Canalblog
Editer l'article Suivre ce blog Administration + Créer mon blog
Publicité
De escritura à écriture
De escritura à écriture
Archives
7 septembre 2017

Bonjour, Voici la deuxième partie de mes deux


Photo le 10-09-17 à 09

Bonjour,

Voici la deuxième partie de mes deux romans : La mujer de las Kjas et Clémence.  Je vous souhaite une excellente lecture. 

Aqui teneis la segunda parte de mis dos novelas : La mujer de las Kjas y Clémence. Les deseo un buen momento de lectura. 

 

La mujer de las Kjas

 

2.

           Son las diez y media de la mañana y no he parado aún. Me siento algo fuera de lugar y tensa, pero con ganas de superar el reto que supone todo nuevo trabajo. Andreas da vueltas de un lado a otro, vigilando que todo esté en su sitio. Algunos veraneantes con cara de no haber pegado ojos en toda la noche aparecen y se derrumban contra la barra en una postura de hastío y de infinito cansancio. Piden café para despejarse algo, pero los veo como idos. Creo que las tumbonas serán el verdadero sitio donde podrán estar tirados todo el día y recuperar algo de energía para depositarlas en otra noche de fiesta o algo parecido.  ¿Quién ha dicho que las vacaciones eran un lecho de descanso? Ellos no, ciertamente. Sonrío con media sonrisa. Esto me está gustando mucho.

-                ¡Niña!

¡UY! ¡In fragrante! Andreas ha salido como una bomba de la cocina. Ha dado un giro visual y circular por el comedor y luego ha clavado su mirada en mí. ¿La he jodido? Y si es así, ¿en qué?

-        No sé dónde se habrá metido el camarero prodigo, así que te toca a ti… Ve a la cocina y le pides a Cati la bandeja. Te lo explicará todo… Anda… ¡Ve!

 Cati me lo explica todo. Andreas me envía con una bandejita con té y un bizcocho para la mujer de las kjas. Tengo que tener sumo cuidado – el día está con un terral de mil demonios, o sea de poniente agresivo con ánimos de abofetear a todo quisqui a base de aire caliente – y tambaleándome voy afrontando, a pasos contados, la arena recalentada. Llego donde está ella. No me ha visto todavía. Está hurgando en ese bolso tan extraño que lleva con ella. Se podría decir que es el bolso de todas las sorpresas.  Levanta la cabeza y me ve. Me sonríe con una amplia sonrisa que es como un rayo láser rasgándome por la mitad, ¿por alegría de verme? o por desazón de no encontrar lo que estaba buscando en el bolso, supongo, todos son conjeturas. No sabría bien qué. Es una sonrisa tan… Yo también le sonrío, pero mi sonrisa es forzada.

-        Niña… ¡Pa’qué te has metido en esto! Te lo agradezco mucho, pero… anda ponlo aquí mismo… sobre esa caja vacía. Se me ha volcado el bolso y lo tengo que poner todo bien para volver al pueblo… Se está haciendo tarde y como no tengo el coche hoy, tengo que arreglarlo y ponerlo perfectamente para que encaje bien en mi hombro y no se me caiga de nuevo.

-        ¿No tiene usted alguien que la lleve? ¿Amigos?

 Levanta la cabeza y me mira. El silencio a mis preguntas se alarga. ¿Qué he dicho de malo? O… ¿No tenía que haber preguntado?

