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De escritura à écriture
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6 août 2021

Bonjour, Voilà, aqui estan les prochains

20210606_230533

 

 

Bonjour,

Voilà, aqui estan les prochains chapitres de, los próximos capítulos de mis novelas, de mes opus Alba y/et La Matriarca. Bonne lecture!

 

La Matriarca

 

k.

 

Sandro está inmerso en mi ordenador con un aire ilegible. No me sorprende.

 

-        ¿Desde cuándo?

 

No hago como que no entiendo la pregunta. Sé de qué me está hablando, pero aun así no siento que eso me concierne, quiero decir que para mí los artilugios electrónicos me traen sin cuidado y es precisamente de lo que trata su pregunta por la mueca disgustada y sardónica que pone.

 

-        Dos años.

-        Se nota. Menos mal que usas el antivirus si no este trasto sería un desastre total o un agujero negro inútil. ¡Bueno! Voy a actualizar todo lo que puedo y sobre todo verificar que todo está bien…

 

Ha recalcado lo de “todo”, su manera de hacerme saber que no le engaño lo más mínimo y que conoce perfectamente mi indiferencia hacia “todo” este aparato y su contenido. Frunce las cejas, la mirada anclada en la pantalla mientras teclea con velocidad cosas que me parece lenguaje extraterrestre. Sonrió levemente.

 

-        ¡Bueno! De acuerdo. Si eso preparo algo de cenar para luego… ¿Te parece bien?

-        Mm…

 

No me contesta envuelto totalmente en su tarea. Es una de las pocas personas que conozco que puede perderse en un ordenador y olvidarse por completo del mundo. Es como si el artilugio esté tuviera la capacidad de primero engatusarlo y segundo de fascinarlo hasta la desmedida, es decir desaparecer a todo lo que no es la pantalla y lo que le trasmite. Lo miro un momento embaucada con la visión de este hombre completamente ajeno a todo. Lo echo en falta en este preciso momento, incluso sabiendo que dentro de poco estaremos otra vez juntos. ¿En todos los sentidos? ¡Vaya pregunta que me hago! A mí sí que se me están nublando los sentidos. Más vale no pensar en esto y enfocarme en el contenido de mi frigo y de mi alacena. Menos mal que soy de las que siempre tiene suministros “por si acaso” surge un imprevisto.

            Dos horas más tarde Sandro aparece en el resquicio de la puerta de la cocina. ¡Se me ha ido la olla! De hecho, se me han ido varias de ellas confeccionando varios platos de comida. No cocino mucho, pero cuando me lo propongo soy de cocinar varios platos a la vez.

 

-        He terminado…

-        ¡Yo también! Si quieres pasamos al comedor…

-        ¿Por qué? Esta cocina es muy acogedora. Dime donde está todo para poner la mesa y luego te ayudo a recoger.

 

Miro a mi alrededor. ¡Genial! ¡Parece la cocina de Mickey Mouse en la primera película Fantasía! Me sonrojo un poco. Normalmente no suelo ser tan poco cuidadosa. Sandro sonríe poniendo la mesa, luego me ayuda a poner todos los tiestos y demás utensilios en la máquina de lavar platos. Lo demás lo lava en el fregadero con eficacia y rapidez. Sandro siempre ha sido muy apañado en una casa. Nos sentamos después de traer las cacerolas encima de la mesa. Nos servimos con los mismos gestos de la convivencia, esa costumbre doméstica de los años pasados. Parece que algunas cosas no cambian pase el tiempo que pase. Es bueno y es amargo, un recordatorio de lo que tuvimos, de lo que hubiéramos seguido teniendo si no me… ¡Mejor no seguir pensando en eso! No es el momento. No hablamos mucho y creo creer que es por lo bueno que está todo. Acabamos la cena. Le preparo un café bien cargado. El café y Sandro son como dos dedos de la mano, siempre juntos todo el día. Recogemos todo y nos encaminamos a mi despacho. El ordenador resplandece encima de ese enorme buro que tengo como mesa de trabajo o de ocio. Sandro me señala mi excelente silla ergonómica con una sonrisa, esa sonrisa tan suya, y se sienta a mi lado en una silla que ha recogido del salón. Tengo algo con las sillas, me gustan muy cómodas sin importar que sean bonitas, modernas o de diseño. Lo principal es que se esté a gusto en ellas.

