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De escritura à écriture
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6 mars 2022

Buenas noches, bonsoir, Voici, aquí teneís los

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Buenas noches, bonsoir,

Voici, aquí teneís los próximos capítulos, les prochains chapitres de mes opus,de mis libros : La Matriarca y Alba. Bonne lecture!

 

La Matriarca 

 

ñ

            Repentinamente abro los ojos parpadeando y oteando a mí alrededor, intentando averiguar la hora que es, el lugar donde estoy, lo que estoy haciendo y hasta quién soy. Los elementos van tomando claridad. Soy Tilda, estoy en casa de Sandro, es de noche, hora imprecisa, ¿media noche?, durmiendo con Sandro y… ¿desnuda? Me ruborizo. ¡Genial! Estoy sola en la cama y probablemente sea eso lo que me ha despertado. Me levanto algo tambaleante después de encontrar a tienta el interruptor para encender la luz de la mesilla de noche. Vaya… ¡Que las mañanitas cantantes y agiles son ya un mero recuerdo! Me estabilizo y busco con los ojos entrecerrados algo que ponerme. Veo un salto de cama negro. ¡Perfecto! Es de cuatro tallas más grandes que la mía, pero me las apañare para que se amolde a mi cuerpo. No hay rastro de zapatillas o zapatos. ¡Bien! Siempre me ha gustado andar descalza. Hora de saber dónde se ha ido mi príncipe azul, aunque siempre encantado y encantador, pero ahora muy escurridizo. Si bien lo conozco o no puede dormir o está liado con un asunto de índole secreta que desea esconder a mi sagacidad. Debería saber que demasiada normalidad, sigilo y encubrimiento despiertan mi curiosidad que es insaciable de por sí. Bajo lentamente las escaleras atisbando un haz de luz en un cuarto que me acuerdo siendo una especie de gabinete de trabajo. Voy hasta allí. Me paro en el umbral. Pongo mi hombro en el marco de la puerta y… ¡Allí está el de la busca y captura que, por cierto, ya tengo capturado desde hace un tiempo bastante largo!

 

-        Por lo visto no soy tan irresistible como creía si necesitas ir a “hacer algo” a estas horas de la noche y sin mí que aún es peor.

 

Sandro levanta la cabeza sin sobresaltarse, la mirada un poco perdida y algo brumosa.

 

-        ¡Ya decía yo!

 

Me adentro en la salita dirigiéndome hacia donde está sentado.

 

-        No has cambiado. Siempre haces eso…

 

Sandro mueve la silla giratoria y sigue mirándome.

 

-        ¿Lo que?

-        Venir a trabajar en medio de la noche cuando tienes entre las manos algo de suma importancia.

-        ¡Oh! En este caso te estoy insultando ya que tú eres la que es la más importante entre mis manos.

-        Déjate de monserga, Sandro. Sabes lo que digo.

-        Quizás…

-        Han sido dos años sin vernos, pero…

-        ¡Una eternidad para mí, Tilda!

-        ¡Siii, claaaroooo! Una eternidad al que pusiste una fecha de caducación al decidir venir aquí a… ¿Que exactamente? Tampoco te pases. ¿Qué haces realmente aquí?

-        ¿Aquí sentado? Ya ves. Delante de mi ordenador.

 

Aprieto los labios fulminándolo con la mirada.

 

-        Bueno… Quieres decir… ¿Aparte volver con la mujer de mi vida, o sea, tu? 

 

Bufo y lo miro detenidamente.

 

-        Más vale que me digas de que va todo esto, Sandrito.

-        ¿Y si no puedo decírtelo?

-        Olvidas que de irme definitivamente del Cuerpo no ha cortado “definitivamente” mis lazos con algunas personas que siguen allí.

 

Sandro me mira. Coge mi mano y me atrae con fuerza y dulzura hacia él haciéndome caer en sus rodillas. El salto de cama se abre aprovechando el movimiento para retomar su talla habitual. Me apresuro a juntar las solapas para cerrar la ropa. Sandro me da esa sonrisa de medio lado que me pone a cien. ¡Vamos a ver! Sandro me mira a los ojos.

 

-        ¿Una amenaza, mi Tilda? Me encanta cuando te pones en plan guerrera todopoderosa.

-        ¡Venga ya, Sandrito! Nos conocemos demasiado. ¿Qué haces aquí?

 

No añado “aparte de quererme en tu vida y a tu lado”, pero lo pienso con mucha fuerza. Sandro mira mis ojos y mis facciones impertérritas. Suspira levemente. Sé que está procesando velozmente lo que me va a decir, como me lo va a decir y hasta donde quiere decírmelo. Sabe también que haré mi trabajo de entendimiento, llenando adecuadamente todos los vacíos y hechos silenciados que ponga en sus explicaciones y, sobre todo, atando cabos.