 -        ¿Amigos? quizá… Pero ha pasado el tiempo y la vida… Mi “mejor” amiga como soléis decir – ¿es que se puede tener “peor” amiga/o?-  está viva, pero no lo suficiente para el cotidiano más liviano. Se mentalizó, pues sus hijos la convencieron que lo mejor para ella era entrar en un lugar donde se la cuidaría bien y así, poder despreocuparse y desprenderse de toda responsabilidad e inquietudes. ¿Incluso la de vivir realmente?  “LA Residencia”, esa “casa” donde acaban todas las vidas y los tiempos cuando ya no se puede vivir la vida en directo, independiente. Se podría poner un letrero en todas las residencias diciendo lo que escribió Dante en su obra Divina Comedia sobre el infierno: “¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!” Voy a verla cada día, pero… no se puede entrar allí, así como así. Tengo que esperar en recepción y luego de allí me la traen fuera como si un paquete de correos se tratase. ¿Qué temen? ¿Qué le pase como en las rebajas, trompillón de gentío lanzándose a la búsqueda de un buen apaño? Cola para verlos es lo menos que van a tener… ¿Entonces?   “LA” residencia de los ancianos. Así la denominan, ¿no? Apartar, encerrar, poner fuera de lugar… Quizá sea lo justo para algunos o muchos. ¿Para todos? ¿Como medida de “fin de vida”? Desde que está allí Paulina… parece que los años se le han triplicado. No se quieren a los viejos en demasía. Representamos lo que no queremos llegar a ser y, peor aún, representamos la última estación de la vida, la parada definitiva, la muerte en suspenso. No sé cómo será ese lugar por dentro. Dicen que las “normas” de la Junta de Andalucía no permiten que personas ajenas – salvo el personal y poco más – entren en el interior del edificio.¿Las “personas ajenas” podrían contaminar a los “huéspedes” con la vida que le traemos de afuera y así alargarles el tiempo de vida?

El viento ha amainado bastante, el calor sofocante, no. Así y todo me quedo un poco helada con lo que acaba de soltar esta mujer tan singular. No sé qué decir si es que algo tengo que decir… La mujer de las kjas me mira y me lanza un guiño…

  -  Niña… No me hagas caso… Llegando a estos años… ¿Qué se puede decir que no conlleve algo de amargura y de desazón? Tráeme el bizcocho… ¡Gracias! Tiene buena pinta. Creo que tienes que volver al curro… Veo que el “jefe” está oteando disimuladamente y no se le ve muy complacido… Anda… Ve…

Se pone a reír. Una risa sorda y agridulce. No le correspondo… Me toca volver al rumbo del trabajo… ¿La mujer de las kjas? Miro por encima del hombro. Se toma golosamente el té luego baja la cabeza hacia su bolso y… vuelvo precipitadamente mi cabeza hacia delante, por poco tropiezo y me gano un buen traspié, lo que me faltaba.

Llevo seis horas trabajando y no me canso. Los gestos son repetitivos, lo que es un alivio cuando no se conoce bastante bien una tarea, pero no las gentes. Se ve pasar por aquí tantas gentes distintas, con hablas distintas y con genios distintos. Todo un panel de personas que tienen como lazo común el pasárselo lo mejor posible y con gusto. Las sonrisas no se destacan en los rostros, eso es algo demasiado duro de fingir bajo el calor, rondando en un aire seco e inclemente. Bueno esa es la sensación que tengo. Cuando entran en el chiringuito todos los veraneantes van con el mismo deseo, ser atendidos cuanto antes preferentemente en el mismo momento de hacer el pedido y, lo que más me llama la atención, es que todos están ahí sin tener otra obligación que pasar el tiempo lo mejor posible sin ningunas ataduras ni otra obligación que no sea estrictamente esa. Entonces, ¿a que viene tanta bulla y tanta prisa? ¿Esa actitud incluso en vacaciones es gaje de una vida desenfrenada, sin tiempo para nada más que no sea correr por doquier como hormigas afanosas y alocadas?

-        ¡Niña!   Monta la “17” con “3” pan y mantequilla…

 Andreas está en todo. Las mesas, cómo las montas, lo que dicen los consumidores, lo que ocurre en la barra, en la cocina, donde se asoma de vez en cuando. Supongo que como encargado tiene que estar omnipresente. Desde luego es eficiente, no se le escapa ni una y eso que está al acecho y pendiente de las llamadas de su móvil. ¿Qué tendrá entre manos? Cati no parece muy feliz. Como no sea ella que estalle, algo va a estallar… Y no tengo ganas de estar presente en ese momento. Los comensales que sirvo por el momento en la “23” – cada mesa lleva un número para distinguirla y saber dónde se tienen que llevar los pedidos - son, por lo visto, habituales del chiringuito y seguramente viviendo en el pueblo. Se ponen cómodos como en sus casas y se les ven muy relajados, algo socarrones y sin prisas.

-        ¿Qué? Nueva, ¿no? ¿Cómo te llamas?

