home ou Maison de Retraite. Enfin, pourquoi barguigner, disons mouroir en mémoire d’Aldous Huxley et restons-en là !

Je n’ai pas l’habitude de me rendre dans de tel lieu. Cela me donne l’impression de visiter le futur endroit où je vais, plus tôt que tard, me retrouver. Si je ne meurs pas avant… On a beau avoir une date de péremption comme n’importe quelle matière consommable ou non, on n’en connaît ni l’heure ni le jour ni l’endroit. Mieux, peut-être…

Notez, je ne jette pas la pierre à sa descendance. Vu son âge, nonante-deux ans, et son état de santé plus que précaire… Les perspectives d’avenir n’affichent pas un panorama enchanteur. De plus, il a quelques difficultés à vivre seul et il n’est pas des plus faciles à vivre. Dans le tableau, j’oublie sans doute pas mal d’autres problèmes.

Je ne vais pas décrire l’endroit où il est ni le personnel, l’un et l’autre sont à la mesure de ce qu’ils prétendent. Je ne vais même pas m’étendre sur ce que j’ai ressenti en le voyant là-dedans.

 

-          Mon oncle ?

 

Il est couché, les yeux fermés, le visage un peu contracté, la peau plus que jamais parcheminée, si frêle, si petit dans le lit façon hôpital où il dépérit lentement. Il est relié à un tube qui est relié à une poche d’un liquide ressemblant à de l’eau. Un sérum de vie ?

 

-          Mon oncle ?

 

Je n’ose pas le toucher de peur de… Je ne sais trop… Dort-il ? Est-il déjà mort ? Fait-il le mort ? Il entrouvre une paupière aussi fine qu’une aile diaphane de papillon. Il ne semble pas me reconnaître.

 

-          C’est moi… votre nièce…

 

Il sourit d’un sourire ébréché et plus mort que vif.

 

-          C’est toi, me souffle-t-il ? Et les enfants, comment vont-ils ? Ils doivent te donner du souci… Tu as l’air vieilli depuis la dernière fois… Il faut bien que jeunesse se passe...

 

Sa voix est susurrante comme un vent affaibli. Il me prend pour ma sœur. Qu’il me trouve changée est normal… Il n’a pas vu ma sœur depuis 25 ans puisqu’elle a décrété qu’elle :

 

« Ne voulait plus avoir à faire au Tribunal de l’Inquisition ».

 

 Mon oncle a toujours eu un mot de trop avec elle. Et elle, dès qu’elle a pu, elle a fait en sorte de ne plus le voir. Les prétextes sont bons pour s’en servir et il les lui a servis sur un plateau, à maintes reprises. Quant à moi, je l’ai vu, il y a quelques semaines. Sa mémoire lui joue des tours, à moins que ce ne soit le début de la fin.

Je suis restée un temps infini, presque une éternité. Nous avons parlé de choses et d’autres. De temps en temps, il me regardait en fronçant les sourcils comme lorsqu’on essaie de retrouver une pensée, un souvenir ou simplement la pièce manquante d’un puzzle mental. Il a haussé les sourcils comme on hausse des épaules façon  « casse-tête insoluble ! Laissons courir » 

Ce fut un moment doux et amer. Ce fut un moment déchirant. J’espère qu’il ne lui reste pas trop longtemps à vivre comme cela. Il a été si actif, si plein d’énergies, si vivant… Maintenant, il ressemble à une momie, à une poupée mécanique en fin de vie. A presque tout sauf à ce qu’il est, à ce qu’il a été. Si c’est cela vieillir, je ne suis pas sûre de vouloir y arriver. Ou alors, vais-je changer d’opinion, en cours de route ? Ou alors, vais-je abdiquer ?  Ou alors…

N. vient de rentrer du bagne… du bahut, pardon… je me perds un peu… Le tremblement de la maison toute entière est un indice force X qui ne trompe pas. Il doit avoir faim… Enfin, si ces conférences, conversations, échanges de palabres et autres communications via « mon ordinateur » lui en laisse le loisir. De toute façon, j’ai préparé de quoi sustenter une mini armada. Vu son appétit, entre tant de préoccupations virtuelles, j’ai bien fait.

 

 

 

 

 

 

9.

 

J’ai reçu un appel téléphonique de ma sœur. J’ai un excellent ORL. C’est important d’avoir un bon ORL lorsqu’on a une sœur comme la mienne. Elle a cette rare capacité de détériorer les trompes d’Eustache. C’est rien de le dire, il faut l’entendre. Entre les jérémiades habituelles où il apert qu’elle :

 

« n’est pas comprise » par son entourage.

 

 Qu’elle n’a « personne qui l’aime vraiment ».

 

 Qu’« elle a une vie vraiment en dessous de tout ».

 

 Et ainsi de suite, en multi-versions répétitives et geignardes… Elle m’a demandé des nouvelles de l’ingrat, tout en renouant le « dialogue », entendez le lamento staccato ininterrompu. En résumant, elle est incomprise et mal-aimée (si j’étais vraiment mauvaise langue, je dirais plutôt « mal baisée » mais… j’ai trop le respect des autres pour cela…).

 Les artistes n’ont-ils pas l’apanage de ces états-là ? Ma sœur serait donc une artiste ? Oui, mais de quoi ? A part refaire son intérieur à coup de cartes bancaires, je ne vois pas trop, mais… Qui sait ? Elle a peut-être un talent caché pour quelque chose qui ne demande qu’à fleurir ? Oui, mais alors très bien caché… Un vrai trésor enfoui sous les…

 

-          Dis, tu m’écoutes ?

 

Sa merveilleuse voix vient de me vriller l’oreille. Je change d’oreille, histoire de laisser respirer les trompes d’Eustache de la précédente. Elle continue sa lamentation en crescendo. Peut-être a-t-elle un talent de Diva à la voix pas encore tout à fait éduquée ?

 

-          TU TROUVES CELA NORMAL APRES TOUT CE QUE J’AI FAIT POUR LUI, HEIN ????

 

Qui ? Ne sachant trop, j’acquiesce verbalement, il vaut mieux, vu son état d’exaltation. Un grand soupir tremblé qui pourrait passer pour un sanglot réprimé et une reprise d’inspiration pseudo pleine de courage vient donner le « la » final de son lamento tragique.

 

-          Allez… Que peut-on y faire ? Je dois vivre avec cela, maintenant… Malgré ma souffrance, il reste mon fils, n’est-ce pas… Enfin… Je dois te laisser, ma chérie ! Cela me fait toujours un bien fou de parler avec toi. Tu me comprends si bien… Dans le fond, tu es d’une grande sagesse et je me sens toujours si bien après notre conversation. Oh la la… Il faut vraiment que je te laisse, là ! Ma masseuse va arriver… On se voit, hein… Et on déjeune, hein… bizous, bizous, ciao…

 

Elle raccroche comme son fils claque les portes d’entrées. Qu’ont-ils tous à me trouver des qualités que je n’ai pas ? Ma sœur est et restera toujours une apparence comminatoire.  

 

 

 

 

 

10.      

 

Ce n’est qu’au moment où on le perd que l’on comprend ce que l’on possède. Ou presque. Je savais que j’aimais être seule. Je savais que je n’avais pas besoin de ces « accompagnants » que d’aucun pense être nécessaire dans sa vie. Je ne savais pas combien j’aimais cela jusqu’à maintenant.

Et, attention, je n’ai rien à reprocher à mon neveu. Que du contraire. Son comportement est magnifique. Il fait même des choses qu’il n’a jamais fait chez lui (j’entends encore avec effroi les récriminations répétées de ma chère et tendre sœur sur le sujet) et cela, bien sûr, sans que je ne lui demande. C’est dire combien il désire être avec moi. Ou du moins sous mon toit, ce qui doit se rapprocher plus de la réalité.

Enfin, je ne dois plus me plaindre. Cela pourrait être pire, beaucoup plus. Je pourrais, par exemple, voir débarquer ma sœur chez moi afin que je lui offre le gîte et le couvert. Rien que l’idée me hérisse les poils et le reste. Non ! N’y pensons même pas. C’est trop horrible ! Et là, c’est certain ! Je n’hésiterai pas à plier bagages et à m’envoler illico pour l’autre bout du monde si une telle calamité devait subvenir. Trop, c’est trop.

 

N. vient de rentrer. La vibration sismique qui parcourt toute la maison ne trompe pas. J’arrive de la cuisine pour me rendre à la salle à manger quand je tombe nez à nez avec N. Je ne sais qui des deux est le plus surpris. Lui, en voyant l’espèce de chose informe que j’ai la faiblesse d’appeler robe et que j’adore porter, ou moi en le voyant arriver avec un ami. Un gars très grand, mince, habillement conventionnel de cet âge, cheveux quasi en brosse et deux boucles d’oreilles à l’oreille. Pirate des temps modernes ? On parle de pirates sur le web (j’ai enfin compris qui s’agissait du réseau appelé par ailleurs Internet…). Serait-il un de ceux-là, boucles d’oreilles en témoins ? Quelle stupidité ne traverse-t-elle pas mon esprit !

N. regarde mon corps comme un poisson hors de l’eau. J’avais oublié que je ne pouvais plus circuler comme je veux et où je veux. Et dire que cette maison est mon « chez moi »… Je me le demande…

Le jeune homme me regarde aussi, mais avec une admiration non feinte qui me laisse perplexe.

 

-          Wouh ! J’adore la dress de ta tante… T’as raison, elle est vraiment space !

 

Je suppose que c’est un compliment, puisque cela a le mérite de faire soupirer N. de soulagement. On vient de frôler l’incident diplomatique et j’avoue que je ne veux aucunement mettre en porte à faux N. vis-à-vis de ses amis. Il a bien assez de ses parents pour cela. Heureusement, ce jeune homme, WebSite - comme me le présente  N. - est aussi vraiment « space »…

Les présentations faites, N. reprends du poil de la bête en acceptant ma proposition de goûter.

 

-          Wouh, man ! Si t’as déjà mangé de la gaufre, révises tes files… Tat’, c’est la reine des gaufres !

 

Le langage a cette merveilleuse capacité, celle de vous remettre à votre place. Et je me dois d’être reconnaissance à N…. Si j’avais eu l’idée de faire un cake, des crêpes ou une tarte…

N. passe devant moi en coup de vent enthousiaste pour rejoindre l’antre des délices culinaires. WebSite le suit, nonchalant, passe devant moi et me cligne de l’œil en souriant. Un trait d’humour ? Une connivence intergénérationnelle ? Et, pourquoi pas ?