 

-        ¡Ya! Desembucha…

 

Tiene el ordenador portátil encendido, un pen drive conectado en el lateral. Sandro, siempre, trabaja con pen drive, más todavía si obtiene informaciones valiosas. No pensaba que tuviera informadores por aquí. Parece ser que me queda algunas que otras zonas oscuras por aclarar en este hombre. Así y todo… ¿Quién puede asegurar que lo sabe todo de una persona? De nosotros mismo desconocemos ya tanto… Un fajo de documentos de índole oficial está amontonado en pilas ordenadas que siguen seguramente un orden preciso. Sandro tiene una “mente puzle”. Miro la pantalla. No puedo saber de qué va todo esto, salvo que es algo de importancia para que Sandro tome tantas precauciones, independiente que es siempre muy cuidadoso en sus andanzas. Sandro me observa oteándolo todo detenidamente. Sé que solo me dirá lo que él cree conveniente, guardándose lo principal, siempre lo hace. ¡Bien! Pero ya no quiero más ocultaciones. Me tiende unos documentos. Los reconozco como declaraciones sarmentadas de unos testigos. Una es de una mujer, Jerónima Sánchez Hormigón y otra de un hombre, Sancho Prieto Alonso. No los conozco y eso no me sorprende. Hay otros más, pero me canso del jueguecito. Dejo el fajo en la mesa.

 

-        ¡NO! ¡Me lo dices con letras y señales! Eres demasiado hábil en marear la perdiz, pero ya voy mareada lo bastante, ¡muchas gracias!

 

Me da esa media sonrisa tan sexi. Este hombre sabe cómo encandilarme. Baja la mirada. Piensa y eso me pone de los nervios porque va a decirme poco y nada sustancial.

 

-        Estoy procesando los últimos datos que podrán poner entre rejas el cabecilla de una red de corrupción.

-        Sandro… ¡Si quiero leer algunos artículos o ver documentales para enterarme de este tipo de cosas lo hago y no necesito que me des un titular como este! ¡Vamos, Sandro! Que nos conocemos desde mucho tiempo y he trabajado más de veinte años en el cuerpo. Puedo saberlo mejor y más de los casos que has llevado. ¡No me insultes!

 

Sandro aprieta los labios con fuerza, la mirada feroz, luego se rinde. Pulsa unas teclas y aparece en la pantalla una cara. Dejo escapar un jadeo involuntario y el aire que tenía retenido. Sé quién es, pero no es el que temía que fuera. Sandro no ha dejado de mirarme fijamente. Mi cara tiene que delatar algo, pero espero que no sepa descifrar ese “algo”.

 

-        Lo reconoces, ¿no?

-        Ha sido policía encubierto en varias misiones y agente de enlace en el cuerpo, en particular contigo y tu equipo. ¿Está implicado?

-        Lo estaba, pero no como se ha dicho. Lo eliminaron. Su viuda...

 

Me pone delante otro rostro después de pulsar algunas teclas del ordenador.

 

-        … ha encontrado un pen drive que no pudo abrir e intuyo que tenía que ser algo importante. Me contactó porque me tiene confianza y porque se lo recomendó Paco… ¡Ciertamente estuvo en lo cierto!

 

El tono acerado me dice bastante sobre la rabia impotente que siente.

 

-        Sí. Tuvo razón. Eres totalmente de fiar y… lo siento.

 

Nos miramos. Me sonríe levemente. Miro la pantalla. Reconozco la forma de los documentos, he tenido algunos iguales que estos y eso me hace temer lo peor. Trago fuerte e intento no temblar, pero siento un escalofrío recorrer velozmente mi espalda.

 

-        Y… ¿Has podido encontrar algunos datos y hechos fehacientes que inculparían a este cabecilla?

-        Ninguno concreto, aunque todos están ligados a los que ya tengo y que van poniendo en evidencia la participación y la responsabilidad de la “cabecilla” en todos estos asuntos.

-        ¿Son suficientes para inculparlo?

-        No como los tengo. Si no hay firmas suyas o documentos que lo incriminen directamente para que pueda ser llevado delante de los jueces quedará libre de cargos por faltas de pruebas contundentes y fehacientes. Ya sabes cómo van estas cosas…

-        Si… ¿Disculpará esta inculpación al marido de esta mujer?

-        Ya está disculpado. Lo estuvo desde el momento que lo encontraron sin vida. Muchos respondieron por él y eso hizo una gran diferencia para su viuda y su familia, aunque eso no le devolverá en sus vidas.

-        No, es verdad. Lo siento por ella. Espero que estos documentos puedan ayudarte realmente a poner entre rejas a esa persona. Aunque si su marido ha recopilado estos datos y estos documentos seguro que pensaba que había material válido para que se pueda usar contra el cabecilla en un acta judicial.