            Sandro me pone delante cuatros retratos de los jóvenes asesinados que parecen ser fotos que se toman en eventos oficiales como cuando se recibe un diploma o un premio. Se les ve poco sonrientes, pero ciertamente vivos. Aprecio que me haya sacado estas cuatros de la carpeta llena de fotos más personales que Sandro me ha descargado en mi ordenador. Me permite ver el parecido asombroso que tienen y también las sutiles diferencias que los hacen únicos.

            Ramón García Menéndez. Tenía 21 años, era el más viejo del cuarteto, nada en él destaca, parecía un chico del montón, con ojos marrón claro, unas facciones bastante corrientes, unos pelos cortados sin ningún estilo, el típico corte que se hace para asearse. Medía casi uno ochenta y era de complexión delgada. No parecía haber tenido afición a los deportes, pero se le notaba que era un muchacho sano de una manera natural. Una leve sonrisa bailotea en los labios finos y bien delineados. Lo que recuerdo haber leído de sus aficiones y demás peculiaridades es poco relevante. Por lo visto su existencia consistía a vivir sin más las cosas que se le ponían por delante. Supongo que todos hacemos por igual o, ¿no?

            Cristóbal Pérez Galdo. 20 años a punto de cumplir los 21 por una semana, nada de particular sobre este chico. Ningunas pasiones o adicciones o cosas que le interesaba más que las demás. Un punto en común con su infortunado compañero de matanza. Mismo atuendo que el precedente chaval, un jersey de mangas largas sin ningún logotipo, dibujo o letra, un par de vaquero al estilo de hoy en día, es decir talla baja, rasgos comunes, ojos de color avellana, parecía normal sin más, misma talla que Ramón, suela poco sonreír en el retrato, hay una cierta seriedad en él, pero puede que sea por las circunstancias en el momento de tomar esta foto. Nada atrae mi atención cuando miro detenidamente la página glaseada de la foto.

            Tomas Ramírez Gutiérrez. 20 años, de sonrisa fácil y amplia, un hoyuelo discreto en la barbilla, el más alto de los cuatros con su casi metro ochenta y cinco. Parecía un poco más fornido que sus compañeros de desdicha, aunque eso puede ser por ser más alto. Creo recordar que estuvo una temporada dedicándose a hacer ejercicios para muscularse, pero lo dejo bastante rápido sin que haya habido algo de especial que lo impulse a tomar esta decisión. Supongo que fue un deseo momentáneo de ejercitarse y que perdió su interés en un momento dado. Nos pasa a todos frecuentemente este tipo de comportamiento, interesarnos por algo y dejarlo poco tiempo después por razones muchas veces pocas claras o lógicas. Los pelos al igual que los dos otros están recortados sin ninguna peculiaridad estilística y nada en él parecen demostrar que es más que lo que muestra en esta foto. Los ojos se ven igual de marrón que los dos muchachos anteriores, pero quizá con un brillo peculiar debido a la flamante sonrisa.

            Lucas Prado Martínez. 20 años, una nariz algo más aguileña, pero tan levemente que solo una buena mirada puede destacarla. Ninguna sonrisa asomándose por el rostro y un aire ausente que posiblemente se debe al momento. Los pelos del mismo corte aburrido que los demás muchachos, un metro ochenta, de complexión delgada, usaba unas ropas que son casi idénticas a las de sus desafortunados compinches de tragedia. Hay una cierta dulzura en este chaval, aunque no es muy evidente vislumbrarlo, es una impresión ya sea por sus rasgos bien definidos o quizá por la manera de enfocar la mirada. No destaca más que los otros, aunque un poco sí. Supongo que al estar con él se podría sentir mucho mejor esa suavidad que parecía tener. De niño tuvo algunas aficiones - o hobbies como lo llaman ahora - como el dibujo, unos cursos de música, deporte de combates, ju-jitsu, boxeo y lucha, si bien recuerdo. Por lo demás parece ser un chico corriente y normal que iba por la vida sin más ni menos.

            Aquí están los cuatros chicos. A primera vista no tienen nada de especial, sin embargo, alguien o varios han decidido que eran lo suficientemente fueras de lo común para que se les dé ese tipo de muerte y de sepultura. Me toca encontrar que es ese “algo”, porque es el meollo de este asunto, el lazo que une cuatros jóvenes que no se conocían y aparentemente no tenían nada que ver los unos con los otros. ¿La excepción podría ser NTT? Quizás… Eso queda por demostrar. Miro los cuatros retratos que podrían casi ser intercambiables si no fuera porque aquí hay cuatros seres humanos distintos, particulares, esenciales y únicos. Miro de soslayo a Sandro que no se ha movido de su asiento mientras inspeccionaba cuidadosamente con lupas los retratos. Ya sé. Muy a la Sherlock Holmes, pero ¿quién puede afirmar que no lo hacía porque la vista no la tenía del todo bien como es mi caso? Me mordisqueo el labio inferior, un mal hábito reflexivo cuando me siento algo molesta. ¿Es relevante para mí y mi objetividad saber quién de estos cuatros jóvenes es el ahijado de Andrews e hijo de un amigo de Sandro? No quiero preguntar.

