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De escritura à écriture
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7 mai 2022

Bonjour, Voci les chapitres suivants pour mes

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Bonjour,

Voci les chapitres suivants pour mes deux livres 3la Matriarca" et "Alba". Aqui pongo los capítulos de mis dos novelas " La Matriarca" y " Alba". Bonne lecture! 

 

La Matriarca

 

o.

Hay un lugar que me encanta por estas laderas silvestres. El hechizo empezó nada más toparme con él. Los matorrales tan espesos por allí me impedían ver con claridad la vista, cuando de repente, al torcer una pequeña curva del sendero empedrado e empinado, se me apareció en todo su esplendor. Hasta ese preciso momento el paisaje se me antojó precioso, único y campestre, aunque de un modo algo adiestrado por la mano del hombre - lo digo por el sendero que se ha retocado para franquear el paso a los senderistas - pero cuando ese panorama envuelto en el más increíble envoltorio entró en mí a través de mis ojos desencajados me quedé… ¡No hay palabra! Un pequeño descampado, que puede ser como una terracita puesta sobre un acantilado, invita a que una se siente allí y se detenga eternamente. Acepté la invitación tacita y me senté en una roca plana desgastada por el tiempo y la intemperie. Mi cuerpo se quedó inmóvil y mi mente también. No necesitaba ni pensar, ni sentir, solo estar aquí sin más. La línea del horizonte se marcaba con nitidez y bajo mis pies las mesetas frondosas se extendían en capas sucesivas como los escalones gigantes de una escalera hecha a medida de los Duendes de los bosques. Una paleta de verdes competía entre ellos para exponer un lienzo vivido y deslumbrante. Las variedades de plantas y de abetos parecían enlazarse para darme un cuadro perfecto, él de una naturaleza pura y limpia, llena de frescura y de vida. Los sonidos cantaban una sinfonía que me llenó de serenidad. Reconocí entre ellos el silencio que tanto anhelaban mi mente y mi alma. Me dejé totalmente llevar en un viaje oloroso y sonado. Desde esa primera vez vuelvo todas las veces que lo necesito, es como una cita secreta, esencial. Y aquí voy otra vez.            

La vista es espectacular, me devuelve a mi propia estatura. Somos lo que somos, pero aquí delante de la eternidad rocosa revestida de arboledas, bosquejos, pinsapos milenarios, matorrales, acantilados y mesetas agrestes, soy poca cosa, la justa medida. Me siento en mi roca predilecta, sillón improbable de mi momento a solas. Abro mi libreta. La tapa me parece amenazadora. ¡Chorradas! Si tengo miedo es de sincerarme y de parar de ser una cobarde afrontando lo que decidí en su momento. Ya no hay vueltas atrás. Sandro lo sabe. No lo sé con certeza, pero su pregunta me hizo sospechar y esta sospecha es de la que acierta de pleno. Ojeo las páginas de la libretita. Estas revolotean como las alas de un pájaro libre. Llego a una hoja blanca tan neutral que me quedo en blanco por un segundo eterno, el bolígrafo oscilando entre mis dedos. 

 

Es hora. Ya no puedo posponer. Fuimos tan felices… solo ahora al volver a verlo y pasar tiempo con él, lo puedo comprobar. ¿Cómo he podido dejarlo? No cuento con mi estado de ánimo de aquel momento ni con lo que ocurrió a mi alrededor y que me hizo tomar la más cobarde de las decisiones. Quisiera poder explicar, justificarme. No lo haré. Ya no. La mirada de Sandro, esos ojos perspicaces, esa dulzura y esa comprensión han llegado hasta ese lugar cerrado que tenía dentro de mí. Me doy cuenta que lo dejé todo por un espejismo, un terror desaforrado que me nublaron los sentidos. ¿Y ahora los he recobrado? Quisiera que sea verdad. Ayer me llamó Rubén. No lo había oído hasta ayer. Fue más que un colega, fue y es un amigo. Lo dejé plantado como los otros sin mirar atrás. No me recriminó. Nada. Y eso me rompió el alma. Merezco sus recriminaciones, sus reproches y él… Se alegró de que Sandro y yo reanudáramos. No preguntó ni cómo ni porqué. Me dijo que venía a Málaga y que si podríamos vernos. ¡Dios! Claro que lo quiero ver y también disculparme. Me dijo que tomó la decisión que tanto le costaba tomar en aquel momento, pero que era la única que debía tomar, dejar a su mujer que le hacia la vida imposible y totalmente infeliz. Los niños son grandes ahora, tiene dos – y eso no quita lo malo que puede llegar a ser una decisión así - pero los hijos se lo tomaron muy bien, más de lo que pensó. No me sorprendió. Sus hijos no están cortos de vista y podían ver de sobra lo infeliz que era su padre. Me alegro que todo salga así. Mi pasado o, por lo menos una parte de él con las personas que lo compuso, parece volver a mi vida, a mí. ¿De verdad he estado tan desubicada, tan desconectada para no entender lo que me rodeaba? ¿Hasta dónde nos podemos cegar para no ver, no sentir y no vivir, solo lo que queremos o elegimos ver, sentir y vivir?”