-        Eso mismo pienso yo, Tilda. Como siempre has dado en el clavo.

-        Si… Bueno… ya sabes… es un poco mi especialidad…

-        ¿De dar a los clavos?

-        ¡No seas bobo! No… en serio. Sé cómo son estos granujas y lo fácil que lo tienen para nunca estar en prisión.

-        Sí. Así es. Supongo que lo sabes tú también y que has conocido a varios de ellos…

 

Su mirada esta fija en mi cara. Quiero mirar a otro sitio, pero no puedo. Soy cobarde, pero no puedo decirle lo que sé, incluso si sé o, por lo menos intuyo, que eso podría serle de alguna utilidad. No puedo… Su mirada se suaviza. Me acaricia la mejilla. Recostó está en la gran palma un poco rugosa de su mano. Me cobijo en su regazo. Cierro los ojos y un suspiro profundo se exhala de mi cuerpo. Lamento ser como soy. Siento su aliento en mi oído, suave y dulce.

 

-        ¿No tienes nada de especial que decirme, Tilda?

 

Levanto la cabeza y lo miro a los ojos. Trago fuerte. No puedo.

 

-        Tanto como tú, Sandrito.

-        Entonces estamos empatados… por ahora…

-        Si tú lo dices…

 

Sandro baja la mirada, serio. Bajo la mía y empiezo a juguetear con el cinturón del salto de cama.

 

-        Tenemos que hablar, lo sabes no…

-        Si…

 

Dice lo obvio. Pero, ¿estoy lo suficientemente preparada? No creo. Miro el rostro de Paco. Tenía cuarenta y cuatro años y una vida por delante o casi.  Poco a poco van asechándome factores que me acercan al momento de contarle todo, de sincerarme y de disculparme, quizá. No es que voy a confesarme, seria humillante tanto para él que para mí, una ofensa a nuestros sentimientos y vivencias juntos. Quiero empezar de nuevo, de lleno con él y de buen pie, dejando atrás el pasado en el pasado para disfrutar de un presente con porvenir. Quiero alejar el miedo, el temor, las dudas irrazonables que han sido el telón de fondo de mi mente estos dos últimos años. Quiero dejar de volver la cabeza repentinamente con el terror de estar otra vez en… Cierro un segundo los parpados con fuerza. Quiero poder controlar algo de mi tiempo de vida sin que sea lo contrario. Me siento libre, pero ¿ha sido todo un espejismo, una mera coartada para no enfrentarme a lo que en su día me hizo huir? Ya va siendo hora que pare de huir.

 

-        Vamos. Ahora no es el momento de aclarar nada, cariño. Te necesito y tú también.

 

Teclea con rapidez y la pantalla se vuelve negra. Cierra la tapa. Nos levantamos. Hora de aprovecharse un poco más del sueño, aunque lo que más deseo es acurrucarme contra él para no pensar, para no sentir otra cosa que esta ternura que tenemos entre nosotros.

 

 

-        Queridos amigos, familia y familiares, estamos reunidos para recordar a Matilda o Tilda como muchos la llamábamos…

 

Algunos sonidos de aprobación zumban en la amplia sala alquilada para la ocasión.

 

-        Ella era una mujer muy valiosa. Quiso el destino menguarle sus años de vida, los que hubiera podido vivir, pero eso es ley de vida y nadie puede interponerse. Su muerte fue mala tendiendo a malísima, pero ¿quién puede decir que no tenía que ser así?  Ha dejado una carta y me ha tocado leerla delante de todos ustedes.

 

Carraspea un poco para aclararse la garganta y pone cara de profunda atención y aflicción.

 

-        Aquí están estas palabras que ella misma hubiera dicho de no ser por su condición actual.

 

Despliega un rollo que cruje con estrépito bajo la gigantesca bóveda oscura del techo. Un pergamino de color sangre reluce en el lugar como una llama viva.

 

“Mis queridos, ya no estoy aquí en cuerpo, pero quizá en alma. No tengo gran cosa a añadir a todo lo que he podido deciros a cada cual, en su momento, porque lo que tenía que decirle ya está más que dicho y hasta repetido, miles de veces y lo demás no merece la pena decirlo. Solo dos cosas de importancia según creo yo: primero, no llorarme, que todos vamos por este sendero y eso no tiene nada de malo. La prueba está, ya he terminado la caminata y allá estoy. Segundo, vivir, vivir y vivir tanto y más porque es lo principal y lo esencial. Merece vuestra dedicación en eso en cada instante de vuestro tiempo y si podéis seáis felices comiendo o no perdices que a mí me iba mejor el pollo. Así que adiós, pero no hasta nunca jamás. Fue un placer haber pasado tiempo con todos vosotros. Cuidaros y besos.”

