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De escritura à écriture
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7 novembre 2023

Voici, aquí estan, mis dos capítulos de mis dos

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Voici, aquí estan, mis  dos capítulos de mis dos libros, mes deux chapitres de mes livres: El laberinto y/et Boulanger / Pâtissier, sinon rien...

El laberinto

 

11.

                Estoy escuchando atentamente la reunión. Hay pocas gentes, supongo que es a propósito. Los debates tornan alrededor de una manifestación que se quiere hacer. Las opiniones son opuestas.

 

-          Si vamos, eso no va a parar la ley que se quiere promulgar.

-          No, pero hay estará nuestra oposición, hacerles saber que todo no vale y que esa ley perjudicara a la Sociedad, es decir a todos los ciudadanos.

-          No. Perjudica a una parte de ciudadanos los demás poco se interesan, están en sus vidas y les importan poco lo que se haga o decida. Son meros corderos para el degüelle.

-          Y es por eso que debemos manifestar para que sepan que se puede opinar y estar en desacuerdo e intentar cambiar las cosas. Ese es un derecho fundamental del libre albedrio y de la vida de los ciudadanos.

 

El muchacho que está en contra, levanta el brazo en el aire meneando la cabeza con irritación.

 

-          ¿Sabes qué? Me voy. Esto es una pérdida de tiempo y ¡esperemos que sea la única pérdida en todo este asunto!

 

Sale hecho una furia y un silencio incomodo se instala por unos segundos.

 

-          Vamos a votar. ¿Quién a favor y quién no? Primero los que no están a favor, luego los que sí y terminando por las abstenciones.

 

Algunos brazos se levantan para el “no”, la mayoría para el “si” y una media decena para la abstención.

 

-          Bien. Los que están al favor quedaros, los demás saliros del edificio según las normas de seguridad.

 

Estas me las sé. Manuel había insistido mucho, muchísimo, que me las sepa de memoria.

 

  1. Nunca fiarse. Observar que no se esté seguido cuando salen de una reunión.
  2. Nunca hablar de estas, incluso a personas que se piensa de confianza.
  3. En las manifestaciones, si alguien cae, no ayudarla, echar a correr sobre todo si la policía está ganando terreno.
  4. Siempre ser precavido y pensar las cosas, observar y reflexionar, dar su sentimiento y su opinión con total libertad y no seguir ciegamente.

 

Me recalco este punto con insistencia y pasión. Pensé que ese era la clave de su acción. No me equivoco, la es, mucho más de lo que pienso. Manuel primero levanta la mano y todos se quedan en el lugar, expectantes.

 

-          Que no os olvidéis de este punto, base de todo, sean cuales sean sus movimientos… ¡SI EL MUNDO NO QUIERE CAMBIAR, NOSOTROS LO CAMBIAREMOS!

 

Después de una fracción de segundo, todos gritan el lema con convicción. Estoy impresionado. Los que no están conformes con hacer esta manifestación salen con algunos saludos a sus otros compañeros. ¡Impresionante!  Manuel se aproxima a mí, saludando aquí y allá e intercambiando palabras con todos.

 

-          ¡Vamos!

-          No vais a preparar la manifestación…

-          No ahora. Lo haremos en otro lugar y otro momento. Tenemos que trabajar tus cursos, ¿no?

 

Salimos por caminos que sería incapaz de recordar. Cada participante hace igual y sale según una nomenclatura particular.

 

 

Manuel da y tiene una palabra y la cumple. Tengo que reconocerlo. Mientras tomo notas de lo que me va diciendo sobre el curso de uno de los profesores más reputado y relevante de la Universidad está acostado sobre la colcha que mi madre me ha obligado a llevarme: “para que sepas de dónde eres y adónde vas y que siempre tengas algo de casa contigo allí.” La ha hecho ella de ganchillo y es bonita, supongo. Eso me lo llevo siempre conmigo valla donde valla.

 

-          ¡Este colchón es horrible!

 

Hago una mueca. Es verdad, pero no tengo dinero para más y mejor.

 

-          Mañana te traigo uno nuevo.

