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De escritura à écriture
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28 août 2021

Un mundo en harmonia « Ha habido una evolución

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Un mundo en harmonia                  

 

« Ha habido una evolución muy rápida en el mundo y todavía no ha hecho la digestión » Mi padre después de una discusión de cómo va la sociedad.

« ¡El mundo se acaba para todos lo que se mueren, lo demás es tontería! » Mi padre cuando le dije, bromeando que según algunos el mundo se acabaría en 2012.

Crear es resistir. Resistir es crear. ¡Indignaos! Stéphane Hessel

 

α

 

               Una puesta de sol. El amanecer de todos los amaneceres. Empiezo y final del día. El horizonte se desliza sin moverse. Es hora de irse. ¿Adonde? Rayos llegan vislumbrando lo que será de la jornada. Camino lentamente. No sé adónde ir, si es que debo ir a algún sitio. Se supone. ¿Quién lo dice, lo manda? Apuesto mi pellejo que todo sigue en pie y, si no, ya tendré que ir a por todas. Suena el móvil. ¡Genial! Deseo contacto social como otro desea harmonía en su pareja y solo le queda con lidiar un cotidiano de infierno. El mundo ha girado. ¿En mi sentido? Me muevo levemente para que no me dé de lleno el resplandor matutino.                    

                                                          

-        -    -    -    -    -    -

 

Rascacielos de nubes, icebergs espumosos flotando en el vacío azulado, el avión se desliza como pez en el agua como ave de metal en el aire. Pronto llegaré o ya queda poco. El viaje trascurre, yo no. Demasiados momentos largos y penosos, demasiados disturbios. Llego con ganas de despotricar y siento necesidad de quedarme parado en la nada. Me queda poco o mucho para conseguir. Ese es el punto. ¿Para sentirme en harmonía o en sintonía? Garabatos blanquecimos compiten con mi imaginación cansada. Vamos a 1150 km/h y estamos a unos trece miles metros. Tengo, más que nunca, la sensación de estar en estado estático, una estatua de carne y huesos, suspendido en la nada como si todo fuera una pesadilla, un espejismo, un ensueño arrebatador de vida. ¿Puedo sentirme menos vivo que en estos momentos?

 

-                  ¿Desea usted una consumición, señor?

 

La azafata me devuelve al presente. ¿Dónde me he fugado? Duele volver en sí. No es fortuito, llevo así desde hace, ¿Cuánto? ¿Un siglo? ¿Una eternidad? ¿Y, hasta cuándo?

 

-                  No, gracias.

 

La sonrisa profesional cordial se traslada a otro viajante con aire de reconocimiento. Caigo en el mismo estupor. Mis pensamientos van flotando en mi mente. Cuando venga el tiempo… ¿Tendré hora concertada para una cita con mi futuro? Keane en los oídos, un ratito de felicidad. Los nubarrones como copas de nieves amontonados se pierden a mi vista en un largo sustituir aéreo. Queda una media hora. Ojala… Ojala…

           -    -   -    -    -    -    -

 

            Los tobillos atados. El cuerpo erguido. Manu me habla. Su voz es potente, pero no tanto como el viento que azota en círculos perezosos. El arnés cruje al mover levemente mis pies sobre el parapeto de piedra gastada. Mis brazos se quedan a mi cuerpo. Palabras llegan hasta mis oídos. “… dejar el cuerpo…” “… sin rebotes…” “… cuerdas dobles…” “… 90 m…” “… cuerpo… péndulo…” “… tracción…”. Mi mente no escucha. El cielo será del revés. Quiere cielo abierto. Lo va a tener. La tierra esta abajo. Su piel tiene escalofríos. El calor la inunda. El frio se insinúa en su vientre bajo el arnés. Respira hondo. Libertad absoluta. Lleva seis meses pensándolo. Tantas cintas videos. Quiere sentir el aire y el silencio, la oscuridad y la luz. El miedo retrocede vencido. El placer predomina. Unas voces se alzan a su alrededor. Unos clics resuellan en el aire cálido. ¿Fotos?

 

-                  ¿Lista, Tina?

 

Mi cabeza hace un movimiento que lo complace. Mis pensamientos se esfuman. Quiero ser cincos sentidos sin más. Quiero ser ángel caído del cielo. Quiero tomar la medida de mi peso mental. Quiero sobrevivir a un instante eterno de vacío, de la nada, del todo, de lo que soy sin más. Veo la imagen de un cuerpo dispuesto a saltar. Separo mis manos de mis costados. Mis pies hormiguean, expectantes. La voz de Manu se desvanece en unas últimas palabras. Hago un paso adelante, mis brazos se abren como alas de carne. El viento me rodea como una capa suave y susurrante. Una risa brota de mi pecho. Caigo lentamente. El silencio me absorbe. Mi sangre danza en mis venas. Ligereza es mi nombre, suspiro es mi dicha, placer es su sinónimo. La cuerda baila al son del cuerpo. Me estoy comiendo el mundo. Soy nadie y nunca más he sido yo misma. El suelo aparece entre trozos de cielo azul brillante. El sol me ciega por momento. El aire habla de lo que anhelaba. Sus murmullos son caricias. Mi carne se vuelve etérea, mi piel es lecho de felicidad. La cuerda se tensa. Me vuelvo péndulo humano a la merced de la espera. Mi vista se desenfoca luego vuelvo  a atisbar algo de la línea del horizonte. Mi cuerpo oscila indefinidamente. Soy péndulo marcando compas de una sinfonía que solo yo puedo escuchar. No veo nada que no sea una eternidad placentera. Estoy en el vientre de los elementos y el vacío es mi madre.

 

-                  ¿Todo está bien?

 

Hago un gesto con la mano. Flacidez. ¿Todo está realmente bien? Soy el infinito, cruzo los brazos como una momia. Hago ese movimiento de un ocho acostado. Soy el infinito que se mueve al compa de la música del aire aquietado. Mi cabeza se despega de mi cuerpo. El miedo se apacigua en mí. El rencor queda. Me ha dejado sola. Lo odio. Lo anhelo. Soy un alma perdida en un cuerpo pesado e inútil. El instructor - ¿Cómo se llama? – me hala lentamente. Mis oídos vuelan con los latidos de mi corazón. Soy ahora un pulso anegado de sangre. Cuando la nada se convierte en el momento de regresar al suelo firme y andante, me llevo conmigo un pedacito de cielo, un pedacito de tierra. El aire se queda fuera. Lo necesitaba. Unas manos me atienden con esmero y eficacia. Mi vista se enfoca en el instructor. Me sonríe satisfecho y feliz. Me sostengo al parapeto de hormigón del puente. El suelo firme es un amasijo tembloroso que recorre mi mente sofocada.

 

-    -    -    -    -    -    -   

               Δ

            Un viaje está previsto. Vuelvo al lugar donde me alojo, es decir lo que otros denominarían casa u hogar. Si es una u otra cosa, eso queda por demostrar. Me siento más en mis aposentos estando aquí y allí. Cuando me dicen: «  eres un trotamundos », « eres un viajero », no me siento a gusto. Digamos que soy más bien un… andador encarnado. Me gusta moverme, tener el sentimiento de tener toda la vida circulando mientras voy por aquí y por allá. Nani, mi estupenda mano derecho, colaboradora indispensable me dice siempre.

 

-        Y, ¿no te cansas de siempre estar por todos los lados sin estar jamás en una en particular?

 

Planteado así me puede entrar la angustia de ser solo un viajante. Puede que sea verdad y debería preocuparme de ser solo una pulga saltarina o peor uno que no tiene donde caerse muerto. Salvo que tengo recursos económicos. ¿Humanos? Si abro mi agenda electrónico, este IPhone de ensueño al cual solo le falta la palabra para ser un acompañante medio perfecto, me encuentro con… ciento treinta y siete contactos entre algunos muy cercanos desgranándose hasta el qué me deja sus datos en el caso de… ¿qué ? ¿Un acuerdo profesional? ¿Un trato comercial? ¿Un encuentro casual? ¿Lo lamento? ¿Debería cuestionarme sobre esta eterna fuga aquí y allí con o sin rumbo y con o sin tumbo? ¿A quién quiero engañar? Me gusta. Si no ya hubiera cambiado mi estilo de existencia, ¿no? ¿De verdad uno puede tener todo tan claro en lo que quiera o no para sí mismo y/o para su vida en general y en particular?

 

-        Bonjour ! Désirez-vous une consommation ?

-        Non merci.

 

Nunca como en el vuelo. Salvo si son más de cinco horas. Pero para menos tiempo puedo aguantar. 10.932 metros de altura sobre el cuello. ¿Si puedo considerar que estos viajes por avión me eleva?

 

-        Mesdames, messieurs les passagers, nous arrivons à notre destination, l’aéroport de…

 

Mi mente se va por la vía Tarifa. Todas estas frases tan bien ensayadas para emitirlas a los miles de viandantes me tienen sin cuidado. ¿Dónde he ido a parar mi espíritu de aventurero? ¿Esto se ha vuelto solo rutina? Soy ejecutivo de una empresa. Lo de alto me lo salto. Hace tiempo que veo mi « carrera » como una rutina que me aporta… dinero, comodidades y… ningún sentido a lo que quizá quisiera o anhelaría. ¿De verdad me he vuelto cretino? ¿La crisis de los cuarentas a los treinta y siete?

 

-        Nous recommandons de ne pas retirer vos ceintures de sécurité avant l’arrêt complet de l’avion et de…

 

Lo mismo que antes. Estos mensajes me saben a anuncios de publicidad y no me interesan. Tengo bastante con los que llevo con mi oficio. ¿Me da todavía beneficios y no solo oficio este trabajo?

            Los pasajeros se vuelven frenéticos a mí alrededor. Quiera o no el avión sigue siendo un envoltorio en metal que puede ser un ataúd en cualquier momento. ¡Por favor! ¿Que alguien me dé un mazazo ! No puedo creer que me estoy…

 

-        Sorry… Do you want…

 

Una señora de cierta edad me hace la pregunta en un sussurre anhelante y confiado. Quiere su maletita encajada en el compartimiento encima de los asientos.  Se la bajo. Añado unas cuantas palabras amables al agradecimiento de la señora. No pierdo modales. Mi madre puede quedarse tranquila. Puedo ir por el mundo. Salgo de mí… ¿hogar transitorio? Mis compañeros de viaje van a paso firme, determinado y veloz para buscar el equipaje y salir volando fuera del aeropuerto para correr hacia el coche, el tren o el autobús y llegar presuroso a sus casas para rápidamente desplomarse en vista de la próxima carrera hacia el lugar de trabajo o los almacenes de compras o… ¿Siglo de correr y de falta de tiempo? ¡Genial!

            Nos encontramos delante del tapete mecánico que escupe continuamente equipajes. Los viajantes siguen agitados, impacientes y groseros. Algunos me apartan sin contemplaciones ni miramientos para llegar más rápido hacia la maleta tan deseada. Con apremio las ponen sobre sus ruedas o el carrito para salir pitando, sin olvidar de puntualizar sus movimientos con codazo. Algunos mascullan algunas palabras sin echarme siquiera una ojeada de disculpa.

 

-        Excusert…

 

Una rubia estilo amazona muy bien vestida y probablemente belga de la parte flamenca del país me ha dado un pisotón. Se sobresalta. Supongo que no había reparado en el hecho que estaba en el sendero que ella ha decidido avasallar. Se aparta y sigue velozmente su camino. Otros hacen igual con la misma meta enfebrecida, salir a toda costa de este espacio cerrado.

 

-        Sorry…

-        Oh… Désolé !

-        Pardon…

-        Excusez-moi…

-        Excusert…

 

Luego siguen adelante como corderos para el matadero. Hago una mueca. Algunas cosas no cambia.

Recupero mi maleta y voy para la salida donde montones de gentes esperan impacientes y anhelantes sus allegados. Las puertas corredizas susurran al abrirse para dejar pasar otro brote de excitados pasajeros. Miro sin mirar a los que me rodean, luego… la veo. Ha venido a… ¿Buscarme o disculparse?

Miro los ventanales que dan a la salida. Una luz escarza me da una idea del tiempo que hace, cielo cubierto, encapotado de nubarrones amenazadores. Espero que los campos y otras zonas y áreas verdes lo agradezcan, porque ahora lo único que deseo es irme bajo un cielo más clemente y preferentemente azul. Llueve también. No he estado muy atento cuando han dado el parte climático por los comunicadores cuando el avión emprendía su descenso hasta la pista de aterrizaje asignada.

Se acerca a mí con cautela. Esta guapísima para variar. Se para a un paso de mí y levanta su cara hacia la mía sin dejar de mirarme a los ojos. ¿Estrategia o sinceridad?

 

-        Hola… ¿Has tenido buen viaje?

 

No pestañeo, cara de póker, pero me dan gana de reír. ¿De verdad me lo está preguntando? Suspira levemente y pasa delante de mí bajando la mirada. La sigo. Sus caderas se balancean con esa soltura y esta gracia que me seducen siempre. Se para y me mira dudosa.

 

-        Tengo el coche en el parking…

 

Parpadeo. Su cara se ruboriza. Suspiro.

 

-        De acuerdo…

 

Le hago un gesto para que se adelante, luego me posiciono a su lado y echamos a andar.

 

                                     -    -    -    -    -    -    -

            He vuelto a hacerlo. La pantalla del portátil está iluminada en la oscuridad de mi pequeño buro. No me siento brillante. Me siento patética. Tecleo con rapidez hasta llegar donde quiero. Twiter. Las redes sociales me han traído sin cuidado desde que se de ellas. No las necesito. Ella sí. Obviamente. Quiso hacerme participe de ese mundillo aparentemente exclusivo, pero a escala universal y no lo consiguió. Ahora tampoco. Solo estoy aquí ahora delante de su cuenta porque… ¿Qué pasa cuando un “tweetero” muere en la vida real? No hablo del que deja la cuenta podrirse en la red, ni el que se borra o cancela su cuenta. Hablo del que ha estado casi día y noche tecleando para colgar videos, fotos, comentarios, escaneos y vaya a saber cuántas cosas más, todas piezas y pedacitos de lo que la persona llama su vida, un verdadero puzle con una visión extraña. Hablo del que se siente acompañado, existente, importante y valorado porque tiene miles de amigos o visitantes o lo que sea que lo llamen. Hablo de esa manera de comunicarse como siendo parte de una opinión sobre uno u otro tema, dando el sentimiento de estar liado a una gran asamblea. ¿Una especie de ágora multitudinaria? Hablo de Santi, mi alma gemela, mi compañero, el amor que nunca soñé con tener y que me ha abandonado bajo el estruendo de carrocerías quebradas de coches en una autovía camino a nuestro hogar. ¿Que pasan con estas cuentas? ¿Alguien envía a no sé quién un certificado de defunción para liberar espacio cibernético? ¿Dónde se puede tener esta valiosa información? ¿Google? ¿Yahoo? ¿Bing?