 

            El cielo encañanublado se ha abierto para dar paso a un sol radiante. ¿Porque será que el sol parece más potente en las alturas? ¿Será porque parece que estamos cerca de él? Levanto la cabeza sonriendo a la nada y me dejo empapar por esa gloriosa claridad. Me gustaría tener esta última en mi mente, pero eso es un deseo imposible. Las ideas, los pensamientos, las emociones, las palabras inconexas con imágenes confusas parecen rellenar todos los resquicios de mi cabeza. De pronto soy yo la que me siento nublada. Miro a mi alrededor y cierro los ojos sin pensarlo. De pronto todo cobra una intensidad más grande, los olores, los sonidos hasta lo que mi piel puede percibir se vuelve más potente, más vivaz, más precioso como si la falta de un sentido, la vista, hiciera más claros los demás sentidos. Me dejo llevar por esas extrañas sensaciones como si fuera un captor o un sensor de movimientos. Soy una parte leve de este entorno, tan nimia, tan frágil, tan poco importante. Todo vuelve a su cauce natural sin que deba molestarme ni preocuparme. Soy ahora yo misma sin ser nada más que eso, un ser vivo en el medio de más vida sea ella animal, vegetal, terrestre, universal. Abro los ojos, todo vuelve a tener otros matices. Retomo la escritura, cada vez menos segura del interés de tener un diario como este.

 

            “Sandro será suficiente para detener la red de corrupción del cabecilla. Él y su equipo. Sandro sabe cómo rodearse de los mejores colegas para llevar a bien una hazaña. Solo espero que no se lo tome en plan “vengador heroico”, otros lo han intentado y están ahora muertos y enterrados. Todos han aparecido fallecidos sin que se pueda probar que fue por asesinato. Accidente, problema de salud como paros cardiacos repentinos en personas que no padecían de esa dolencia y otras circunstancias aparentemente normales son las causas de tales desdichas. Bueno, quizás sean realmente muertes normales, no lo descarto, pero todos ellos también estaban metidos en el ajo de una manera o de otra y vino de perilla para el cabecilla que se marcharan al otro barrio. Tiemblo interiormente de lo que pasó en mi existencia. No quiero recordar los funerales de estos colegas policiales y sobre todo de las caras de los familiares, esas madres, esas abuelas, esas esposas y esos hijos. Esos rostros de cera fundidos en mascara de estupor y de un sufrimiento que no lograban expresar. Cierro los ojos. Un alarido seco rasga el aire. Un águila. Intento localizarlo en el amplio lomo celeste sin conseguirlo. Quisiera ser como él, libre, sin ataduras y sobre todo desprovistos de estas angustias que me asechan sin tregua. Claro que para el águila el mayor problema es el final de su raza y eso es mucho peor que mis quebraderos de cabeza. “Vanitas, vanitatis”. Ya lo dijo un sabio.”

 

Cierro la tapa. Unas nubes vaporosas viajan por el cielo como pegotes de algodón. Los sigo con la mirada. Es hora de volver a casa. Mi momento de aislamiento ha acabado. Lo demás asuntos, no. A ello voy, no muy segura, pero decidida, ¡sí!

 

El sendero empinado con sus venas de raíces a ras de suelo promete darnos algunos traspiés si nuestras miradas se enfocan en otros lados. La tierra oscura endurecida por el aire caldeado o frio, puntillada con verdes deformes de hierbas supervivientes, clama su necesidad de un poco de humedad celeste. Las rocas imponentes, aunque cuarteadas por la mano de un gigantón llamado a la vez intemperie y fuga de tiempo, me franquean con parsimonia la estrechez de un camino. El silencio se matiza con sonidos leves y claros. No decimos nada. La naturaleza impone como sentido la vista antes los otros. Respiro hondo. Siempre tengo la sensación de ser y de no ser, una parte diminuta de un espacio milenario que no guardará nunca ni la conciencia ni el recuerdo de mis pasos. Es tan relajante de no ser nada ni nadie por un tiempo infinitamente corto. Llegamos a un tramito de carretera asfaltada. Pocos coches. No es un tramo muy concurrido. Es apreciable. De los atascos, de los ruidos agudos de la ciudad andante y del espacio atiborrado por seres vivos y coleando tuve bastante en su momento. Aprecio y me deleito a cada segundo de poder ser un simple elemento de todo lo que me rodea, sin más ni menos. Qué alivio, pero sobre todo que liberación. 