 

 

 

1.

 

Ce n’est pas tout ça, mais… L’autre jour, j’ai repensé à cette histoire « d’Histoire d’Amour ». En plus… J’ai vu un film où il était question d’un amour passionné qui finit en désespoir tout aussi passionné.

Je reste perplexe… C’est la même passion ou inversée ? Et d’ailleurs… Les protagonistes ont mis autant de passion à s’aimer qu’à se haïr et à la fin, je ne voyais plus du tout en quoi tout cela était une affaire « d’Histoire d’Amour ».

D’autant que… L’amour est, paraît-il la chose la plus importante dans la vie, sous-entendez, pour tout le monde. Je ne sais pas. Dans tous les cas, avec le sida en garde-chiourme et les maladies vénériennes qui reviennent en force ? Je ne sais pas vraiment. Je n’aime pas ces idées toutes faites, j’ai l’impression d’être comme un hareng saur dans sa boîte à sardines ! A l’étroit !

D’accord, je veux bien admettre que c’est très important, mais regardez Roméo et Juliette où cela les a menés. De plus, vous imaginez le nombre de balcons qu’il faudrait. Sans parler que si on vit au 14ième étage d’une tour appelé fallacieusement « espaces d’habitation » (pour qui ?)  dans une banlieue (autant utiliser les mots mis au goût ou dégoût du jour, tant qu’à faire !), c’est pas gagné d’avance !

Bon, exit bouquin de « Histoire d’Amour ». Pas convaincue du tout. Un de moins dans les étagères des libraires, si tant est qu’il y arriverait. Ne soyons pas vaniteuse !

 

 

 

 

 

2.

 

-          Mais…  T’es obligée ?

 

N. m’avait demandé en rentrant du bahut :

 

« t’fait quoi ? »

 

 Et je lui avais expliqué ma recherche pour trouver un genre littéraire, à défaut de protagonistes valables. Pour l’instant. Et voilà sa question. Je suis à nouveau larguée…

 

-          Obligée de quoi ?

-          Ben, d’trouver un genre…

-          Pourquoi ? C’est obligé ?

 

La question est si pertinente qu’elle en devient impertinente.

 

-          Je ne sais pas… En fait, on classe les romans par genre littéraire, toujours… C’est la norme…

 

N. me regarde en rétrécissant les yeux. Il semble réfléchir. Je crains le pire.

 

-   Wep… J’peux comprendre la norme… Mais, bon… T’es pas obligé de suivre…t’as qu’à raconter une histoire et basta !

 

Comment n’y ai-je pas pensé avant !

 

-          Tu comprends, Tat’… Le principal, c’est ça… Le genre, c’est pour s’donner un genre… C’qui compte, c’est d’pouvoir suivre une histoire… Comme pour les Chroniques de Riddick…

 

Quèsaco ? J’ai encore raté un chapitre dans les choses que je dois absolument connaître ?

 

-          Tu vois… y’a l’histoire d’abord puis t’as les héros, mais c’est pas le plus important… enfin si, mais pas sans l’histoire… et quand tu t’intéresses à l’histoire, tu t’intéresses aux personnages et alors, c’est too much ! J’vais te montrer… quand t’auras vu, t’auras tout pigé !

-          Mais… Ce ne sont pas des romans ?

 

N. me regarde avec une commisération affligée et consternée.

 

-          M’enfin, Tat’… The Chronicles of Riddick, c’est mieux qu’ des romans, c’est du roman, mais en cinéma…

 

Je suis perdue…

 

-          T’as d’la chance, WebSite m’a passé le collector, c’est The best of THE Bests… Bon, c’est sûr que si t’avais un plasma même 50’’, ce s’rait mieux qu’t’a vieille bécane… mais, bon, on f’ra avec… moi, j’l’ai vu au ciné et puis chez WebSite, il a un 90’’ et c’était géant-méga! Ca déchirait gravos, j’t’jure ! On l’voit ce soir ?

 

Des pouces ? Quel rapport entre les pouces et un écran de télé ? Une chose est sûre, on ne me changera pas ma « vieille bécane »… 20 ans que nous cohabitons ensemble ! Cela compte, non ?

 

 

 

 

 

 

3.

 

            Veni, vici et pas convaincu, du tout. N. semblait au septième ciel et moi, j’avais peine à ne pas dodeliner de la tête. Cela pouvait passer pour le mouvement typique dû à mon grand âge, mais je ne crois pas que N. aurait gobé ce prétexte. Heureusement, N. très enthousiaste, toutes les 2 minutes, me lançait un :

 

« Hein… J’t’avais pas dit qu’çà déchirait gravos ! » 

 

Ce qui a le don de me faire sursauter et réveiller d’un coup. Je ne dis pas que ce film n’est pas bien. Les goûts et les couleurs, hein… Mais, bon. Tout cela me dépasse un peu. Par contre, je sais que N. a passé un bon moment. Il a vraiment un engouement incroyable pour ce film, tant et si bien qu’il récitait mezzo voce certaines tirades et autres répliques. Je suis très impressionnée. Par lui. Le film ? Peut-être… si je le revoyais… Encore que… Mais…  Une des constantes du métier professoral n’est-il pas de répéter les choses afin de les faire entrer dans le crâne de leurs élèves ? Qui sait, nonobstant mon âge, cela pourrait marcher, non ?

 

-          Alors… T’as aimé, Tat’ ?

 

Je dodeline vaguement de la tête. Ne lui gâchons pas l’enthousiasme.

 

-          J’t’tais sûr ! Ca déchire à donf… C’est comme Final Fantasy… Mais, en moins space, cf. c’est des 3D… Note, faut vraiment êt’ difficil’ pour trouver des things pas perfect dans la série… C’est du génial au top ! Rien à j’ter !

 

3D ? Final Fantasy ? Heu, je peux faire l’impasse où je suis obligée de voir cela ? Enfin, si cela se voit…

 

-          Bon… note le 3D, c’est space, t’vas p’t-êt’ kiffer le thing… Mais, j’te jure, c’est perfecto de chez perfecto… Bon, y’a mieux mais ch’suis pas vraiment accro… C’est Mang’All qui l’est… Un super pote à Website… Connaît tout sur le sujet… Même plus que les pros, chuis sûr…

Je dodeline encore de la tête. La migraine essaie de se frayer laborieusement un chemin jusqu’à moi et je crois qu’elle va y arriver. C’est que c’est têtu ces petites choses-là… Une vraie prise de tête…

 

-          Wep, j’crois qu’c’est over pour toi le day… ferais mieux t’file in the pieu, Tat’…

 

J’approuve en un mince sourire et lève mes décennies avec parcimonie et lenteur. En passant près de lui pour gagner la sortie, N. me prend la main et y dépose un baiser furtif. Il a le regard sur l’écran. Il touche certaines touches du clavier. Le chat va commencer pour lui. Il est bien ce petit. Ma sœur aura au moins réussi cela dans sa vie.

 

 

 

 

            4.

 

            Le roman policier. Je n’en ai pas lu énormément. L’hémoglobine n’est pas ma tasse de thé. J’ai bien ma tante L. qui lisait à tour de bras et à en perdre la conscience de telles histoires, mais à part ça…

            D’autant que les intrigues ne sont pas mon fort. Toutes ces histoires de pistes à suivre, vraies ou fausses (je ne suis pas un chien de chasse, tout de même), tous ces problèmes, ces alibis, mobiles, effets, causes, explications, chausse-trappes, innocents, coupable, faux coupables et… J’en passe et des meilleures ! Rien que d’y penser, ma migraine pointe un nez aussi effilé qu’une dague. Puis, penser… Avec tout ça je risque de si bien mélanger les trames qu’à la fin mes personnages en viendraient à me zigouiller par esprit de justice. Je tiens à ma peau, même fripée !

            Bon, l’avantage de cette prose, ce sont les protagonistes. Ou la/le protagoniste. On plante le gars ou la « garse » qui va débouler genre : policier, détective privé, enquêteur et autres amants des intrigues et vous envoyez la sauce. Il ne faut plus que trouver les hameçons et le tour est joué et ficelé. Sauf que je pars avec un sérieux handicap, je n’ai aucune imagination et pour trouver l’inspiration dans mon entourage immédiat… On en a déjà parlé, d’ailleurs… Quoique, des fois, faire trépasser ma sœur devient une idée très tentante et je sens que je pourrais trouver des arguments confondants pour une intrigue tout aussi confondante.

            Tentant, mais non… Une fois morte la victime, je fais quoi de mon protagoniste ? Je le mets en chômage technique pour panne de feuille blanche ? De plus, le 22 n’a jamais été mon chiffre préféré. Un de moins au cartel des bouquins…

 

 

 

 

 

            5.

 

            Il y a des civilités que j’ai décrétées inciviques définitivement. L’une d’elle est cette question purement rhétorique du :

 

-          Comment allez-vous - vas-tu ?

 

Je ne compte plus les fois où je me suis sentie bafouée car, mal lunée sans doute, j’ai eu la faiblesse de répondre à cette fausse question par une réponse directe. Mal m’en a pris ! J’ai reçu des réponses absolument humiliantes. Si j’avais un conseil à donner, n’y répondez pas, faites l’impasse, esquiver, votre vis-à-vis (sauf si vous le connaissez bien et le savez sincèrement intéresser) n’attends que cela pour vous casser (faites le geste… N. me l’a fait l’autre jour en me racontant quelque chose ( ?) et J. me l’a expliqué, obligeamment et j’adore…).

Maintenant, je réponds toujours :

 

 « Ca va ! »

 

Deux mots aussi rhétoriques que la fallacieuse question puis je vais parler de mon état mental ou physique avec mon mur qui a plus de répondant, lui. Je plaisante ! Enfin, pas toujours… Et je trouve d’ailleurs, tant qu’on y est que « fermer comme un mur » est une expression insultante pour les murs qui nous entourent. Peignez-les en rose et vous verrez comme votre vie s’en trouvera changée. Casséééééé !!!!!

 

 

 

 

 

            6.