            Deslizo todo lo que puedo tener de él. Miro su cara sonriente en algunas fotos. Nunca quise que me “cuelgue”. Me parecía algo absurdo y hasta obsceno. Una cosa es poner fotos en tu casa y que las vean los que vienen por allí, otras es que cualquiera tenga acceso a estas con no se sabe qué fin ni que mirada. Me niego. ¿Anticuada yo? Sí. Lo reivindico. Por mi misma. ¿Los demás? No vivo con ellos, existen, viven, me cruzo a veces con ellos, eso es todo y mucho. Mañana estaré bailando sobre las olas. Siento el salitre llegar hasta mis fosas nasales cuando pienso en ese momento. Quizá un día iré a ver como una puede sentirse en el vientre del líquido movedizo y salado. Hasta ese momento me conformara con estar cerca de este elemento. Tecleo. La página de Santi está a punto de desaparecer. La pantalla sigue brillando en la oscuridad. No puedo. Cierro la tapa con un chasquido firme y ruidoso. Una bofetada metálica a este dolor que siento. Santi…

 

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            Una puesta de sol. ¿Una apuesta de un nuevo día genial? Los rayos apuntan un alba sonrosada llena de un amanecer de esperanzas y anhelos. ¿Para quién? ¿Para qué? Se levanta la jornada como se levanta una sesión de trabajo. Miro la esfera llameante tan perfecta, tan esplendida… El tiempo se detiene para todos, una respiración atorrada en un espacio infinito. Me decanto por el silencio absurdo que precede el ferviente bullicio que no tardará a enloquecer toda la ciudad. El cielo esta estático, sereno como un sabio. ¿Cuánto de todo esto el cielito ha tenido que presenciar ya? ¿Acaba él por cansarse de estos pasos cotidianos de una sociedad supuestamente civilizada? ¿Piensa a veces que las otras épocas fueron mejores que esta? O, ¿Es que todos los tiempos son iguales ya que son detenidos por la misma naturaleza, la humana? ¿Acaso esto es relevante? Miro mis manos con el reflejo de una claridad que hace cada mañana algo tan especial y tan normal. Me siento envuelta en un color y un calor profundo y eterno. Ver una puesta de sol es como ver el empiezo de la Tierra en el vasto universo. Suspiro. Mis labios esbozan una sonrisa cínica. ¿De verdad me creo toda esta parafernalia? Lanzo una mirada desafiante al astro milenio. Cada cual a su tarea.

 

                                       -    -    -    -    -    -    -    

               γ

 

            Están limpiando los amplios ventanales del recinto de espera del aeropuerto Zaventem. Puerta A47. Me he desplazado desde el aparato de escaneo de los billetes de embarque hasta aquí. Pasillos, escaleras mecánicas, cintas corredoras y un sinfín de transeúntes que van a paso nervioso y veloz. ¿Para qué tanta prisa? Tenemos que pararnos todos delante de la zona de registro de los equipajes de mano, ponerlo todo en los baques azules previstos para estos. Muchos se doblegaran al escaneo de mano deslizándose por todo el cuerpo delante y atrás para delatar posibles objetos metálicos y si estos  artilugios no dan satisfacción el feliz viajero deberá someterse al desnudar e investigación táctil.

            Me siento en uno de los asientos del tresillo en skye. Los limpiadores de cristales son muy eficientes. Los movimientos son harmoniosos, un extraño ballet de brazos extendidos, manos agiles y piernas moviéndose al compás. El cielo es un revoltijo de gris con atisbos azules de un cielo de verano. Mala elección de temporada para tomar un vuelo, pero la otra opción… ¡La otra puta opción! No veo el momento de perdernos de vista. ¿De qué me vale tener relaciones sexuales con ella si luego nos encontramos más y mal jodidos? Me duele el orgullo, me duele el… ¡Ella! El avión se aparca, se desliza el pasillo retráctil, articulado para pegarse a la puerta de embarque coma una lapa. Es como un cordón umbilical que se cortara cuando el vehículo volante se pondrá en marcha para tomar su vuelo. La presión, la velocidad, la tracción violenta y constante, esa fuerza anhelante de llegar hasta las nubes, hasta el cielo azul, hasta las próximas estrellas cuando la noche echa al día al otro lado del mundo. Ese momento de potencia, de desabrida energética, de perfecto subidón… ¡Ella! Me da esto mismo desde el suelo, pero ¿vale la pena tenerlo con todo lo demás? Sus quejas, sus reproches, sur eternas recriminaciones “no me quieres, pero no puedes pasarte de mí” y, ¿yo? ¿Me lo tengo que preguntar?       

            Los viajeros salen del avión con ese aturdimiento de los que han estado encerrados un cierto tiempo en un ataúd volador. Las maletas salen del vientre metálico para ir hacia la zona de recogida de equipajes. Los asientos a mí alrededor se llenan de viajeros ansiosos, algunos con niños y su correspondiente multitudinario macuto. Y eso que vamos a lugares donde se puede encontrar todo lo que ya tenemos en nuestros hogares en las áreas comerciales, destinos poco exóticos… bueno eso es relativo. El que nunca ha salido de su casa puede opinar diferente. ¿Cuándo se vuelve uno bastante cínico para no darle importancia a lo que le rodea? ¿Estoy ya muerto y no lo sé?  ¿Zombi con aliento? ¿El perderme en el cuerpo de ella me hace más vivo. Los limpiadores han acabados. Los cuerpos quedan inmóviles un ratito en esa plataforma metálica. Si digo la verdad… No veo mucha diferencia entre ahora que están limpiando y antes. Espero que ello sí. Sería algo desafortunado que fuera de otra manera, ¿no? Después de todo les pagan y ese es el punto. ¿Pero la conciencia de profesionalidad? Estoy hasta la mismísima de ella y de sus traumas. Quiero, necesito, deseo…

 

-        Le vol Spanair 3639 à destinación de Málaga…

-        Vlucht Spanair 3639 met bestemming van Malaga…

 

La gente se levanta. Parecen tener hormigas en las piernas. Tanta prisa. ¡El que habla! Llevo diez años entrando y saliendo de los aviones casi de manera continua con estancias aquí y allá con rumbo y sin brillo y mi casa se llama Zaventem. Lo bueno de todos los aeropuertos mayoristamente occidentales están hechos por el mismo rasero, a la medida de lo que es funcional, neutral, desprovisto de originalidad. Siempre lo mismo. ¿Cómo en casa, no? Me acomodo en el diminuto sillón 17C. Tome demasiado tarde el billete, casi un “Last Minute”, estoy en segunda clase. Suelo viajar en primera. ¿La diferencia? ¿Mejor atendido? Eso queda por demostrar. Aparco lo mejor que puedo mis largas piernas. Me parece que los espacios entre los asientos son más reducidos. Eso o he crecido.

            Ella. Me acuerdo de su sonrisa cuando no piensa en todo lo malo donde soy la parte más importante. Su cuerpo me enternece y sus ojos me dan vida. ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Qué va a ser de mí? ¿Cuándo se determina que ya tenemos el tiempo acabado entre nosotros? ¿Quién lo tiene que dictaminar, poner en activo para borrar nuestro pasivo? ¿Puedo desfalcar los momentos de felicidades de las muchas infelicidades comunes? ¿Dónde pongo mis dudas, mis temores, mis preguntas y ese vaivén sin fin de incansables pensamientos, emociones y sentimientos? Un bebe estridula sus llantos y sus gritos. ¡Se me había olvidado como son estos vuelos repletos de personas en estado vacacional! Soy de los trajes chaquetas que van a paso firme y decidido por el mundo. ¿Un mundano? Vamos decir que sí, tengo necesidad de auto valorarme, el ego no se ha elevado con este vuelo. Dentro de dos horas y poco más estaré en el toro aeropuerto, el… de Málaga. Parece ser que voy a tomarme una semana de vacaciones a sol y cal… ¡Qué bien, no?

 

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               Llevo esperando una semana la dichosa puesta de sol. Por las noches, nublado con ráfagas de viento y torbellino de todo lo que este último pilla. Por las mañanas lluvias leves o brumas deshilachándose con lentitud y languidez. ¿De verdad me gustan las puestas de sol? ¿Las necesito? Y, ¿para qué? La luz aparece salpicando el horizonte con destellos brillantes, desdibujando contornos, deslizando soplos de aire de aquí hasta allá, todo preparando el día que amanece con lentitud. Me siento febril.  Se avecinan cambios en mi vida. ¿Los voy a aceptar? Desde siempre me ha gustado variar mi cotidiano, hacerlo parecer novedoso, excitante, anhelante, desenfrenado. Esa ilusión perpetua que de aquí en adelante todo iba a ser mejor que antes y con creces, beneficios sustanciosos y una felicidad apabullante. Espejismo. A veces. A veces, no. No se me borra esa certidumbre que todo es mejor al cambiar todo, algo, un detalle. Luego… Aquí me tiene delante del horizonte machacándome las neuronas  en busca y espera de las supuestas y placenteras novedades de mi existencia. Que fácil nos resulta aceptar lo improbable, las especulaciones, las ensoñaciones, las ilusiones perenes cuando deberíamos aferrarnos con uñas y dientes a la realidad. Pero, ¿Qué realidad? Eso es todavía más intangible que lo demás. Estamos siempre tan seguros de lo que nuestros cincos sentidos nos deparan  porqué los sentimos concretos y sólidos, vaya a mano. Y, ¿si no fuera así? ¿S i fuera un mero espejismo, la visión vista desde lejos en la vitrina de una tienda al pasar por delante?  ¡Debería desayunar y dejarme de todas estas chorradas! ¿No se supone que tengo las riendas de mi día a día? ¿Entonces? El sol se explaya con majestad y prepotencia. Este sí que no se cuestiona. Sigue el trascurro de su movida espacial. Que si la Tierra está o no preparada, lo tiene sin cuidado. Debería seguir su ejemplo, pero ¿quién lo hace? Me toca poner una lavadora. Saludo al horizonte, saludo al sol. ¡Que le den!

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               El paracaidismo. Una mera palabra que no significaba nada. Acaso me recordaba las caídas de unos champiñones con colores distintos balaceándose en el vacío azulado. La única cosa que se me antojaba interesante es la posibilidad de estas en el cielo. Lo intente primero virtualmente por los videos de YouTube y en otros websites, luego decidí informarme sobre los requisitos para ese pájaro humano lanzado en la nada celeste. (Poner datos de los cursos etc…) He pensado en muchas cosas del paracaidismo, pero no conté con el miedo.                                                                                          Paracaidismo. La palabra es difícil de pronunciar, al hacerlo mucho menos, ¡qué alivio! Lo soñé. Estaba bajando por el vacío, el aire frio, en la nada, pero a salvo, sostenido, atendido, protegido, mejor que volar, ser parte de todo y de nada, estar aquí y luego allá y dejarse llevar. Ya no me dolía nada porque me volví materia de la nada.

Fui a los cursos. El instructor daba mucha teoría, pero bastante grafica para que podamos entender mejor. Me sirvió bastante bien. Éramos siete alumnos de distintas edades. Cinco hombres y dos mujeres. Soy la más joven. Por una razón poca acertada, siempre pensamos que algunas actividades, por no decir casi todas, solo las pueden hacer personas jóvenes y no de una cierta edad como es el caso aquí. No repare en los alumnos. Estaba demasiada concentrada en meterme de lleno en este nuevo reto. ¿Reto? Creo que si, al fin y al cabo.

 

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Ʌ

 

            Somos números. Que se lo pregunten a los que estaban en esa patera y, que  nada más salir de la costa y yendo mar adentro, se partió. ¡Ah! Claro. Están todos muertos. Dicen que la mar pide tributo a los seres humanos por no decir vivos. ¡Que no culpen siempre a la Naturaleza o entonces a la naturaleza humana que es la que va soliviantado lo que la primera nos da prodigalidad, generosidad y gratuitamente. ¡Que tremendamente asqueroso podemos llegar a ser! Ni con lo nuestro conseguimos tener algo de integridad moral. No pretendo ser mejor que los demás, ni juez ni sensor ni nada de nada. Soy parte, pero no partícipe de lo que ocurre en el mundo. No dejo de lamentarlo cuando veo esos cuerpos flotando entre dos aguas, hundidos en parte, rescatados del fondo marino por unos chalecos salvavidas que no supo salvarles. La muerte va cogido de la mano de la vida y la mar es la que dio esta última a todos nosotros y ¡cómo le devolvemos el favor! Un dicho francés reza que “ on est jamais aussi bien trahis que par les siens” o sea “ Nunca estamos mejor traicionados que por los nuestros”. Pienso en esta simple frase y me parece la correcta. Destrozamos todo lo que podemos por un logro que acaba por matarnos si no lo hace el tiempo. La Mar, la Tierra, el Sol, el Universo, la Naturaleza, hija de todos ellos estaban aquí desde una temporada infinita y que ira hasta la eternidad. ¿Quién se lo va a impedir? Nosotros no. ¿Es esos lo que nos impulsa a buscar los que nos pueda destrozar, aniquilar, eliminar, matar, hundirnos? El sol esta puesto encima del horizonte. ¡Vaya espectáculo! No sé lo que me fastidia más, el sol que tenga esa pose artística tan perfecta o esa continuidad, constancia y permanencia en  su manera de ser y de hacer. Me voy. El cigarrillo se ha consumido. ¡Puto día! Ni ha empezado que ya no lo aguanto.

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Fui a los cursos. Tome notas y las resumí para darme fuerza de flaqueza. Nunca fui deportista, nunca me gusto serlo ni quise serlo. Solo quiero estar más cerca de algo que le gustaba, que tenía sentido para él, que hacia parte de lo que era, de lo que amaba. Solo eso.

 

1er curso: técnica en dos clases de 4 h

3 primeros niveles con dos instructores para aprendizaje más seguro y eficiente

4 niveles restantes: desarrollar habilidades de maniobras en giros, desplazamientos, loops hacia atrás y hacia adelante, track (posición de desplazamiento horizontal a gran velocidad, dificultades, salidas de emergencia, avión, etc…): bajo un instructor que es un supervisor, apoyo y evaluación, en cada salto vía radio para volar en paracaídas y aterrizar en lugar indicado de forma segura.

 

Necesitare : Gafas – altímetro – casco – traje – guantes – botas.

 

El instructor daba mucha teoría, pero bastante grafica para que podamos entender mejor. Me sirvió bastante bien. Éramos siete alumnos de distintas edades. Cinco hombres y dos mujeres. Soy la más joven. Por una razón poca acertada, siempre pensamos que algunas actividades, por no decir casi todas, solo las pueden hacer personas jóvenes y no de una cierta edad como es el caso aquí. No repare en los alumnos. Estaba demasiada concentrada en meterme de lleno en este nuevo reto. ¿Reto? Creo que si, al fin y al cabo.

He saltado en el vacío. No sabía hasta el preciso momento en el cual me sentí en el aire lo que eso significaba. El ruido, la fuerza, la potencia del aire en el cual entro se vuelve sólido y el ruido es ensordecedor, tanto que pienso un momento estar en un reactor de avión o una turbina. Nunca conozco el término exacto. En esos breves minutes donde mi cuerpo ha parecido estar sostenidos por una manos de un gigante invisible me han abrumado. Por un momento he sentido que no era mucho, más bien muy poco y tan vulnerable, tan frágil, un ramito de hierba a la merced de un elemento que desconozco, peor aún, que siempre consideré como algo normal, habitual. Aquí en el medio de la nada, todo podía llegar. Luego el caer con tanta fuerza y el deseo de frenar incómodo y automático me han dado otra manera de ver las cosas. Lo que parece no tener límites ni marco está compuesto de más límites que las que se ve y se toca. En un fragmento de segundo supe lo que significa caer en picado, libre como el aire, pero con más claridad. La ligereza de esta rodeado de nada ha devuelto en mi cuerpo, en mi mente lo que soy, lo que significo y eso es bueno y malo. ¿Cómo voy a poder seguir sintiendo el peso que es estar sobre tierra firme?