 

-           ¿No crees que va siendo hora que me diga lo que pasó?

 

Estamos en lo alto de la sierra en un acantilado no muy lejos de la ciudad, pero lo suficiente para que ese silencio tan particular esté ahí envolviéndonos en una paz y en una serenidad que se necesita, pese a lo que se piensa y se viva. Me he sentado en una roca plana y Sandro está detrás de mí. Me he recostado contra su torso, entre sus brazos. No hemos dicho gran cosa ni a la subida ni al llegar. Estábamos pensativos, pero no molestos, sumidos en uno de esos momentos donde la mente y el cuerpo están en una zona blanca, neutral, vacía de todo lo que no sea lo más imprescindible para seguir viviendo. Respiro hondo. Los olores de naturaleza recalentada por los rayos de sol de un mes de mayo bien entradito en días hacen maravillas para el olfato. Es como estar en una perfumería totalmente natural. Miro el cielo de un color azul brillante y uniforme. Nunca se puede pensar que ayer estuvo tormentoso y hasta con relámpagos. El mes de mayo por estos parajes puede ser algo traicionero. Siento Sandro atento, prudente e infinitamente paciente.

 

-          Ya lo sabes, ¿no?

-          ¿Qué sé exactamente, Matilda?

-          Que me fui…

-          …huiste…

-          Lo que sea… Fue… No podía quedarme.

-          ¿Por qué?

 

No me dará tregua hasta que lo confiese todo, hasta poner en evidencia incluso lo que yo misma no sé de manera consciente.

 

-          Después del suicidio de Tobías, supe que tenía que dimitir. No aguantaba más, la presión era demasiado.

-          ¿Por qué?

-          ¿Acaso no estas investigando a Pablo, mi exjefe directo y tu tío?

-          Tío político.

-          ¡Lo que sea! ¡Maldita sea el peneque! Yo me sentía mal, insegura y…

-          ¿Por lo de tu coche, las cuatro ruedas pinchadas y una parte de la carrocería rayada?

-          ¿Cómo lo supiste?

-          De la misma manera que supe que habían entrado en tu piso sin llevarse nada ni tocar nada. Como también me enteré de que te estuvieron siguiendo discretamente varios días por todas partes sin nunca abordarte ni incluso teniendo un comportamiento amenazante hacia ti, solo estaban una y otra vez en los lugares donde ibas. Como me contaron que encontraste en tu oficina algunos que otros de tus objetos truncados o desplazados. ¡Y otras cosas más de esa misma índole!  ¿Sinceramente creía que yo nunca iba a saber de ese acoso? La pregunta del millón es, ¿por qué no viniste a contármelo?

-          ¿Para qué te involucrase y que fueran a por ti? Es tu tío, tu familia…

-          ¡Oh! Ya veo. Te pusiste en el lugar del príncipe encantador viniendo al rescato del bello indefenso y frágil que soy yo.

 

Me vuelvo hacia él. Estoy hecha una furia. Su mirada es desgarradora. Lo sé más que furioso, dolido y si bien tiene sus razones y, son respetables y legítimas, yo tengo las mías.

 

-          No te atrevas a poner sorna en esto.

-          Y tú no te atrevas a bajo estimar lo que supone para mí este oficio. No estoy donde estoy para dejar a lo listos, sean de la familia o no, salirse con las suyas. Tú, más que nadie, debería saber lo importante que es para mí sanear las cosas, impedir que la corrupción se ponga dónde estoy y lo hago con todos los medios que pueda tener a mi disposición. Eres igual que yo e igual que muchos otros. Y que conste, La Matriarca, Tobías no se pegó un tiro porque estaba en la línea de mira de Pablo, pero porque era gay y cuando su novio lo dejó porque se negaba a salir del armario después de siete años de convivir juntos se le echo el mundo encima y entonces se quitó la vida.

 

Me quedo conmocionada y atónita. Tobías fue la persona más dulce, más lucida, más sensible y más inteligente que he tenido a mi lado en el trabajo. Era muy discreto con su vida privada y ahora lo entiendo, pero eso nunca impidió que fuésemos cercanos en nuestro oficio. Era un trabajador cuidadoso y algo obsesivo y muchas veces nos dio pistas que fueron muy esclarecedoras y hasta concluyentes en varios casos. Tenía una mente brillante, pero… supongo que todos tenemos nuestros límites y él llegó al suyo. Lamento no haber captado nada. ¿La Matriarca? Sí y no. Cuando alguien quiere ocultarse siempre puede hacerlo para llevar a cabo su objetivo. Suspiro profundamente.

 

-          No lo sabía… Lo siento tanto.

-          Yo también. Discúlpame, no quería que lo supieses de esta manera.