 

Un récit de voyage… Enfin, peut-être. Jusqu’à présent, le seul voyage que j’ai fait c’est d’aller à Ostende. Pas de quoi s’exciter ! Quoi que… je ne peux parler que pour moi-même… Il y a peut-être des gens qui trouvent Ostende excitant voire exotique. Evidemment, je suppose que si on vient de l’autre bout du monde ou d’un pays dit exotique, ce sera plus facile de trouver Ostende exotique, voire excitant.

Je ne peux pas dire. J’avais dix ans et on m’y a envoyé, parce que je sortais d’une pneumonie et que j’avais besoin d’air pur pour me remettre. Je me suis remis et d’autant mieux que je ne garde aucun souvenir impérissable. Ceci pouvant expliquer cela.

Bon, je peux faire aussi un périple imaginaire. Mais, en matière d’imaginaire, je suis assez limitée. Et j’en veux pour preuve qu’à chaque fois que quelqu’un m’a expliqué ou raconté une histoire et m’a dit en mode de conclusion :

 

«  Tu imagines ! »

 

 Je n’ai jamais eu le courage de dire : « non, je n’imagine pas ! « Pourtant, c’était totalement vrai.

Bon. Encore un de plus qui ne sera pas écrit, du moins, par mon fait. Faut-il s’en réjouir ? Faut voir !

 

 

 

 

 

            7.

 

Ma sœur a annoncé son arrivée et c’est comme si on m’annonçait que la peste bubonique s’abattait sur ma maison. Je m’arrange toujours pour la voir chez elle. Après, je peux me désinfecter en revenant à la maison. Mais là… Comment je fais pour enrayer la contamination qu’elle va apporter ici ? Bon, voyons le côté positif…

Ma sœur a décidé « d’affronter la situation ». L’initiative serait merveilleuse et inespérée si elle venait d’elle, même de la plus petite partie du dernier recoin de son microscopique cerveau, mais, là… L’initiative vient de :

 

 « Une amie d’une amie de mon club de stretching qui va chez une psy et qui lui a expliqué la situation et qui … (là, j’ai zappé !!!) et donc, il faut que j’affronte la situation ».

 

Autrement dit, une femme qui a un problème perso puisqu’elle va chez une psy, parle d’un autre problème perso par procuration à ladite psy qui lui propose alors une solution. Je rêve ! Et la situation problématique s’appelle N. ? Un cauchemar, plutôt, non ?

Je ne veux pas jouer les oiseaux de mauvais augure, mais il y a du boulot et pas qu’un peu! La confrontation aura lieu, évidemment, ici. Génial ! Et moi… Je compte les points ? Je commence à compulser les revues « New design » pour refaire l’intérieur ?

 

Trente-cinq minutes plus tard d’un blabla inaudible (malgré mon oreille collée au battant de la porte, je n’ai rien entendu… Mauvaise augure ?), le silence m’a rendu chèvre. Le prétexte étant toujours fait pour s’en servir et le mien étant fin prêt… Le plateau bien garni « spécial-visites » me tend ses anses, il n’y a plus à tergiverser.

J’ai fait un raffut d’enfer pour meubler le silence armé qui règne dans le salon… Et… Je comprends mieux les rencontres au sommet !

D’un côté, ma sœur se tient dans l’attitude faussement décontractée que lui confère son petit tailleur très chic bon genre, sûrement acheté pour l’occasion et le rôle et, de l’autre côté, N. qui arbore l’attitude fermée « claquemuré derrière sa souffrance, mais le cachant soigneusement ». On est loin de l’armistice. Quand aux pourparlers, ils doivent battre la campagne, égarés définitivement. Je crains fort que le plateau ne fasse pas le poids, mais en attente de ramasser les morceaux… Mangeons. Ce sera déjà cela de pris.

N. se jette sur les gaufrettes. Heureusement, les conflits n’altèrent en rien son appétit. Au moins un qui n’aura pas d’aigreurs d’estomac.

Dans le salon, on perçoit un froid polaire que les pôles pourraient envier. J’en grelotte intérieurement. N. vient d’engloutir sa dernière gaufrette. Il se lèche consciencieusement lèvres et doigts d’un air gourmand et rassasié d’un chat repu. Le plat s’en trouve allégé de trois-quatre.

 

-          J’peux y’aller ? Djem m’drive à la rave’…

 

La question flotte dans l’air sans savoir à qui s’adresser. Je vois ma sœur du coin de l’œil prête à dire une énième ânerie. Je coupe au plus vite et je pare au plus pressé.

 

-          Une petite gaufrette ?

 

Cassée dans son élan par ce plat de sucreries mises sous son nez, elle considère les gaufrettes comme s’il s’agissait d’un répugnant insecte importun puis, la mine avenante, réplique :

 

-          Non, voyons ! Je suis dans le 770…

 

C’est quoi ça encore ? Voyant ma mine perplexe, elle consent à m’affranchir.

 

      -     Oui, trois fois par semaine, je suis en 770 kcals. Ca se voit, non ?

 

N. fait une mine dégoûtée et sans demander son reste fuit vers la sortie. Avec mon entière bénédiction. J’aimerais tant pouvoir faire de même. Avant de passer la porte, il a le temps, derrière le dos de sa mère de me faire un petit geste bizarre que je décrypte comme :

 

«  T’inquiètes, Tat’, j'rentr' pas tard, promis-juré ! »

 

Ensuite, la maison vacille quelques infimes fractions de seconde sur sa fondation. Tout ceci est-il bien fondé ?

 

 

 

 

                       

            8.

           

            Nous restons assises dans nos fauteuils respectifs et le silence s’installe. Personnellement… Cela craint, comme pourrait dire mon neveu ! Par pur réflexe, je prends l’assiette des douceurs et le lui tend, histoire de meubler le silence.

 

-                          Oh non… Je suis en 770 et je ne peux vraiment pas… Tu vois, la semaine prochaine, oui, je peux puisque je passerai à 990, pour rééquilibrer la balance poids-taille… Puis, je fais une pause de 4 jours, et je reprends à 990 jusqu’à la semaine suivante sauf si et seulement si le…

-                          CELA SUFFIT !

 

J’ai crié. Elle est restée la bouche ouverte et me regarde avec les yeux d’un poisson mort par pollution !

 

-                          Plus un mot ! Tu ne te rends pas compte que tu es en train de perdre ton fils ? Tu es trop stupide pour ne pas te rendre compte de ce qui se passe… Mais à quoi penses-tu ? Tu as un môme merveilleux, trois mômes merveilleux et c’est tout ce qui t’intéresse…

 

Les mots flottent comme des grenades goupillées dans la pièce rendue statique par son immobilisme confondu. Je n’arrive même pas à dégoupiller une lueur de raison ou de… je ne sais pas, moi… De ce quelque chose que possèdent, d’après ce que j’ai entendu dire, les parents… Surtout les mères, naturelles et les autres… J’ai horreur de ces classifications… Une mère, c’est une mère, point barre ! J’en ai ma claque, là… C’en est fini…

 

-                          Bon, écoute… Je ne sais pas à quoi tu joues, mais… Mais, moi, j’ai passé l’âge, alors, maintenant, tu prends tes cliques et tes claques et tu rentres dans ton mausolée pour perfectionner ta structure moléculaire… T’en as sûrement besoin, j’ai comme l’impression que t’as pris 500 grammes, là…

 

Tout en parlant, je l’ai levée de son siège et je l’entraîne, manu militari, vers l’entrée. Elle se laisse entraînée, tout au plus, bredouille-t-elle quelques mots au sujet de cette prise de poids intempestive… Je suis rassurée ! Elle a au moins suivi ce que je disais ! Je lui fourgue sa veste puis, sans plus, la pousse dehors tout en refermant la porte lentement. Je la sais statique comme une poupée de cire sur mon paillasson devant la porte fermée. Plus indécis que cela, tu meurs ! Pas sûre, je la crois déjà momifiée, c’est dire ! De toute façon… C’en est vraiment assez ! Assez !

 

 

 

 

 

9.

 

Une demi-heure vient de passer. J’ai marché un peu de long en large et en travers, histoire d’évacuer le trop plein d’adrénaline. Quelqu’un peut-il me rappeler pourquoi j’aime tant vivre seule ? J’ai comme un trou de mémoire. Ou plutôt, je devrais en avoir un… qui serait comme un puis sans fond…

Je ne l’ai pas entendu rentrer. De fait, il a fallu que mon regard croise ses pieds chaussés d’invraisemblables godillots de marque inconnue pour que je me rende compte qu’il est dans le salon.

 

-                          Elle est partie ?

-                          Oui…

-                          Je suis désolé…

-                          Pas autant que moi pour toi, fils ! Je ne veux pas dire du mal de ta mère, mais… Elle a toujours eu le don de me mettre hors de moi… Tu veux manger quelque chose ?

-                          Si cela ne te dérange pas…

-                          On t’a downloadé un autre cerveau dans la dernière heure qui vient de passer ou quoi ?

 

N. éclate de rire. Au moins, les grenades goupillées qui peuplaient l’espace du salon s’éclatent de rire. Ca nettoie l’ambiance. Tant mieux.

Nous passons une agréable soirée, tellement agréable qu’il a décidé de m’affranchir sur quelque chose de « méga top dans le genre, style… » Donc, toujours dans le même désir de m’éduquer aux choses virtuelles, N. m’a expliqué la manière moderne d’écouter de la musique.

 

-                          Tu vois, ça c’est un IPod… C’est comme un mini ordi mais spécifique pour la music (prononcé « miusic »)… Donc, tu dois downloader de la musique sur le PC que t’as aussi downloadé cf. le programme Install… puis, tu le downloades via le programme initialisé et puis, sur le IPod via ce câble que tu mets dans la prise USB, là… tu vois… devant, en bas, sur le PC. Tu fais gaffe à bien mettre la fiche dans le bon sens sans forcer… tu vois, là… allez, essaies... Easy, hein… In the pocket ! Bon, puis, on a le programme, tu sélectionnes c’que tu veux et là, ça downloade sur l’IPod… Puis, après quand t’as tout downloadé comme il faut, t’enlèves la prise, puis tu fermes les programmes et tu peux écouter… Hyper easy, tat’! Bon, j’pourrais aussi t’expliquer pour les MP3 et MP4 et aussi les GSM avec application music… Y’en a qu’à des capacités super fun… Mais bon, c’est presque idem dans l’genre ! Ce matos, c’est du hyper fun assuré !