El que pregunta es un hombre con aspecto de ser abuelo, pero con unos ojillos astutos encerrados en un entresijo de surcos labrados sobre una piel curtida por el sol y el paso del tiempo.

-        ¡NIÑA!

El hombre se ríe.

-        ¡Este hombre no sabe llamar a las mujeres de otra forma! ¡Valiente! Jé, je, Andreas, que le  estoy hablando a la muchacha… No te preocupes éste ladra, pero nunca muerde… ¡Lo sabré yo  que lo he visto nacer! A ver, ¿como te llamas?

-        Clarisa…

-        Encantado, Clarisa…

-        Niña…

-        Y dale con “niña”… ¡Cambia la serenata, Andresillo! ¡Anda! ¡Ve! Que a éste se les vienen los nervios…

El hombre se ríe con ganas y sus amigos, dos hombres de la misma edad, también. Parecen ser amigos de toda la vida y la complicidad es patente entre ellos. El trabajo sigue su curso.

             Son las cinco de la tarde y el comedor – debería decir los comedores ya que están divididos virtualmente en dos segmentos compuestos de mesas, un lado llevando 11 mesas y el otro tanto igual - está algo despejado. La siesta se ha llevado buena parte de los comensales hacia las tumbonas y otras esterillas y toallas. El sol sigue cegador y atrae a los veraneantes de la tarde. Estoy comiendo con el Rapi. No dice mucho y lo entiendo. No ha parado de hablar, comentar, bromear con la clientela y su soltura y gracejo me han caído en gracia. Ojalá pudiera tener ese talento, pero no lo tengo. Mi madre dice que me falta seguridad en mí misma y en mis capacidades por no decir dotes. Lo entiendo teóricamente, pero a la hora de ponerme firme e ir a por todas, me quedo corta y dudosa. De repente un pensamiento cruza mi mente. Estoy tan cansada. Me cuesta comer lo que he pedido y eso que tengo hambre, pero daría todo lo que sea para poder tumbarme un rato. Tengo la desagradable sensación que los brazos se me van a caer por si solos, desmembrada como las muñecas de mi niñez, descuartizadas por mi primo Jacinto. Ese es el pensamiento escurridizo que tengo mezclado con… la mujer de las kjas. Quizás… El Rapi podría explicarme quién es y que... Voy para preguntarle cuando veo por el rabillo del ojo el gesto inconfundible que hace Andreas hacia nosotros. Es el gesto del jefe llamando a sus trabajadores para que se pongan en pie y en marcha. Ese gesto no ha tenido que costarle muchos esfuerzos ni muchos ensayos para saberlo manejar, se le ve nato en él. Nos levantamos con rapidez y me maravilla ver con que destreza el Rapi circula entre mesas, sillas y todo tipo de escollos humanos e inertes. ¿Llegaré a tener esta misma fluidez de gesto? Lo dudo, pero ¿quién sabe?

              Están empezando a llegar otras personas. En la cocina se está empezando a recoger las cosas. Los que pedirán comida serán mucho menos que por el mediodía. Los niños rebozados con una mezcla de agua y de arena a medio secar se amontonan cerca de la barra para pedir helados, algunos con un dedo pringoso señalando el que quieren en el cartel publicitario, otros con una palabra escueta, pero claramente deletreada, el nombre del helado.  Cati se encarga de la barra ayudada por Andreas. Normalmente esa tarea le incumbe a Prisci – nombre abreviado de Priscilla - pero ha tenido que ir a no sé dónde. Mañana vendrá.

-        ¡NIÑA! Vete a la cocina para ayudar y para llevar la basura a los contenedores, luego te vas a cobrar las tumbonas…

Voy apresuradamente hacia detrás donde dos enormes cubos de color negro llenos de basura me esperan. El pinche – Mati por Matilde- me hace señas de coger un asa del cubo y ella la otra y de echar a andar. ¡Esto pesa como un muerto!

-        ¡Qué! ¿Te gusta el trabajo?

La pregunta parece seria, pero no me fío. Mati parece de estas personas que le gustan gastar bromas, pero no a costa de los demás sólo para reírse y pasárselo bien. Su sonrisa parece sincera y se la devuelvo.

-        Si. Es duro, pero me gusta.