 

Me cobija en su regazo. Su barbilla reposa sobre mi cabeza y lo siento suspirar profundamente.

 

-          Si hubieras acudido a mi te hubiera protegido. Cuando te fuiste teníamos ya un expediente abierto sobre Pablo. Estaba en el candelero, pero nada concluyente al momento que demitiste. Si en ese momento hubieras acudido a mi hubiéramos podido luchar juntos y ciertamente no hubieras tenido que huir como lo hiciste. Entiendo lo que quisiste hacer, pero fue un paso en falso.

 

No digo nada. Me siento aliviada por haber hablado, pero también patidifusa. Tanto tiempo reteniendo estos hechos, estas emociones. Me duele como una cicatriz recién hecha. Sin embargo, si tuviera que volver atrás seguro que volvería a hacer lo mismo. Sandro levanta su cabeza de mi cogote. Levanto la mía para mirarlo. Su mirada me sonríe con calidez. La pregunta que me va a hacer no me va a gustar.

 

-            ¿Qué te llevaste contigo, Matilda?

 

Tengo un medio segundo de confusión, luego pongo cara de póker.

 

-             ¿No lo has encontrado, inspector jefe?

-            Si te pregunto es que la respuesta es no.

-            Ya. Antes siempre encontraba lo que escondía.

-            Antes sabia la mujer que eras, ahora tengo que descubrir quién eres y eso me gusta… mucho, muchísimo.

 

Le sonrió sin quedarme demasiada prendada de esa media sonrisa que siempre me hace tilín. Aspiro hondo el aire perfumado a naturaleza limpia que nos rodea.

 

-            ¿Cómo lo has sacado de allí, Tilda?

 

Listo. Muy listo. Sabe que algo retengo en contras de Pablo o por lo menos cosas que pueden ponerme a salvo en el peor de los casos, como una especie de seguro de vida. En su momento fue como un impulso nato, una deformación profesional a coger estos documentos. Me iba del cuerpo, pero no totalmente impotente, o esa era la idea, y soy de las que retiene informaciones por si acaso. Sandro me conoce tan bien…

 

-            Por el correo.

 

Sandro me mira con una mirada confusa, airada y algo inquieta.

 

-            ¿Has ido al correo antes de irte del Cuerpo?

-            ¡No seas bobo! Sabes que me tenía vigilada las veinticuatro horas del día. Pedí a un muy buen amigo, insospechado de por sí, de ir allí por mí.

-            ¿Adónde lo mandaste? Espero que no fue aquí.

-            Se te olvida algo, caballero, sé tanto como tu como esconder huellas de mis actos si me lo propongo. Ahora bien… Le pedí que mandara el paquete a un amigo mío que vive en Chile. No he tenido contacto con él desde la niñez, pero por mi familia he seguido las circunstancias de su vida y él ha hecho igual conmigo. Le pedí que cuando recibiera el paquete me lo enviase aquí, pero con tres meses de espera. Para esa fecha ya estaba instalada y no hubiera parecido sospechoso que recibiese un paquete aquí. De hecho, lo bueno de estar en una pequeña ciudad, donde las noticias y los actos de todos se propagan como la pólvora, es que lo que hagas esta encubierto por la población a través esa constante vigilia a la cual está cada cual sometido, aunque de manera muy discreta y difusa. Es una manera retorcida de “proteger” a los que son de aquí – o a los que viven aquí y que son asimilados o añadidos a los “legítimos” de toda la vida – y, a la vez, de considerarlos como parte integrantes de la ciudad, o sea, de esa especie de “gran familia” o “clan” que supone que son los habitantes de esta villa.

-            Puedo entenderlo hasta un cierto punto, aunque esto queda muy alejado de mi manera de ser y de hacer las cosas.

-            Ya me imagino. Una se acostumbra y no es del todo malo.

-            Viéndote me lo puedo figurar…

 

Su mirada es cálida como su sonrisa.

 

-            ¿Dónde tiene el “paquete”?

-            Te lo enseñare cuando volvamos, pero no te ilusiones, quizás, el contenido no te sirva de nada.

-            Eso lo comprobaré, no te preocupes. ¿Ha habido algún acontecimiento o evento sospechoso desde que te instalaste aquí?

-            Me registraron la casa al mes de llegar. Lo hicieron muy bien. Si no fuera porque conozco los procedimientos de la pesquicia, diría que fueron maestros en el momento de hacerlo.

-            Me alegro que solo hicieron eso.

-            Yo también y no puedes saber cuánto.

-            Ciertamente no lo puedo. Si lo pudiera eso querría decir que confiaste en mí lo suficiente y que me hubieras dejado ayudarte o por lo menos protegerte, Matriarca.