-          No puedo…

-          Si puedes. Regalo. Mi tío Constantino tiene unas tiendas de muebles y de colchones y me dará uno. Es su manera de ser altruista, ya que es un gran rácano en cuestión de negocios. Una manera de desquitarse ya que es ultra devoto y que sigue casi todos los mandamientos de Dios. Una ganga para mí.

 

Pestañeo mirándolo fijamente. Este Manuel sí que no tiene precio.

 

-          Bueno si es para una buena obra…

-          Ya lo estas entendiendo, Pedrito. Acabemos con este asunto. Es tan inocuo.

-          No tanto, tiene su punto.

-          Si, lo tiene. En seguir siendo profesor de Universidad cuando un maestro tiene más valor de enseñanza que él.

-          Eres duro.

-          Con el talento, la valía, la creatividad, el saber, los conocimientos, la libertad de expresión siempre. Si no es así nada tiene sentido.

 

Una media hora de la cama. Hago otra mueca. Es verdad que es malo, malísimo, blando a tal nivel que cuando me acuesto casi roza el suelo. Una penuria.

 

-          Empesamos…

 

Se aproxima a mi mecedora, toma asiento con esa gracia desgarbada que tiene en todo movimiento y me sonríe. Saco los cuadernos, abro uno a la página donde he tomado notas anteriormente, se estira y coge el libro del curso que me tiene en vilo desde varias semanas. Tengo que leerlo, hacer una síntesis, un resumen también y dar una opinión. No tengo ni idea por dónde cogerlo. Miro Manuel pasar páginas tras páginas y suspirar profundamente.

 

-          ¡Ninguna imaginación! Es el mismo libro que da a los alumnos año tras año. No digo que sea malo, pero podría renovar el género, hay otros autores que podría dar a los alumnos lo que pretende enseñar en su curso. Pero así es más fácil…

 

 

 

11a.

 

            En mi casa, mi familia, mis padres, nunca nadie hablaba de la Guerra Civil, por los tiempos, por la costumbre de estar callado, por un miedo residual, por la Sociedad, por la Iglesia toda poderosa, por las víctimas, por el poder. Era así y nadie lo cuestionaba. Cuando salí de España, empecé a escuchar comentarios, explicaciones, historias, testimonios, relatos personales y históricos  y opiniones.  Me quedaba en un segundo plano y escuchaba. No tenía miedo de preguntar, de comentar, de opinar, pero no me salía. El formateo, como dirían ahora y como decían antes en mi juventud el condicionamiento, siempre superó mi libertad de expresión. A veces, sigo así y no sé si eso es bueno o malo. Sé una cosa. Estoy feliz de no haber estado en tiempos de guerra, igual si he sabido entender que era vivir en pos-guerra y en dictadura.

----------------jUSQU'AU PROCHAIN CHAPITRE""""""""""""Hasta el proximo capítulo""""""""""""""""""""

 

Boulanger/Pâtissier, sinon rien

 

1.

 

Je m’appelle Ziegfried. Ma mère jouait dans une pièce de théâtre où le héros s’appelait Ziegfried. Le héros était mon père. De là, la brillante idée de mon prénom. Je vous laisse imaginer les vannes à mon encontre.

 

-          T’es un bon zig, Fried !

-          T’aimes pas les lignes droites, tu préfères les zig zag !

-          T’aimes les Fried’s avec du ketchup, Zig…

 