 

Je suis heureuse qu’il fasse l’impasse sur ces sigles… J’ai vraiment l’impression d’être sur une autre planète avec des mœurs venues d’ailleurs… Je le remercie pour ses informations fournies – et accessoirement totalement obtuses pour moi- et aussi pour son savoir.

Je lui suis reconnaissante qu’il ne me dise pas que ce n’est pas de mon temps. A mon époque, ce qui était de mon temps ne me plaisait déjà pas, alors, maintenant, je voudrais bien savoir ce qui pourrait de ce temps-ci me plaire alors que je ne suis manifestement pas de cette époque ou, si peu… Si quelqu’un connaît la solution d’une telle équation, qu’il ne m’en fasse pas part. Cela n’a vraiment aucune importance, voire incidence directe ou indirecte sur ma vie.

Bon, c’est vrai que j’ai compris, grâce aux gestes surtout – me voilà revenue à ma première petite enfance où je regardais les livres d’images sans rien comprendre aux textes – à 27,5%. Je m’améliore, il ne faut jamais désespérer.

Quant à la musique… Je ne suis pas mélomane et je suis, et de loin, « génération radio nationale » (comme tout est catalogué aujourd’hui, même moi je succombe à cela). Cela aide et surtout c’est très simple. De plus, on ne se refait pas. Ma radio a plus de 35 ans. Je suis habituée à elle et à mes habitudes.

 

 

 

 

 

            10.

 

            Bon, avec tout ça, je ne suis nulle part. Mais, je crois que j’ai trouvé le genre, style littéraire, parfait pour moi. Un essai. Parce que, il faut bien que je me rende à l’évidence, écrire, ce n’est pas la mer à boire mais presque. J’ai pas encore épuisé tous les genres, mais à force de le tenter, je finirai par ne plus en trouver un qui soit viable pour moi. Alors, l’essai, c’est plutôt rassurant. Après tout, c’est ce que j’essaie de faire, c’est écrire, non ? CQFD !

           

            Les dicos vont finir par me pourrir l’existence ! J’ai été voir la définition. Par souci d’honnêteté. Eh bien, je ne vais jamais y arriver ! Il paraît que le sujet du bouquin ce doit être moi et qu’en plus tout doit tourner autour d’une réflexion tirée de mon expérience individuelle (qu’est-ce qu’ils entendent par là ?). Pire, je dois en donner une opinion ou plusieurs, toujours perso. Comme si j’avais des opinions !

Puis, d’ailleurs, on nous demande sans cesse notre avis sur tout et n’importe quoi sans jamais en tenir compte. Alors, donner des opinions sur quelque chose pour qu’on puisse avoir un avis dessus, je ne vois pas trop l’intérêt. Dans ma vie, j’évite d’avoir des idées, c’est beaucoup moins fatiguant. Une  fois que vous commencez à avoir des opinions, vous voulez en faire part et c’est parti pour un tour de désagréments à tire larigot.

Quant à :

 

« Structurer un argument de l’ordre de l’opinion personnelle »

 

Je ne structure rien, à part, ma tanière et regarder où cela m’a menée ! J’ai reçu plus de visites ces dernières semaines qu’en dix années vécues ici. De mon fait, je n’en disconviens pas. Restons honnête ! Mais, tout de même…

Alors, essayer d’être chez soi, seule, sans rien demander à personne, c’est pas gagné d’avance ! De plus, je ne suis pas architecte, ni rien dans le « constructif ».

C’est vraiment dommage ! Je pensais tenir enfin une piste pour embrayer sur l’écriture de mon bouquin intelligent. C’est encore râpé. Exit l’essai. Je vais continuer à essayer de vivre selon mes critères, c’est déjà pas mal, voire plus si affinités.

 Encore un de moins dans la muraille livresque. Je commence à déprimer ferme, là !

 

1.

 

            Je ne sais pas ce qui arrive à N. mais il a décidé de me « prendre en main ». Je ne peux pas dire autrement. Il est décidé à me faire entrer dans le monde des nouveautés. News, comme il dit. D’après lui, je ne pourrais pas survivre dans « ce monde de brutes » sans un maximum d’artefacts alentour. Bon, je respecte son opinion et lui plus encore, mais… Je ne suis pas certaine d’avoir envie… Dans le panorama de surchauffe actuel au fur et à mesure que la date de son départ, approche, je fais comme les autruches et autres animaux du même acabit que je comprends totalement, je me laisse faire sans être contraire.

 

-                          SMSFull, un bath cop. ! Presque comme Djem. Enfin, pas tout à fait dans le genre, style cop’s brother… si tu vois c’qu’j’veux dire (non, mais qu’importe… procédons la suite…) Lui, c’est… C’est le 3ième œil… Tu vois… Il prend des images et il fait des collages hyper pro… Il a même amélioré un programme… Yo! C’est The EyesMan ! Si tu veux une image fun, tu lui demandes… Si tu veux des photos retouché, style, genre remasteuring pour ajouter ou enlever des studs, c’est lui… The EyesMan…

 

Il est là, près de l’écran. Il m’a placé devant l’écran pour que je ne puisse pas m’enfuir. Très malin de sa part. J’évite de soupirer et je prends même la mine de circonstances pour le complaire. Je n’ai aucun problème pour poser des questions et étaler la somme considérable de mes méconnaissances par rapport aux connaissances que je pense posséder, mais j’ai aussi ma fierté. Cette somme est de plus en plus patente pour moi avec N. et son désir de m’instruire et qui, je dois le reconnaître, prend son temps et ne ménage pas sa peine pour m’expliquer les choses, me raconter les personnes qu’il admire et qui sont férues de ces choses ainsi que des autres modernités.

Et je lui en suis reconnaissante… Il me fait grâce des « barrières générationnelles » dont on fait grand cas et j’apprécie cela au-delà de tous mots. Mais… C’est aussi cela vieillir, non ? Dépasser par les nouveautés ? Surpasser par le Monde en marche ou plutôt à la vélocité exponentielle ? Peut-être… Et, pourtant…

Il a arrêté ses explications sur les collages (il paraît que c’est au niveau primaire qu’on apprend aux enfants les collages… il doit en rester quelque chose vu ce qu’on arrive à faire par écran et ordi interposé… L’enfance est donc bien l’époque la plus importante de la vie ? Et le reste, c’est quoi, du pipeau ???) Il a arrêté de me montrer les sites qui permettent de downloader des images, sons, vidéos et autres pour faire des travaux artistiquement viables sur la toile web… Tant mieux, j’ai beaucoup de mal avec l’art en général et le pictural en particulier.

Quand il m’a fait part de la venue de son cop, pas le meilleur, mais très proche, le EyesMan, j’ai pensé à ma réserve de farine. Vais-je réussir à nourrir tout ce petit monde comme il faut ? A chacun sa partie. On en est venu à quitter l’écran des yeux et à parler à bâtons interrompus de choses et d’autres. Puis quelques secondes de silence ici et là parce qu’on est bien ensemble, puis… Ses traits se sont crispés. Je connais ce visage. C’est le même que je lui ai vu au cours des années. Souffrance, désabusé, frustré, coléreux, vulnérable, incompris.

 

-                          Toi, au moins, tu m’comprends, Tat’ !

 

Je ne sais pas ce qui a pu lui communiquer cette impression dans mon silence prudent et attentif mais si cela lui fait du bien de le penser, ma foi… C’est assez agréable de se sentir utile à quelque chose ou à quelqu’un. Malgré tout.

 

-                          Tu sais, Tat’… Quand je rentre at home… à la maison… j’ai toujours peur de voir ma mère et de me rendre compte qu’elle a l’air plus jeune que moi… Qu’en fait, elle est devenue comme une fille de ma classe et plus ma mère… enfin… une mère… avec tous les liftings… Les régimes à la mord-moi l’nœud !  Toi, au moins, Tat’, tu fais ton âge…

 

Je ne suis pas certaine que ce soit, en absolu, un compliment mais, à ses yeux, sans doute, oui… Et puis, c’est dit avec tellement de sentiment et de souffrance… Je ne sais pas où ma chère sœur a la tête, si jamais elle a encore une tête après tant d’opérations supposées améliorer ce qu’elle avait à la naissance et les plus proches années qui suivirent, mais elle est en train de perdre son fils. Je ne crois pas supporter encore longtemps les futures hystéros-hormonales jérémiades que ne doutera pas d’infliger ma benjamine à mes pavillons auriculaires excédés et en voie d’obturation.

C’est clair pour moi. Elle devra chercher un nouveau mur de lamentations auditives sur lequel s’épancher.  Moi, je suis over ou mieux, buiten. Trop, c’est trop.

 

 

 

 

 

2.

 

Pour une surprise, c’est une surprise. Mon beau-frère est sur le pas de ma porte… étrange. Après ma sœur… A-t-on prévenu l’OTAN que s’il manquait de salle pour pourparlers, il y en a chez moi ? La seule chose que je ne veux pas entendre c’est :

«  Chez toi, c’est en terrain neutre », parce que c’est faux. Je n’ai jamais été neutre et je ne vais pas commencé maintenant, à mon âge. Sûrement pas !

Il tire une drôle de trombine. Enfin, plus que d’habitude. Et puis, il a l’air… désordonné. Pas vraiment négligé, mais… désordonné. Pour quelqu’un toujours tiré à quatre épingles, le champion toutes catégories des apparences léchées et lisses, c’est… épouvantable ! Une vraie vision d’horreur ! Je ne peux pas dire autrement.

 

-                          Je peux entrer ?

 

Je sors précipitamment de ma stupeur et l’enjoint d’un geste à passer le pas.

 

-                          Je suppose qu’il n’est pas là… Ou, s’il est là, il ne voudra pas me voir…

-                          Heu… Je ne sais pas…

-                          Notes, après le numéro de sa mère… Je le comprendrais…

-                          Il est sorti avec des amis à lui…

-                          Ah… Rien n’a changé, c’est juste un déplacement territorial de ses habitudes…

 

Je suis surprise de son ton ni désabusé ni railleur. Nous sommes dans le salon. Il ne veut rien boire ni manger. En fait, j’attends de savoir ce qu’il veut. De moi. Parce que du reste… Ce ne sont pas vraiment mes affaires, si ?