 

Asiento con la cabeza. No voy a rebatir lo obvio, pero no pienso disculparme. Ya bastante lo he hecho interiormente con él y con tantos otros, virtualmente. Dicen que es la “intención” que cuenta, espero que sea verdad, porque mis intenciones eran válidas, aunque quizás erróneas y algo cobardes. Lo hecho, hecho está. Todo no está dicho. Lo siento apenado por lo que hice y no sé muy bien que puedo hacer para enmendarlo. Con paso lento y con un silencio lleno de palabras no dichas bajamos al pueblo. Espero que los documentos que tengo puedan servirle, eso me hará sentir bien y mal.

 

 Hasta el próximo capítulo --------------------------------------------------------Jusqu'au prochain chapitre

 

Alba

 

7 mois et dix-neuf jours et…

 

z.

            Gabriel regarde sa petite pousser sur ses jambes et ses bras pour se mettre plus… droite ou crapahuter à quatre pattes ? Ce n’est pas clair, à part les efforts faramineux qu’elle déploie pour le faire. C’est fascinant ! Le tapis semi dur l’aide en partie et la préserve du sol froid, quoiqu’avec sa barboteuse molletonnée, le froid a peu de chance d’arriver jusqu’à sa peau. Alba relève la tête, gazouille avec conviction et lui sourit de toute sa petite bouche partiellement édentée. Il s’accroupit et lui tend la main. Elle pose dessus sa menotte pouponne sur la grande paume. Elle tangue un peu et se redresse in extremis.

 

-          Alors, tu veux quoi ?

 

Autre gazouillis avec un petit cri rauque. Ce n’est pas clair. Il lui caresse le menton et elle a ce petit rire incertain qui le ravit, comme si elle s’essayait à rire. Force lui est de reconnaître et malgré ses préventions, Alba a beaucoup progressé depuis qu’elle va à la garderie, elle a évolué très rapidement. Bien sûr, elle a aussi quelques tracas de santé, parce que « dès qu’ils vont à la garderie, ils attrapent toutes sortes de choses », dixit les parents consultés par ses soins dès que l’occasion se présente. Le cas aujourd’hui puisqu’elle a attrapé « quelque chose » de l’ordre d’un petit rhume. Rien de grave, mais suffisamment pour qu’elle ne puisse aller les trois prochains jusqu’à la garderie, autrement dit, ce jour-ci et les deux suivants, une fois chez ses parents, une autre chez ceux de Damien, donc elle n’ira que lundi prochain. Fichtre ! Avec tous ces horaires… Alba se frotte les yeux en se laissant choir sur le côté tel une superbe baudruche. Il l’attire vers lui et la prend contre son torse où elle laisse aller sa tête contre son cou puissant, totalement abandonnée.

 

-          Cansada, no, mi nenita (fatiguée, ma petite fille)… Vamos a la camita (Allons au petit lit)… Papa te canta una nana… (papa te chante une berceuse)… Ah… eso es papa también…

 

Gabriel prend le téléphone glissé dans sa poche arrière. Il ouvre le clapet et pousse sur le bouton ad hoc. La voix de Damien lui arrive, alors qu’Alba tend la main pour prendre le portable. Gabriel le met hors de portée de la petite main. Cela le surprend toujours de voir combien les objets électroniques semblent familiers à leur petite. Gage de l’époque ? Il imagine.

 

-          Alors ? Il a dit quoi le docteur ?

-          Un petit rhume… elle doit prendre du sirop et un suppo si jamais elle a de la fièvre. Elle ne retourne à la garderie que lundi, si tout va bien.

-          Elle va mal ?

-          Non. Un peu fatiguée, mais c’est comme si elle n’avait rien. Le docteur disait d’ailleurs qu’elle était très gentille et très courageuse.

-          Normal ! C’est notre fille. Parfaite, donc !

 

Gabriel a un petit rire, reprit par Alba qui pousse sa petite tête contre le cou de son père comme un petit chaton.

 

-          Elle est là ?

-          Oui. Je vais la coucher.

-          OK ! Tu veux que je vienne pour…

-          Non ! T’as suffisamment de boulot. T’inquiète, je gère.

 

Damien a un petit rire. Il n’aurait pas cru cela possible. Alba lui est si nécessaire, il n’envisage nullement son quotidien sans elle. Comme s’infiltrer sans le vouloir jusqu’à ton cœur. Juste un être si petit, si fort, si vulnérable, si… il l’aime tout simplement, la plus grande force de toutes les forces vivantes.

 

-          Hé… t’es là, listillo ?

-          Oui.  Désolé… je te laisse… on se voit tout à l’heure. J’apporte un catering…

-          Non. Je vais préparer quelque chose. Alba dormira sans doute un bon moment. Elle est épuisée, mi angelillo (mon petit ange )… Hé, amorcito (petit amour)…

-          Embrasse-là pour moi, amante !