 

-        ¿Quién es el…?

-         

¡Mierda! A eso se le llama un acto irreflexivo. Sandro me sonrie y sé que entiende mi dilema. Sabe cómo funciono, me ha visto muchas veces manos o, mejor dicho, pensamientos a la obra.

 

-         Lucas. Se llamaba Lucas y es esta foto.

-         

Apunta con el dedo a la cuarta foto. No sé todavía si eso es bueno para mí saberlo ya que he escuchado como se le ha endulzado la voz y visto como se le ha enternecido la cara. Tendré que tenerlo en cuenta o no, según. Suspiro para mis adentros. No puedo hacer más por ahora. Tendré que dejar que estos rostros y los demás informes entren en mi mente y haga su trabajo de investigación. Las conjeturas y posibles pistas no vendrán hasta que lo tenga todo bien analizado en mi mente. Sandro no dice nada. Me deja cavilar. De hecho sabe que no puedo manejar más por hoy. Podría hablarme de Lucas, pero sé que no lo hará, por ahora, no es el momento. Se acerca lentamente a mí, dándome opción para apartarme. Su cara es de jugador de póker, pero sus ojos son anhelantes con una pregunta imprecisa en ellos. Se para a un palmo de mi cuerpo, sus ojos clavados en los míos.

 

-        Me tengo que ir…

-        Quizás…

-        ¿Quizás sí o quizás no, Tilda?

-        Te podrías quedar a dormir aquí, tengo una habitación de invitado y está lloviendo a mares…

 

Hasta que lo digo no me he percatado que así es. Los truenos son ensordecedores y algunos relámpagos dan repentinos haces escalofriantes de luz. Los crujidos de la casa me dicen bastante sobre lo fuerte que está siendo la tormenta. ¿Más de la que estoy desatando aquí mismo con Sandro? Me mira con una mirada hambrienta y sé que esta noche no hay vuelta atrás. Ha llegado hasta mí y quiero que esté cerca de mí. Sandro da un pasito para atrás y me extiende la mano. Deposito la mía algo temblorosa en la suya. No me acuerdo si he puesto sabanas en la cama de la otra habitación, pero… ¿A quién le importa realmente?

 

 ------------------------------------------Hasta el próximo capítulo------------------------------------------------------------------------------------------------------Jusqu'au prochain chapitre-------------------------------------

 Alba

 

Alba - 11 mois et trois-quarts ou presque…

 

k.

 

            Damien et Gabriel entrent dans la spacieuse cuisine, les bras et les mains chargés de lourds sacs emplis de victuailles et autres choses utiles pour le ménage. Ils s’arrêtent nets en voyant l’état dans lesquelles se trouvent leur compagne, leur cher ange ainsi que la cuisine, du moins le coin où elles se trouvent. Clémence a les cheveux en bataille, des éclaboussures de nourritures sur ceux-ci et ses vêtements sont pareillement souillés. La chaise haute, le sol alentour jusqu’au mur sur le côté où elles sont jonchés de particules alimentaires. Cela ressemble à un chantier ou un champ de bataille.

 

-        C’était journée bataille rangée de réfectoire scolaire ? Pourquoi je n’ai pas été invité ?

 

Gabriel lance un regard réprobateur à Damien. Clémence rejette en arrière une longue mèche échappée d’un chignon qui menace de s’écrouler à n’importe quel moment, étalant de ce fait une trace d’une sorte de purée jaunâtre et orange sur celle-ci. Clémence regarde ses doigts et pousse une sorte de hoquet exaspéré et désespéré.

 

-        J’en peux plus !

 

Elle laisse tomber les épaules en poussant un énorme soupir, l’image même du désespoir. Alba pousse un cri aigu et joyeux, reconnaissant ses papas et tapant sur l’assiette creuse en plastique dur, à moitié vidée, qui s’écroule bruyamment sur le sol en aspergeant de plus belle celui-ci. Clémence relève la tête, pousse un long gémissement, alors qu’Alba s’agite pour essayer de quitter le siège tout en étendant ses petits bras vers ses papas. Clémence regarde sans voir le sol à ses pieds, véritable dépotoir, puis ses pieds et le bas de son pantalon informe également décoré de minuscules morceaux d’aliments.