Mati mueve la cabeza como si lo que acabo de decir es cierto y justo. Creo que me voy a llevar bien con ella. Con muchos esfuerzos conseguimos verter el cubo en uno de los contenedores cerca de la cocina, luego vamos por el segundo cubo. Cuando regresamos, nos quedamos paradas. En la cocina se está montando una buena entre Cati y Andreas. No son voceríos, pero el tono es indudablemente de enojo y algo más. Mati cierra los parpados a la manera de un gato dispuesto a cazar ratones.

-        Ven, vamos a fumar un pitido…

Se marcha hacia un pequeño acantilado cerca de la puerta trasera de la cocina, un poco al margen del chiringuito y de la playa, yo la sigo.

       -    Y tú, ¿fumas?

-        No. No fumo.

-        Pues, ¡no empieces! Es la mejor manera de parar de fumar… 

No sé que contestarle. Es tan absurdo lo que viene de decir. Nos apoyamos contra una roca lisa entre sombra y sol. El silencio es casi total si no fuera por el cante agobiante de unas chicharras trabajosas.

-    Tenemos cinco minutos antes de volver al chiringuito… Nunca duran más tiempo… No creo que vayan a prolongar la cháchara si es lo mismo de siempre… El tema no varía nunca… Ya me gustaría a mí… A lo mejor evoluciona un poco la discusión en el asunto, pero eso sería un milagro… Hum… El tiempo casi justo de acabar con éste… Dicen que son siete minutos para terminarlo…

Señala el cigarrillo. No digo nada. No estoy segura de lo que me está hablando, pero deduzco que es por Cati y Andreas. O por el pitillo… Por lo visto es algo habitual. Lo del pitillo y lo de ellos… Me pregunto… ¿Fali, el cocinero, es el arbitrio en esta pelea campal a media voces? Trascurren los minutos. El silencio aquí es inusual, aunque envuelto en sonidos tenues de olas muriéndose en la orilla, de gritos y alborotos de niños, voces, risas y chicharras enfebrecidas. Mati despega su espalda de la roca, apaga cuidadosamente la colilla para llevársela adonde pueda tirarla con seguridad absoluta y echa a andar.

  -   ¡Vamos! La tertulia ha acabado, pero el día no ha terminado…

¿La nuestra?  La sigo con pies de plomo. Me quedan dos horas, poco más, poco menos, para acabar mi primer día laboral. Es un buen día laboral. Creo que me va a gustar mucho.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

 

Clémence 

  

b.

            Peu avant l’atterrissage, ils se sont réveillés. Un petit déjeuner est prévu. Ils ne savent pas quelle heure il est. Du reste, le jetlag risque bien d’être la seule heure à laquelle ils vont devoir se soumettre dans un premier temps. Cadeau de vouloir voyager loin. Damien a l’habitude, bien que lointaine maintenant, des longs voyages. Il a passé quatorze ans de sa vie, depuis ses seize ans jusqu’à il y a trois ans, à parcourir le globe en tous sens. Les petits boulots ne lui servaient qu’à cela, financer des voyages que ses parents réprouvaient ou pensaient qu’ils étaient sans aucun intérêt. Le résultat revenait au même pour lui, puisqu’il était très déterminé. Dans le fond, il savait bien que ses parents étaient surtout inquiets de ce qui pouvait lui arriver, mais Damien ne pouvait faire autrement. Ses voyages, la situation conflictuelle avec ses parents à ce sujet ont-ils forgé son caractère à travers sa «jeunesse», comme le dit l’adage ? Non. Le quotidien le plus banal est celui qui peut le mieux forger une jeunesse, car il demande beaucoup plus d’énergies et d’efforts. S’il voulait partir ici et là, c’était surtout parce qu’il aime bouger. Du moins, il aimait bouger. Un jour, il s’est lassé. Il n’est pas encore assez blasé pour dire que tout finit par lasser, quoique, certains jours... Puis, il y a eu Clémy ! Sa rencontre fortuite et inespérée a été ce qu’il désirait dans sa vie, sans jamais se l’avoir clairement avoué. Il s’est tout de suite dit : « Ça, c’est de l’aventure avec un grand « A» avec mouvements perpétuels incorporés ! C’est elle !» Il ne s’était pas trompé, la preuve encore maintenant. Elle dort toujours. Les passagers sont descendus. Son compagnon de voyage, Gabriel, essaie de réveiller la belle. Ne faisant rien à moitié, Damien gage qu’elle a forcé sur les comprimés magiques. Clémy, Clémy…