-          Fait ! Et à toi d’elle et de moi.

-          Idem !

 

Ils raccrochent en même temps. Alba s’accommode plus fortement contre son père.

 

-          Vamos… creo que la nana será para esta noche… (Allons-y, je crois que la berceuse será pour ce soir)

 

Alba se laisse aller, petit poids chauds et lourd d’un sommeil qui s’insinue en elle lentement, mais sûrement. Il la couche doucement dans le petit lit. La chambre est en pénombre et le restera. Alba ouvre les yeux et regarde fixement son père lorsqu’elle touche le matelas.

 

-          Chuuu… vamos, duerme, amorcito, papa está aquí… (Allons, dors, petit amour, papa est là…)

 

Elle referme les yeux et s’abandonne dans le sommeil comme seuls savent le faire les tous petits. Gabriel ramène le petit édredon sur le corps relâché, ayant soin de que rien ne viendra déranger son sommeil. Il redessine des yeux avec tout son amour et son infini étonnement le petit visage, chaque trait. Elle est parfaite à ses yeux. Il se redresse, écoutant le léger souffle de son petit ange. Il prend le baby phone qu’il allumera dès la porte de la chambre fermée. Il sort sans faire plus de bruit qu’un soupir. Il referme la porte doucement. Il ouvre le petit appareil magique et vérifie que tout est en ordre. Il entend un faible petit bruit de tissu froissé. Alba se met sur le côté. Il la voit dans sa mémoire. Elle fait toujours cela. Il s’apprête à descendre les escaliers lorsque son téléphone vibre.

 

-          Clem…

-          Ça va ?

-          Elle dort. Elle a juste un petit rhume et les gencives. Elle retourne à la garderie la semaine prochaine, lundi, normalement.

-          Elle a eu mal ?

-          Non, pas trop. Elle n’a pas bronché.

-          C’est une courageuse…

-          Oui. Le docteur le disait aussi.

-          Tu veux que je vienne ?

-          Je veux toujours que tu viennes, mais ce n’est pas le jour.

-          Je sais… ici, c’est la folie. Toujours la même chose. On devrait en avoir fini vendredi comme d’habitude, même si on dit toujours qu’on ne va jamais y arriver !

 

Clémence rit légèrement et Gabriel l’accompagne dans ce rire de connivence. Chaque année, c’est la même folie laborieuse.

 

-          Je suis là, dulzura…

-          Je sais… elle est si belle…

-          Oui. Comme toi. Je nous prépare un bon petit souper.

-          J’en ai déjà l’eau à la bouche.

-          Eso espero (j’espère bien). Ne te préoccupe de rien.

-          Je vais essayer…

 

Gabriel a un petit rire.

 

-          Besos…

-          Besos, dulzura.

 

Ils raccrochent en même temps. Gabriel tend l’oreille. Tout va bien. Le baby phone ne moufte pas. Tout va bien.

 

           

 

a.

            Une sorte de routine bien rôdée s’est installée entre tous et dans la demeure. Ils ont le sentiment d’être entré dans l’univers parental et pourtant ils ont plus que jamais l’impression d’être dans un monde inconnu et totalement déphasés, quand pas dépassés par ce qu’ils vivent au jour le jour. Le quotidien est devenu une aventure continue où tout est possible. Cette ambiguïté de sûreté et d’imprévisibilité les surprend et les déconcerte avant de repartir à l’assaut du vécu avec des rires et des sourires. Alba est leur point d’ancrage et leur boussole, mais aussi un puit d’émerveillements. Ils ont beau essayé de relativiser, de penser qu’elle est un bébé comme tant d’autres, ils ne le peuvent. Elle est sublime, extraordinaire, l’être le plus hors du commun qu’ils connaissent. Elle est comme une vibration de bonheur en eux. Pourtant… Aujourd’hui, tout va de travers.

            Clémence ne trouve pas les clefs de sa voiture, Alba est grognon. Gabriel essaie de lui attacher la barboteuse, mais en pure perte. Alba est devenue contorsionniste. Damien vient lui donner un coup de main en gazouillant à la petite friponne des inepties, rien n’y fait, Alba est en mode surexcitée.

 

-          Mais qu’est-ce qu’elle a ?

 

Gabriel est entre l’inquiétude et l’agacement. Clémence revient dans la chambre.

 

-          Vous êtes sûr que vous ne les avez pas vues ?

-          Non, petite fée. Tu n’avais pas un imper, hier…

-          Ah oui ! Merde ! T’as raison. Elle a quoi, Alba ?

-          Un jour sans ?

-          Les dents ?