            Damien et Gabriel posent les sacs sur la table et les plans de travail et se dirigent vers leur compagne et leur petit ange. Ils s’envoient un signe de reconnaissance. Gabriel s’approche de Clémence et se penche vers elle.

 

-        Clémy, dulzura… Viens là !

 

Il la soulève délicatement pour la ramener vers lui, mais elle se rejette en arrière.

 

-        Non ! Tu vas te tâcher, je suis un désastre comme…

 

Elle fait un geste englobant sa personne toute entière. Il secoue la tête et a ramène vers lui. Elle se laisse aller en poussant un soupir, épuisée. Il la détache de leur étreinte.

 

-        Vas te débarbouiller, on prend la suite…

-        Mais…

-        Hé, dulzura… Vas-y. Prends un bain, détends-toi, on s’occupe de tout.

 

Elle pose son front maculé sur le sweet, épuisée et désorientée, tachant le tissu. Gabriel la berce légèrement tout en l’incitant à s’éloigner vers l’entrée.

 

-        Vas-y ! On gère !

 

Il l’embrasse sur les lèvres et la pousse plus fermement vers la sortie. Elle se dirige vers la sortie non sans lancer un regard inquiet et d’amour vers sa chère ange. Damien qui cajole leur chère petite, ravie de voir ses papas près d’elle, agrippe suavement le bras de sa compagne et la ramène contre lui en l’étreignant doucement et l’embrassant.

 

-        Vas-y ! On assure grave, petite fée.

 

Clémence se laisse aller un peu contre lui, puis sort de la cuisine. Damien prend une nouvelle assiette colorée avec des personnages de l’imagerie enfantine habituelle, une cuillère, un nouveau bavoir plus grand et un torchon. Alba rit, se dandine, tape sur le plateau maculé de la chaise haute, pousse des petits cris qui résument la joie délirante qu’elle a de voir ses papas. Elle est si comique que Damien rit en sourdine. Il ne veut pas trop se réjouir, après tout le carnage n’est pas à plébisciter, ni à féliciter. Cependant… 11 mois et  quelques semaines, faut pas trop en demander, non ?

            Gabriel nettoie tout avec dextérité sans un mot. Pour quelqu’un comme lui, adepte de tout à sa place et sa place à chaque chose, ceci doit être pénible, mais voir Clémence aussi défaite et étourdie lui déplait encore plus. Cependant… cependant ! Damien s’installe devant Alba.

 

-        Alors, Alba, mon ange, tu as dégainé ton côté petit démon...

 

Alba pousse un autre de ces sons improbables qui doit avoir un sens pour elle. Il lui sourit, tendrement et amusé, tout en restant ferme sur ses gestes, pas dans l’assiette et la cuillère est hors portée aussi. Elle accepte sans trop rouspéter et ouvre obligeamment sa bouche encore très édentée. Damien lui débite des mots tous plus sots les uns que les autres, des mignardises entourées de toute sa tendresse et de son immense joie d’être avec elle. Très vite le repas s’achève. Il lui présente un biberon avec de larges anses qu’elle agrippe de ses petites menottes et bois avidement. Damien en profite pour décoller quelques morceaux inconnus de ses cheveux et de ses bras. Le bain sera bienvenu. Ils l’espèrent.

 

-        Y’a des jours sans…

-        Oui. Vas voir Clémence, Gab ! Je crois qu’elle est aussi dans un jour sans…

-        Oui.

 

Gabriel embrasse doucement le petit bout et les cheveux. Sa petite ange… Preciosa toda ella (précieuse toute elle).

 

 

l.

Damien est dans son bureau. Aujourd’hui, il garde Alba, indisposée et donc exemptée obligatoirement de la crèche. Personne n’a pu les dépanner, aussi Damien a décidé de la garder. Cependant, il doit travailler dans son bureau. Il a aménagé une partie de celui-ci pour Alba. Il a apporté son lit pliable qui peut faire office de parc, ainsi que d’une petite vingtaine de jouets de toute sorte, de sac sortie, révisé avec soin et bien sûr un tas d’autres choses qu’il a glissé dans un autre sac de sport au cas où. Gabriel a fini par déteindre sur lui. Pour l’heure Alba a fini de parcourir en crapahutant tout son bureau, préalablement revisité afin que rien ne puisse la blesser malencontreusement. Elle s’est installée sur son tapis de jeu où sont éparpillés ses jouets et qui jouxte un grand et moelleux matelas en mousse où elle se laisse tomber de temps en temps, grimpant dessus comme une vrai alpiniste chevronnée des hautes cimes.