-        Elle ne se réveille pas…

-        Rien d’étonnant ! Elle a dû forcer sur la dose…

-        Oh, merde ! Tu crois qu’on va devoir lui faire un lavage d’estomac ou…

-        Eh ! No panic, d’accord ! On va déjà demander une chaise roulante, sortir de cette carlingue et lui faire ingurgiter quelques hectolitres de café bien noir et bien sucré. Normalement, avant vingt-quatre heures, nous devrions être sorti de l’aéroport !

-        Tu crois que ça va durer si longtemps et que…

-        Un peu d’humour, compadre ! Rappelle-moi combien de voyage au long cours tu as…

-        Deux !

-        Hum ! Ben, jamais deux sans trois, alors… Relax, compadre ! Tiens compagnie à la Belle à l’avion dormant. Je reviens !

Les hôtesses de l’air, qui attendent patiemment que débarquent les derniers passagers, dont trois enfants qui devront être dûment accompagnés par un adulte responsable de leur transfert à qui de droit, écoutent la demande de Damien, sans en être autrement émues, ni surprises. Elles sont instruites pour être prêtes à toutes les situations et eventualités. Gabriel essaie encore de réveiller sa belle amante, sans succès. Il se sent de plus en plus inquiet. Bon sang, Clem ! Lorsqu’elle avait fait la proposition de ce voyage, en l’agrémentant de tellement de détails si irrésistibles qu’il ne pouvait pas s’empêcher d’avoir envie d’aller dans ces îles, il avait eu quelques doutes. Mais, Clem, c’est Clem et il avait fini par accepter et même par s’en réjouir. La récompense de son acceptation avait été à la hauteur de la joie délirante de Clem et sa reconnaissance tellement expressive et jouissive que… Merde ! Ce n’est pas le moment de s’en souvenir. Disons que Clem a été très… expressive et généreuse dans sa façon de le remercier. Le carré blanc en rougirait presque  Damien revient de sa démarche décidée et volontaire. Un bel homme assurément, comme le signifient clairement les regards des hôtesses. Cela tient sûrement à son corps et à son visage, mais surtout à une manière d’être qui charme et attire le regard.

-        C’est fait ! Elles préviendront quand la chaise sera là… Ah ! Elle est déjà là ! Efficacité quand tu nous tiens ! Allons-y ! La chaise de Madame est avancée !

Il se penche en avant et soulève le corps profondément endormi de Clémence. Il la cale du mieux qu’il peut. Les couloirs de ce jet – trois rangées en enfilades - sont plus amples que les autres avions qui voyagent sur de plus courtes distances, mais ce n’est pas non plus les couloirs d’un palace.

-        Hé ! Attends, je vais t’aider…

-        Pas de place, compadre. Prends les bagages à main… Je t’attends à la sortie de l’avion.

Du compartiment au-dessus de leurs sièges, Gabriel sort les trois sacs identiques (Clémence avait offert le même que le sien à ses hommes) et se précipite à la suite de son compagnon de voyage. Les hôtesses de l’air lui souhaitent quelque chose auquel il répond autre chose, en bafouillant. Bon sang, Clem ! Damien a assis confortablement Clémence dans la chaise et finit de border leur amante avec tendresse et douceur.

-        Allons-y !

Gabriel hoche la tête. N’a-t-elle pas le teint un chouïa trop pâle ? Et si elle avait un empoisonnement du sang ? Et si…

-        Si tu pouvais arrêter de cogiter comme cela, ça m’éviterait la migraine, compadre.

-        Désolé ! Les voyages m’angoissent toujours !

-        T’es pas seul maintenant et crois-moi, compadre, tout ira bien !

-        Si tu le dis !

-        Je l’affirme !

Gabriel ouvre la bouche, soupire profondément et ferme les yeux une nanoseconde.

-        Allons-y !