-          Je ne sais pas, dulzura. Tu crois ? Pourtant, ça allait mieux depuis que la dent est sortie. Peut-être une autre… Je vais chercher la crène apaisante…

 

Damien prend Alba dans ses bras, alors que Gabriel part à grand pas chercher dans le frigo le médicament qu’il considère actuellement comme la panacée universelle.  Alba se contorsionne dans les bras de Damien, les tendant avec impétuosité vers sa maman avec une moue qui annonce des pleurs. Clémence est déchirée. Les clefs de la voiture retrouvées après des recherches longues et presqu’infructueuses, le retard qui en découle au boulot, mais qui peut encore être peu important ou l’étreinte d’amour d’Alba ? Damien résout le dilemme en se portant à la rencontre de Clémence qui a un pied de chaque côté du pas de la porte de la chambre. Clémence prend Alba contre elle et la cajole en la berçant doucement quelques instants. Elle lui susurre des mignardises, ces petits riens qui sont plus que des mots, des caresses verbales, des vagues auditives d’amour. Alba pose son petit visage dans le cou de sa mère, se calant d’autant plus contre elle. Ses yeux fixent Damien qui lui sourit avec une petite lueur de reconnaissance. Entre listillos… (petits malins). La coquine  sait y faire.

 

-          Je dois y aller… Je suis en retard…

-          Hier aussi c’était le cas, mais en heures sup… Ça compte, non ?

-          Oui.

-          T’inquiète. Y’a des jours sans et aujourd’hui c’est Alba qui l’a.

-          Et moi aussi !

-          Et toi et tous, il faut croire. Vas-y ! On s’en occupe.

 

Clémence remet son petit ange à Damien. Alba vagit un peu, mais se blottit rapidement dans l’étreinte solide et chaude de son papa. Clémence embrasse avec fougue son amour, donne une caresse sur le dos rond de son doux ange et file vers la cage des escaliers où les pas décroissent avec vélocité avant que la porte d’entrée ne soit claquée. Damien fait la grimace. Il hausse les sourcils vers la joue veloutée de sa tendre bébé.

 

-          Elle est partie, mais elle reviendra. Rendez-vous d’amour oblige !

Alba se calfeutre contre le corps de son père en frottant sa petite tête contre l’épaule solide de son papa. Elle attrape sa tutte qui pend le long d’un ruban glissé dans un système ingénieux qui permet de s’attacher à la barboteuse et la glisse adroitement dans sa bouche. On est loin de l’épingle à nourrice. Autres temps, autres facilités.

            Gabriel revient. Il est aussi en retard. Les heures sup qu’il a presté compenseront, cela le rassure un peu. Ils en sont tous là, même Damien. Le temps est devenu une course contre la montre, mais quelle course ! Gabriel câline Alba pour qu’elle ouvre la petite bouche après lui avoir extrait comme un bouchon lâche la tutte colorée. Il passe prudemment la pulpe de son doigt sur les gencives partiellement dénudées. Là. Une petite bosse. Une autre dent pointe légèrement sous la peau. Il sort le doigt, pose une mini noisette de gel doré et apaisant et badigeonne la zone. Damien la tient toujours. Alba a les yeux mi-clos. Elle s’assoupit légèrement. Gabriel lui caresse les joues rosies et tièdes. Elle est si belle, si douce, si formidable. Damien l’accommode plus dans ses bras. Gabriel le regarde et soupire.

 

-          Bon… Je dois y aller… j’y vais, amante…

-          Vas-y, compañero (compagnon). T’es à la bourre !

-          Plutôt !

 

Gabriel embrasse doucement les cheveux soyeux, le front. Il pose sa grande paume sur le dos arrondi de sa belle endormie. La quitter continue à être un vrai crève-cœur.  Il le faut. La vie, leur vie continue. Damien caresse la joue de son amour.

 

-          Vas-y ! Je m’occupe d’elle et de tout.

-          Oui… oui…

 

Damien ramène le visage de Gabriel vers lui en lui retenant fermement le cou et l’embrasse fort et brièvement sur les lèvres. Gabriel lui répond.

 

-          ¡Te quiero, hombre! ¡Venga, vete! (je t’aime, mec! Allez, vas-y !)

 

Gabriel lui sourit et sort à reculons. Alba pèse lourd dans les bras de Damien. Tout va bien.

           

 

 

b.

 

            Ils sont affalés dans le large et profond fauteuil en cuir du salon. Ils avaient dans l’idée de voir une émission à la télé ou un film, mais même cela c’est trop.

 

-          Comment fait-elle ?

 

Gabriel écarquille les yeux. Damien a le visage enterré dans le giron de Clémence qui est au bord de l’assoupissement.

 

-          Qui ?

-          Alba.

-          Fait quoi ?

-          Ben… cette énergie…

-          Elle est au début de la vie, ça doit avoir un avantage.