El aire silba en mis oídos, me siento segura, el arnés, el instructor a mis espaldas, la velocidad controlada, voy volando por el aire en el vacío celeste. Mi mente se despeja a medida que descendemos como si trepáramos por peldaños invisibles. Mi instructor me dice algo por el pinganillo, asiento con la cabeza, luego recuerdo de contestar levantando el pulgar por si acaso. No quiero estar atenta, ni consciente, solo en ningún tiempo, en ningún lugar, hueca. Llegamos al suelo, me da instrucciones por el mismo canal, me acuerdo de las lecciones dadas previamente de manera muy instintivas. Me preparo a llegar sobre la tierra. El viaje ha sido tan corto, tan largo, tan… Mis pies han encontrado la solidez de ese pedazo terrenal, todo se estabiliza lentamente a mí alrededor como si volvieran en sí. Yo no. Un sollozo se atorra en mi garganta. Cierro los parpados un segundo infinito. Quiero para el tiempo. Quiero seguir sin saber que hay que seguir viviendo, viva. Quiero… estar aquí sin estarlo. Quiero quitarme ese dolor difuso, pero… no sé cómo, no sé dónde, no sé.

 

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A veces los detalles fastidian la vida. Un cubículo de los servicios del aeropuerto tiene puertas, pero el que elegí no tiene pestillo. Al principio sostuve el pomo, pero para hacer tus necesidades es un poco penoso. Al final lo dejé y seguí con lo mío, salvo que a cada momento se abre la puerta y aparece el rostro desencajado y algo confuso del pasmarote que tiene que ir en el mismo sitio donde estoy. Algunas palabras educadas masculladas entre el desasosiego de estar en esta situación hasta que la puerta se abra otra vez y se repite el mismo patrón desagradable. Un detalle, pero los detalles pueden amargarte el día y hasta varios.

            Otro vuelo, menos gentes, más de los míos, currantes viajeros por todo el mundo, los que no paran de hacer negocios aquí, allí y… Estoy algo chafado. No es por lo del sistema de seguridad ampliado, esa fila constituida para pasar en una carpa con militares y policías a la entrada y en la salida para poder llegar en el amplio hall para ir hacia la zona de aduana y de embarque, esa vigilia aguda por si… Por si acaso. El “si” y el “acaso” se me antojan entendidos como “todavía más” y “acoso”. Debería estar acostumbrado. No es que soy novato en esto de la seguridad, vigilia o precauciones al tope. Es algo que he comprobado, vivido varias veces aquí, allí, donde me han llevado mis misiones laborales. Es algo que se está extendiendo como una plaga, unas mesuras de retención para ponernos a salvo de… tantas cosas que se nos comunican o no. Sin caer en la paranoia, puedo vislumbrar que se nos está cerrando pasos para franquear senderos donde pasaran o no los que se piensen o piensan que son válidos para ir por ellos. No es que me importe mucho, la verdad, paso el rato con la paciencia al borde del colapso. Ella…  Sí. También. Después de los atentados supe que algo cambiaba en mí y en … todo. No fue ni victima ni testigo, solo un transeúnte lambda de lo ocurrido. El hecho que todo se trasquila, las demoras temporales, los cambios de aeropuerto para la llegada, y más demora, la confusión, la preocupación de los viajeros y el desconcierto de cuando no se sabe lo que esta exactamente pasando. No. Es algo como una necesidad, un anhelo, algo que está abriendo paso en mi ser. Ella. Su inquietud, esa sensación de pérdida no me lo esperaba verla allí, la verdad. No supe que hacer, que decirle cuando se hecha en mis brazos. Me deje llevar. Cobarde. Si. Mucho. Ella es… mi debilidad. Estuve dos días bajo sus mimos, luego pretexté unos asuntos pendientes, informes para una nueva misión y me fui a una taberna donde estuve comiendo, bebiendo y asumiendo que mi vida estaba en ningún sitio, ningún lugar. Siquiera se ya dónde estoy. Desde fuera… lo tengo todo y para mucho y más, una cuenta bancaria envidiable, la posibilidad de ver mundo, un techo seguro, para comer, con todos los lujos necesarios para una vida igualmente envidiable.

            Así es, pero cuando todo se vuelve ceniciento, sin sabor, solo el hastió y la pregunta recurrente… ¿de qué me vale, de que vale? Soy injusto, caprichoso, tal vez, poco considerado. Si. ¡Pues que me demande y sentencie! Quizás sea una mejora en ese ir adelante sin ningún apego, un oficio sin los beneficios adquiridos.  Es algo inusual siendo quién soy. Siempre tuve todo atado, enfilado, un continuum bien provisto con proyectos para concretar, lo que afanaba en hacer. Existo. Soy un hombre con éxito. ¿Qué puedo desear de más? Eso queda por averiguar y ver. Quizás sea otro de esos proyectos en mi línea, ojalá, siento desasosiego y es incómodo.

            Ella. Si fuera por ella… todo le parece simple, solo me tendría que dejar llevar por sus ideas, solo que… Me exprime, me apabulla, me quita el sentido, me agobia, me obsesiona, me desajusta y me acosa. Cuando no la tengo cerca me siento feliz y juntado, sintonizado, yo mismo. ¿Entonces porque sigo con ella? No lo entiendo, no lo entiendo, no me entiendo. ¡S.O.S!

            Anuncia mi vuelo. Seis hojas de viaje. Me he tomado un pequeño calmante para dormirme sin tener oportunidad de soñar siquiera. Me pesa el tener que volar, el gentío, los trajeados tan similar a mí. Yo mismo y el mundo entero.

 

-        The passengers to…

 

Y así en multi-lenguaje, pero ningún que hable el idioma de mi zozobra. ¡Bon voyage!

 

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Κ

 

-        Despierta, dormilona…

 

Sopla sobre mi cuello, mis pelos, me hace cosquillas. Me rebujo en mi edredón.

 

-        No. No. Tienes que despertar, un hermoso día se ha levantado…

-        Demasiado pronto…

-        Es la hora justa…

 

Sopla en mi nuca, intento levantar más arriba el edredón, pero no puedo alcanzarlo lo tiene sujeto.

 

-        Anda… un pequeño esfuerzo para aprovechar un día precioso…

-        Es demasiado pronto…

-        Nunca lo es bastante…

 

Sus labios recorren su hombro y sopla dulcemente entre cada beso. Su cara se vuelve hacia su rostro. Un pitido agudo la sobresalta. Abre los ojos. El día despunta el alba y está sola. Él no está, solo en sus sueños y… Sollozos secos desgarran su pecho. No está aquí, nunca más va a estar aquí conmigo… Pero si sigue su página en Phase, entonces, ¿Todavía está aquí? ¿No? Cierro los ojos e intento no pensar en nada. Me duele pensar que ya no podré verlo ni esa sonrisa suya tan tierna, tan cálida que me envolvía con tanto cariño y amor. Me sentía tan completa con él, tan yo mismo, tan unida. Lo necesito tanto, tanto… Inspiro para ahuyentar la angustia, el pavor, ese sentimiento de vacío que no se me quita de encima, tan hueca, tan… nada. Quiero vivir, pero no puedo. Quiero existir, pero… ¿sin él como lo hago?

            Dentro de una hora voy a pedir informaciones para hacer kayak.

 

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De vuelta a Bruselas. Un vuelo difícil. Se siente la confusión y una cierta tensión entre todos nosotros los viajeros. Aquí ya no se puede sentir seguro por lo que viene de afuera. De mí mismo, sí. ¡Faltaría más! Tiendo a ser una persona estable con una excepción, ella. Me descoloca. Estuve a punto de coger un vuelo de madrugada. La reunión prevista de antemano se produjo antes esa fecha y hora. Pensé en cancelar el vuelo previsto el 23 de marzo y tomar uno el 22 de madrugada. Finalmente estoy saliendo hoy, 24 de marzo. Un día de atraso, un día salvado de la muerte o peor. Podría ser peor. Es lo que se suela decir.

            Bastantes viajantes para un vuelo por estas fechas donde abundan los hombres de negocios. Pero por lo visto han ido añadiendo más gentes para colmar los asientos. Se entiende, visto lo visto. Cada cual quiere volver a su hogar. LO entiendo. ¿Cómo no? Nunca considero la posibilidad de un accidente mortal o no, de un atentado, no lo pienso, soy de temperamento asentado, tranquilo, rayando a frio. Si no fuera por ella… Es mi peculiar excepción. Ni con ella ni sin ella. Hasta ahora. Después de tener a los pasajeros en ascuas tras los acontecimientos surgidos en el aeropuerto de Zaventem y en Bruselas, el viaje ha trascurrido bastante bien. Valga la redundancia. Estamos a punto de llegar en otro aeropuerto donde nos han desviado. Amberes, un pequeño aeropuerto donde, supongo, han hecho lo que podían para que todo salga lo mejor posibles para los pasajeros. No me molesta estar aquí. Lo conozco de otro vuelo hace unos años. Pocas cosas pueden preocuparme y menos cambios de planes. Tengo a bastantes personas alrededor mio que lo hacen por mí. Ni me va ni me viene, si eso es lo que desean o lo que les dan mejor sentimiento o… Hemos aterrizado. Es un buen comienzo. No sé lo que hare en el aeropuerto. Quizás tomo un taxi, si es que hay algunos. No tengo ganas de tomar un tren.

            Salgo con mi maleta. No suelo llevar mucho equipaje, nunca me voy por mucho tiempo. A lo sumo si tengo que estar muchos días compro lo que me haga falta in situ. Viajo ligero de mente y de cosas materiales. Por la cuenta que me trae ya estoy bastante cargado con todas esas cosas que se mezclan, se trasquilan o se entienden entre ellas sin informar de antemano antes. Mareos mentales. Los pasajeros salen despavoridos, inquietos, angustiados. No saben lo que les amparan y eso les descoloca. Lo entiendo. Llego a la salida y… Ella. Se me abalanza encima, aferrándose con un hipido lacrimal espantoso. La abrazo. Cambios de planes.

 

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Me siento. La puesta del sol está a punto de iniciar su fabuloso espectáculo. ¡Señoras y Señores, el sol se levanta en otro sitio, saludarlo como es debido! ¿Qué se sentirá haciendo lo mismo día tras día, milenios tras milenios? ¿Le emboba ver el mismo panorama cada poco tiempo? ¿Se estremece de horror cuando vislumbra las atrocidades humanos perpetuados o le da igual? Muchas veces me da miedo de quedarme en la silla viendo el tiempo pasar sin mí. Ahora me pregunto si no es una cosa buena. ¿Moverme cuando todo se mueve sin necesidad de mí? La oscuridad no me da más sombra, solo lo hace las preguntas sin fin como la ronda infinitamente igualada de la Naturaleza. Movimiento perpetuo. Pero no lo soy y ¿Quién quiere tenerlo? Me deslizo hacia la barandilla. Escrudiñar la noche no hace el día ni más claro, ni más sereno. ¡A la puta mierda! Que cada cual ronde por los senderos que quiera, al fin y al cabo tomamos todos el mismo camino. El de la cama, quizás…

 

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Ρ

                           Lo he vuelto a hacer, tomar un vuelo turístico. Le he dicho que tenía que ir en une misión no prevista para mí, pero el colega que tenía que ir no podía hacerlo. Me tocaba a mí. Es verdad, en parte, es dentro de dos semanas. Aquí estoy, en el tubo recalentado, especie de cordón umbilical que lía a la puerta del embarque a la puerta del avión. Casi estamos todos en el interior del Airbus. Están todos los asientos cogidos, repletos de gentes con ganas de vacaciones, alborotado de niños inquietos y excitados, padres recalentados por el agobio y el estrés, bebes llorosos o dormiditos como ángeles y follón por algunos que están ya festejando la ida hacia las fiestas veraniegas.  Lo mío no tiene remedio. ¿Por qué no contarle la verdad? ¿Salvaguardarla? ¿Yo? ¿Por qué no decirle que se acabó? Es la buena e única pregunta y es también la que no puedo o consigo contestar. Estoy buscando algo, quizás yo mismo y tan perdido que no San Antonio puede hacer algo por mí. Me dejo llevar por forma del asiento, reposo la cabeza en el respaldo mullido. Ruidos agudos me dicen las maniobras habituales que se desempeñan antes de echar a rodar por las anchas pistas grises con algunos que otros signos pintados en ellas hasta llegar a la que nos hará despegar y volar. Un silencio expectante envuelve la larga cabina, todos atentos, algunos con temor, fobia, muchos en calma o indiferencia, otros dormidos por efecto pastilla o porque se les puede más el sueño o por una noche de insomnio aprehensivo. 

            Me adentro en mí mismo, cierro los parpados y… El avión vibra tomando fuerzas y aliento, velocidad violenta hasta alzarse en el aire recalentado, pájaro metálico improbable. Todo mi ser compagina con esa potencia. Me siento fuera de mí. Quizás haya sido una buena elección coger este vuelo. Si fuera todo como en este instante… Voy a tener que cambiar de rumbo, de parecer, no puedo más y, sin embargo, sigo en el mismo lugar una y otra, más agobiado, hastiado. ¡Cobarde! Un movimiento a mi costado me hace respingar. Mi vecina de asiento se mueve y remueve para encontrar una posición acomodada, adecuada, mascullando una disculpa por molestar. Le sonrió levemente, asegurándole por ahí que no me molesta, que no pasa nada. Miro hacia el ventanuco. Mar y tierra abajo, a lo lejos. No me acuerdo adónde voy, fue un vuelo “last minute”. Aquí, allí o más allá, todo me da igual, quiero solo saber por fin lo que quiero de verdad para mí y eso no lo consigo. Entonces… Por lo menos mis co-viajeros están felices de estar aquí y más de ir donde han decidido ir. Me voy a dejar llevar, quién sabe puede que se me contagia esta alegría, esta satisfacción. De lo contrario estaré en el mismo lugar que siempre. Ya veremos. El carito de los víveres llega por el paseíllo entre los asientos enfilados. Tiempo de dormir algo. Es una facilidad que tengo. ¡Suertudo todo yo!

 

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Una puesta de sol. El amanecer de todos los amaneceres. Empiezo y final del día. El horizonte se desliza sin moverse. Es hora de irse. ¿Adonde? Rayos llegan vislumbrando lo que será de la jornada. Camino lentamente. No sé adónde ir, si es que debo ir a algún sitio. Se supone. ¿Quién lo dice, lo manda? Apuesto mi pellejo que todo sigue en pie y, si no, ya tendré que ir a por todas. Suena el móvil. ¡Genial! Deseo contacto social como otro deseo harmonía en su pareja y solo le queda con lidiar un cotidiano de infierno. El mundo ha girado. ¿En mi sentido? Me muevo levemente para que no me dé de lleno el resplandor matutino.

