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De escritura à écriture
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6 janvier 2024

Bonsoir, Voici mes deux chapitres... aqui estan

 

 

20230507_123947 (2)

 

Bonsoir,

Voici mes deux chapitres... aqui estan mis dos capítulos : El laberinto - Boulanger/patissier sinon rien.

 

El laberinto

 

 

13.

            Salgo  por la puerta de entrada con el policía que ha venido a buscarme. No es amenazador, pero es policía. Miro alrededor y… a lo lejos veo la silueta desgarbada y serena de Manuel. No hago nada, solo miro con desesperación. Desde aquí no veo si me ves, pero cruzo los dedos. No sé muy bien lo que ocurre, pero no pinta nada bien. Subo en su coche. El hombre fornido que ha venido a buscarme es poco hablador, casi mudo y bastante osco. Cuando abrí la puerta después de un golpe seco sobre el panel, me lo encontré allí, severo, serio. Solo me ha dicho:

 

-          ¿Señor Pedro Ramírez Ducas?

-          Sí.

-          Sígame, por favor.

 

Hubiera podido hacer preguntas, pero ese rostro pétreo, esa actitud de granito clamaban bastante su oficio. Lo seguí sin decir nada. Esperó a que cogiera mi chaqueta y cerrará con llave mi habitación con una paciencia que decía todo lo que es como persona. En las escaleras empecé a sentir una angustia subir por mi cuerpo. Respire hondo como el tío Tobias decía que debía hacer cuando las cosas estaban saliéndose de nuestro control. O sea, en cada momento. Eso ayudo un poco hasta que subí al coche. No pedí donde íbamos. Temí lo peor. Pero… Llegamos a la comisaria. Se aparcó, me hizo señas que saliera y lo siguiera. Entramos en el lugar. El alboroto era importante, pero no vi nada, no oi nada, solo lo seguí. Pego a una puerta. Una voz ronca le dijo que pasara. Abrió la puerta y me dio un pequeño empujoncito para que entrara.

 

-          Jefe… aquí lo tiene.

-          Gracias, Raimundo… ¿Pedro Ramírez Ducas?

-          Sí.

-          ¡Entra! No te quede parrado ahí en el umbral. ¡Cierra la puerta!

 

Hago lo que me dice con el estómago en un puño. El hombre es canoso, cincuentón, seco y de complexión bajita por lo que puedo apreciar. Me quedo de pie. El policía sigue escribiendo. No sé cuánto tiempo estoy así. No me muevo, a la espera de sus órdenes. No se apresura, su rostro no dice nada, pero destila autoridad y seriedad. Termina de escribir cosas en una hoja. Empiezo a sudar. Y si… y ¿si es algo que me concierne? Está escribiendo una orden de… Levanta la cabeza y me considera. Me hace señas que me siente. Lo hago sin mucho afán. Sigue fijamente con la mirada cada uno de mis movimientos. Me siento al borde.

 

-          ¡Bien! Así que eres tú, el muchacho del cual me habla constantemente mi tío Marcelino.

-          ¿El Cura Padre Marcelino? Quiero decir…

-          No te preocupes, sé como lo llaman y con todas las razones. Es una excelente persona.

-          Si lo es.

-          Bueno. Te he pedido que viniera para decirte que aquí me tienes por lo que haga falta. Mi tío está preocupado por ti. Así que me ha pedido que esté presente para ti por lo que haga falta. Ahora que te veo…

 

Se para de hablar y me mira fijamente. Retengo mi respiración.

 

-          Eres una persona seria. Me alivia. Sigue tus estudios y no te pongas en problemas.

-          Sí. Claro.

-          ¡Bien! Ahora que nos entendemos puedes irte.

 

Me levanto. Lo miro con algo de incertidumbre. El hombre sigue con el papeleo, parece haber olvidado mi presencia así que salgo. Recorro el mismo camino que al llegar. Me cruzo con hombres uniformados y otros en ropas más informales. Veo a lo lejos el hombre que ha ido a buscarme. Me apresuro, quiero esta fuera cuanto antes. El miedo me atenaza y la angustia sigue vigente. Estoy en la acera. Ando como si miles de demonios me persiguieran. Llego a una calle que no conozco. Desde luego no conozco ningunas, pero esta menos. Escucho un pitido a mi izquierda. Sigo andando. Otro pitido, luego un tercero, un cuarto y… Me paro. Miro hacia el sonido. Ahí está el coche de Manuel. Voy hacia él. Manuel me abre la puerta pasajero y entro en el coche como un vendaval. Cierro la puerta y Manuel arranca velozmente. Me dan unas arcadas. Me contengo. Manuel me pone la mano sobre la rodilla.

 

-          Respira hondo. Vamos a mi piso. Ya me contaras.

 

13a.