 

-                          Tu ne sais pas quand il rentre…

 

C’est une affirmation et une constatation. Cela dit beaucoup. Cela dit sans doute tout, aussi.

 

-                          Oui… Dans trois quarts d’heures… Normalement…

-                          Ah bon… C’est bien…

 

Il a l’air surpris et ce n’est pas feint…

 

-                          Il me dit toujours quand il rentre… Il dit que cela m’évitera de m’inquiéter à son sujet… Enfin pas dans ses termes, tu t’en doutes…

 

Il ne sourit pas à ma feinte. Il accuse le coup. Mal. Il en devient négligé dans sa mise. J’ai peur soudain de le voir se fissurer devant moi comme une lézarde dans un plâtras.

 

-                          Je ne peux pas le blâmer… On dit qu’à la troisième, c’est la bonne… Mais… On a même raté cela… Bien ! Je vais te laisser… Dis-lui… Dis-lui… Que je suis passé et que… Je n’ai pas fait opposition à la carte… Il en aura besoin pour son voyage… On verra à son retour… Je… Enfin, je suis là… S’il a besoin de quelque chose…

 

Il ne dit pas de « quelqu’un ». Je comprends cela. On ne rattrape rien et encore moins le temps passé. Il s’enlise. Le manque d’habitude, sans doute. Cela peut donner un vertige voire une nausée.

Il s’est levé. Si grand, si perdu. On dirait qu’il accuse toutes ces années où il a esquivé ses responsabilités de père au détriment d’autre chose. Lui, en fait. J’aimerais lui dire un mot ou plus de consolation. Je ne peux pas. Je ne suis pas neutre. J’ai choisi un camp. D’abord, le mien, après, ceux qui s’y invitent.

 

 

 

 

 

3.

 

Dés le départ de mon beau-frère, J. est arrivé. Il a une mine radieuse qui fait plaisir à voir. Je suis heureuse pour lui. C’est un brave petit et pas bégueule pour un sou. Nous avons bien travaillé ses leçons. Je ne me fais pas de souci. Il est apte à passer les mailles du filet. Celui d’une vie pas vraiment en sa faveur. Qui disait que :

 

« La vie est aussi ce qu’on en fait ? »

 

Je demande à voir. Et ce bon adage commence à quel âge, exactement ?

 

Nous venons de terminer et je propose à J. d’autres petites choses à grignoter. A cet âge, ce sont de véritables chaudières à éliminer les expédients nourriciers, d’autant que J. pratique un nombre appréciable de sport. Sans en abuser. Il aime ce qu’il fait et fait au mieux. Je suis toujours surprise de voir ce point d’équilibre qu’il met en tout comme s’il savait par où aller et comment y aller. Je ne suis pas certaine d’y arriver moi-même. On a tort de croire que le nombre d’années peut quelque chose contre les incertitudes et autres écueils intérieurs et extérieurs. Je dirais même que cela va en empirant dans la vulnérabilité. Sans aller jusqu’à la fracture. Entendons-nous bien. Mais, cela ne fait pas de nous des aguerris pour autant. Bon, baste de tant de philosophie de bazar !

Je ne sais pas si c’est l’attrait de la nourriture mais je viens à peine de déposer le plateau de gourmandises à savourer que la maison se mets à trembler d’émoi. Pas de doute, N. vient d’arriver. Devrais- je appeler un sismologue lorsqu’il partira au Portugal ?

Il entre de plein pied dans la vaste cuisine qui est de loin la pièce la plus conviviale de la maison. Et il est accompagné. WebSite que je connais déjà et qui me salue avec un petit sourire de connivence. Il y a des mémoires qui devraient se perdre dans l’oubli. Définitivement. Presque… Et un autre jeune homme que je reconnais vaguement comme étant Djem. Bien sûr, sans sa mobylette, j’ai eu un peu plus de mal. N. me le présente avec sa sensibilité habituelle de rhinocéros. Djem m’embrasse la joue, me prenant au dépourvu.

 

-                          M’Dam’… N. m’a beaucoup parlé de vous… J’voulais faire vot’connaissance…

 

Il a la voix grave et un peu voilée. Je ne sais pas comment sont ses yeux. Il a une paire de lunettes noires « design » juchée sur son nez. Il n’est pas prêt de s’enlever. N. m’avait fait part de cette petite particularité. Si cela lui plaît…

            Le rituel des salutations se fait entre eux, avec les «  Yo, man » correspondant et autres gestuelles manuelles. Cela me dépasse un peu. Mais bon, à chaque époque sa manière de salutation, non ? Je propose des collations à la ronde et personne ne dit non. Le seul à ne pas me remercier, c’est N. Il dévore. Je devrais peut-être, à charge de revanche, lui donner un cours de savoir-vivre, à défaut d’éducation civique. Mais, bon, tout cela n’est pas bien grave.

J’aime les voir manger. Ils commencent une discussion animée sur des choses que je n’entends pas. Wii, MP3, 4 et plus si affinités, blog, sites et autres sigles qui me laissent toujours aussi perplexe. Bienvenue dans la quatrième dimension ! Sauf que moi, je reste vraiment accrochée irrémédiablement à la troisième… les pieds sur terre, définitivement…

            Je finis l’intendance, surtout pour avoir l’impression de servir à quelque chose. Je me sens quelque peu à part. C’est déroutant ! Puis je pense qu’il vaut mieux aller me faire voir ailleurs. Dans le vrai sens du terme. Au moment où je recule ma chaise, WebSite se lève et la retire alors que Djem et J. se lèvent également pour saluer poliment ma sortie. Je reste un instant interdite, bredouille quelques onomatopées indistinctes dont le « ne vous dérangez pas » de circonstances et je bats en retraite. Autant pour ce que l’on dit de :

 

«  La Jeunesse d’aujourd’hui n’a plus aucune éducation ! »

 

            D’accord ! La faute à qui ? Ou, à quoi ? Pour ma part, toutes mes certitudes vacillent. En plus du sismologue, devrais-je voir un spécialiste ad hoc pour moi-même ?

 

 

 

 

 

4.

 

            Je ne sais pas très bien ce qui m’a réveillée. Je suis partie me coucher vers onze heures du soir. J. était parti vers dix heures et demi et le trio restant a continué la conférence au sommet. J’avais demandé à N. de bien fermer la porte d’entrée après le départ de ses amis. Question unique comportant de multiples autres recommandations telle que :

 

«  Ne reste pas veiller trop tard ! Si vous avez besoin de quelque chose, la cuisine est ouverte ! Demain, il y a école ! Eteins bien toutes les lampes en partant au lit… « 

 

            N. a bien tout compris, puisqu’il m’a dit d’un ton mi-irrité, mi-rassurant.

 

-                          T’inquiètes, Tat’, tout est OK control !

 

A quoi ses deux compagnons de veillée avaient appuyé par plusieurs hochements de tête convaincus. Je n’étais pas vraiment inquiète à vrai dire, mais bon il faut bien que mon grand âge puisse aussi servir à mettre en place le côté « recommandations-conseils et autres injonctions », non ?

 

            Je descends les escaliers en pénombre. Finalement une tasse de lait chaud au miel n’est pas de refus. Le salon est éclairé chichement et en arrivant devant la porte partiellement ouverte, j’entends une sorte de chuintement saccadé. Je tends l’oreille pour essayer de déterminer ce que ce bruit peut bien être lorsque je me sens blêmir. Il s’agit de sanglots réprimés. N. pleure.

            Je pousse le battant, affolée et je me projette en avant pour découvrir N. devant l’écran de l’ordinateur, les yeux fixes, les larmes tombant en longues traînées sur lui et le clavier. Je reste un instant immobile, impuissante face à ce désespoir. Mes yeux le quittent du regard et se posent sur l’écran. Une image me saute aux yeux. N. Relève la tête et regarde mon visage déconcerté et ému.

 

-                          C’est WebSite… Il a fait ce collage… Tu vois… Je savais pas que ça m’f’rait ça… WebSite m’avait d’mander de bien kiffer avant c’t’assemblage… J’t’es sûr qu’ça s’rait best mais… Les images sont tombés dans ma tête et j’ai commencé à m’rapp’ler et… Ca fait mal, Tat’, putain d’mal, so…

 

Un sanglot vient étrangler les mots qui n’arrivent plus à sortir de sa bouche. Je le prends contre moi doucement et je le sens qui s’agrippe à moi comme à une bouée. Les images juxtaposées de ce collage parle plus et mieux que tous les mots qui pourraient se dire. Ils racontent l’histoire de Maria et de N. depuis la naissance de celui-ci jusqu’à ces dernières vacances passées ensemble. Plusieurs heures ont dû être nécessaires pour faire cet étrange patchwork de souvenirs. WebSite m’a semblé être un garçon très intuitif. Il le prouve encore avec ceci. Le temps s’écoule en attendant que le chagrin ravivé de N. se fatigue et s’estompe.

 

 

 

 

 

            5.

 

            Nous sommes dans la cuisine et N. remis quelque peu de ses émotions dévorent quelques douceurs avec un grand bol de chocolat chaud. Je ne suis pas certaine des qualités diététiques d’un tel repas à ces heures-ci, mais qui demandent ce genre d’infos ? Pas moi ! Alors…

            Je n’ai encore rien dit parce que… Je suis sans doute plus émue que ce que je veux bien admettre. En fait, je crois que je suis un peu… larguée.

 

-                          Wap… C’est best the good! Chui désolé pour l’dérangement… j’voulais pas t’embêter… Mais, tu vois… C’est venu d’un coup… j’ai pas vu v’nir le stud qu’c’était sur moi… J’étais point break…

 

Je vois pas de quoi il parle, à nouveau, mais je commence à m’habituer. Après tout, je suis presque contemporaine du cinéma muet. Ca aide dans mon cas.

 

-                          T’sais, Tat’, t’as fait une total’ fun impression sur Djem… Il dit qu’t’es comme sa grand-mother… Une meuf qu’il adore… Elle est vieille comme toi, mais un peu plus, j’crois mais comme toi, cf. le super easy cool the life ! Elle l’adore !

 

Je suis pour, totalement, la liberté d’expressions mais, de temps en temps, j’aimerais que N. ne puisse pas s’exprimer aussi… librement. Enfin, s’il l’adore, peut-on raisonnablement dire que Djem m’adore itou ?