                                                                                             

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Fui al centro de una gran ciudad, de hecho, una capital. Presuntamente es también el centro del mundo o eso nos hace creer. Si la energía nerviosa, descabellada y aleatoria sirviese para generar algo útil como dar luz o fuego para calentadores se podría considerar que así es. Pero lo único que da es una sensación que no se puede confundir con vida. A lo sumo la palabra es existencia, buena o mala, da igual, el meollo del asunto es que da la sensación que se está vivo, importante, imprescindible alguien que cuenta, que hacer girar el mundo. Bueno. Cada cual piensa en lo que quiera, puede o desea. Un cálculo simple. ¿De una muchedumbre compuesta por unos miles transeúntes con prisa y enloquecido por la bulla, que van de aquí para allá, si se le resta una o uno, está parecerá menos importante? Creo que mi hámster me tiene cariño y, no solo porque le doy de comer y me preocupo de él, pero porque soy importante para él, cuento para él, existo para él, ¿no?  Pensaba que estar aquí rodeada, circundada, acosada por tantas gentes alrededor mío haría tu ausencia más llevadera, por lo menos el tiempo de ese sumerjo en ese alborotado mundillo de transeúntes febriles y enloquecidos por la prisa y el desasosiego, pero no es así.  Amante de grandes espacios, de la naturaleza, de esa potencia que parecía nutrirlo más que comida. A veces me contaba, me hablaba de los chutes de adrenalina recorriendo su cuerpo, su mente, dándole esa sensación de salirse de su ser y de estar tan vivo que tenía la sensación de ser todo y nada al mismo tiempo. No lo entendía, miraba sus ojos brillantes, su manera pasional de contarme lo que parecía no tener palabras bastante justas o adecuadas para explicar lo que vivía. Me apretaba contra su cuerpo, calentándome a esa fuerza, ese calor vivaz envolvente. Reía también con sus comparaciones absurdas y sabía que lo hacía para verme estallar en risas. Sus ojos resplandecientes, su cariño, su afecto y nuestro amor. Santi. Mi Santi.

 

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Σ

 

« El vuelo a destinación de Zurich…” “ Le vol à destination de Lisbonne est…”, «  The flight to… »

 

Los anuncios me hacen viajar por las ciudades que son nombrados una y otra vez. Algunas imágenes aparecen en mi recuerdo sobre esas ciudades. No muchas turísticas puesto que el propósito de mis idas y venidas en tales lugares es ganar mi sueldo, hacer dinero y fructificarlo, lo que sé hacer mejor en mi vida. Las cuentas bancarias crecen para el beneficio y el usufructo de muchas empresas con la cuales tengo trato. Las llamadas en varios idiomas siguen llegando por los altavoces mezclándose con las que anuncian los cambios de vuelo en otra puerta de embarque que la anunciada anteriormente y con otras que alientan a varios viajantes de apresurarse hacia las puertas de embarque. Muchos no llegaran y se perderán su vuelo. Se los reconocen por el aspecto patidifuso y angustiado que muestran circulando en el larguísimo lugar luminoso y aséptico. Las palabras me llegan nítidas y sin sentido como el sonido de fondo de una radio internacional o de un aparato de televisión en una cocina o un comedor donde uno esta liado con sus tareas cotidianas. Mi comedor… Me acuerdo de algunas salas de restaurante, de tabernas en hoteles o en otros lugares y de vez en cuando, cuando un colega se apiada de mí y me invita en su hogar para tomar una cena casera con los suyos. En esos momentos no sé si agradecer el detalle o rehusarme por completo bajo un impulso de orgullo imbécil. Sea como fuere mi verdadero comedor en ese piso que me pertenece podría ser el de una tienda. Es tal mi desconocimiento de ese sitio que no creo saber exactamente como es y lo que contiene como muebles y otros objetos. Para tener ese tipo de información, mejor preguntarle a la persona que mantiene en orden y limpio mi piso;

            Agudizo el oído. Una palabra ha llamado mi atención. Copenhague. Sonrió. Fue un viaje muy cálido por el encuentro casual y circunstancial con una buena mujer. Acabamos revolcándonos en un lecho, fue saludable, vital, más que agradable, un soplo de felicidad en mi vida súper ajetreada. Después nos separamos, cada uno por si lado y tan campante. El recuerdo sigue vivo en mí, quizás en ella también. Fue el momento, un momento y lo agradezco. No quiero recordar que fue en unos de esas épocas de separación que tenemos ella y yo. Esa vez vino a buscarme en el aeropuerto y… reanudamos, cuando me juró y perjuró antes de que me fuera para otro viaje de negocios que : “¡ahora sí que hemos acabado tú y yo!”

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            El cielo esta nublado. ¡Perfecto! Escapo de la asquerosa divina puesta de sol. Todo ese dorado rojizo, esas estelas brillantes, ese marco extendido con su paleta de colores, escalonándose las unas sobre las otras. ¡Puaj! ¡Que me peguen un tiro! El sonido del viento está más violento de momento en momento y me da mucha alegría. Su rugido es igual al que tengo adentro de mi cuerpo, marchitándose por el arte destructor de esa persona que dice ser mi pareja. Si pudiera le pondría un arco iris en las mejillas a base de bofetadas sonadas.

            Las nubes son vagones de paso por vías celestes mientras el sol sigue su espectacular puesta. Solo que esta bajo un manto nuboso que me alegra un montón. ¿A quién puede ponerle esta prepotencia hirviente? Doy buen trago a mi vaso de alcohol. Ginebra. Necesito ahogar ese resquemor parte de mi cobardía, parte de mi valentía al quedar con ese sujeto que coexiste a mi lado. Quisiera tener el valor de largarme, irme, abandonarlo todo, seguir en otro lugar con mi vida o lo que queda de ella. El sol esta fuera de línea, la del horizonte. Yo ya lo estoy desde tanto tiempo que me siento desubicado en todos los niveles. Hora de entrar en mi supuesto hogar. Hora de afrontar un cotidiano que detesto.

 

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Hace tres semanas que no voy en Facebook, en su página. No me atrevo entrar en ella. Estoy delante de mi Tablet, dispuesta a darle un toquecito con la yema del dedo para entrar en su página y no puedo… Cierro los ojos fuertemente. Quiero hacerlo, pero…  ¿Y si lo han borrado? ¿Si lo han borrado del mundo? El de Internet, el virtual, pero… ¿del mio también? ¿Y si saben que está muerto puede seguir activada esta página, incluso si su usuario está desaparecido? Supongo que… no lo sé y que no puede ser del todo ético ni realista ni... Abro los ojos y le doy el golpecito de… ¿suerte, mala suerte, destino? Enfoco la mirada. Suspiro profundamente con un jadeo agudo. ¡Está ahí! ¡Está todavía ahí! Santi, mi Santi. Le doy al cursor y las fotos, los smileys, los distintos elementos componiendo ese espacio virtual personalizado desfilan con la velocidad de mis emociones y sentimientos encontrados. Me paro en una foto. Esta delante de un mar revuelto, vestido de buzo, empapado de agua, la parte de arriba bajada hasta sus finas y musculosas caderas. Tiene esa mirada de felicidad, de esa satisfacción que tiene… que tenía… cuando lograba su propósito. Esa belleza que traspasa su cuerpo, que trasmite a los demás hace de él una persona luminosa, intensa y apasionada. Cada latido de mi corazón hacia él destilaba cuanto lo amo, cuanto lo necesito en mi vida. No puedo seguir así. Pero no puedo no seguir así tampoco.

Voy a hacer buzo. No me gustan los espacios subterráneos o cerrados, pero a él le gustaba. Tanto. Me hablaba del agua, del mar, de… ese silencio, el silencio del mar. Eso solo vale la pena y el tiempo para aprender a bajar en aguas mansas por lo menos. Me lo debo a mí de una manera que no entiendo. Es un pálpito que tengo en mi cuerpo, en mi alma. Quizá… después pueda dejar de estar al asecho de esta página y hacer lo necesario para… no sé. Lo llevo en mí. Lo llevaré siempre en mí. Es tan vital que debo dejarlo donde esta y yo seguir viviendo. Lo sé, por lo menos de manera literal, de manera teórica. ¿Practica? Supongo que si ya que de manera nata hago lo necesario para seguir mi tiempo de vida en cada instante. ¿Pero sentirme viva es lo mismo que estar viva? Debo llegar a un final. No sé. Mañana tengo mi primera lección. Sumergirme en otra cosa que no sea mi propia mente puede ser un alivio, quizá. Doy un toque a la pantalla e internet se desconecta. Ojala pudiera hacer lo mismo conmigo en un solo clic. Pero antes… creo que es hora que haga algo. Ver alguien y hacer otra cosa que le gustaba también hacer. Después, probablemente, podré sumergirme en esa masa movediza, fluida, liquida y aterradora.

 

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χ

 

Mi mirada se pierde en la pantallita donde desfilan cartas coloridas y detalladas de Europa, sur de Francia y España. Estamos aproximadamente encima de Vitoria. Un avión virtual marca la ruta por la superficie plana. Leo maquinalmente los informes sobre lo que veo. Mis ojos van detrás de los datos sin más.

 

Local                           Vitoria

Time at Destination      4h12

Altitude                         333000 pieds

Température                  - 61°F

Heure d’arrivée             17h24

Vlieghoogte                   10058 m

Snelheid                         52,3 mph

Vitesse au sol                540 km/h

 

Estas cifras tienen que tener un sentido, pero ¿Cuál? Esa sería la pregunta si estuviera interesado en una respuesta. ¡Maldita sea! Siento la vieja ira encenderse en mi contra ella, contra mí, contra nosotros. Temo y anhelo estar lejos de ella uy cuando es así quiero tenerla a mano para… ¿amarla? ¿Matarla? Me tiene encandilado y esa llama parece incombustible. Un tiempecito rodeados de perfectos extraños afanados en pasárselo por lo menos lo mejor que puede según el presupuesto invertido debería despejarme algo los sesos o si no… “A chaque jour suffit sa peine”. “A cada día, su carga justa” o algo así. Voy perdiendo mis habilidades en los idiomas que manejo. Demasiado tiempo viajando en inglés y en castellano. No tengo cabeza para eso, ahora. ¿Nunca? ¿Quién dice que la soledad es muy mala? Que estos convivan con… ¡ELLA! Y, ya me contareis después. Maldita…

 

-        Mesdames et Messieurs, nous…

 

El texto miles de veces repetidos se desliza con soltura a la periferia de mi entendimiento. Hago lo que se suela hacer, es decir, en mi caso, nada. Estoy ya con el cinturón desabrochado, el móvil puesto en modo “avión” y el cuerpo relajado que es lo mejor, la pequeña mesita plegable levantada y sujeta al respaldo del asiento delantero, los reposabrazos bajados y mi propia silla en el modo que se requiere en este momento del final del vuelo. Bueno. Estoy listo para terminar el viajito. ¿Para enfrascarme en unos días de descanso veraniego? Ni idea y tampoco me importa, la verdad.

 

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            La amargura es el plato que me como cada día. ¿Cómo he llegado a esta cotidianidad? Y todo a cuenta de mi pareja. ¡Que chaladura! Hoy en día se puede cambiar de pareja como de calcetines… en verano. ¿Entonces? La línea del horizonte esta puntillada apareciendo y desapareciendo detrás de unos nubarrones amenazadores o amenazantes. No sé cómo me lo tengo que tomar. Tengo unas ganas de… volar en otro lugar, en otro sitio, en otro espacio para respirar, para… ¡No lo sé! Que agobio más grande de ver continuamente a la bola rojiza del sol elevarse o hundirse detrás del horizonte, de ver siempre estas espantosas puestas de sol o de luna y sin hablar del “cielito lindo” estrellado que me fracasa el cráneo con tanta hermosura. ¡Que me den un cielo plomizo, negro de la inclemencia y que me dejen de una puta vez con esta cosa de la “Belleza de la Naturaleza”! ¡Que conste! El tsunami también hace parte de la Naturaleza y así han ido las cosas. Estoy en un asco permanente. A ver qué o quién me lo va a quitar del medio…

 

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Llego a la playa. El mar está bastante tranquilo, oleaje suave, viento tibio y sereno, con algunas que otras puntas más alocadas. El tiempo idóneo. ¿Pero lo estoy compaginándolo ¿ No lo sé. No estoy preparada. Nunca lo estoy. Llevo meses sin estarlo, pero eso no me impide nada. ¿Eso es bien, mal? No lo sé. Allá voy. Tengo que ir, hacerlo. No me ha planteado sentirlo, vivirlo, sobre pasarlo. Lo hago y eso es lo que hay. Oteo las inmediaciones del pequeño cobertizo apartado más cerca del paseo marítimo, pasando esa planicie blanquecina y coloreada por las personas y sus cosas, toallas, sombrillas, sillas, bolsas, frigos portátiles, colchonetas, tumbonas, mesa plegable con sus sillas y sabe que cosas más. La playa se vuelve una extensión de su propia casa o mejor de su terraza si se tiene, jardín o patio. Lo que sea que sirva para pasar el rato y el tiempo relajado. Esta allí. Yomi. Es un apodo. Cuando lo conocí le pasaría a todas sus frases. “Yomi”. Se le quedo como alias. En realidad se llama Tobías o Tobi. Está en plan ligue. No lo quiero molestar cuando esta de cacería amorosa. Me estoy dando la vuelta para marcharme cuando levanta la cabeza y me ve, parada, insegura y tan mal jodida. Le sonríe a la muchacha de curvas exuberantes y de las que dan ganas de toquetear… incluso yo aunque no soy heterosexual, pero eso no tiene nada que ver. Me alzo un poco de hombros. Soy desde algún tiempo para atrás algo patético y lamentable. No lo puedo remediar. Por ahora. Llega hasta mí con ese paso, firme, seguro, casi de bailarín. Está en buena forma, fibroso y musculoso naturalmente, guapo. Siempre lo fue. Pero no es él. Tobi es como un hermano para mí y vice e versa. Se para delante mío. Su mirada ha recorrido mi cuerpo, mi rostro y sé que ha leído todo lo que estoy pasando, sufriendo y mal viviendo. Siempre fue así. Me miraba y sabía. La reciprocidad es verdad. Puedo decir que esa bien y feliz.

 

-        Hace tiempo. Demasiado tiempo.

-        Sí.

-        Te he echado de menos. Tina…

-        Yo también.

-        ¿Dónde estabas?

-        En mi casa…

-        No. No estabas allí, Tina.

-        Sí. No…

-        No. Estabas donde no deberías haber estado. No te he abandonado, pero no has dejado un sitio donde hubieras podido estar a tu vera. Ahora estas aquí y no te voy a dejar. Te he permitido dejarme de lado, tomar distancia, espacio, tiempo, lo que sea, pero… Pipita… ¡estas hecha un asco!

 

Nos miramos a los ojos intensamente, con reconocimiento, con anhelo, con pena y esperanza. Me toma entre sus brazos bronceados dulcemente y al amparo de su abrazo lloro en silencio. Nos quedamos así, no dice nada, está ahí, solamente ahí y lo necesitaba. Tanto. Me dejo llevar. No sé por qué lloro. No lo hago ya más desde algunas semanas. Desde que estoy actuando para seguir adelante. Las lágrimas se acaban y no me nuevo. Tobi me aparta suavemente. Lo miro. Me siento bien y tonta. Me acaricia la cara dulcemente, secándome las lágrimas.