 

El pergamino prende en llamas y se esfuma con una rapidez encantada. Un “oh” de asombro maravillado relampaguea en el vasto espacio atiborrado. La cara de Pablo, el tío de Sandro y ex-jefe de Matilda sigue con una mirada encandilada los pedacitos negruzcos que revolotean a su alrededor. Una leve sonrisa astuta enciende su rostro hasta el punto de darle un aire diabólico.

Un grito ahogado irrumpe en el aire y Matilda abre los ojos, el cuerpo pataleando en la cama, el corazón martillando su pecho y un escalofrío recorriéndole todo su cuerpo con un estremecimiento helado. Un leve haz de luz aparece proveniente de la pequeña lámpara sobre la mesita de noche. Sandro mira a Tilda que intenta recobrar una respiración normal.

 

-        ¿Estás bien, cariño?

-        Si…

-        Ven aquí…

Tilda se acurruca entre los brazos de Sandro todavía aturdida con esta tremenda pesadilla.

 

-        Ha sido una pesadilla horrible…

-        Si…

 

Sandro no dice nada, pero sabe que esto no es anodino. La conoce demasiado bien. Solía tener pesadillas cuando algo la carcomía por dentro con demasiada fuerza. La clave está en… Pablo, su exjefe y su tío político, y un pasado que se niega a contarle. Deberá hacerlo. Necesita lo que sabe. Puede que le ayude en su tarea o puede que no. Sea como sea es hora que su Tilda pare de esconder la cabeza en la arena. Le ha dado dos años para que pueda hacerlo. Ya es hora que siga adelante su vida y la de ellos dos. Sonríe levemente, sus labios a escarzos milímetros de su frente sudorosa. Esta aquí y hará todo lo que esté entre sus manos para que lo que hubo de malo ya no pueda nunca ser y rehacer mejor y con más fuerzas lo que ellos han tenido y que siguen teniendo, incluso con este paréntesis de dos años separados entre ellos.

                

---------------------------------Hasta el próximo capítulo------------------------------------------------------------------------------------------------------------Jusqu'au prochain chapitre---------------------------------------

 

 

Alba – 6 mois et demi

 

w.

            Damien regarde Gabriel peindre délicatement ce qui fera de cet abat-jour une véritable œuvre d’art. Lorsqu’il avait acheté cet accessoire en blanc, Damien et Clémence avaient été dubitatifs, d’autant qu’il était destiné à la chambre de leur cher ange. Mais lorsque Gabriel leur eu expliqué qu’il comptait le peindre, ils ont été emballés. Gabriel a un réel talent, même s’il semble le seul à ne pas le savoir. Damien regarde son homme se rembrunir. Il était pourtant serein et très motivé lorsqu’ils sont arrivés dans sa pièce-chambre-atelier-bureau.

 

-        Tu vois… j’ai fait quelques croquis, mais ça ne donne rien… J’ai divisé l’abat-jour en trois parties. Je vais peindre un levé de soleil, une lune pleine qui brille à la fois sur une mer, une montagne et un paysage verdoyant et puis je vais faire un ciel étoilé, mais avec des constellations et des étoiles qui vont former un dessin particulier…

 

Clémence qui les avait rejoints après une tétée, se tenait près de Gabriel, berçant une Alba ensommeillée, mais qui luttait pour rester éveillée. Elle malaxait fortement sa tutte avec ce petit air sérieux et opiniâtre qu’elle prend lorsqu’elle veut quelque chose, mais qu’elle sait la bataille perdue d’avance. Pour sa part, il a toujours l’impression que les tuttes sont comme des bouchons et cela l’a toujours amusé et ému de les voir dans ces minuscules bouches. Avec Alba, le sentiment est plus intense, plus puissant, plus prenant. Clémence berçait Alba qui finit par se rendre au sommeil non sans émettre quelques pleurs avec peu de conviction. Damien et Clémence ont regardé les croquis, mais comme souvent cela ne leurs disait pas grand-chose. Ils attendront de voir l’œuvre achevée pour comprendre ce que Gabriel a voulu transmettre. Les mots peuvent être si impuissants à dire ce qui est.  Damien reporte son regard sur l’écran de l’ordinateur. Le projet sur lequel il travaille est en bonne voie, ce qui le rassure. Son plus grand objectif actuellement est de libérer du temps pour en passer avec Alba et ses amours. Dire qu’il a été un véritable obsédé de la cybernétique. De fait, il campait pratiquement près de son ordinateur. Les priorités changent ou se transforment. Il n’est pas prêt à quitter ce monde virtuel, mais il n’est plus disposé à se laisser investir par lui au-delà d’un certain temps ciblé et compté. Il enregistre son travail et revient sur Gabriel qui a toujours le regard perdu. Le connaissant, il se doute que ce dernier est encore dans une anticipation inquiète et angoissée.

 

-        Des problèmes avec la pigmentation des couleurs ?