Le genre d’équation que je déteste à deux heures moins le quart du matin. Un matin glauque, pluvieux, venteux et pour tout dire d’un front totalement bas et orageusement nuageux.

 

 

 

 

 

 

6.

 

            Je crois que je tiens le genre littéraire qui me plaira. Le roman d’espionnage. Je ne sais pas ce qu’est l’espionnage, j’ai rien lu là-dessus mais l’avantage, c’est que tout tourne autour de secrets qui ne doivent pas être révélés sous peine d’hécatombes. De plus, l’espion, le héros, doit être énigmatique voire hermétique. Son attitude changeante lors des circonstances qu’il vit serait diagnostiquée via médecine comme des « troubles de la personnalité » ou « personnalités multiples » alors qu’en fait, il ne fait que changer, tout simplement, d’identités.

            Donc, si je résume, des secrets qui restent toujours secrets avec un protagoniste tout aussi secret d’accès… Quel est le sujet exact du roman ? Top secret, sans doute, aussi. Bon. Le fin mot de l’histoire, en fait ?

Je suis bleue de Sean Connery. Il me fait… des choses que je ne suis pas prête à vous exposer. Vous n’avez pas l’âge requis. Alors, penser, un roman avec lui en tête et dans ma tête… et ailleurs… Gardons un secret prudent par devers moi. Je ne veux rien admettre devant personne.

Je ne me crois pas faîte pour le roman d’espionnage, finalement. Trop d’arguments intangibles complotent contre mon peu d’imagination. Un de plus aux oubliettes des romans pas encore écrits. Tant mieux ou tant pis.

 

 

7.

 

Cela devait arriver. Je ne crois pas aux ententes cordiales absolues. Il y a trop de frustrations qui flottent librement dans la maison depuis la venue de N. pour que cet état ne s’effrite pas à un moment ou à un autre. C’est le moment.

Pourtant, j’ai fait en sorte de ne jamais posé les trois questions rituelles qui tuent et que tout adulte ne manque jamais de faire lorsqu’il est face à une/un jeune. Pour résumer et synthétiser :

 

1)      Alors, les études, ça va ?

2)      Et les amours, ça va ?

3)      Tu veux faire quoi dans la vie ?

 

Vous modulez les questions comme vous voulez, le fond reste le même.

            La première question me vrille les nerfs littéralement mais que dire de la seconde… Si on inverse et qu’une/un jeune demandait à un adulte : « alors, et les amours, ça marche encore pour vous ? »

Tollé général d’indignation et d’imprécations ulcérées ! Le plafond de la pollution acoustique crèverait tous les records, c’est certain !

 Pourtant, je ne vois pas de différence, dans les deux cas, inversé ou pas, il s’agit d’indiscrétions et je ne vois pas pourquoi on se permet cela. D’autant que du côté des adultes, il y a toujours une double intention, quelle soit de raillerie, de condescendance ou du simple manque d’imagination qui fait que face à une/un jeune, on ne sait pas quoi dire comme s’ils n’étaient pas des interlocuteurs valables ou à la hauteur. Que je sache, et arrêtez-moi si je me trompe, on est tous, si on est vivant, passer par le stade « jeune » avant des autres stades plus décrépis, non ? ET la troisième… Ils demandent qu’en serait-il de leur avenir ? La majorité des adultes voyage à vue, infoutue de réussir à mener à bien leur présent, mais encore totalement idiotisé, inconscient de leur avenir proche et moins proche. Alors poser la question, c’est du n’importe quoi et un total manque de jugement.

            Donc, je ne vois qu’une possibilité pour ces trois questions éreintantes, le manque de sensibilité. Cela n’a l’air de rien, et je dis ça, je dis rien mais, essayer de se mettre à la place des autres lors d’une possible communication, entendez dialogue, n’est pas à la portée de tout le monde. Je dirais même que très peu sont à même de le faire.

            Donc, après mon petit laïus, revenons à maintenant. Ou à les quelques minutes qui ont précédé la prise d’hostilités.

            La maison a eu un moment d’hésitation dans le genre «  m’écroulerai, m’écroulerai pas » avant de se remettre sur ses bases. Ce n’était pas la première fois pour elle mais, il y a eu une deuxième secousse sismique qui m’a mise la puce à l’oreille. N. avait un soucis de taille, vraisemblablement. Méchant soucis, même ! Dans ces cas-là, on ne fait pas que marcher sur des œufs, on devient aussi la Reine du vocabulaire intelligent.

 

-                          Il y a un problème ?

 

N. est dans le salon et il tourne en rond. Son « sac », autrement dit cette chose informe d’une marque sans doute coûteuse et « in », est dans une position affalée contre un mur. Vraisemblablement envoyer là-bas violemment. La veste est également jetée dans un autre coin où elle tente de se faire le plus discrète possible et les chaussures sont également disséminées ailleurs dans un état proche de l’effroi. Pourquoi les a-t-il enlevées ? Mystère. Il mâchouille des mots indistincts entre ses lèvres entrouvertes dans un rictus violent avant de s’arrêter net devant moi et de me regarder fixement comme s’il ne me reconnaissait pas. Une lueur traverse son regard, signe de reconnaissance, j’ai l’impression.

           

-                          Hacker Man est viré de la taule !

 

Je ne lui demande pas qui c’est… une véritable logorrhée verbale s’abat sur moi où il apert que c’est un « cop » qui a des « blêmes »… Que ses parents « pire que les miens, c’est comme si leurs gosses, c’est pas des gens mais des produits côtés en Bourse et toujours dévaluer et à j’ter ». Du coup, «il boit parce que… »et maintenant, la « taule l’a viré cf. pas assez clean pour leur niveau »…

            Je comprends bien que ce jeune homme a des ennuis et N. se sent impuissant et choqué par ces méthodes drastiques d’autant que les parents semblent avoir fait quelque chose pour remédier à cette situation critique. Pas assez, cependant, il semble. Pourtant, là où j’ai un doute c’est quand à l’innocence présumé de cette attitude ou de cette terrible situation dans laquelle se retrouve ce jeune homme. N. multiplie ses explications censées exonérer d’une quelconque culpabilité ce jeune homme face à cet acte. Désespérant de lui faire comprendre mon point de vue, je lui assène cette phrase pas très intelligente, mais qui a le mérite d’arrêter net sa diatribe.

 

-                          On lui a pointé un canon de flingue sur la tempe pour l’obliger à boire jusqu’à devenir alcoolique ou presque?

 

N. me regarde les yeux en points d’interrogations en forme de sabre, brisé net dans son élan solidaire avec son ami.

 

-                          Non… Mais ça n’a rien à voir… C’est pas sa faute si…

-                          Ah bon ? Mais si on ne lui a pas pointé un flingue… Alors, il est plus ou moins libre de ses actes, de les commettre, de…

 

La perplexité se lit clairement sur son visage. J’arrête de parler.  Il ne semble pas comprendre le mot « libre ». Peut-être que si je le lui dis en anglais… ou mieux à travers une image ou un sigle… Quoique, « libre » ou « liberté » ne sont pas des mots, c’est plus un acte, une action, une manière de faire, une manière d’être. Ai-je été libre, moi-même ? Ai-je pu l’être ? Le sommes-nous jamais ? J’en doute. Nous sommes tous assujettis à tant de contingences matérielles et autres… J’en doute et, pourtant… je ne peux pas concevoir, vrai ou faux, ma misérable existence sans m’imaginer libre. C’est dire…

 

-                          Libre ? De quoi ?

-                          De choisir ! Tu me parles de ce copain, HackerMan, de ce qu’il a vécu, de ses difficultés et je compatis sincèrement… je ne minimise jamais les souffrances ou les difficultés des autres… Il a pris quelques joints, tu me dis… mais il n’a pas continué, puis parce que c’est plus facile et moins chers, il s’adonne à l’alcool… et il est maintenant en désintox… D’accord… Mais… Je me pose juste des questions… A-t-il réellement résisté pour trouver une solution à ses problèmes autres que cette voie-là qui lui pose problème, maintenant ? A-t-il réellement choisi librement cette voie-là ?

-                          Si tu crois que c’est si easy, Tat’ ! Tu comprends pas… C’est black out total, over et quand t’es dedans, tu sais même plus qui t’es… Il s’est gouré… Il va trinquer… Tout l’monde a le droit de s’gourer, non ?

 

Je ne réponds rien. Vu comme cela… Pourtant… Finalement, lui dans son monde virtuel qui croise la réalité ou les réalités, moi, dans mon monde tissé d’un passé révolu et d’un présent sur la touche passive, nous sommes semblables mais à des années lumières l’un de l’autre et dans des univers parallèles. Ne serons-nous jamais libre ou en libertés conditionnelles ou inconditionnelles.

 

 

 

 

 

           8.

 

N. est parti au Portugal. Finalement son père est venu le chercher pour l’accompagner à l’aéroport. Je crois qu’ils ont parlé à cœur ouvert ou quelque chose d’approchant. Il me manque déjà. Il est bien arrivé. A son retour…

J. a fini par garder l’ordi après de multiples et âpres discutailles. Voyant que je n’en démordrai pas, il a accepté de le prendre chez lui, mais avec la condition expresse et irrévocable de venir régulièrement m’inculquer des notions pour le maniement de l’engin. J’ai dit oui. Quand je disais qu’il en avait le petit… Il a autant sinon plus de ténacité que moi à l’heure de savoir ce qu’il veut ou pas. Cependant, il faut pouvoir concéder des choses, aussi.

Pour ce qui est du genre littéraire… Quid de la question ! Finalement, je ne vais pas commettre l’acte d’écrire un opus de plus. Vu comme ça me brouille le ciboulot, je démissionne. A quoi bon ? N’y a-t-il pas déjà assez d’œuvres comme cela ? Ceci dit… qui sait ? Je pourrais changer d’opinions. Il se peut qu’avec l’âge, une idée me vienne et tout le toutim littéraire avec. Jamais dire jamais, sauf… sauf si on passe l’arme à gauche, alors… Alors !

Je me sens seule. Il me manque. Je n’aurais jamais cru cela, mais il n’y a que les imbéciles qui ne changent jamais d’avis et je n’en suis pas une. Il m’a envoyé une carte postale. Je l’ai posée sur ma table de nuit. Elle sera ma carte de chevet.