            En mi casa, mi familia, mis padres, todos temíamos la Guardia Civil. Nadie sin embargo comentaba porque y menos si eso tenía como era ciertamente el caso algo que ver con la Guerra Civil y o después con la pos-guerra. Era un tabú y no estoy seguro que no siga así la cosa para las personas mayores, las que han vivido de adulto esos tiempos o lo que lo padecieron siendo muy niño a través los padres. Supongo que todos esos recuerdos “sociales” no tienen los mismos matices según el rango social y la historia de estos. Así como así, el tricornio no era de la confianza de nadie o de casi nadie. Ya por miedo reverencial o justificada por mala experiencia. Me acuerdo de ese día, de ese mal estar, de ese miedo confuso y ese terror que me recorría el cuerpo. Manuel supo apaciguarme, pero creo que nunca lo superé totalmente, como una de estas circunstancias vividas que quedan traumáticas, pase el tiempo que pase.

 

 -------------------------------------------------------Hasta el proximo capítulo -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Jusqu'au prochain chapitre--------------------------------------

 

 

Boulanger/pâtissier sinon rien

 

 

3.

            Je ne suis pas très doué pour les études, mais je suis dans une bonne moyenne et je réussis mes examens de fin d’année. Dans le fond, je fais plus ça pour mes parents et surtout pour mes grands-parents qui trouvent qu’avoir un diplôme scolaire est un atout et que la culture est toujours un plus, pas un moins et pas une charge. Je ne contredis pas, en fait, je n’en sais rien. Ça ne m’intéresse pas plus que ça. La seule chose que je veux…

 

-          Ziegfried, veux-tu descendre manger, ça va refroidir.

 

Je regarde mon carnet avec la recette d’un craquelin que j’ai recopié et essayé de voir ce que je pourrais faire pour améliorer la recette. J’ai hâte de l’essayer, mais je dois avoir un moment tranquille. Le cuisinier de la maison, Grégoire, est aux fourneaux pour notre famille depuis ma naissance.  Mes grands-parents, enfin plus ma grand-mère d’ailleurs, ont un talent horrible dans ce domaine, ils risqueraient de donner pas mal de boulot aux urgences avec des intoxications alimentaires et autres indigestions à la chaîne. Vaut mieux éviter. Grégoire a un talent incroyable pour la pâtisserie et depuis petit je rôde autour de lui, au début pour piquer un truc à becter, puis avec fascination. Il a un tel talent, un doigté incomparable, j’ai pas trop de mots pour dire combien je l’admire. Je veux être comme lui et je ne vais pas attendre des masses pour ça. Je veux devenir boulanger et pâtissier.

 

-          Ziegfried !!!

 

Je laisse mon carnet et dévale les escaliers. Je déboule dans la salle à manger où mon grand-père me regarde en soupirant profondément avant de porter sa fourchette aux lèvres. Ma grand-mère me fait un clin d’œil. Elle a toujours un petit geste comme cela pour moi, surtout quand mon grand-père ne la voit pas.

 

-          Il y a une lettre pour toi.

-          Où ?

-          Non, non ! D’abord, tu finis ton assiette et après seulement tu auras ta lettre. Elle est là depuis ce matin tôt, elle ne risque pas de prendre la poussière si tu ne l’ouvres pas tout de suite !

 

Je souffle. Mon grand-père a un sens de l’humour que j’adore, mais pas toujours. Je mange vite, mais mon grand-père lève la tête et fronce les sourcils comme un vieil ours irrité. Je réduis la cadence, mais je suis plutôt énervé. Je termine mon assiette et je me lève.

 

-          Un petit dessert, chéri ? C’est Grégoire qui l’a fait. Un clafoutis aux fruits rouges.

 

Ma grand-mère me sourit resplendissante, la vive image de la tentation. Elle ne le fait pas express, je crois, mais elle a le chic pour mettre les pieds dans le plat.

 

-          Merci mamina, mais j’ai plus faim.

-          C’est vrai ce gros mensonge ?

-          Vrai de vrai.

-          Alors, ce sera pour ton quatre heures. Il faut toujours goûter, c’est le meilleur coupe-faim pour le grignotage !

 

Je l’embrasse sur la joue qu’elle a toute douce. Je l’adore vraiment. Je sors de la salle à manger et va vers l’entrée et la petite table où il y a le courrier. Je vois la lettre très formelle adressée à mon nom. Si c’est bien ce que je pense, alors il est temps de réaliser mon rêve et mes projets. Mon grand-père est penché sur mon épaule. Il a une étrange capacité à arriver derrière quelqu’un sans qu’on l’entende arriver ou le perçoive. Je sursaute un peu. Il est craignos, des fois !

 

-          Une lettre intéressante ?

 

Je me recule pour mettre de la distance entre lui et moi.

 

-          Quelque chose à nous dire, Ziegfried ?

 

Je regarde son visage qui est aussi neutre qu’une page blanche et je sais qu’il sait quelque chose. Je soupire. Vaut mieux lui dire, après ce s’ra plus facile de le dire à mes paternels.

 

-          Oui. Je crois que je vais prendre le dessert, finalement.

-          Je le savais bien que tu ne pourrais pas résister. J’ai servi de goûteuse, je peux te dire que c’est…

 

Elle donne un baiser sur les bouts de ses doigts réunis pour bien montrer que c’est du pur délice.

 

---------------------------------------Hasta el proximo capítulo -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Jusqu'au prochain chapitre--------------------------------------

 

 

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