-        Comment ?

-        Je te demande si tu as des soucis avec la coloration…

-        Non, non ! Je pensais, c’est tout !

-        Tu pensais ? Je dois m’en inquiéter ?

-        Non.

-        Non ?

-        Non. Si… enfin, non, mais si…

-        Si tu me disais simplement…

 

Gabriel sèche consciencieusement son fin pinceau et s’occupe de tout laisser en parfait état jusqu’à sa prochaine utilisation. Ses gestes sont précis, mesurés, maîtrisés et aussi affectueux. Gabriel est avec son matériel comme il est dans l’amour pour chacun d’eux. Il prend son temps, inquiet d’être le plus parfait possible. C’est touchant, c’est barbant, c’est épuisant, c’est essentiel pour eux tous. Damien aime ce qu’il voit. Il y a une telle sensualité inconsciente dans cette gestuelle, qu’il n’arrive pas à comprendre comment Gabriel peut se percevoir comme cet être infréquentable et innommable pour lequel il se tient. Les méandres des vécus passés sont là en exergue encore, maintenant, il a déjà une meilleure vision de lui-même, mais ce n’est pas gagné d’avance !  Il s’approche de Damien et vient le rejoindre sur cet énorme fauteuil d’origine improbable qu’il a placé près de la large baie vitrée.

 

-        Je pensais à… lorsqu’Alba ira à l’école et qu’elle dira qu’elle a deux papas et une maman et… ça va sûrement faire des problèmes…

 

Damien plisse les yeux en soupirant intérieurement. Il aurait dû s’en douter.

 

-        Voyons voir si j’ai bien tout saisi. Tu t’inquiètes de ce qui se passera dans l’enseignement lorsqu’on saura qu’Alba a deux papas ? Arrête-moi si je me trompe, mais actuellement les statistiques ne penchent pas vers ce qu’on appelle des familles recomposées, autrement dit, des familles avec des enfants qui ont deux, trois ou quatre mères et pères sinon plus ? C’est de cela que tu t’inquiètes, de la norme parentale ? Parce que si c’est le cas, je peux te rassurer tout de suite, si ça se trouve, nous allons être des parents hyper-conventionnels à côté de tous les autres parents qu’auront les autres mômes !

-        Tu dois toujours prendre les choses à la légère, hein ! C’est plus fort que toi !

-        Et toi, tu dois vraiment toujours vivre par anticipation les années suivantes ? Ecoute, compadre, je ne prends rien à la légère, mais je ne veux pas vivre en me demandant toujours ce qui va arriver dans le futur ! Depuis quand l’expression : « avec des si on ne fait pas un monde » n’est plus d’actualité ? On verra bien alors, mais je peux t’assurer que nous ferons tout ce qui faudra pour qu’Alba soit au mieux.

-        Facile à dire pour toi !

-        Non, jamais facile, simple. Ecoute, amante… On est passé par quoi ? Se rendre compte que Clémence nous partageait, se mettre en couple, la présentation à la famille, un mariage officiel, le tien avec Clémence, non officiel, tous les trois ensemble, l’installation dans cette maison, notre vie en trio, une grossesse et maintenant un ange dans notre vie.  Malgré des doutes légitimes, tu as pensé que tu n’allais pas y arriver ? Que tu ne pourrais pas vivre tout cela ? Vraiment, fondamentalement ?

 

Gabriel réfléchit. Il repasse dans sa tête toutes ces situations, ces évènements, ces circonstances. Des sourires fugaces et des froncements de sourcils légers donnent à son visage toute sa beauté intérieure et extérieure. Il pousse un soupir. Il a fait un bilan, il est prêt à lui soumettre ses conclusions, que Damien connaît déjà, mais les choses doivent être dîtes, même si ce sont des redites et des non-dits.

 

-        Je savais au fond que j’allais y arriver.

-        Eh bien voilà ! Tu auras beau faire, tu n’arriveras jamais à vivre les choses dans un autre temps que le présent.

 

Gabriel ouvre la bouche, puis rit en secouant la tête. Damien prend un air désabusé. Gabriel le prend par la nuque et l’embrasse à pleine bouche. Ils se déprennent, un peu essoufflés. Le désir se construit en eux, mais pas maintenant. Chacun d’eux à un délai pour la tâche qu’ils doivent accomplir. Plus tard… plus tard ! Un mail entre dans sa boîte de messages. Sans doute la confirmation d’un devis de travail. L’argent entre, ce qui est rassurant, nécessaire, vital même et convenu, mais il est plus avide pour l’instant de vivre le bonheur, leur bonheur, son bonheur. Tout va si foutrement bien !

 

 

x.        