 

-        Estas casi peor ahora. Pero guapa. Siempre.

 

Me rio un poco. Saca un pañuelo de no sé dónde y me suena la nariz como si fuera un chiquita. No sé cómo ja ha hecho, pero estamos bajo una sombrilla cerca del cobertizo, protegidos de la mirada de los playeros. Miro hacia el mar, el horizonte, esa línea extraña que no existe, pero que está ahí en todo momento, infinitamente delineada.

 

-        Me gustaría hacer kitesurf.

 

Me mira con conocimiento.

 

-        Kitesurf. ¿Necesitas hacerlo?

-        Sí.

-        No estas obligada. De esto y de nada. Él no te lo hubiera impuesto. Como tú tampoco le hubiera obligado a ir a ver opera.

 

Me rio un poco. Tuvimos algunas discusiones sobre el tema opera donde intentaba entender cómo podía molarme “esa sobre actuación”. Nunca pude convencerlo que no era sobreactuado, pero una manera de expresar, una nomenclatura particular que da todo ese encanto. Trago saliva. No sé si voy a poder. Estar así en el aire con esas botas que me propulsara por encima del mar, solo sostenida par esa propulsión, mi manera de posicionarme y… miro a Tobi. ¿Obligada? No. Él no era así, nunca lo fue.

 

-        Lo sé.

-        De acuerdo.

 

Me pone los pelos como él le gusta, dejando mi rostro al descubierto.

 

-        Mucho mejor. Lo vamos a hacer juntos.  Primero te voy a enseñar como posicionarte, luego lo intentaremos hasta que te sientas más cómoda. ¡Vamos!

 

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Β

 

            Estoy en el aeropuerto Pablo Picasso de Málaga. No miro nada a mí alrededor, voy caminando hacia la zona de facturación de maletas. Llegue sin ninguna me voy con una llena. He comprado ropas para las veinte próximas vacaciones o sea veinte años más o menos, eso si consigo tomarme esas vacaciones que parece ser un disfrute total para un montón de gentes de muy variopintas condiciones. Es curioso lo bien que me ha sentado estar sumido en un marabunta de muchedumbre, sin nombre, sin figura, solo viajeros del verano de ocio. Me alegro, fue algo nuevo e inesperado. El mostrador de mi aerolínea donde mostrar nuestros pasajes y recibir nuestro pase de abordaje esta desprovisto de gentes.  Demasiado pronto. Incluso las pantallas tienen todavía el vuelo precedente al mío que todavía no está cerrado. Una mujer con indumento del aeropuerto se aproxima a mí y me pregunta si quiero tomar el vuelo que precede el mío porque tiene un asiento libre. Me explica que me puede « trasferir » de mi vuelo a este. Le digo que sí. De momento todo se pone en marcha con la muchacha del mostrador. Mientras las dejo manejar el asunto sonrió para mí. Si pudiera « transferir » también mis hazañas con ella, pero será algo  de extraño y casi de otra dimensión. Miro hacia la chica que se está peleando con su ordenador porque las cosas no salen como debería. Su voz está a punto de histeria lo que me hace suponer que el día ha sido duro es que está muy nueva en el puesto. Una responsable de la área llega y con mucho temple y serenidad retoma los transmites. Por lo visto es un asunto de dificultad para hacer la transferencia del asiento de un vuelo para otro. Ya decía yo que eso de transferir… Pero en pocos minutos todo está resuelto. Me facturan la maleta mientras la chica a cargo se va llorando y sus colegas la consuelan de ese mal momento. Doy las gracias y me apresuro con mi equipaje de mano hacia el área privada previa para la revisión de metales y rayos X. Cuando llego a mi puerta de embarque los últimos viajeros están subiendo en el avión. Llego a mi asiento después depositar mi maleta de mano en la cabina encima de los asientos. Suspiro mientras me acomodo y me abrocho el cinturón. Miro sin ver los pasajeros atareados con sus equipajes de mano, los niños, los amigos o familiares y todo lo que se suela llevar en estos momentos supuestamente privilegiados. ¿Por qué no ? El ruido es constante, casi musical. Cuando el pájaro de metal se eleve en los aires un silencio precario y expectante se hará, de ese que es de aliento retenido. Quizá un llanto de bebe vendrá romper este inquietante silencio, pero eso no será nada importante, lo normal en un vuelo de esto índole. Me dejo llevar por el momento. Mi asiento da a  la ventanilla. Veo una alfombra mecánica subir a lomo carricoches de niños y otras cosas como sillas particulares o incluso muletas. No estoy atento. Una parte de mi está con ella allí. Me gustaría despejar mi mente como he podido hacer en estos cuatro días que me han parecido una eternidad. ¿Eso quiere decir que es buena cosa o mala? No lo sé. Lo cierto… Me gusto y estoy dispuesto a repetir, molestias e incidentes incluidos. Cierro los ojos. Me pongo en modo « piloto automático ». El avión sigue siendo mi hogar predilecto, mi casa es el mundo entero. Y, ¿yo?

 

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Ya estamos otra vez. El cielo pone esos colores rojizos como si fuera un artista pintor usando su paleta de colores para mezclarlas y encontrar el tono justo. ¡Que pesadilla! En mi infancia tenía algo de sensibilidad con la belleza a secas y natural como esta, pero es como todo, de tenerla continuamente, de seguido, de corrido, empalaga y dan ganas de vomitar. Ahora el puto solo con esa redondez movediza que da la sensación de no tener un entorno definido y ya está. ¡El cuadro de las puestas! ¡Que aburrimiento!  Doy otra calada a mi cigarrillo. Es una delicia. Po lo menos esto es mortal, malo, nefasto, todo el mundo está de acuerdo con esa opinión. El tabaco es lo peor. No digo lo contrario, pero es un buen contrapunto para paliar el hastió de tanta hermosura. ¿De verdad hay gentes que pueden avalar y maravillarse de tal espectáculo? No lo entiendo. Tiro la colilla en el cenicero. ¡Qué pena que no puedo fumar otro! Se me ha acabado el paquete y tengo que volver al hogar, ¡dulce putañero hogar! Odio esta situación y sé que tengo que tomar une decisión referente a mi vida, pero ahora todavía no. Demasiado cabos sin atar y eso no puede ser. Una última mirada para ver el estúpido sol caer y desaparecer. Encima se cree Houdini. ¡Valiente chasco!

 

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Κ

 

            Fuengirola. Aqui estoy. Me he dejado llevar por el buen criterio del taxista a quién pregunté donde sería más fácil de encontrar alojamiento en un hotel de la costa para un tiempo indefinido. Me ha mirado fijamente como si nunca había visto a alguien como yo y supongo que es la pura verdad. Estoy con un traje chaqueta arrugado, una pinta de no haber dormido en un mes, pálido y con un collar de barba nada higiénico. En resumir las cuentas, un tipazo poco común en esta época del año y en estos paraderos denominados idílicos por todas las guías de viaje. El hombretón me ha dicho que subiera y eso he hecho. Mientras que se ponía el cinturón, ha estado pensado.

 

-        En esta época, yo diría que en ningún sitio, Señor.

-        ¡Ah!

-        Pero si hay un sitio donde hay más suerte, yo diría qu’en Fuengirola la tiene…

 

El acento es interesante y algo zapeado en lo que concierne pronunciar todas las letras. No queda mal.

 

-        Bueno, pues supongo que correré mi suerte allí. ¿Estamos lejos?

-        ¡No, qué va! Conozco algo el sitio. Creo que conozco un hotel que no ‘sta muy lejo’ de la playa… Allí, quizás… ¿El precio de la habitación es un problema? Se lo ‘stoy preguntando por que es un hotel un poco carrillo, pero muy bueno po’ lo que m’han dicho…

-        No es un problema. Mi problema es de encontrar una habitación…

-        Bueno, entonce’ ya e’ ma’ faci’ d’encontrar una… Usted se fía de mí que yo le encuentro algo…

 

Asiento con la cabeza. Empieza a maniobrar para que podamos salir del recinto de aparcamiento del aeropuerto. Hace algunas señales a otros taxistas que le corresponde con otros parecidos. El tráfico es tenso ya que los viajeros salen como cohetes por cada puerta del inmenso aeropuerto. El dolor de cabeza me tiene bien pillado. Espero que pueda encontrar un paracetamol o algo por el estilo. No llevo ropas y el aire acondicionado del taxi me impide preocuparme del calor exterior, lo que es ciertamente un alivio. Me acomodo con un suspiro de agradecimiento en el asiento de cuero suave. Cierro los ojos y masajeo un poco mi cara para desentumecerme un poco el bochorno de estas últimas horas. En lo que cabe he tenido suerte de encontrar un vuelo. No quiero ni acordarme lo tremendo que ha sido en aeropuerto haca unas horas. Siempre considere un aeropuerto mi casa o por lo menos la antesala de un hogar peculiar. Todo parece frio, neutral, inhumano e impersonal cuando se mira todo, pero no es así. Me gusta el espacio abierto, esa sensación de estar presente y ausente, esa burbuja de intemporalidad que se cierne en uno mismo y que me hace sentir más vivo, más presente, más unido y menos atado a mis obligaciones, mis deberes, mis quehaceres, mis responsabilidades y mis necesidades. Me siento liado a cada persona que está en el área gigantesco como si de repente todos habláramos el mismo lenguaje y que eso nos hiciera entendernos todos sin tener que explicar nada. Es como estar en el vientre de algo común a todos. Por un momento, cuando estaba rodeado de tantos veraneantes ansiosos, desabridos, excitados, irritados, irracionales y casi histéricos, he perdido ese lazo extraño que siempre siento al estar allí. Pero nada más subir en el avión y sentir el pájaro metálico elevarse con potencia y violencia en el aire, he vuelto a sentir de nuevo la unión. Algo se ha calmado entonces y he podido ponerme en piloto automático durante casi todo el vuelo. ¡Menos mal!

 

-        Hemos llegado…

 

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            ¿Tenéis vecinos? Yo, muy pocos. Los veo entre pasillos y pasillos, portales y entradas y poco más. Llega el verano, los calores y ahí están. Primero los padres con sillas, mesas, abanicos, juegos de sociedad, chismorreos y chaladuras y esas risas histéricas que me ponen de mala leche. Después vuelven en sus pisos para cenar y la segunda tanda de ruidosos infernales salen al patio para vocear, jugar, meterse los unos con los otros o sea los niñitos. Los padres se quedan en casa delante de la tele o voy a saber en qué tareas si no yo dormitando en el sofá y los niñatillos hacen piña, peña y grupito para el peor jolgorio de la noche hasta la madrugada o casi. ¡Horripilante! ¡Qué asco! No tengo niño, pero viendo a estos ni ganas de tenerlo y más si voy a ser un clónicas de estos vástagos. ¡Qué puto veranito! La luna esta al tope. ¡Qué asco de astro! Ni decir que entre los chiringuitos montados por los vecinos y la insufrible vista celestial me siento al borde del agobio completo.

 

                                          -      -      -     -      -      -      -

 

-        Estamos a tiempo para no hacerlo, Pipita…

 

Lo miro, un nudo en la garganta, otro en el estómago.

 

-        No. Quiero hacerlo.

-        ¿Sabes que él nunca te hubiera obligado a nada de lo que le molaba?

-        Lo sé. Y no se trata de eso…

-        ¿Un castigo porque está muerto y tu viva?

 

Palidezco y me quedo en blanco. Parpadeo con rabia, impotencia y dolor. Me mira fijamente, impertérrito. No sé lo que pretende, pero… Me jala hacia él con fuerza. Entierro el rostro en su torso revestido de neopreno con un salvavidas todavía sin abrochar. Inspiro, no quiero llorar, no debo llorar. No va muy desencaminado, pero no quiero, no puedo oírlo todavía o nunca. Me aleja y me enmarca las mejillas con sus manos, mirándome a los ojos con esa chispa de amor fraternal y el infinito cariño que me tiene.

 

-        Lo vamos a hacer, pero quiero que consideraras en cada momento en el cual te involucras en estas chorradas que tanto le gustaba lo que te he preguntado. Mientras, seré tu coach e iremos paso a paso. ¿De acuerdo?

-        Sí.

 

Me abraza con fuerza y me besa la frente, los ojos, los pelos, los labios.

 

-        ¡Vamos!

 

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Ε

Kitesurf. He mirado decenas de videos. YouTube es un hervidor de datos, informes, vistas en movimiento o estáticas, una imagen tomada en una facción de segundo de una postura significativa. Los cuerpos en ángulos imposibles parecen olas encarnadas. El mar y el aire unidos alrededor de las personas con sus arneses parecen esculpirlos. Estoy enfundada en uno de estos, pegada a Yomi con el mismo artilugio. La plancha de surf pareció amplia cuando la mire en la playa, pero en este momento con el vaivén del mar, el aire y el vislumbre del sol sobre las olas la veo como lo que es, un pedazo de nada depositada en una superficie enorme u posiblemente hostil.

 

-        Tente como lo hemos ensayado y siente esa movida liquida bajo tus pies, has cuerpo con ella… Estoy contigo y te tengo, no te pasara nada malo, te lo aseguro. Disfruta…

 

Su voz me murmura al oído y sus manos contra mi cintura son apaciguadoras y seguras, dándome algo de tranquilidad. Inspiro profundamente. Ya es demasiado tarde. Necesito esto, igual si no me consolara. Da igual, nada puede hacerlo, pero… tengo que hacer algo para distraer este vacío que tengo en mi ser desde que murió. No lo aguanto y esto, seguir sus pasos en lo que más le gustaba, me da un punto de apoyo y me impide caer en ese horrendo agujero negro en el cual estoy continuamente. Yomi está en control. Siento como se amolda al mar, como aprecia estar así, dispuesto a surfear sobre esta balsa movediza y gigantesca, esta potencia recorrida por tantos flujos de energía que me siento flaquear. Yomi me arrima a su torso, me posiciona como debido.

 

-        ¿Lista?

-        Si…

-        Lo tomare como verdad… Déjate llevar… Vamos… ¡Ahora!

 

Un golpe de aire infla el cometa y las cuerdas se tensa. En poco segundos bailamos sobre el ancho lomo azulado y me dejo llevar. Cierro los ojos un instante infinito. El miedo se diluye en un ángulo de incidencia que inicia Yomi para que estemos más desahogados con la fuerza de los elementos. El sonido es extraño mezcla de ventisca y de agua revuelta. Me da una pizca de temor que aprecio contra todo pronóstico.  Intento sentir lo que sentía. No hablaba mucho. Me enseñaba fotos cogidas al vuelo, algún que otro video donde su voz destilaba excitación y adrenalina a tope, rebosaba de una felicidad que no acababa de entender, pero sí de sentir profundamente en mi como algo haciendo parte de lo que es el. Lo que era él. Intento y pienso vislumbrar algo de ese entusiasmo que sentía. Yomi nos maneja de mano maestra y lo escucho reír con deleite. Me encanta el sonido de esto e intento sumergirme en esa alegría, lográndolo en parte. Poco a poco me dejo llevar y pronto me siento bien, asombrosamente bien. Creo que aquí y ahora estoy exactamente en ese mismo fervor en el cual tenía que estar. No lo entiendo. Lo siento. Santi. Santi.