            Damien reporte son regard sur son ordinateur. Si ça n’avait été à cause de ces deux commandes urgentes, il serait resté à la maison avec Alba, mais business is business. Il se concentre tant et si bien qu’il relève la tête en sursautant. Roland, dit « la puce atomique absorbée », alias Rol est accroupi face à une Alba assise qui agite une de ses poupées en toile rose avec un visage en caoutchouc doux et stylisé devant lui. Rol a les sourcils froncés, totalement fasciné et intrigué par Alba. Damien ne dit rien. Il est surpris et très curieux de voir ce qui va se passer. Avec Rol, tout est possible. Il observe consciencieusement Alba. Il relève la tête et me regarde.

 

-        C’est Anna.

-        Alba.

-        Oui. Comment tu fais pour communiquer avec elle ?

-        Comme avec toi. Je lui parle.

-        Elle comprend ?

-        Oui.

-        Tu peux déchiffrer son algorithme de paroles ?

-        Elle ne parle pas encore.

-        Elle émets des sons ?

-        Oui.

-        Alors il y a une fréquence, un algorithme.

-        Sans doute.

-        Tu peux le déchiffrer ?

-        Je crois que oui.

 

Alba s’approche en crapahutant prudemment de Rol. Elle tend la main. Pour une raison inconnue de tout le monde sauf de lui, il s’est fait une coiffure assez étrange. Un hérisson aurait pu l’adopter dans le cas où il aurait eu des cheveux. Rol baisse la tête pour lui faciliter la tâche et Alba pose ses petites menottes sur les épis. Elle pousse un petit borborygme et sourit amplement à Rol. Il ne bouge pas, laissant la petite passer et repasser la main sur les cheveux tout en émettant une série de petits sons approbateurs et heureux. Rol relève un peu la tête et la tourne vers Damien.

 

-        Elle aime mes cheveux. 

-        On dirait bien.

-        Elle aime les cheveux ?

-        Pas plus que ça, je crois.

-        Ces sons qu’elle dit ne sont pas parce qu’elle aime les cheveux ?

-        Je ne crois pas. Elle pousse des petits sons comme çà pour d’autres choses.

-        C’est, parce qu’elle aime ce qu’elle touche ?

-        Oui.

-        D’accord. Anna explique bien, alors.

-        Alba. Oui, elle s’exprime bien pour son âge.

-        Quand va-t-elle dire des mots ?

-        Difficile à dire. Quand elle sera prête, j’imagine.

 

Rol s’avachit sur le sol. Alba suit le mouvement, la main serrée sur des brins de cheveux.

 

-        Pas de doute, alors.

-        Non.

-        Elle est gentille.

-        Oui.

-        Si je lui donne un bizou sur la joue, elle va aussi dire des sons ?

-        Il faut essayer.

 

Il se remet lentement à genoux, puis accroupie à la hauteur d’Alba, ce qui est pratiquement un exploit. Elle n’a pas lâché les cheveux, ni les mouvements lents de Rol par son regard attentif et vaguement intrigué. Malgré son jeune âge, elle a une acuité visuelle et aussi une intensité d’observation qui l’époustoufle toujours. Elle a l’air de…

 

-        Elle est attentive. Elle comprend tout, même si elle ne dit pas les mots. Elle est dans l’algorithme.

-        Oui. Oui, elle l’est.

 

Il approche ses lèvres de la joue. Alba lui sourit et tourne le visage, comprenant ce que Rol veut faire et lui donnant son assentiment. Damien sourit, ému. Son ami si particulier et extraordinaire a connecté complètement avec Alba. Quand il racontera ça à ses amours… Rol se détache et reprend sa place.

 

-        Elle a les mêmes yeux que vous trois.

-        Ah !

-        Oui. Ils sont brillants et ils sont heureux.

-        Oui, Rol, oui.

 

Il reste là dans la même position. Alba prend des jouets autour d’elle et les présente à Rol qui les prend sans trop savoir que faire. Elle agite plusieurs fois sa fanfreluche préférée devant lui, une manière de lui faire partager ce qu’elle aime le plus. Rol semble le comprendre. Damien revient à sa tâche. La journée ne pourrait pas aller mieux ou… si ?

 

------------------------------------------Hasta el próximo capítulo------------------------------------------------------------------------------------------------------Jusqu'au prochain chapitre-----------------------------------

 

 

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