            Ils reviennent de la maison des parents de Gabriel. Depuis qu’Alba est née, l’attitude du père les a merveilleusement surpris. Ils ont pu compter sur lui auparavant dès qu’il a assumé qu’il formait un trio et que son fils était heureux, mais jusqu’à Alba ce ne fut pas exprimé avec beaucoup d’évidence, ni de clarté. Aujourd’hui, il accepte leur choix de vie et surtout celui de son fils. Alba n’a fait que consolider sa loyauté, son affection et son appui à leur encontre. Ils s’en réjouissent. Durant le repas excellent concocté par la « abuela », comme elle désire qu’on l’appelle désormais, ils ont pu voir combien ils sont liés, une famille unie. Gabriel y croit et pas. La méfiance, la défiance, la souffrance et cette peur viscérale d’y croire, de déchanter encore une fois le tient sur le qui-vive. Constater la complicité qui s’instaure de plus en plus entre son amour, Damien et son père le réjouit, l’étonne, l’émerveille, l’altère, l’enrage et lui fait mal. Il ne peut s’empêcher de ressentir cela, même si… même si. Damien n’est pas dupe, Clémence non plus et sa mère. Son père ? Il ne faut pas trop en demander. La situation est inespérée. « Déjalo estar así ». « Laisse les choses être ainsi ». Sage conseil que la mère de Gabriel a soufflé à Clémence et qu’elle suit au pied de la lettre. La porte se referme sur eux. Clémence va dans la chambre d’Alba déposer leur précieux trésor profondément endormie. Elle place son chez ange dans son petit lit avec infiniment de précaution. Elle referme la porte après l’avoir longuement contemplé, s’assure que le baby phone est bien opératif. Elle referme le battant doucement. Du haut des escaliers, elle entend une discussion animée et coléreuse. Elle descend rapidement les marches et arrive sur le pas du salon dont la porte est entrebâillée. Gabriel fait les cent pas, parlant avec force et détermination, la rage teintant chaque phrase, chaque mot. Les paroles se déversent comme un torrent venimeux charriant douleur, rage impuissante, désespoir, toute une palette d’amour qui hurle réparation et reconnaissance vis-à-vis de lui, de son passé, de son présent et d’un futur qu’il désire et espère de tout son âme à la hauteur de son espoir tant de fois meurtri, trahi et déçu, insupportablement déçu. L’épuisement le fait taire et se ratatiner sur lui-même. Damien n’a pas bougé, regardant fixement tout ce que leur amour a dit, tout ce qu’il a exprimé en paroles et aussi tout ce qu’il omit de dire sans pouvoir arriver à le faire. Gabriel se passe une main fébrile sur le visage, les épaules secouées des sanglots silencieux. Clémence a mal. Elle regarde Gabriel, lorsque Damien passe près d’elle et sort. Elle hésite un instant et se dirige vers Gabriel, le cœur serré en un poing. Elle l’entraine vers un siège et le prend contre elle, amoureusement, tendrement, avec inquiétude et brûlant de consoler ce qui n’est déjà plus un chagrin. De longues minutes se passent où ils se bercent l’un l’autre sans mot, à l’écoute de tout ce qui s’est déversé, de tout ce qui a été et n’est déjà plus. Gabriel se détache de l’étreinte de son amour.

 

-        Je… je suis désolé. J’ai fait le con.

-        Oui.

-        Il faut que je m’excuse avec lui…

-        Oui.

-        Je t’aime.

-        Moi aussi et lui aussi. Damien aussi.

-        Tu crois ?

 

Elle lui caresse la joue.

 

-        Vas-y…

 

Elle le regarde sortir de la pièce et ses larmes coulent. Personne n’a dit que ce serait facile. Simple ? Peut-être. Damien sait la contre, mais tant qu’elle ne l’aura pas enlacé, caressé, embrassé, touché et aimé, elle ne sera pas pleinement elle-même. Gabriel entre dans la pièce « sans objet », ainsi nommée, parce qu’elle n’a pas encore une place bien définie et déterminée dans la maisonnée. Ils en débattent encore. Salle de repos ? Salle de jeux, genre nursery ? Chambre d’ami ? Salle de bain ? Débarras ? Grenier extra ? Ils ne savent pas et cela n’est pas leur préoccupation première. Il voit son amour les mains dans les poches, droit comme un « i » tourné devant la large baie vitrée, un chef-d’œuvre dans le domaine des fenêtres. Il s’approche de lui. Damien ne réagit pas. Gabriel glisse ses bras entre ceux en anse de Damien et se presse doucement contre lui. Ses mains se placent sur le ventre plat de son amant. Il dépose sa joue sur le dos musclé et ferme de son compagnon et soupire légèrement, un nœud obstruant sa gorge.

 

-        Je suis désolé…  J’ai été tellement injuste avec toi et…

-        Oui, mais… tu étais si plein de merde et si emmerdé que tu te sens mieux maintenant, que tu es mieux, non ?