 

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            Me dejo llevar por el sonido marítimo mezclado con las voces de una muchedumbre veraniega ávida de tomar y coger todo lo que les rodea, celosa de lo que está a mano, a disposición. Me siento feliz como nunca. Por mucho que recuerdo nunca he sentido et sentimiento de libertad, de liberación de estar aquí sin sentirse estar. Por la primera vez puedo ser sin hacer, aprovechar el tiempo siendo útil, necesario, pensándome indispensable. Me siento solo y próximo de los demás. No es que el gentío y estar metido en la multitud me son ajenos, lo he estado cuando espero el vuelo, en el andar por los aeropuertos a la búsqueda de la puerta de embarque, en las filas para coger un café latte bien cargado o para subir en el avión. Pero no es lo mismo. Estar en sintonía con el dejarse llevar por momentos vacacionales, desapegos laborales, obligaciones, me apacigua, serena, me devuelve a lo que soy aunque no sé ya muy bien lo que soy, lo que soy y en que me he convertido. Siendo parte de un sistema, un proceso, un conjunto financiero me ha transformado en una pieza – quiero pensar valiosa – de un puzle donde todas las piezas están sincronizadas. Lo estoy porque quiero, aquí no se trata de culpar o encontrar faltas, solo de tomar conciencia después de tantos años que quizás me he perdido como ser humano. ¿Cómo persona? Quiero creer que no. No sé lo que deseo y eso es bueno. Estar y ser lo que hay en estos momentos me bastan. Ya se verá. Ya veré. Niños gritan, felices de jugar, pelear, hincar y aprovechar cada instante. Mana me comprare un bañador más corto que este pantalón corto que llevo. Falta de costumbre, de práctica. Una primera vez que pienso repetir. El móvil llama. No estoy disponible.

            El chofer de taxi, Emilio, tenía razón, el hotel es perfecto cuando se puede pagar la mejor suite. Pero puesto a estar aquí en contra de toda razón razonable, da igual lo que pague, solo cuenta ahora el quitarme del medio y estar fuera de mi estado de confort habitual. O sea, olvidarme por un instante lo que soy en una existencia que es o ha sido todo para mí. Después queda lejos en espacio y en tiempo. Pienso disfrutar al máximo y al mínimo sentirme bien.

 

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Se ha ido la puesta del sol adonde le dé la gana. Envidia y de las malas le tengo. Aquí estoy con tres cigarrillos fumados y con el agobio a punto de reventar su propio record. Debería tomar una decisión. No puedo más, el vínculo está roto, pero es demasiado para mí.  Necesito estar en otro sitio, en plena ciudad con hormigón, cemento y gentío, nubes de polución, humana, con ruido y alboroto, movimientos continuos, ningún descanso, salvo el obligatorio por ser de noche. Escucho a esta persona que ha hecho parte de mi existencia, de mis sentimientos y donde había vida, hay un agujero negro que me absorbe día a día inmediatamente, letalmente. ¿Por qué no escapo? ¿Por qué esta cobardía? ¿Es tan mi apego a esta costumbre? Echo la colilla por el balcón, pocas luces vislumbran a lo lejos, tengo vista abierta sobre la oscuridad de la noche y mi propia negrura interna. ¿Qué suerte tener tal panorama?

                                                 -     -     -     -     -     -     -

 

 

 

 

 

 

Ξ

 

            Respiro hondo, jadeante, la sangre como un rio desbocado y me siento viva, divinamente viva y desesperada como nunca. Una sombra me tapa el sol. Abro los ojos. Yomi.

 

-        ¿Y?

-        Es… es… es…

-        Ya sé… Lo sé.

 

Yomi se recuesta a mi lado. Lo miro. Tiene la respiración templada, pero siento esa energía surgir de  cada poro de su ser. Está tan sereno, tranquilo, como si todo en él estaba en paz, en sintonía, como tiene que ser simplemente. Cuando me quedo parada, siento tanto caos y angustia. Es como si estuviera en kit, como los muebles de IKEA, pero sin los tornillos y clavos para montarlos. Cuando intento poner algo de orden es peor. Creo que… ya no sé quién soy, si es que un día lo supe. He estado viviendo tantos años sin preocuparme quién era hasta que me perdí y que sigo perdida. Al principio de esta carrera desbocada hacia… la nada, pensé que era porque había muerto el que era y sigue siendo parte de mí. No quiero hablar de amor… Eso ya no tiene tampoco sentido, prefiero decir la razón que tengo de vivir. Por mucho que lo pienso…

 

-        No ves…

-        ¿Qué?

-        Eso mismo.

-        No entiendo.

-        Eso mismo. No lo entiendes, porque no es lo tuyo.

 

Lo miro desconcertada y perpleja.

 

-        No es el kitsurf, ni el paracaidismo, ni el puenting, ni nada de lo que hacemos es otra cosa.

-        ¿La adrenalina?

-        Eso también, pero es la gasolina, el sustento. La base, lo esencial es después cuando hemos estamos como ahora, en plenitud, en serenidad, completo. En este momento se quién soy sin necesidad de explicar nada ni de entender algo. Estamos… conectados. ¿Lo captas?

 

Siento como humedad en mi cuello. ¿Sudor? Yomi me mira y pone sus dedos sobre mi mejilla, secando las lágrimas que no sabia vertiendo.

 

-        Tienes que parar esto. No es lo tuyo y nunca va a serlo. Tienes que ser tu misma simplemente. Cuando lo entiendas, estarás viviendo tu vida como quién eres.

 

Yomi me besa levemente la boca, luego se recuesta. Me coge la mano. Me agarro a ella como si fuera una salva-vida y quizás lo sea realmente hasta un punto que yo mismo ni sé.

 

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            No sé si me he encontrado en estos días, pero si me he sorprendido como soy en estado de ocio. Parece mentira, pero no me acuerdo y no me consta que haya estado en este estado un día. Perece ser que he nacido trajeado. Tengo buena memoria, o sea, para lo que me interesa o es de incumbencia, por lo demás, como todo el mundo, supongo una bastante selectividad. Me he sentido raro y relajado. El tiempo ha sido placentero y eso que estuve casi seguro de aburrirme o echar en falta la tensión que tengo en el trabajo, las horas extras, el seguimiento de los asuntos o sea lo que es mi cotidiano día si y día también. Pero no ha sido el caso. He estado en un espectáculo continuo entre personas solas como yo paseando y tomándose el tiempo con soltura y tranquilidad, aprovechando toda esa latitud. Luego las familias. Es abrumador la cantidad de jóvenes y menos con niños, chicos, bebes y perros. No debería ponerlos en el mismo saco, pero algunos perrillos son tratando como bebes y supongo que así los consideran. Me he sentido feliz, confundido, interesado, solitario, depre y otras emociones, más que desconozco y que no soy muy dado a eso de la introspección, exámenes de consciencia o no sé qué otro término usado para definir este estado peculiar en el cual me he sentido envuelto y a veces agobiado. La pregunta… ¿He estado albergando todas estas cosas en mí sin percatarme de ellos? Tengo un colega, economista, asesor financiero que estuvo en burn out durante casi dos años. Fuimos a tomar algo un día y me comento que “deberíamos todos expurgar nuestro organismo de todos estos sentimientos y emociones antes que nos ahoguen estos”.  Me acuerdo de esta frase porque me quedé patidifuso que él, entre tantos como conozco, me diga esto ya que es una de las personas más pragmáticas y de una mente poderosa y fría que he conocido. Desde esos tiempos cambió y se ha vuelto una persona diferente en su trato con los demás y su manera de hacer las cosas. Sigue tan pragmático con los asuntos, pero es más asequible ahora. Es un amigo entrañable, igual si no nos vemos tanto como quisiéramos. Gaje del oficio y no es un mero decir. Nos gusta lo que hacemos, solo que las formas de desempañarlo acaban por dañarnos. En mi caso ella sigue el meollo de todo.

 

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            Una semana NUBLADO. Eso compagina con mi estado de ánimo. Lo mejor que tengo que hacer es cambiar la situación, pero ¡Eso como se hace? ¿Se levanta de la cama al despertar y decide de cambiar de vida, de existencia? Si alguien conoce alguien que si lo hace así que me lo comunique. Hasta la hora otra vez estoy en el balcón. Casi echo de menos la puta puesta del sol. Mientras tanto llevo tres cigarrillos fumados y el deseo de estar donde sea,  pero no aquí. Siento los movimientos de mi pareja, por llamar algo el torbellino insufrible que comparte lo que llamo mi vida. ¡Vaya asco! Y, para acabar de rematar se despeja el puto cielo y aparece una esférica candente, tan folclórica ella. No. ¡Pero si también voy a tener la puta luna llena! ¿Quién se maravilla de este espectáculo? Si no varía nunca el rumbo. ¡Que ingesta más insoportable! Otro plato roto. La vajilla de mi abuela es horrorosa, una cosa cutre y ostentosa, pero no merece este trato. No sé porque cogemos cosas así, de gentes que no conocíamos solo por algunas historias contadas en nuestra niñez cuando no se podía escapar del momento “historia familiar”. De manera enfermiza nos sentimos obligados a respetar estas herencias sin sentido. ¡Otra tontería! Ya lo decía. La luna está ahí y hasta me da la sensación que se burla de mí. Voy para adentro parar la masacre. De todas formas he tenido mi momento de solitud. Casi… Nos hemos peleado. Debería decir que hemos estado dos horas, sin contar las horas de sueño, sin pelearnos. No aguanto más la puta situación, pero ahí sigo erre que erre, el aburrimiento custodiado esta noche por la puta redondez luminosa. ¡Que chorrada!

 

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ξ

 

 

            El viaje a Singapour ha ido sobre ruedas, lo lógico, pero el vuelo ida y venida ha sido un fracaso. He estado sin fuerzas totalmente abducido en unos pensamientos turbios y sombríos. He ido directamente a mi oficina. Queda 30 minutos para que acabe el día laboral y mi piso - o más bien el lugar donde voy muy poco por no decir nunca – hubiera sido el sitio donde ir al salir del aeropuerto. Pero no ha sido así. No he podido. No sé qué hacer con mi existencia, paran o decir vida y yo mismo. Tengo un grave problema y no sé cómo arreglarlo. Lo paradoxal, mi oficio es de ir de empresa en empresa para arreglar situaciones, asuntos y demás problemas si precisa. Y aquí… Marthe me ve llegar, sube sus gafas sobre su frente. Me paro delante de su mesa.

 

-        ¿De vuelta? ¿No debería ir a su domicilio?

-        Si tuviera uno, seguro que estaría ya allí.

-        ¿Le han desalojado?

-        No. Pero es como un hotel.

 

Me considera unos segundos con agudeza…

 

-        Le falta un hogar.

-        Siempre dando en el clavo, Marthe.

-        No puede dormir aquí. El reglamento no lo considera oportuno.

-        Sí. Lo sé, pero…

-        Sientes… No, aquí no… en su despacho…Le traigo algo de beber…

-        No…

-        Luego hablamos y vemos lo que hacer. Váyase a su despacho. Y deje el equipaje aquí, no se va a ir a ningún sitio ni esfumarse si se queda aquí.

 

Me paro delante del umbral de la puerta que da a mi despacho.

 

-        Gracias, Marthe, gracias.

 

Unos minutos después, Marthe me trae unos biscochos que hace ella, le gusta cocinar y un café como me gusta, negro y fuerte. Soy muy cafetero. Se ha preparado una infusión con no sé qué ingredientes. Más vale no preguntar. Es adicta a las infusiones.

 

-        ¿Cómo fue el viaje?

-        Sin sorpresa. Ya sabe cómo son, eficaces, discretos y profesionales. Todo se ha arreglado en poco tiempo.

-        Me alegro. Ya me han mandado un informe de vuestra visita.

-        Lo dicho. Muy eficaces.

-        ¿Y el vuelo?

-        De temer.

-        Muchas turbulencias.

-        Ningunas o muy leves. La rutina.

-        ¿Internamente?

-        Sí.

-        ¿Nivel tsunami?

-        Hermano gemelo.

 

Sigue sorbiendo su brebaje con deleite.

 

-        No puede seguir así.

-        Lo sé. ¿Algo malo en mi labor?

-        Nunca. Usted sigue igual de eficiente y de profesional.

-        Me alegro. No podría aceptarlo.

-        Si eso sugiera, lo hablaremos.

-        No lo dudo. Gracias, Marthe.

 

Asienta con la cabeza. El silencio que nos envuelve es placentero, hecho de un entendimiento por su parte que me apacigua.

 

-        Tengo una habitación de huésped. Si lo considera adecuado, se la ofrezco.

-        No quiero interferir en su vida privada.

-        Y no lo está haciendo. Se lo propongo y sabe que eso no influencia nuestra relación laboral.

-        Lo sé.

-        Usted necesita un hogar donde quedarse tres días y le ofrezco el mío.

-        ¿Tres días?

-        Mínimo y sin teléfono ni otros artilugios. Sabe que cojo mi baja anticipada de mi pensión dentro de tres meses.

-        Si, lo sé.

-        Dese ese plazo de tiempo y tome medidas que le corresponda.

 

Miro a Marthe. Tiene un semblante inelegible cuando quiere algo. Asiento con la cabeza. Todo queda dicho por el momento.

 

-        Tomase su café con tranquilidad y mientras me preparo para salir de aquí.

 

Se levanta, alisa su falda. Se da la vuelta para irse a su despacho. Se para en el umbral.

 

-        Por cierto, jefe, bienvenido.

 

Me rio levemente. Marthe es como una madre para ni y yo estoy como el niño que nunca conseguí ser en su momento.

 

                            -      -      -      -      -      -      -

 

            ¡Ya no puedo más! La otra noche llegue a mi casa. Primero pensé que estábamos ni pareja y yo en mudanza, pero no. La persona que vive conmigo había decidido sin previo aviso y sin consultarme de hacer una limpieza a fondo de pre-primavera. Todo el piso estaba repleto de objetos y de muebles, de esa infinidad de cosas que vamos almacenando día a día sin ningún propósito sino llenar armarios, estanterías, cajones y demás lugares de decoración. Lo peor fue cuando vi algo de mí, algo al cual le tengo aprecio, hasta cariño por los recuerdos que conlleva en él. Estaba tirado en el suelo. Entre, lo recogí y…. explote. Le dije de todo y ni me escucho. Siguió con su limpieza. Cuando el suelo estaba repleto de cachivache, fue a buscar dos grandes bolsas que lleno con destreza y determinación. Le increpe, pero no paro ni se inmuto. Fruncí las seños. Me aproximé y vi que tenía auriculares y que tenía la música a tope. Inspire varias veces con fuerza. Es la persona la peor que conozco. Mi paciencia se está agotando. Me pongo delante de ella. Da un respingo, se quita un auricular.

 

-        ¿Qué?

-        ¿Lo ibas a tirar? ¿En serio?

-        Está en el armario desde no sé cuándo y no sirve para nada, entonces, si lo voy a tirar.