Il y a eu pire dans le genre, bien sûr. J’encaisse. Dans le fond, j’m’en fous !  Mon nom de famille est… Autant pas en parler. Disons que c’est « secret défense » ! J’ai 17 ans. Enfin, presque ! Je suis plus à quelques semaines près. Mes parents sont les célèbres acteurs, Catrina Lafloris et Rémy Glams. N’étant pas leur clone, personne ne fait le rapprochement entre eux et moi. Ça aide. Je suis en fait un mélange des deux, une sorte de synthèse, voire de parenthèse entre eux et il paraît que je suis plutôt pas mal. Vraiment ? Alors, tant mieux, non ? Je dois dire, sincèrement, que mes parents sont beaux. Réellement. Ils le sont naturellement, aussi. Ils prennent soin d’eux, fond de commerce oblige, mais de manière naturelle et pas à coups de bistouri. J’apprécie. Je n’aimerais pas avoir des parents qui font plus jeunes que moi. J’ai plutôt des goûts simples. Mes parents, moins. Question de standing, glamour et célébrité. Dans le genre « divertissement », je n’aime que les bouquins. C’est pas vraiment un hobby. Peut-on dire que lire est un hobby, genre passe-temps ? Pour moi, c’est plutôt le côté simple du bouquin qui me plaît. On peut le prendre partout, lire partout. On peut rêver, imaginer, penser, sentir, bref, vivre plus avec l’histoire et/ou les personnages. Ou simplement rester le spectateur. Puis, on peut aussi interpréter ce qu’on lit, voire lui donner une suite ou un autre parcours ou aboutissement. Bref, faire une sorte de lecture active voire, interactive dans son imaginaire. En fait… Lire… C’est comme vivre dans des mondes parallèles, mais sans se fouler puisqu’on ne bouge pas de là où on lit. On n’est pas obligé d’avoir un partenaire pour partager ce moment bien que l’on ne soit jamais seul quand on lit. Il faut juste du temps. Quand on veut, on peut. Je veux donc je lis. Simple. Ma mère a dû se battre pour devenir comédienne. Mes grands-parents avaient peur pour elle. Genre : « Que vas-tu, veux-tu faire dans cette galère avec tous ces pirates qui rôdent et qui en veulent à ta vertu ? » Ils ont tout fait pour la dissuader, autoritarisme compris, cela n’a pas marché. Ma mère était convaincue que c’était sa voie, pas une autre et encore moins celle voulue et presqu’imposée par ses vieux. Comme ils n’ont pas pu l’en empêcher, alors, ils l’ont aidé autant qu’ils ont pu. Surtout mon grand-père. Un mec génial ! Pour mon père, ce fut plus simple. Ses parents sont morts lorsqu’il avait 21 ans. Accident de voiture. Il a alors jeté au bac ses études de marketing, ses diplômes et le « cursus scolaire » si apprécié par ses parents, puis direction les planches. Une planche de salut, à mon avis. Ça lui a plutôt bien réussi. Ils ne se sont pas gourés dans leur choix. Chapeau bas, clap clap… J’ai des parents super géniaux ! Je suis heureux pour eux. Vrai de vrai ! Mon père m’a dit un jour :

 

-          Lorsqu’on perd sa famille et qu’on devient orphelin, on cherche instinctivement une autre famille. C’est ce que j’ai fait. Je l’ai trouvée.

 

Parlait-il de ma mère ? Du monde du spectacle ? Des deux ? J’ai pas demandé. S’il l’a trouvée, tant mieux pour lui et pour moi. Mon paternel, c’est un vrai père. Ma mère, une vraie mère. Sauf qu’ils ont plus de strass et de paillettes sur eux que les autres parents. Dans le fond, ça change pas des masses. Ce sont toujours mes vieux ! Depuis tout petit, mes parents m’ont fait entrer dans le monde artistique. Ils ne voulaient pas que je souffre des mêmes inconvénients que ma mère avait soufferts. Cela a commencé par des cours de danse. Au bout de quelques mois, le professeur a déclaré à mes parents que « deux pieds gauches arriveraient à avoir plus de sens du rythme que mon seul pied droit. Alors, le reste… » Tant pis pour Noureev… Mes parents nourrissaient l’espoir que j’en deviendrai un comme lui.