 

Gabriel exhale profondément.

 

-        N’empêche…

-        Que ça devait arriver ! Tu vas mieux ?

-        Pas si toi tu vas mal à cause de moi !

-        J’en ai l’air ?

-        Je ne sais pas.

-        Moi non plus. Je n’ai pas apprécié d’être ta cible, mais je comprends, je te comprends.

-        Moi pas…

-        C’est bien que tu le saches… mais… c’était nécessaire pour toi…

-        Tu crois ?

-        Surtout en toi, amante, surtout en toi.

-        Je ne te mérite pas, listillo (petit malin)

-        C’est là que tu te trompes. Nous nous méritons tous les trois ensembles, les uns avec les autres, les uns et les autres et ce qui fait notre union, notre force, notre amour.

 

Gabriel tressaille. Il hoche la tête. Oui. Oui. Damien sort les mains de ses poches et les posent sur celles de Gabriel. Il les caresse et les presse doucement. Lentement il les guide vers son entrejambe. Gabriel a un rire étouffé. Damien se retourne entre les bras de son amante. Il pose son front sur celui de cet homme si… si. Il l’embrasse lentement, mettant toute sa tendresse, son amour, sa passion, son désir de lui en ce baiser. Gabriel se détend, se presse contre lui, des larmes coulant sur ses joues. Damien le berce, l’embrasse ici et là, laissant courir ses mains partout pour le redessiner, pour englober ce qui fait de son compagnon son amour, celui sans qui il ne pourrait pas vivre actuellement. Gabriel se serre plus encore, posant ses mains sur celles de Damien, se redécouvrant à travers lui jusqu’à ce qu’il les pose lui-même sur le corps de cet homme qu’il sait aimer, mais sans trop savoir souvent ce que cela signifie. Oui. Il est encore si plein de… Damien l’embrasse à pleine bouche. Le désir grimpe, s’insuffle de l’un à l’autre. La passion est une vague qu’il surfe avec les sens exacerbés. Clémence sourit en pleurant silencieusement. Il est temps de prendre ce bain qu’elle désire depuis quelques heures. Elle referme la porte lentement. Tout va bien. Tout… va… bien.

 

 

y.

            Ils ont enfin trouvé une crèche. Cela semble futile et même improbable dès lors que l’on prévoit toutes choses nécessaires et même indispensables à la future vie familiale. Bébé-parents travaillant- crèche et, éventuellement, aide extra de(s) grand(s)-parent(s). La réalité est tout autre. Listes d’attente aussi longues que l’éternité, pléthore de conditions sine qua non pour pouvoir y déposer la/le bout de choux moyennant finance peu démocratique avec, bien sûr, rajout ponctuel d’argent selon les circonstances requises en temps requis. Gabriel, l’expert toutes catégories des affaires infantiles et parentales, les a épouvantés avec des histoires issues des conversations lambda qu’il a eu avec chaque parent étant ou ayant en affaire à « la crèche », autrement dit, pratiquement tous les parents, de quoi écrire au moins deux opus. Gage de la société actuelle et de sa dynamique ? Non. Les enfants ont toujours été encadrés par des adultes, proches ou moins proches, dans des structures sociétales apparemment moins systématisées que celles d’aujourd’hui, mais qui faisait son office itou, c’est-à-dire s’occuper des enfants, s’en préoccuper, les tenir en sécurité. Gabriel leurs avait expliqué tout cela avec moult détails. Il a étudié la question à fond sous la bienveillante attention de Clémence et de Damien. Ce qui n’a pas empêché ce dernier d’applaudir après le laïus passionné et excellemment bien explicité et exposé de Gabriel. Dami, Dami. Les voilà donc devant la porte de la crèche. Ils n’ont pas parlé de leur angoisse, leurs questions évidentes qui leur paraissent totalement terrifiantes, leurs inquiétudes tissées de leur amour, leur sollicitude et leurs profonds désirs que tout sera toujours idéalement bien pour leur cher ange. La maison où se trouve la crèche a une façade joyeuse, décorée de dessins muraux qui clament la fonction du lieu. Gabriel plisse les yeux en considérant toutes ces fresques. La porte mi- vitrée est également agrémentée de motifs collés représentant des personnages de l’imagerie enfantine. Les murs du petit hall débouchant sur une petite réception qui précède la salle de jeux où quelques enfants jouent avec bruit et bonheur sont d’un ton doux et lumineux. Gabriel apprécie les tonalités, constatant avec plaisir la cohérence de la décoration. Gabriel sort de sa scrutation et réagit d’immédiat lorsqu’il voit Clémence et Damien parler avec une jeune femme qui sourit abondamment et qui parle avec un bagou qui met à l’aise ses deux amours. Gabriel sourit. Il ne leur a pas dit qu’il avait pris contact avec la crèche et les avait agonis de questions durant presque trois-quarts d’heure, sans parler des recherches qu’il a fait auprès de parents qui ont l’âge d’Alba et bien sûr sur l’incontournable moteur de recherches d’Internet. Et pourtant… il a toujours cette sourde angoisse en lui. Alba gazouille lorsqu’elle est prise entre les bras accueillants de la jeune femme. Elle sourit amplement à ce nouveau visage et un même soupir de soulagement s’exhale des trois parents. Ils sourient amplement à leur tour. Tout ira bien.