 

                   Ils sont arrivés dans un espace dégagé. Damien a envoyé Gabriel chercher plusieurs gobelets de café bien noir et bien sucré. Il a dû lourdement insisté pour qu’il y aille. Gabriel a argué qu’il ne voulait pas les laisser au cas où Clémence se réveillerait, que c’était à son tour de s’en occuper et finalement qu’il n’était pas très doué en langue.

-        Je ne sais pas si je vais pouvoir m’exprimer correctement pour demander les cafés et…

-        Comme tout le monde, compadre ! Allez… Répète après moi… coffee, black, sugar, please, thank you. Tu retiens ces cinq mots et ça devrait aller ! Sinon, tu peux essayer l’espagnol, ils manient assez bien la langue dans les parages ! 

Gabriel l’a regardé pendant dix secondes d’un air mauvais.

-        Très drôle ! J’y vais. Tu essaies de réveiller…

-        … La Belle à l’aéroport dormant ? Mon rêve depuis toujours !

Gabriel a serré les dents, lui a tourné le dos en soupirant. Première chose que Damien lui apprendra. Cool et humour sont les mamelles du no-stress ! A eux deux, maintenant! Il s’agenouille devant Clémence et lui passe les doigts sur le visage, doucement.

-        Clémy… Réveille-toi… Allons, petite fée, réveille-toi ! Clémy… Clémy…

Damien répète en une litanie constante les mêmes mots durant plusieurs minutes en la touchant souvent et en la secouant un peu. Clémence entend confusément la voix de Damien venant de très loin et de partout. Il a dû lui préparer un café avec deux toasts beurre-confiture, comme elle les aime.

-        Elle ne se réveille pas…

Gabriel revient avec un plateau en carton renforcé et une dizaine de gobelets. Toujours aussi optimiste, le compadre !  Enfin ! Damien en boira quelques-uns lui-même. Sa drogue apportée sur un plateau, même en carton… Génial !

-        Laisse-moi essayer…

Gabriel lui place le plateau entre les mains d’un air décidé. Hum !

-        Clem… tu dois te réveiller… allez, dulzura… Réveille-toi… nous devons sortir de l’aéroport… Clem… Clem… Allez, dulzura… Clem…

Clémence entend la voix de Gabriel dans un brouillard toujours aussi épais et ouaté. Il a sûrement préparé le petit déj énergisant habituel, jus frais, petite coupe de céréales, tranches de pain complet et assortiments de confiture faites maison. Un régal !

-        Ça n’a pas l’air de fonctionner ! Si on la secoue ou, mieux… On la tient à deux, tête en bas, le sang lui monte à la tête et ça la réveille !

-        Tu es fou ou quoi ? Il est hors de question de… Oh ! Je vois !

-        Cool, compadre ! On va lui faire boire du café, juste la faire revenir un peu d’où elle se trouve !

-        OK !

Clémence entend la voix de Gabriel et celle de Damien. Un rêve, bien sûr. Ils ne se connaissent pas. Ce n’est donc pas possible, mais quelque chose lui échappe… Quoi ? Elle sait qu’elle le sait, mais… ça va lui revenir… sûrement…

-        Clem… allez, ouvre la bouche, un peu de café…

-        Allez, Clémy… on va pas y passer la journée… tu peux le faire… c’est ça… c’est pas trop chaud, juste encore une gorgée…

 La voix de Damien et celle de Gabriel. Ce n’est pas possible, c’est un… Elle ouvre les yeux et à travers un flou artistique, produit de sa somnolence, elle regarde le visage de Damien, puis le visage de Gabriel. Rêve ? Cauchemar ? Quelque chose lui échappe, mais quoi ? Ses hommes sont là. Ça va lui revenir, quelque chose lui échappe ? Ils lui sourient.

-        C’est bien… Bois encore, Clémy…

-        Damien ?

-        Oui… Bravo ! T’as droit à une autre gorgée du nectar des enfers, Clem…

-        Gabriel ?

-        Oui… je suis là… il faut boire… tu dois être sur pied pour…

-        Bois !