Un peu désappointés, ils m’ont mis à un cours de musique. Enfin, quand je dis musique… Solfège, plutôt. Là, je me suis carrément endormi. Le truc du métronome et des « dooooooo…. rééééééé…. miiiiiiiiiiii…etc… », c’était trop pour moi.  La dame du cours, Madame Rémy, très conventionnelle, un peu coincée mais très gentille était totalement abasourdie. « Jamais, dans mes 35 ans de carrière, je n’ai vu pareille chose ! »  Mes parents ont fait montre de leur meilleure séduction pour essayer d’effacer cet impardonnable impair. Ils y sont arrivés. Pas géniaux pour rien, les vieux ! Madame Rémy a même disculpé mes parents par ces paroles impérissables : « Le talent – et Dieu sait combien vous en avez - ne se transmet pas toujours, hélas ! » Amen. Je ne deviendrai pas un nouveau Stravinsky. Tant mieux.  Ils ont alors essayé la diction. Comme ils me voyaient très intéressé par la lecture, ils se sont dit : « De mot lu à mot déclamé, cela reste des mots. » De plus, il fallait bien que je tienne un peu d’eux, tout de même ! Un tort. La simple idée de lire à voix haute me coupait la voix. Le pire, c’est l’examen de fin d’année. J’avais à réciter un texte court que mon professeur, personne adorable, m’avait fait travailler avec une patience d’ange et une bonne humeur jamais mise en défaut. Au beau milieu du texte, blanc total dans ma tête. Plus un mot. Rien. Le trou noir. J’entendais vaguement la voix de mon prof me souffler depuis les coulisses le début de la phrase à réciter, j’entendais que dalle ! C’est alors que j’ai eu l’inspiration. La mauvaise inspiration… Je me suis mis à improviser. Variations sur un autre thème ! Mon prof tournait et tournait la page pour voir où se trouvaient ces phrases-là, sans les trouver. Le public dont mes parents –invités d’honneur, cela va sans dire– étaient pétrifiés, d’autant que le texte était raisonnablement connu. Quand j’ai fini d’improviser, mon prof était au bord de l’apoplexie et le public ne m’a pas applaudi tant il était stupéfait. Résultat des courses :

 

-          Mon père : Très kitch ! J’avais pas vu ce texte sous cet angle-là…

-          Ma mère : C’est bien d’avoir improvisé, Ziegfried… quoique, il vaut toujours mieux s’en tenir à l’idée générale… pour ne pas déflorer le texte…

-          Ma prof : Inconcevable ! Jamais, je n’ai vu une chose pareille… Inconcevable… Je crois que ce n’est pas son fort… Une autre matière artistique… peut-être…

 

Elle paraissait sens dessus dessous. J’étais un peu triste de la voir comme cela. J’ai pas voulu la mettre mal à l’aise. C’est sorti comme cela. Exit monde du spectacle « verbal » ! Ils ont pensé que j’étais plus manuel. Des cours de dessin. Le prof était assez super, je dois dire. Un vrai anticonformiste qui disait que « l’art devait être l’expression d’un instinct brut ! Après, viendrait l’épure ! » Jamais vraiment entraver l’idée sauf que cela faisait grincer les dents à la direction. J’aimais bien cela. Du coup, il laissait la « créativité » surgir de nos crayons. Pour certains, c’était plutôt bien. Pour moi… Après des gribouillages informes et infects, même lui a dû se rendre à l’évidence. « Un môme de 2 ans ferait plus créatif que toi, Friedzieg. T’es sûrement doué pour quelque chose mais pas pour ça ! » Mes parents ont dû remettre au rencart leurs rêves de Picasso, nouveau millénaire ! Passons à autre chose ! La sculpture. Oui, ils se disaient que sculpter pourrait être un truc pour moi. Un nouveau Rodin, en perspective. Ils ont pas eu tout faux, d’ailleurs. La prof était très douce. Elle nous apprenait théorie et pratique en même temps, tout en douceur. J’ai commencé à sculpter, mais pas vraiment ce qu’elle nous apprenait. Très rapidement, j’ai commencé à créer des pains. Toutes sortes de pains d’argile dans toutes les formes de pains existants. Du carré au rond au rectangle, à la baguette, à l’ovale, oblong. Bref, toujours le même style mais de forme différente. Perplexe, mais pas contraire, elle m’a laissé faire. Un jour, j’ai décidé de faire autre chose. Je suis rentré à la maison avec une chose en forme d’étoile. Mes parents –ainsi que Mlle Firmina– étaient ravis. J’avais enfin compris le côté artistique de la sculpture. En fait, l’étoile n’était pas une étoile. J’avais voulu faire un cake, mais il était tombé comme un soufflé sous la forme d’une étoile. Après cela, j’ai continué les pains. À la fin, on m’a conseillé gentiment de trouver une autre « expression artistique ». J’avais 11 ans. J’ai dit :

 