 

Y mi futura expareja va para cogerlo, pero lo quitó de en medio y me encierro en la habitación de huésped. Sobre mi cadáver. Aunque si me vuelvo cadáver, quizás esta persona endemoniada me tirara en esa horrenda bolsa. ¿De verdad, gente tiene ganas de estar acompañada porque vivir solo es malo?

 

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            Estamos Yomi y yo delante de la pantalla de mi ordenador con la página web de Santi. Miramos un video, una de tantas que le gustaba hacer. Muchos lo grababan porque era tan extraordinario. Contemplamos como se eleva en los aires sobre una plancha de surf, el cuerpo en tensión, en harmonía con el movimiento de la ola, amoldándose a esa extraña arabesca que une agua y aire. Es tan bello, una escultura magnifica de vida eterna. Y está muerto. Yomi me atrae hacia él y me cobija tiernamente. Ya no tengo lágrimas. Ya no puedo llorar. Se me desgarra el corazón, el alma. Mi cuerpo es una losa, la que no hay en un cementerio. Quiso que lo incineraran y que se le echaran las cenizas al mar donde pertenecía. Así lo hicimos, todos los que le conoció, amó, trató. Alquilamos tres lanchas y fuimos todos para honrar su último pedido, para hacer ese ritual. Devolverlo al mar donde se sintió unido, parte de la inmensidad liquida. Me fui con él ese día y no sé si podré volver en mí, en lo que soy. Estoy perdida y viva. No quiero morir, pero no puedo vivir tampoco, aunque tengo todos los indicios de estar en vida. Yomi me aleja de él para mirarme el rostro demacrado.

 

-        Antes que lo hagamos… Vamos a ir a un lugar donde le gustaba ir de vez en cuando. Soy el único que lo conocía. No está lejos de aquí. Le gustaba pasar un ratito allí cuando ya no sabía por dónde tirar. Era su sitio privado, personal, un rinconcito donde podía olvidarse del mismo, una especie de no man’s land. Es difícil de explicar lo que tiene ese lugar de particular. Quizás no lo tengo, pero para Santi sí. Veía, sentía en él algo que le complementaba o que le permitía dejarse ir… quiso que lo entendiese, pero no estoy seguro de haberlo conseguido. Ya sabes cómo era él…

 

Nos reímos un poco. Santi era una fuerza de la naturaleza, tan vivido, tan potente, tan enérgico. Tenía el deseo de compartir sus pasiones, lo que lo movía, conmovía. Era… un sol.

 

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Ν

 

 

            Un año nos llevó para hacer de nuestro piso (comprado… nuestros padres nos ayudaron y teníamos algo de ahorro, como cual quedaba una pequeña hipoteca que ya está saldada). Queríamos que fuese de los dos, de nuestras diferencias para mejor unirnos. Un hogar para ambas, para nuestra pareja. Lo logramos. Nos sentíamos a gusto, un lugar donde podíamos ser nosotros mismos y también lo que éramos el uno para el otro con nuestras personalidades distintas. Era nuestro nidito también, él y yo siempre estábamos liados entre esto y los otros, pero el piso evitaba que nos desperezáramos demasiados. Ahora… es como un cascaron vacío, como una piel muerta, un féretro, pero es también algo físico que me une a él que ya es somos un recordatorio de que ya no está ah, un recuerdo y sé que un días su rostro, lo que fue el en cuerpo y en mente se volverá borroso, incluso extraño. Siento ya que no recuerdo algunas cosas, y eso me aterra como si me perdiera, perdiendo lo que fue él. Miro el techo de la habitación en la casa de Yomi y lloro, lloro, no sobre Manuel, pero sobre mí, sobre lo que teníamos, lo que ya no tendremos nunca más, sobre lo que no sé quién soy ahora que él no está aquí y sobre lo que hare mañana, pasado mañana y en el futuro. Lloro y pienso que es patético y que no debería ya llorar, que ya llore demasiado, que él nunca hubiera querido verme así. Era tan positivo, tan vital, tan… Me diría que tenía que seguir adelante, de seguir viviendo como soy, lo que quiero, lo que me gusta y no mirar hacia atrás. Lo sé. Es lo que dijo cuándo se murió la compañera de un amigo suyo. Lo ayudo, estuvo allí para él y siempre lo alentó a seguir adelante, que tomara su tiempo para desesperarse, pero que después tenía que vivir. No puedo con este dolor, me supera y por mucho que me argumento racionalmente, que me ponga ejemplos concretos… No puedo, lo echo tanto de menos, lo necesito tanto. Intento ahogar mis sollozos, pero me está superando. Dos manos me cogen y en pocos movimientos estoy abrazada en el regazo de Yomi, sus brazos sosteniéndome y sus manos acariciándome mientras me deshago en llantos y en gemidos. No sé cuánto tiempo dura y no me importante, quiero que esto pare y no sé cómo hacerlo. El silencio acaba por rodearnos como la sabana en la cual me cobijaba antes que llegara Yomi. Le pongo la mano en la mejilla, mientras hipo varias veces, las lágrimas escarceando. Esta húmeda.

 

-        ¿Lloras?

-        ¿Desde cuándo no has llorado con alguien, mijilla?

 

Sonrió con el apodo cariñoso. Hacía tiempo que no lo escuchaba.

 

-        Sí. Bueno… nunca en realidad.

-        Pue ezo, ahí lo tienes. Hemos llorado juntos ahora, lo que hubiéramos tenido que hacer ya. Ahora vamos a ir hacia delante juntos.

-        ¿Cómo? Estoy tan perdida…

-        Buscándote y buscando lo que te conviene. Ajora, duerme. Mañana seguimos lo que hemos previsto y luego… estaré aquí para ti.

-        Y yo por ti…

 

Dejo la bola que me obstruye la garganta desaparecer.

 

-        Y yo por ti también.

-        Lo sé. Duerme, ya no estás sola, estoy aquí.

 

Me atrae más cerca de su cuerpo, lo enlazo y siento los parpados adormecerse y la conciencia irse. Yomi está aquí. Me despierto de golpe. ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Qué pasa? Toqueteo el sitio al lado de mí. Nadie, nadie más. Pienso. Yomi. Un olor llega hasta mi nariz, apetitoso, mi estómago ruge audiblemente. ¿Tengo hambre? Hace tanto tiempo que no tengo hambre, como por comer, como respiro o sigo adelante sin querer. Me desperezo y me masajeo con esmero la cabeza y el rostro. Me tengo que levantar. ¿Tengo? Supongo que sí.  Me he sentido rara, como menos apesadumbrada, dolorida, más ligera. Salgo de la cama, bajo mi larga camiseta con tirantes sobre mis caderas. Hace calor. Lo justo. El día promete ser bueno, agradable. ¿Sí? ¿Para mi también? Me lavo los dientes y hago mis necesidades con una misma inusual serenidad. No me acuerdo haberme sentido así desde hace… meses. Desde… su ida, su muerte. Me duelen las palabras, pero quizás es tiempo de usarlas, de decirlas. Entro en la cocina, un lugar acogedor, muy luminoso y bastante grande que da sobre un pequeño patio trasero que está lleno de cachivaches de deportes marítimos y hasta una hamaca. La mesa esta puesta y Yomi termina de cocinar yo no sé qué, pero será excelente como siempre. Yomi cocina de maravilla y es un lujo y un placer de degustar sus preparaciones.

 

-        ¡Siéntate! Acabo… tomate un vaso de zumo, lo he exprimido hace poco.

 

Acaba de cocinar las tortitas, ha hecho unas tortillas, unas tostadas, pone un tomate troceado en cada plato y los dispone en la mesa. Se da la vuelta, se apresura hacia un rincón y vuelve con dos rosas en su mano en un florero elegante.

 

-        Lo que faltaba. Ahora, come. Después, hablaremos.

 

                                  -      -      -      -      -      -      -

  

            La decisión está tomada. No sé lo que voy hacer de aquí en adelante, pero da igual. La persona que ha compartido mi vida por años está fuera de mí. Lo necesito. Cuando acabe de ver el cielo tomar su estación nocturna, la veré cara a cara y se lo diré. No puedo aguantar ya más esta manera de vivir. He estado compartiendo espacio y tiempo con esta persona, pero hace tiempo que pare de tener sentimientos por ella. De hecho no creo que la he amado, fue una chispa al principio, luego una evidencia, luego una necesidad, luego la costumbre, lo habitual, lo natural y… el descenso. Es como cuando se tiene un virus. Llega, se vie este, se pone fea la cosa, tiene su punto álgido, luego empieza el descenso hasta que acabe por quitar nuestro sistema o por lo menos volverse pasivo e inactivo en algún lugar de nuestro organismo. Ya se va el dichoso sol con la dichosa puesta de sol. No creo que vaya aguantar la puesta de la luna, me da pavor y asco. Sigo sin entender cómo se puede pensar que esto es un espectáculo maravilloso. No lo entiendo. Tienen que tener las personas que así lo ven un algo que nunca tendré. Menos mal. He construido en mi mente decenas de textos para decirle a esa persona insufrible que todavía está en mi vida, pero ni uno me convence. Hay como un reparo en mí que me influye a no hacerle danos con mis palabras. De hecho no podría, no la quiero en mi existencia, pero no significa que me agrada o que necesito hacerle daño. Es paradoxal, ambiguo quizás, pero no soy tan mala persona tampoco o eso creo. Haya voy, sean cuales sean las consecuencias, está decidido.

 

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            Ha llegado el tercer día sin mis costumbres de existencia habituales. Es inaudito para mí. Marthe y yo estamos cenando. No me ha dicho nada en estos tres días de lo que está pasando en la empresa y no me ha preguntado nada sobre mis cavilaciones. No me he enfocado como suelo hacerlo cuando tengo que tomar una decisión y eso es significativo para mí. Algo ha cambiado tanto que no sé muy bien ya quien soy. Y no me importa. He sido… un empresario, un hombre de negocio, un responsable de un despacho, de una oficina, de proyectos, he sido hijo a destiempo por mis viajes, he sido un compañero de pareja sin saber muy bien si el amor tenía algo que ver, se ha vuelto toxica sin saber si yo era también parte de esa nocividad o su víctima, he sido… No sé. Y ahora soy…

 

-        ¿No te gusta lo que he preparado?

-        ¿Cómo?

 

Marthe me muestra mi plato.

 

-        No. Este todo suculento. Solo…

 

 

Marthe me mira con una media sonrisa y la mirada atenta, con un conocimiento lleno de compasión y de empatía.

 

-        Estoy pensando… bueno… creo que he terminado de pensar porque… he tomado una decisión. Así lo creo, pero es tan diferente de mi manera de pensar y de actuar. Es como si todo se había cocido en mí y ahora tenía la conclusión. 

 

Me llevo un bocado a mis labios y lo saboreo.

 

-        No vuelvo. Voy a mandar mi demisión.

-        Queran verlo.

-        Y los veré, pero estoy decidido. He dado diecisiete años de mi vida a esta empresa y he estado muy feliz. Estoy con recursos suficientes para vivir bastante tiempo sin trabajar. De hecho… me gustaría que se ocupara de mis cosas, si quiere. Voy a irme. No sé dónde me voy a instalar si me quedare allí o si volveré. Pienso pensar en mi porvenir con tiempo.

 

Marthe me sonríe ampliamente y me pone la mano sobre la mía y la estruja con cariño y simpatía.

 

-        Tomate tu tiempo para organizar todo. Me siento honrada que quieras que me ocupe de tus asuntos. Lo hare con mucho gusto.

-        Gracias por estar conmigo y de hacer siempre lo necesario para que mi vida sea más simple.

-        Estaba pagada también…

 

Me rio y llevo su mano a mi boca para besarle los nudillos. Seguimos comiendo. Mi cerebro esta ya procesando a todo lo que tengo que hacer, preparar.

 

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Ψ

 

 

No puedo dormir. Después de varias vueltas y revueltas en mi cama, me quedo parada boca arriba, mirando a la nada con fondo de techo recién pintado. La leve luminosidad que me llega de la ventana me avisa que sigue siendo de noche y que será el caso las próximas horas. No puedo más. Siento un nudo en mi estómago y en… No sé dónde más, quizás por todos los lados. Es como si mi cuerpo y mi ser se despertaran y no es un buen despertar por mucho que se diga que renacer o despertar es bueno. No puedo seguir así. Me levanto de un golpe y salgo. No enciendo la luz, no me hace falta, conozco la casa de Yomi bastante bien. No es la primera vez que estoy en ella. Estuve con… con… no puedo más, no puedo aguantar. Empujo la puerta encajada de la habitación de Yomi. Se endereza. Duerme con las cortinas abiertas. Siempre lo hace, le permite tener un sueño más reparador y sereno. Me mira, siento su mirada aguda y atenta.

 

-        Ven…

 

Abre más la sabana y me apresuro a entrar en su cama, una cama grande, inusual, pero le gusta estar a sus anchas. Lo encargo y le encanta. Yomi es bastante grande, como cual se puede comprender esta compra. Me pongo en el filito del colchón, pero Yomi me atrae y me pone contra su regazo, mi cabeza descansando en su hombro. Es tan sólido, tan dulce, tan… Lagrimas suben a mis ojos. No quiero llorar, no más, es inútil y esto no es vida, no lo es, lo sé, pero… Yomi me separa y toca mi cara con esos dedos largos y potentes.

 

-        Nina… No llores más… Estoy aquí… estamos aquí y…

 

Su voz es tan llena de cariño y de conocimiento. Su cara desciende hasta las mis y nos sumimos en un beso cálido y tierno hasta que una llamarada recorre mi cuerpo y me abalanzo sobre el con ese algo, esa chispa que es… Mi mano baja hasta su entrepierna, pero antes de llegar su mano la parra. Estoy sin aliento, el cuerpo palpitando de deseo febril y enloquecido.

 

-        No… no nos hagamos esto… no estas preparada. Yo sin, siempre te he querido, pero no así… No así… Tienes que cerrar tu pasado y seguir adelante…

 

Me echo para el lado.

 

-        ¿Cómo? Como quieres que haga algo así…

-        Vende tu casa, elige las pertenencias que quieres tener tanto de ti que de él, de los dos, vete a un lugar pasar una temporada… dos meses por lo menos y luego… si quieres iré allí y empezaremos a vivir nuestra historia. El estará siempre con nosotros, pero donde ahora pertenece, en el recuerdo, no viviendo virtualmente a través de ti.

-        No sé si puedo hacer eso…

-        Puedes, debes y ya está en tu mente, aunque no lo quieres saber y te aferras a lo que ha sido tu vida estos últimos meses… Pero puedes y lo quieres también, créeme…

-        Pero… y tu vida aquí, tu trabajo…

-        Lo que hago aquí lo puedo hacer donde iras y si no es esto, será otra cosa… No es sobre mí, es sobre ti y lo que tengas que hacer…

-        Si son más de dos meses…

-        Pue serán más de dos meses… Da igual, lo principal, quiero estar contigo y empezar una vida juntos…

 

Me toma la cara.