 

 

 

 

 

 

9 septembre 2023

Bonsoir, avec un jour de retard, presque deux...

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Bonsoir, avec un jour de retard, presque deux... con un día de atraso casi dos, voici, aquí estan mes deux chapitres, mis dos capítulos de El Laberinto y/et Alba bis. Bonne lecture!

El Laberinto

 

9.       

 

 Estamos conduciendo a toda velocidad en la carretera de tres bandas hacia un pueblo no muy lejos de Madrid. No me he quedado con el nombre. Da igual. Manuel me recogió en el momento que iba a entrar en el aula de uno de los cursos más importante del año. Cuando le dije que no podía irme con él y Merche, me pregunto qué curso era ese y que profesor lo daba y me contesto:

 

-          ¿El Monzón del Valle?

-          Sí. Don Miguel Monzón del Valle.

-          Bueno. No es imprescindible de ir a ese curso. Te aprendes los ochos temas que considera como los esenciales en esta materia y si sabe contestar a los treintas preguntas que suela, año tras año hacer, apruebas el curso.

 

Lo mire con cara de desentendimiento. Manuel suspiró, me palmeó el hombro con sumo afecto.

 

-          ¡Déjalo! Mañana te pongo al corriente. ¡Eso está chupado!

 

Mientras nos comemos los kilómetros hacia un destino que desconozco sigo estando dubitativo. Pero con Manuel… ¿Quién sabe? Merche tiene el ceño fruncido desde que salimos de Madrid y sus manos no paran de estrujarse. Su preocupación empieza a preocuparme.

 

-          ¿Adónde vamos?

-          A ver María Jesús.

 

No quiero quedar como un paleto preguntando quién es María Jesús, pero me muero de curiosidad. Merche bufa hacia Manuel. Muchas veces le regaña como si fuera un niño chico travieso y Manuel lo acepta, lo que me asombra algo. Supongo que ella es su mediadora, la que lo centra cuando sale de sus casillas.

 

-          María Jesús es una de las nuestras. Fue apresada en una de nuestras manifestaciones y…

 

Se le quiebra la voz. Supongo que la violaron y le pegaron y Dios sabe más lo que le hicieron.

 

-          El padre de Manuel ha podido sacarla del trullo. Pero…

-          Hemos llegado.

 

Manuel aparca el coche, apaga el motor y se da media vuelta hacia mí.

 

-          Pedro… Necesito que estés presente para la madre. Me encargo del padre y Merche estará con María Jesús.

-          Pero que tengo que hacer…

-          Lo que haría con tu madre si estuviera desencajada, sin saber lo que hacer.

-          De acuerdo.

 

Esto lo puedo entender. En un caso como este, mi madre estaría bloqueada, el asunto yéndosele de las manos. Salimos del coche y nos dirigimos hacia una casita con una planta y parece que tiene un patio trasero. Pegamos a la puerta y esta se abre. Una mujer vestida con ropas negras se queda parrada delante de nosotros. Se ve que ha estado llorando. Manuel nos presenta y la mujer nos hace señas de entrar. El salón es espacioso con muebles de madera labrada de buena calidad y de aspecto antiguo. ¿Legado de sus padres? Nos invita a que nos sentemos. Manuel habla despacito con mucha suavidad, mientras me quedo a la vera de esta mujer que me recuerda a la mía, sin que tenga ella mucho parecido.

 

-          Tenemos la posibilidad que vaya a otro país para seguir una formación que le será útil en el oficio que quiere desempeñar en el futuro.

 

La madre mira con ojos apagados a Manuel.

 

-          Su padre no querrá… Y con lo que ha concurrido y que no sabe… ¿No se lo vais a decir, no?

-          No se preocupe, Señora, venimos para ayudarle.

-          Ya lo ha hecho su padre, Señor Manuel.

-          Si y quiero seguir haciéndolo.

-          No tengo dinero para pagar…

-          Con la ayuda que ha tenido será suficiente.

-          ¿De verdad?

-          Sí.

-          Está muy mal…

-          Lo sabemos. Pero ira mejor y esta es una oportunidad para ella.

 

Escuchamos unos ruidos proviniendo del piso de arriba. La madre mira con cara desolada hacia arriba. Le pongo la mano sobre las suyas enlazadas fuertemente. Le sonrió.

 

-          Si me permite, subo a ver a María Jesús.

 

La madre sonríe esperanzada a Merche y asiente con la cabeza. Merche sube con velocidad, deseando estar cerca de su amiga. La puerta de entrada se abre con ímpetu y un hombre fornido con ropas de albañil entra con pisadas firmes. Nos mira con cara de pocos amigos y su mujer se endereza, retomando algo de fuerza. Se levanta lentamente.

 

-          Ramón… Estos son Manuel y Pedro. Merche está con nuestra hija. Manuel es el hijo de Don…

-          Ya sé quién es.

 

Con un ademán osco se aproxima a nosotros y nos extiende formalmente la mano. Conozco a este tipo de hombre, legal, leal, honesto, serio y entero. Necesitan mucho para ser derribados, pero aun así todos tenemos nuestros límites y nuestro punto de debilidad. Me apuesto lo que sea que este último es su hija. Manuel le explica la situación y la propuesta, sabiendo que sin el acuerdo del padre nada será posible, incluso si la que lleva la casa es la madre. El padre sentado en la cabecera de la mesa escucha atentamente todo. Un silencio se instala, incomodo, reflexivo. Después de un cierto tiempo mira a Manuel y asiente con la cabeza.

 

-          ¿Estará bien?

-          Se lo prometo, Señor.

-          Entonces será lo mejor…

 

La madre suspira profundamente y la pareja se miran con desasosiego y esperanza. Unos pasos hacen crujir los escalones y aparecen María Jesús y Merche. La cara de la muchacha es una máscara de sufrimiento y de desesperación. Los ojos están apagados y con una mirada nublada como cuando se está en una pesadilla constante. La madre toma a su hija y la abraza con sumo amor y afecto. El padre se levanta y se sume al abrazo. La madre llora silenciosamente y el padre intenta contener la pena. María Jesús se desprende levemente y les sonríe con dulzura.

 

-          No os preocupéis. Es una suerte que pueda coger esa formación. Os prometo que os escribiré mucho y hasta podréis ir a verme, quizás.

-          Sí. Nunca hemos viajado, seria increíble.  ¿No, Ramón?

-          Sí. ¡Sera una magnífica ocasión!

-          Entonces así será…

 

Se abrazan otra vez y minutos después nos despedimos de la pareja. Los veo por la ventanilla en el portal, despidiéndonos con la mano. Tengo un nudo en la garganta. En el camino, Manuel explica lo que pasaran las próximas horas. Todo está preparado para que María Jesús salga hacia Francia en pocas horas. Allí un grupo de personas se encargarán de su estancia y de todo lo que hará falta. Cuantito a la formación es real, salvo algunas cosas que Manuel ha conseguido de una manera que desconozco. Estamos llegando a Madrid. María Jesús ha escuchado todo atentamente, pero ausente. Cuando entramos en Madrid, me mira, luego a Manuel;

 

-          Eran tres…

 

No decimos nada, anonadados y aterrados. Manuel traga fuertemente. Manuel se aparca rápidamente.

 

-          Haremos lo que decidas.

-          Lo sé. No tengo miedo, quiero… quiero vivir e ir hacia delante… quiero un futuro y que eso, eso… que se quede atrás… quiero…

 

Estalla en lágrimas. Merche la abraza y llora también. Manuel se aparca y me toma de la mano. Se la cojo con un sentimiento de desdicha. Si… Por la primera vez entiendo lo que quiere Manuel, lo que hace, lo que desea. Por la primera vez, quiero ser parte de ellos todos.

 

 

 

9a.

 

Los tiempos eran inciertos, pero no lo veía así. Mi madre me decía de no meterme en nada, de seguir mi meta y de ser honrado, nada según ella, valía la pena de destrozarse la existencia y que las ideas impuestas y seguidas, las informaciones no útiles no daban de comer a nadie. No sé lo que entendía por ahí, pero se la veía muy convencida. ¿Algo que ver con la Guerra Civil? Mejor dicho, ¿Qué no tenía algo que ver con la Guerra Civil? No hablábamos de nada que sea meramente teoría, ideas, opiniones y demás en casa, eso era una decisión conceptuada y tacita o lo contrario. A veces no usar su juicio puede hacerme trasquilar de manera abrupta e indeseada. Siempre es mejor saber lo que ocurre, igual si uno no se quiere meter. No es en vano que la información era y sigue siendo poder. No es en vano que Manuel y sus compañeros veían un panorama social de cambios soterráneos y menos subterráneos, mientras que yo veía poco en verdad sobre todo porque me sentí siempre al margen. No entendía mucho ni vislumbraba el sentido que ahora puedo ver y entender.

 

 

/////////////////////////////////////////////Jusqu'au prochain chapitre ////////////////////////////////////////////////////////////Hasta el próximo////////////////////////////////////// capítulo/////////////////////////////////////////////////////////////////////////

 

Alba bis

 

11.

         Gabriel entre dans le salon. Clémence et Alba sont assises face à face et elles ressemblent à deux chiens de faïence. Cela promet. Elles sont toutes deux aussi têtues et opiniâtres l’une que l’autre. Ils préfèrent ne pas savoir même si cela est un vœu pieu. Il finira bien par être mis au parfum et même pris à parti, chose qu’il n’apprécie pas spécialement, pas qu’il ne puisse pas faire la part des choses, mais… c’est Clémy… et c’est Alba et entre les deux…son cœur balance.

 

-         Bonjour, mesdames. Un problème ?

 

Il embrasse les lèvres de sa dulzura et le front de son angelot, toutes deux réagissant à peine. Règlement de comptes à OK, Uccle?

 

-         Je ne sais pas. Un problème, Alba ?

 

Avant qu’Alba, le front têtu et l’expression déterminée puisse répondre à l’ironique question de sa mère prononcée du bout des lèvres, Damien apparaît. Il s’arrête sur le pas de la pièce et considère ce qu’il a devant lui en une vision périphérique, prenant le pouls des intervenants et la mesure de la situation dans son ensemble. Pas gagné d’avance. Gabriel a l’air constipé, ce qui n’augure rien de bon. Il a un sourire intérieur. Comment faisait-il avant ? Sûr qu’il devait s’embêter à donf !