Damien lui fait ingurgiter une autre gorgée avec précaution et décision. Gabriel lui sourit en la tenant aux épaules. Damien lui cligne de l’œil en lui souriant, canaille. Elle avale encore une gorgée de cette infâme mixture. Que font-ils là ? Qu’est-ce qu’elle fait là ? Quelque chose lui échappe, mais… quoi ? OH ! Merde! Les vacances !!!! Merde… merde… merde…merde…

-        Oui, mais tu dois tout avaler… je m’occupe de te préparer un café digne de ce nom plus tard. Bois, Clémy…

-        Mais… je ne voulais pas…

-        Clem ! Plus tard les explications. On doit sortir d’abord d’ici… on aura tout le temps après pour les explications…

 

Elle hoche la tête. Elle se force à boire. Beurk ! C’est vraiment du café ?    

                     Une heure et demie plus tard, deux gobelets ingurgités et le fog en berne dans sa tête, ils sont dans un taxi. La douane s’est bien comportée. Eux aussi. Ils sont encore des touristes, malgré tout, donc assez VIP, d’une certaine façon. Pourvu que ça dure ! Elle est assise, plutôt coincée entre ses deux hommes. Ils la tiennent par la main. En fait, c’est elle qui les tient par la main. Elle commence à se demander où elle avait la tête quand… Mais, c’est peut-être ça la vraie question, a-t-elle une tête et si oui, pensante ? Elle a une migraine à couper au couteau. Elle serre les poings. Le trajet se déroule comme sur des montagnes russes. Ça n’aide pas ! Le chauffeur est comique. Il rit tout le temps et jette des mots dans un anglais assez folklorique. Damien lui répond de temps en temps en espagnol, mais leur chauffeur continue en anglais pour Clémence qui ne manie pas très bien la langue de Cervantes. Ça ressemble à une sorte de galanterie détournée. Damien rit. Damien trouverait à rire dans n’importe quel contexte. C’est son côté « cool dans le cool-pas-d’lézard-zen ».

-        Clem…

-        Oui, Gab…

-        Tu en as pris combien ?

-        De quoi ?

-        De cachets pour le mal de l’air…

-        Trois.

-        TROIS ! Mais ça va pas la tête…

-        Ben, non… ça va pas trop, là…

-        Gabriel, laisse-là ! Ce qui est fait est fait ! On va arriver et elle pioncera encore jusqu’à aller mieux…

-        Oui, oui ! Mais… Trois ! Tu aurais pu…

-        Cool, compadre ! Mets-là en veilleuse, d’accord ! Profite du paysage ! Dwayne, notre chauffeur, a décidé de nous faire un petit détour touristique jusqu’à l’hôtel… j’ai pas pu refuser, ça a l’air de lui faire plaisir…

-        Alors, si cela lui fait plaisir…

-        Wep ! De l’humour, compadre ? Je crois que tu tiens le bon bout, Gabe !

-        Pas si tu décides de m’appeler Gabe !

-        OK ! Désolé ! Oh, regarde !

Gabriel tourne la tête, genre « où ça, où ça ?». Ils passent devant une avenue bordée de maisons. Clémence secoue un peu la tête. Ouche ! Elle n’a pas les yeux en face des trous, quant aux idées… Au fait… Où devaient-ils aller, arrivés sur la belle Dominicaine?  Damien doit le savoir. Il est si ingénieux et les voyages n’ont plus de secrets pour lui, parce que…  Oui. Damien les amènera à bon port, parce que… Clémence glisse dans le sommeil. Gabriel resserre sa main et lui cale la tête tendrement sur son épaule. Clem !

 ---------------------Suite au prochain chapitre--------------------------- hasta el proximo capítulo--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

 

 

 

Publicité
Commentaires
F
Waiting for comments <br /> <br /> >>>HERE
Répondre
B
...👍👏💋
Répondre
C
Curieuse, je viens de relire "Clémence", la partie que tu as mise hier sur ton blog. J'adore ! Je me trompe, ou la scène du café-réveil est nouvelle ? Je ne m'en souviens pas aussi clairement quand je repense à ma première lecture-papier qui, il est vrai, remonte à longtemps déjà. Ou bien c'est ma vieille tête qui perd la mémoire... vas-tu renouveler ainsi tout le récit ? C'est un tour de force, à mon sens plus difficile à réaliser que créer du nouveau, et jusqu'à présent très réussi. - Claire
Répondre
Publicité