-          Et tu veux dire quoi ? Qu’on est au bout de la vie, listillo ? (petit malin)

-          Non. C’est juste qu’ils ont la vitalité totalement neuve, nous on est un peu plus vieux.

-          OK ! Tu peux même dire carrément séniles, là ! Regardez-nous ! J’ai jamais pensé qu’on serait comme des croulants un vendredi soir.

-          Wep ! T’as jamais vu les 3A, mes grand-tantes en mouvement ! C’est à peine si j’arrivais à suivre la première heure. Et je te dis pas combien de jours j’avais besoin après pour récupérer.

-          Ben, elles sont plus près de la fin de vie, ça peut être un avantage.

-          OK ! Donc, en fait, être au milieu c’est vraiment épuisant.

-          Tu l’as dit, compadre ! (compère)

 

Un faible ronflement sourd de la bouche entrouverte de Clémence. Damien a un rire sourd qui le secoue contre les seins lourds de son amour. Clémence tressaille, ouvre un œil vague et pose la main sur la tête de Damien.

 

-          Chuuttt ! Dodo, dodo…

 

Elle repart dans son sommeil en se calant plus profondément dans le siège. Elle resserre son étreinte autour de Damien sans se rendre compte que c’est lui. Gabriel a un petit rire en caressant les jambes de sa dulzura posées sur les siennes. Il la décale afin qu’elle soit le plus à l’aise. Gabriel lance un regard attendri et rieur à Damien qui se cale plus fort dans le giron tendre et lourd.

 

-          Tu croyais que c’était comme ça ?

-          Non ! J’ai jamais pensé que ce serait si merveilleux, même si…  actuellement, dormir est devenu notre passe-temps favori…

-          T’inquiètes, amante, on retrouvera d’autres qui seront plus éveillés…

 

Gabriel se passe la main sur le visage en riant. Il se détend lentement. Un silence ouaté les unit. Clémence pousse un long ronflement. Tout va bien.

 

 

            Deux heures plus tard, ils ronflent de concert. Damien se réveille en sursaut. Il fronce les sourcils, essayant de déterminer où, comment, quoi et quand et qui. Qui ? Lui, sur Clémence. Il passe sa paume doucement sur l’arrondi du sein. Comment ? Epuisement général et total, panne de secteur complète à tous niveaux. Quoi ? Pas de ressort, du mou, parents over. Quand ? Presque tous les soirs, avec un petit plus de fatigue en fin de semaine. Gabriel se réveille en sursaut. Il pose son regard sur Clémence dormant profondément, le corps délicieusement abandonné et sur Damien qui lui sourit avec cet air imbécile qu’il adore prendre à certains moments. Gabriel soupire en riant un peu.

 

-          On serait pas mieux au pieu ?

-          Je sais pas. Dormir dans un fauteuil, un vendredi soir, avec sa copine, c’est un truc de jeune, ça, non ?

 

Gabriel a un fou rire qu’il tente d’étouffer avec peu de succès. Il doit être encore plus fatigué qu’il n’en a l’air et qu’il ne le sent. Clémence se réveille en sursaut et se redresse, manquant tombé par terre tant le mouvement est brusque. Gabriel et Damien la rattrapent et la ramène dans la position précédente.

 

-          Quoi ? Alba ? On est où ?

-          Dans le salon. Alba dort !

-          Oh ! Merde ! Je dormais ?

-          Comme un sonneur !

-          Oh la la… Je sais pas vous, mais moi j’ai le sommeil-o-mètre au maximum !

-          Idem pour nous, petite fée.

-          On s’rait pas mieux au lit ?

-          Je vois ! Quand deux cerveaux se rencontrent… la majorité l’emporte. Allez ! Au lit, alors…

 

Damien se redresse agilement et en profite pour soulever leur amour. Gabriel aide à la manœuvre. Il attrape à bras-le-corps la femme de sa vie et la place sur son épaule. Clémence pousse une sorte de râle essoufflé et se laisse entraîner.

 

-          Listillo, tu fais quoi ?

-          Je nous fais gagner du temps, je lui économise des efforts et je fais mon exercice de muscu de fin de soirée.  Trois en un comme les shampooings.

 

Clémence pousse une sorte de petit rire étranglé, alors que Gabriel lui soutient le haut du corps pour qu’elle ne soit pas trop mal-à-l’aise. Il soupire légèrement. Demain… grasse matinée au programme pour lui. Ça aussi ils ont mis au point quelques mois auparavant. Nécessaire, vital, indiscutable décision. Dire qu’il n’a jamais aimé rester outre mesure au lit. Comme quoi, tout change.

 

 

 Hasta el próximo capítulo ------------------------------------------------------Jusqu'au prochain chapitre

 

 

 

 

 

 

 

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