 

-         Bonjour ! Un problème ?

 

Il s’avance, embrasse les lèvres sa petite fée, le front de sa belle petite démone et enfin les lèvres  pincées de Gabriel qui, discrètement, lui fait une grimace significative. Damien sourit légèrement en s’asseyant près de Gabriel. Que le spectacle commence ! Ce qui est certain, chaque jour est une aventure. Alba pousse une sorte de rugissement bas et exaspéré.

 

-         Ce n’est pas un problème ! C’est toi qui en fais tout un problème ! Je vais avoir 16 ans ! 16 ans ! Tout le monde le fait.

-         Fait quoi, mi angelillo ?

-         Un piercing !

-         Un piercing, ma douce démone ? Où ?

-         Dans le nombril ! C’est pas comme si j’allais le mettre en plein milieu de la tronche ou quelque part de bizarre !

 

Les trois parents mordent sur leur curiosité pour ne pas demander à leur chère petite fille où se situe cet endroit « bizarre » sur le corps ! Finalement, ils préfèrent ne pas savoir ! Trop glauque ! Gabriel déglutit. Les piqures et autres choses pointues ne lui disent rien qui vaille et lui font une peur bleue. Bien sûr, il ne l’avouera que sous la torture et encore. Damien a un sourire vite réprimé, autant ne pas ajouter de l’huile sur le feu. Clémence soupire profondément.

 

-         Je ne veux pas paraître une mère rétrograde…

 

Alba pousse un petit rugissement ironique.

 

-         Parfaitement, Alba ! Mais je ne vois pas l’intérêt de…

-         Mais y’a pas d’intérêt… c’est juste pour le fun… tu vois, juste ça ! Faut toujours avoir une raison pour faire les choses ? Ben… ici, y’a pas d’raison… c’est juste que je veux le faire. J’ai vu sur Mélodie, çui qu’elle a dans le nombril et c’est hyper sexy !

 

Gabriel verdit visiblement. Le mot à ne pas prononcer. Sa fille n’est et ne sera jamais sexy ni sexe ni séduisante, c’est son petit bébé. Jolie magnifique, sublime, divine, mais totalement asexuée. Damien suppose qu’on ne se refait pas. Il est temps de mettre son grain de sable. Il n’est ni pour ni contre les piercings. Alba a les oreilles perforées et cela va avec une tradition, surtout en Espagne, puisque sa grand-mère les lui a offert à sa naissance. Ils ont alors décidé d’attendre un peu et à un an et demi, ils lui ont fait les orifices dans les lobes via sa pédiatre. Aussi…

 

-         Les piercings dans le nombril, c’est un peu la même chose qu’aux lobes, mais…

-         Je sais, pap’s, chui pas full boloss ! Il faut que j’entretienne, que je désinfecte et que j’ai une hygiène impec si je veux garder le piercing. Mélodie m’a downloader les infos…

-         Bien ! Savoir, c’est pouvoir…

 

Trois paires d’yeux le considèrent pour voir s’il ne se moque pas, mais Damien est sérieux.

 

-         Je continue à penser que c’est vraiment pas une bonne décision…

-         Oui. Mais si nous ne sommes pas d’accord, elle le fera, non, ma angelote…

-         Oui, pap’s… je voulais juste vous le dire, parce que je veux pas faire des stuut dans votre dos.

 

Gabriel soupire profondément. Dire non, c’est s’assurer des mois de guerre de tranchées, ce qui lui vaut déjà des crampes à l’estomac. Mais…

 

-         De acuerdo, dulce angelillo ! On va faire quelque chose… tu te le fais, on voit comment ça se passe, trois mois, par exemple, et si c’est bon, OK, mais si tu ne prends pas soin de ta décision, plus de piercing !

 

Alba réfléchit et hoche la tête. Clémence fait la moue. Satané compromis débile ! Damien reste flair-play, chose qu’il sait faire admirablement. Alba se lève et embrasse Gabriel et Damien, avant de se tourner avec hésitation vers sa mère. Clémence soupire profondément. Bien sûr, elle n’avouera jamais qu’elle a fait un piercing au nombril à quinze ans et qu’elle l’a regretté au point de l’ôter définitivement trois mois plus tard, ce n’est pas la peine. Elle tend le bras et la main vers Alba qui soupire de soulagement. Elle ne supporte pas de se fâcher avec ses parents, sa mère en tête. Alba et Clémence s’étreignent. Damien sourit.

 

-         Bien… et si on soupait, j’ai apporté un traiteur indien… ça convient à tout le monde ?

 

 

12.

Damien entre dans le salon en coup de vent. Gabriel a envoyé un What’s App et le ton lui avait paru assez urgent, même si ce dernier n’avait pas explicitement sollicité sa présence dans la maison. Maintenant que Gabriel a pris voilà six mois le parti de travailler pleinement à ses créations et non plus quand le temps le lui permettait, Clémence et lui ne s’inquiètent plus trop de l’heure à laquelle leur cher ange entre. La décision avait été si souvent postposée que plus personne, y compris Gabriel, n’y croyait plus. Un soir, Gabriel est rentré furieux à la maison. Deux heures plus tard, il avait fini par dire ce qui le mettait dans un tel état. Gabriel est si pudique en tout qu’il faut pas mal de patience et de doigté pour lui soutirer le pourquoi du comment de ce qu’il vit intérieurement et extérieurement.

 

-         Ces cloportes ! Après tant d’années à travailler dur, à monter les échelons, à être pro, ils ont décidé de limoger mon poste pour me rétrograder sous le prétexte qu’il n’était pas vraiment vital dans l’organigramme de l’entreprise et me renvoyer au même boulot que je faisais  quand j’ai commencé. Et, bien sûr, le salaire est en conséquence.

 

Clémence n’avait rien dit, totalement estomaquée. Elle connait trop son amour pour savoir combien ce manque de considération le blesse profondément. Son caractère entier, sa personnalité pointilleuse qui le pousse à la perfection, même s’il n’y arrive jamais, sont détruits par un tel comportement. Après avoir discutés avec Clémence et Damien plusieurs soirs d’affilés sur ce sujet (« sûrs et certains que le mieux pour toi est de faire ce qui te tient vraiment à cœur, tu en profites pour mettre sur pied tes projets créatifs, depuis le temps que tu le fais » etc…), Gabriel avait fait en sorte d’avoir son préavis, histoire de ne pas sortir démuni de cette insupportable situation et, depuis, ils se réjouissent tous de cette décision.   

Damien ne voit pas Gabriel, le grand fauteuil au haut dossier est placé de telle façon qu’il n’a pas pleine visibilité sur qui y est assis. Il entre plus avant et les voit. Que se passe-t-il ? Gabriel tient leur petit amour dans son giron. Il la berce tout en se berçant lui-même. Damien sent son cœur faire un tour de montagne russe pour finir par se serrer douloureusement. Il arrive vélocement jusqu’à eux et reste là, les bras ballants.

 

-         Que se passe-t-il ? Ça va pas ?

 

Il balbutie les mots, ému et déconcerté. Gabriel hausse les sourcils en faisant une moue d’impuissance, dépassé vraisemblablement par les évènements. Mais lesquels ? Alba relève la tête, le visage défait, les joues sillonnées de larmes noirâtres, rimmel dégoulinant en fins ruisselets de son manifeste gros chagrin.

 

-         Fabi-i-i-ien s’est pouffé le bec avec cette salope de Mélodie. Jamais, j’aurais cru ça d’elle ! Jamais ! C’est une… une… une…

 

Et d’éclater derechef en sanglots désespérés, le visage enfoui contre le torse accueillant et consolateur de son papa, barbouillant plus encore le sweet gris clair de Gabriel qui écarquille les yeux, totalement démuni. Quand Alba dit qu’elle ne s’attendait pas cela d’elle, de lui, Fabien, oui ? Et « pouffé » c’est quoi exactement ? Il a une petite idée sur la question, mais… Damien se laisse tomber dans le grand fauteuil près de ses amours. Il est sur le point de dire : «  C’est que ça ! » quand il comprend que pour Alba, maintenant, ce «  c’est que ça », c’est la fin de son univers et qu’au-delà d’ici et de maintenant, il n’y a plus ni d’avenir ni de présent pour elle. Ce « ça », c’est un immense trou noir où elle tombe infiniment.

         Gabriel et lui se regardent en toute connaissance de cause par-dessus la tête enfouie dans le giron de son père. Ils soupirent à l’unisson. Pas de mots, pas trop de gestes de tendresse, d’appui et même d’entendement ou de compréhension pour l’instant. Après…  à un autre moment, ils pourront en parler ou pas. Ils soupirent d’autant plus, sachant combien les peines de cœur sont difficiles à vivre pour le protagoniste, ici « la », et pour l’entourage immédiat. D’autant que sa confidente attitré et ex-meilleure amie, Mélodie, est au cœur de cette peine… Ils soupirent encore plus, sachant que les prochaines semaines vont être infernales. La porte d’entrée claque et des pas pressés se dirigent vers l’endroit où ils se trouvent. Gabriel a aussi envoyé un message à leur chère et tendre compagne. Il semblerait. Clémence entre légèrement échevelée, superbe comme toujours. Elles jettent un regard en forme de point d’interrogation à ses amours, tout en arrivant jusqu’à eux. Alba relève la tête, voit sa mère et d’un bond s’extirpe du cocon paternel pour courir dans les bras grands ouverts de sa mère.

 

-         Mama… maaaaamaaaa…

 

Clémence resserre son étreinte en la berçant. Elle les dirige vers le siège en vis-à-vis des pères, tout en souriant légèrement à ces derniers qui semblent plus impuissants que jamais face à une telle grande peine. Clémence murmure quelques mots à sa petite qui hoche un peu la tête, preuve qu’elle est attentive à autre chose qui n’est pas elle et son désespoir. Bon augure ! Le temps passe, les sanglots tarissent. La nuit s’installe, mais nul ne songe à allumer une lampe. Ils laissent l’espace s’assombrir lentement, entrer dans cette obscurité qui les unit. Tout ira bien.

 

 

////////////////////////////////////////////Jusqu'au prochain chapitre ////////////////////////////////////////////////////////////Hasta el próximo////////////////////////////////////// capítulo/////////////////////////////////////////////////////////////////////////

 

 

 

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