 

-        Te quiero y te he querido desde que Manuel te trajo y te presento. Pero erais el uno para el otro y eso era inquebrantable… Ahora… quiero tener esta oportunidad… la decisión es tuya y la respetare… te amo, dulzura, te amo tanto…

 

Yomi me besa con pasión y algo de desesperación, pero con ternura y fervor. Nos miramos a los ojos. Asiento con la cabeza. Me abrazo y me aferro a ese futuro que vislumbro nítidamente. También lo quiero, pero de otra manera. No es Manuel, nunca lo será, pero es un hombre con quien podría renacer y vivir y sentir otra vez. Mañana seguiré pensando, ahora, por ahora…

 

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            Le he dado la noticia. Buena para mí y para mi ex pareja ya, fatal. Esta persona con quien he compartido veinte años en total es horrible. Me ha costado cinco años entenderlo, pero cuando lo conseguí empezo en descenso hacia un infierno cada vez más importante. Conociendo su manera de ser he empezado poco a poco a llevarme cosas que me importaba. No soy alguien que me gusta tener y tener cosas, lo imprescindible y poco más. Cuando se lo dije tajantemente, tuvo un momento de parrón hasta que estallara. Lo supe y actué directamente. He ido a un hotel donde ya empecé a llevar mis pertenencias. Desde un tiempo pensamos esta persona y yo en mudarnos en otro lugar. Mi pareja ira donde quiera y yo iré donde quiero y será en otro país. Ayer me he reunido con mi ex y ya está en trasmite de venta lo que supuestamente fue un hogar para los dos. Tenemos ya siete compradores potenciales. El lugar donde tenemos la vivienda es bastante concurrido. Espero tener noticias y de las buenas en poco tiempo. Mientras tanto aprovecho mi estancia en este hotel para no ver más puestas de sol, luna y… Por lo demás… más vale estar solo que mal acompañado, como dice el refrán. ¡Qué alivio!

 

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              Marthe y yo brindamos. He conseguido arreglar las cosas. La dirección de mi empresa no estaba muy feliz de perderme, según la manera que han tenido de hablar de mi dimisión. Me han dado una suma sustancial para mi ida y también por mis fieles y productivos años en la empresa. Han descorchado una botella de Cava y hemos brindado. Marthe ha sido ejemplar, sobre todo que le queda pocos meses antes de poder coger su pensión.

 

-        ¡A tu salud, jefe!

-        Ex jefe.

-        Siempre será mi jefe, el mejor que he tenido.

-        Me halaga.

 

Empezamos a comer sonriéndonos.

 

-        ¿Cuándo se marcha?

-        Mañana por la tarde. La mayor parte del viaje se hara de noche. Prefiero ya que son casi diez horas de viaje hasta llegar a lo que puede ser mi nuevo país. No lo sé todavía, ya veremos si me conviene.

-        Tiene todo el tiempo de averiguarlo. Lo principal es que sienta que puedas vivir allí.

-        Sí. Así lo pienso también.

 

La cena trascurre con tranquilidad. Nos prepara un café maravilloso. Tiene un don con las preparaciones de los cafés.

 

-        He dejado todo en una carpeta y también en una llave USB. Si hay cualquier problema…

-        … le llamare y volverá… No te preocupes… Allí tendrás Internet también, asi que no habrá problema y si las hay…

-        … ¡siempre hay una solución!

 

Nos reímos. Es siempre lo que decía cuando surgía una dificultad, un problema. La velada acaba y me siento cansado. Mañana ultimo algunas que otras cosas y Marthe me llevara al aeropuerto. Esto me cambiara de las veces que mi ex me llevaba. Menos mal, el asunto del… ¿amor? Ya es cosa del pasado, incluso si me llevara algún tiempo a deshacerme de lo que he vivido. Abrazo a Marthe y me voy a la cama. Sera uno de los mejores vuelos que tendré, lo sé.

 

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π

 

 

¡Que me aspen! Toda una vida con el agobio de las apuestas del sol, luna y… Y ahora 8 horas de vuelo por lo menos y navegando por encima de las nubes en directo con el sol y seguramente la luna ya que pillamos parte de la noche. Estoy lleno de mierda… Respiro hondo. No hay de que ponerse de los nervios. Quizás amanece nublado o lloviendo y no tendré esa asquerosa visión de una puesta de sol. La muchacha que está a mi lado se ha quedado dormida de golpe después de moverse y removerse. Encontró su sitio y luego se quedó frita. Quizás se ha tomado una de estas pastillas que ayudan a dormir en vuelo. No he pensado a eso. Los últimos días han sido intensos. Por fin hemos vendido la vivienda y tengo ya bastante dinero hasta que sepa lo que voy hacer con mi vida. Desde luego, sin vista a una puesta de sol, luna o… Ya veremos. Hice yoga hace tiempo. Me sirvió entonces, pero después mi ex pareja llego a destrozar todo el bienestar que me podía procurar. Suspiro profundamente. Me relajo. Quizás llegue el sueño y me ahorro la puta puesta de sol.

 

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Me pongo cómoda o sea me remuevo en mi sillón. El hombre a mi lado, se ha movido. Es como una estatua. Mira con ese ojo distraído por un espacio mental personal. Suspiro. Yomi ha conseguido lo impensable el piso, sigo de baja, pero he demitido. Me voy. Este país será mi próximo hogar o vivienda. Tengo dinero y con la ayuda de Yomi, todo ha estado en orden, papeleos, documentos oficiales, banco, mis pertenencias y algunas de Manuel. Pocas, Yomi ha sido tajante. “¡No eres un contenedor o un trastero para las pertenencias de Manuel! No las necesitara ya nunca más.” Me rompí. Yomi y yo estuvimos llorando y desolados, abrazados desesperadamente, luego seguimos adelante. Dormimos juntos abrazados los 10 días que siguieron ese momento. Ayer noche… Nos besamos y sentí algo volver a la vida en mí. Yomi sentía lo mismo. Pero es demasiado pronto todavía, pero ya nos queremos como amigos y ahora… quizás… como amantes, como… Yomi no ha querido tocar el tema. Viene para reunirse conmigo dentro de 1 mes. Si le gusta donde estoy, se vendrá a vivir conmigo o volverá y me reuniré con él.  El avión ha despegado. Cierro los ojos, no quiero ver, sentir. ¿Vivir? Mi mundo estaba en harmonía. ¿Podría volver a serlo? ¿Tengo derecho a serlo? Manuel hubiera querido que lo fuese. Lo quería siempre para mí, para nosotros. Me dejo llevar. No sé. No quiero saber. Ya veremos, ya veremos.

 

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            Rondamos como pato mareado sobre la ruta de concreto que nos llevará hasta el momento del despego. No sé cómo puedo estar desentendido de esta potencia que tienen los motores del avión para echar a volar, pero así es. Nada más desolador que la indiferencia de la rutina, del costumbrismo de lo mucho vivido. El avión está en silencio. Llevamos una hora de atraso, para mí una hora de felicidad, ya que atrasa mi cara a cara con ella. Estaba decidido, más que nunca, a acabar con esta relación toxica y lo conseguí, a duras penas. Un vuelo de noche, preferible, uno tiende mejor a dormir y a pasar el tiempo. Las luces se taíman para echar a andar a paso lento. Estamos parados, dispuesto a tomar la pista de vuelo, lo que permite a este cuerpo metálico, esa ave voladora potente y extrañamente fascinante, dos luces anaranjadas parpadean mientras esperamos y ya han aterrizado dos aviones, pájaros agiles en un aire enfriado por la noche acaecida. Miro por el ventanuco y me dejo distraer. Despegar. Eso es lo que tengo que hacer, luego el desembarque me llevará en otro lugar, pero eso ya seré otra persona. No lo tengo muy fácil, ni todas la de ganar en esta lucha perpetua, soy también presa de mí mismo. La azafata se afana en sus gestos explicativos sobre lo que se tiene que hacer en el momento que el avión esté en peligro de estrellarte siguiendo las instrucciones vocales que emite el sistema de sonido. Termina el ritual y se apresura a tomar asiento mientras el avión se pone a correr en la vía y se eleva, haciendo temblar toda la estructura con una potencia fenomenal. Vuelvo la cara hacia el ventanal y miro los alrededores celestes y me sumo en pensamientos deshilachados e inocuos. La azafata se pasea en el estrello pasillo proponiendo comidas calientes. Poco después pasa un carrito con bebidas y comidas frías como bocadillos. No estoy tentado en nada. Pasa tiempo y pasa otro carrito con artículos vendidos por la compañía y otros artículos de lujo. Todavía me queda tiempo antes de aterrizar.

               He roto con ella. De hecho, he roto con todo mi pasado. Digo “pasado” porque desde hace unos meses estoy desconectado de todo. Los negocios, las reuniones, los trasmites, los arreglos, las conferencias telefónicas y otra, mi pareja intermitente, mi relación fallida, yo mismo y mis metas y otros planes de existencia, todo. He vivido como estando en piloto automático de mi mismo, de mi vida. Mi secretaria, que nunca lo será más para mí, pero si una persona con la cual quedare en contacto, me ha abierto los ojos sobre la insensatez de seguir así. Me ha impulsado a remediar a esa situación absurda y letal y aquí estoy. Se va encargar de toda mi vida allí, tiene los poderes de mis asuntos y también un seguro que no le permitirá robarme y aprovecharse de mí. Yacusi aéreo o sea turbulencias. No me preocupa, incluso ni las siento, pero mi vecina esta algo inquieta, aunque intenta disimularlo, pero conozco la manera en la cual esta sentada, como esta su cuerpo y su semblante que he mirado brevemente. Lo entiendo, puede ser agobiante y sobre cargante. Le sonrió y se relaja un poco. Una muestra de empatía siempre ayuda, lo sé, lo he comprobado, lo he vivido. Me encanta volar, pero no ahora. Supongo que volar me ha dado siempre más la sensación de estar perdido en el aire, sin rumbo, solo tumbo y de los malos. Mi ex no se ha tomado muy bien mi decisión de cortar con ella. Lo puedo entender; Lo que no puedo entender… Me ha tirado una revista encima que me dio de lleno sombre la cabeza. No me duele afortunadamente el golpe. Estoy aliviado de haber puesto punto final a esta relación toxica. Ya era hora. ¿Y ahora qué? Me gustaría tener algún indicio sobre lo que quiero hacer. Llevo trabajando 12 años para mi empresa. Me ha ido de bien a genial hasta que me harte. Estoy bien, mejor que bien incluso en mis bienes económicos. Puedo vivir mucho tiempo de mis rentas. Marthe, mi ex secretaria y mi inspiradora y amiga me ha aconsejado de tomar dos meses de vacaciones. La miré como si fuera una zombi. “Lo necesita, créame y eso le dará la oportunidad de tomar una decisión y saber qué sentido tendrá esta en su vida y para usted.” Supongo que tiene razón. Voy a dormir. Se me da muy bien de dormir. Faltan 7 horas más o menos para llegar. Estoy en “ningunlandia”. Ese puede ser un buen lugar para empezar a recorrer mi nuevo camino de vida.

 

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Αω

 

 

El tiempo pasa muy rápido sobre todo cuando uno está menos desubicado, o sea que ha podido reanudar con su camino de vida. Antes nunca hubiera pensado así, pero ahora llevo varias semanas aquí en este país, disfrutando de no hacer nada. Aquí, reunido, colores vivos, alegría, miseria y… vida. Una vida llena de alboroto y de ganas de vivir. Todo es desmedido y medido y… me he encontrado. Sé que suena idiota, hasta irónico, pero es así. Estoy parte del día apoyado en el alfeizar de la ventana que da a unas calles concurridas. Aunque es un hotel selecto, tiene vista al pueblo, mejor dicho a la ciudad. No sé cuántas gentes hay aquí y poco me interesa, tengo acceso a Internet, pero ¿para qué? ¿Saber cómo está el mundo de la Bolsa? No me importa. Voy a seguir vivo y coleando. Marthe me mando informaciones breves, concisas y precisas sobre mis asuntos, bienes y otras de la empresa. Le llamo, me habla de su vida y me da alegría saber de ella. En dos semanas estaremos allí juntos hasta que decida que voy a hacer? Lo cierto… Me voy a otro país. Tengo donde elegir.

 

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               He alquilado una casita que da sobre un campo y unas calles y callejuelas con casitas y otros edificios. Y… No hay puesta de sol, luna y de la madre que pario a todas esas vistas de estrellas mayores. ¡Qué alivio! Desde que he llegado es pura felicidad. Más vale estar solo que mal acompañado, dice el refrán. Nunca mejor dicho. Aquí estaré bien. Es un pueblo bastante amplio y esta no muy lejos de una especie de urbanización de Europeos. He visto algunas personas que hablaban lenguas de varios países de Europa. Entendió francés y castellano, evidentemente. Se les ve felices y yo lo estoy también. He podido recuperar parte del dinero invertido en la hipoteca de la casa donde he vivido con mi expareja. Puedo estar aquí tanto tiempo como me plazca y después ya se verá? No tengo prisa. Lo principal haber roto con una relación toxica y las putas puestas de sol, luna y… Mire por donde mire… Estoy bien, eso es la base y sobre todo… Tengo donde elegir.

 

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               El mar es divino. Otro color, otro olor, otras vistas, pero salitre siempre. Soy chica de ciudad, como lo era Santi, pero desde que estuve con Yomi he cogido el gusto y la pasión del mar. El vaivén, el oleaje, las brisas, el horizonte inmutable y esa serenidad intemporal que me llena y me da paz y un punto de equilibrio. No sé muy bien que va a ser de mi vida laboral. Conseguí recibir una buena suma de dinero por nuestro piso. He pagado lo poco que quedaba de la hipoteca y tengo bastante para vivir muy cómodamente aqui. Me gusta. Mis padres lo han entendido y los espero en breve aquí. Le gusta viajar, pues este país es todo un recorrido viajero. El resto de la familia, amigas y demás han aplaudido mi iniciativa. Yomi estaba en lo cierto y me aplaudo también por mi voluntad y determinación, por mi valentía. Aliso mi vestido ligero y playero. Me encanta este vestido, el primero que he comprado nada más llegar aquí. Estoy esperando delante de las puertas correderas de la salida de los pasajeros en el aeropuerto. Han pasado cinco semanas, pero a las tres semanas lo llame después haber puesto mensaje para avisarle que había llegado bien y que estaba bien. Luego le puse que me encantaba aquí. Me puso emoticones de besos y pulgar levantado. Luego,.. Llame. Le dije que estaba segura de mi, que lo quería aquí conmigo y que lo echaba de menos. Suspiro profundamente y con la voz rota me dijo: “Estaré en dos semanas allí. Te amo. Gracias.” Se le quiebro la voz, a mí también. Le sople un “te amo” y colgó. Después me mando unos emoticones con unas maletas, unos aviones despegando, volando y aterrizando y una cantidad impresionante de corazones de diversos colores y de personajes abrazándose. Termino con un “te amo”. Le devolví otros emoticones. Es increíble. Pero… Quiero a Yomi de verdad. No lo hubiera creído si me lo hubieran dicho. Es de otra manera, pero yo soy otra también. Santi se ha ido para no volver, pero está en mí, no solo en mis recuerdos, pero también en lo que soy y seré de aquí en adelante. Lo que me depara el futuro me da igual. Ahora se… Para ser feliz y seguir viva… Tengo donde elegir.

 

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