 « Stop ! Convaincu, non ? Je suis pas fait pour l’art ! »

 

Mes parents ont laissé tomber. Je voyais bien qu’ils ne comprenaient pas comment c’était possible si peu le sens créatif à tant de niveaux différents. C’est simple, la preuve : moi. CQFD. Du coup, ils se sont dit que le sport, cela ne mange pas de pain, c’est bon pour la santé et un sportif de haut niveau, un Platini ou un Noah, père ou fils, c’est très bien aussi. Le basket a sûrement été créé pour plein de gens mais pas pour moi. Dès que le ballon faisait mine d’arriver sur moi, je foutais le camp ailleurs et j’entendais les barrissements furieux de l’entraîneur qui –self control oblige de l’esprit sportif– ne m’a pas écrabouillé du haut de son 1m95. J’apprécie à sa juste valeur. Mais cela ne l’empêchait nullement de me hurler dessus style « adjudant-chef pour recrue lobotomisée ». Donc… Hors-jeu. 

Au tennis, c’était encore pire. Je n’arrivais pas à comprendre les règles. On avait beau me dire : set, match de set… etc… J’étais jamais au courant. De plus je ne sais pas pourquoi, mais la balle n’arrivait jamais à taper ma raquette. Du coup, j’étais soit dans le décor, soit dans le filet mais jamais là où je devais être et la raquette me servait plus comme béquille pour me relever que pour jouer. La honte. Pour la famille. Ils jouent tous au tennis. C’est un peu genre « tradition de famille ». Je suis le mouton à 5 pattes, va falloir s’y faire. Mon grand-père a mieux accepté ce nouvel échec d’autant que ça le fait marrer ! Allez savoir pourquoi… C’est un mec génial !

Après ça, ils n’ont plus récidivé. Ils n’osaient plus, je crois. Ça impose un tel niveau de nullité. J’étais nul en sport. OK ! Ils n’allaient pas en faire une maladie. « Il » finirait par trouver sa voie. En fait, c’est le cas. D’où le drame ! Ce sont mes grands-parents qui ont dégagé le problème de ma « voie ». Après un repas familial, le thème du jour était : « Mais, qu’allons-nous faire avec LUI ! » Mon grand-père a tout de suite dit qu’il n’était pas un « stock échange » et que par conséquence, il fallait respecter qui il était et ce qu’il voulait être. La leçon de son éducation avec ma mère avait porté ses fruits. Je profitais donc de l’usufruit de celle-ci.

Ma grand-mère s’est rangée du côté de son mari. Elle se range toujours du côté de son mari. D’ailleurs, ma grand-mère devrait avoir une particule à son nom : « Mme F., Épouse de Mr R. » C’est la parfaite maîtresse/ femme/ de maison. C’est le Trivial Pursuit fait chair. Elle s’intéresse à tout en général parce que rien ne l’intéresse en particulier. Du coup, elle ressemble à une encyclopédie ambulante et ambivalente. Elle peut communiquer avec tout le monde sur n’importe quel sujet. Elle sait tout sur tout. En surface surtout, mais tout. Du coup, comme je n’ai pas d’intérêt particulier en quelque chose, elle trouvait normal de ne pas s’alarmer, ce qui se traduit chez elle par être d’accord avec son mari pour dire que je n’étais pas un problème. Mon grand-père a conclu la discussion par une positive attitude :

 

-          Laissez-le donc. Il finira bien par trouver sa voie.

 

Je voyais à la tête de mon père que, comme j’étais parti, c’était une voie de garage ! Pas d’doute ! Ma mère n’en menait pas plus large. Mais elle était prête à me laisser du temps. Elle ne voulait surtout pas me mettre la pression. Comme pour elle. Ce qu’il y a de bien avec mes vieux, c’est qu’ils font rêver plein de gens, mais ils vivent pas dans un rêve. Retour à la réalité, ils font comme tous les parents, ils savent pas comment faire. J’ai beaucoup lu. Il paraît que les ados sont difficiles à suivre et à comprendre. Je sais pas. Je peux pas être acteur et spectateur en même temps. D’ailleurs, je préfère être spectateur. Plus cool !

 

 

 

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