Ils sont dans la voiture. Chacun a demandé dans leur respectif travail d’arriver avec une heure de retard. Damien l’a également fait par respect vis-à-vis de ses partenaires. Tête chercheuse alias Roland ou Rol a froncé les sourcils.

-        Pourquoi tu veux venir une heure plus tôt ?

-        Non, Rol… je vais venir une heure plus tard, au lieu de neuf heures, dix heures.

-        Mais… tu viens travailler à dix heures, non ?

-        Non.

-        Ah ! Alors qui vient à cette heure-là ?

-        Personne, Rol.

-        T’es sûr ?

-        Sûr.

-        Bon ! Ben, alors si t’es à l’heure tant mieux.

 

Il est sorti en plissant le front dans un louable effort pour comprendre ce que Damien venait de lui expliquer et qui est décidément trop pragmatique pour lui. Quant à George alias le Manager, il s’est contenté d’hocher la tête en disant.

 

-        Alba ?

-        Oui.

-        D’accord. Je tiens la boutique pour toi. Je pense que l’entreprise pourra résister à ton absence.

-        Tu me rassures grandement.

-        Je sais.

 

Damien sourit en se remémorant ces moments-là. Il a de la chance de les avoir, chacun à leur façon et selon leurs capacités, mais plus encore comme personne. Gabriel a les mains sur le volant et Clémence ne sait pas s’il tient le volant ou si c’est le volant qui le soutient. Sans doute les deux connaissant son amour. Elle lui pose la main sur les deux mains nouées.

 

-        Je ne sais pas vous, mais je le sens bien.

-        Idem. Et toi, amante ?

-        Hein…

-        Ben moi aussi.

-        Aussi, quoi ?

-        Ben « hein », aussi.

 

Gabriel fronce les sourcils en regardant dans le rétroviseur le visage faussement sérieux de son compagnon.

 

-        OK ! Je crois qu’elle est entre de bonnes mains !

 

Damien hoche vigoureusement la tête avec un grand sourire qui pourrait être le clone parfait de Simplet, l’un des sept nains. Gabriel a un fou rire aussi inopiné que bref. Clémence secoue la tête en soupirant.

 

-        Allons-y ! Je ne sais pas vous, mais j’aimerais arriver à l’heure au turbin !

 

Gabriel démarre lentement, passant devant la maison et enregistrant sans le vouloir les dessins et y appliquant des corrections que celui-ci ne demande nullement. Tout va bien, hein ? Quelques heures plus tard, les revoilà devant la porte de la garderie, le cœur dans un poing et le silence les angoissant encore plus. Damien soupire profondément, laisse tomber les épaules.

 

-        Allons récupérer notre ange. Avec tous ces petits braillards autour d’elle toute une journée, on ne sait pas comment Alba a pu le vivre et le supporter.

 

Il reprend une profonde inspiration, carre les épaules et pousse la porte vitrée et colorée. Clémence a un bref rire, alors que Gabriel serre les poings. ¡Idiota! Le brouhaha les enveloppe dès le pas franchi, n’aidant en rien leur appréhension patente et moins évidente. Des parents les croisent, les saluant légèrement, un sourire ample et joyeux sur les lèvres tenant entre leur bras leur cher petit qui semble tout aussi heureux de voir leur maman ou leur papa, voire leur grand-mère, grand-père ou autre familier. Gabriel déglutit fortement, regardant anxieusement parmi les petits se trouvant en divers endroits de l’ample pièce lumineuse et plaisante. Enfin, il la voit. Elle est assise sur une chaise haute, une des jeunes filles lui donnant un fruit coupé en plusieurs morceaux. Alba les repère et pousse une sorte de vagissement heureux. Les trois parents laissent tomber leurs épaules raidies, sourient amplement et soupirent totalement soulagés. Alba est entre de bonnes mains et en plus, elle a l’air pleinement satisfaite de se trouver là. Damien éclate de rire, suivi par Clémence. Gabriel pousse une sorte de hoquet rieur qui tient autant d’un rire que d’un pleur. Tout va bien. Tout… va… bien.

 

 

 

 

 

--------------------------------Hasta el próximo capítulo------------------------------------------------------------------------------------------------------------Jusqu'au prochain chapitre---------------------------------------

 

 

 

 

 

 

 

 

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